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J. C. García Fajardo

Nesemu: Somos responsables del futuro

¿Les sirve el pasado a los adolescentes? se pregunta en PD Justo Serna, y me parece una reflexión muy interesante. No podemos abdicar de la reflexión por estar con exámenes o en vacaciones. Como comer o dormir, reflexionar y tomar conciencia de lo que sucede es inexcusable.
Nesemu


//Tener conocimiento del pasado me exige asumir mi condición de arrojado al mundo, es tedio y es el destino que nos hace epígonos y que fatalmente se nos impone. Sin embargo, la historia puede ser concebida de otro modo, como un libro en el que adentrarse sin saber lo que sus páginas depararán, como un texto en el que explorarse, buscarse y alejarse de uno mismo. No se trata de crear buenos patriotas con la memoria abarrotada de conocimientos, fieles defensores de un pasado nacional, respetuosos con los mitos que a todos nos igualan o nos separan. Los contenidos académicos así transmitidos o se olvidan pronto o resultan simplemente dañinos, tóxicos. ¿Les sirve el pasado, ese pasado, a los adolescentes? ¿Podemos tomarlo de otro modo?

Con la historia se pude ayudar a los jóvenes a ordenar el caos que llevan dentro, a concebir el pasado como un depósito u observatorio de experiencias. Igual que viajamos y admiramos los parajes que nos refutan, también la historia tiene que ser el dominio en donde apreciar el contraste, lo que nos extraña y lo que nos perturba. El saber y la maduración --admitámoslo-- sólo son resultado de la incomodidad y de la sorpresa que los demás, los extranjeros y los antepasados, nos provocan. Cuando la realidad que tenemos enfrente sólo nos corrobora, entonces la percepción de lo extraño es inasimilable y, por eso, tendemos a tomar a ese otro como pervertido o anómalo o patológico. Las geografías variadas y distantes nos fuerzan a acomodar lo raro, a darle acogida dentro de nuestro marco cultural. De ahí que la mejor enseñanza de la historia no sea –o, al menos, no pueda ser-- la mera confirmación del limo original con el que fuimos presuntamente modelados.

No me propongo sugerir cómo organizar la enseñanza de la historia en la escuela. Hablo de cosas más simples, de un humanismo, de un entusiasmo y de un riesgo, de una investigación personal, de los hallazgos a qué nos obliga nuestro crecimiento y de la maduración a qué aspiramos. Tener conocimiento del pasado me exige asumir mi condición de arrojado al mundo, la chiripa de mi existencia y mi limitación; me obliga a luchar contra el valor infinitesimal que se me concede; me permite rebelarme contra la determinación que me niega, contra la debilidad, la enfermedad y la muerte.

Por eso, leer, leer las experiencias de otros según los géneros diversos que están a nuestro alcance, es la forma de averiguar ese pasado y de hacer acopio de vivencias que no son mías. La circunstancia de mi vida es fugaz y ese individuo que creo ser, que creen que soy y que acabo aceptando me es demasiado previsible. Es de los demás y de los libros que son sorpresa e indagación de los que esperamos el relato de otros avatares que alivien el tedio que nuestra conducta nos provoca o el miedo que el futuro nos depara.

Las historias que leo y las que me cuentan me amplían el mundo, dilatan sus límites, lo que creo que son su periferia y su centro. Pero, claro, para esto pueda verificarse entre los adolescentes desconcertados, los adultos que les rodean no pueden abandonarse a la simple amonestación, al entreguismo, a la exasperación o a la fatalidad rendida.

Hacen falta políticos sensibles que no intoxiquen con munición ideológica, que no erijan el pasado como el patrimonio al que te debes. Hacen falta padres que eduquen en la excelencia, en la ironía y en la tolerancia, en la apertura cultural, pero también en la ‘autoexigencia’. Hacen falta también profesores que no se abandonen al fatalismo de las violencias explícitas o implícitas que hay en los Institutos: mi hijo mayor acude a uno y no olvida a un buen docente, no olvida a los que tratan con coraje, con rigor y con educación, y no olvida a los que amparándose en una falsa campechanía se entregan a camaraderías imposibles. Hacen falta profesores que no se supongan atados por las prescripciones ministeriales, las pasadas o las venideras, unos profesores de humanidades que se descubran creadores de sí mismos, maestros de vida y de lectura –como recomendaba George Steiner--, proveedores de futuro, mediadores que persuadan.

Pero sobre todo hacen falta adolescentes dispuestos a tomarse como individuos, dispuestos a responsabilizarse de sí mismos, dispuestos a aventurarse en ese riesgo del espíritu que es la lectura y que es la historia. El pasado no es destino ni fuente primitiva y frente a lo pretérito hemos de rebelarnos, cosa que nos exige conocerlo: si lo ignoramos estaremos repitiendo conductas que creemos nuestras y originales y que, a la postre, sólo son remedo degradado de individuos de otros tiempos.

Muchachos, no podemos resignarnos a la elemental y grosera ley de simetría, a ser simples copias de algo ya dado o ya vivido. ¿Lo conseguiremos? //

4 comentarios

Nesemu -

"Devuélveme el futuro y pactaremos el armisticio", escribió el poeta guineano Zamora Loboch.
Me parece interesante hasta referido a otros ámbitos... medio ambiente, contaminación, armas, paraísos fiscales, terrorismo, lucha de clases... ¡Cielos!, y un largo etcétera. ¡Déjame vivir, que pueda ser yo mismo, no me arrebates el futuro, ¡devuélmelo!

Pablinator -

Creo que no somos dueños del pasado y mucho menos de la historia, sin embargo el futuro lo cambiamos día a día.
No podemos atormentarnos por un pasado que no podemos cambiar, sin embargo, debemos esforzarnos por mejorar el presente y con ello el futuro.
La historia nos ayuda si somos conscientes de sus limitaciones.
En nuestra mano esta.

hormiguero -

Lo conseguiremos si se recibe un poco de ayuda. No se puede pedir que admiremos una estrella si no nos dejan mirar al cielo (si no nos dejan de muchas formas). Este artículo es muy bueno, y me hace comparar mi situación con la de mis propios compañeros del colegio mayor. Mi forma de ver la Historia del siglo XX ha sido totalmente distinta a la de mis amigos que duermen al lado.

Creo que sencillamente hay falta de reflexión y detenimiento en este campo. Y si no se empiezan a poner los puntos sobre las íes que Justo Serna resalta, podemos llegar a que los jóvenes 'pasen' del pasado definitivamente...

Sofía -

Profesor, sí lo conseguiremos.
En la medida en que un solo joven tome conciencia de lo que tiene de excepcional, y mire el mundo con otros ojos, se estará en el camino para lograrlo.
Y creo que no somos pocos los que nos hemos dado cuenta.
La historia es nuestra, la escribimos nosotros cada día. Lo único que importa son las experiencias cotidianas, son las pequeñas piezas del puzzle del mundo.
Eso es la historia.