Nesemu: No en mi nombre
¿No en mi nombre? se pregunta Quim Monzó en La Vanguardia. ¡Qué pena que se utilice a los muertos en batallas políticas! En el artículo 1º del Pacto Antiterrorista se había excluido expresamente esa posibilidad. Es una verdadera pena. Ya no estamos en una democracia orgánica, como en tiempos de Franco o Musolini, en la que los ciudadanos-súbditos se expresaban o participaban a través de la sorganizaciones sociales. En las democracias constitucionales existen otros cauces de partcipación establecidos y de manera primordial el Parlamento. Que la gente se manifieste es un derecho irrenunciable, que las OSC (Organizaciones de la Sociedad Civil) expresen su parecer, denuncien y presenten propuestas alternativas es una riqueza formidable. Pero que no manipulen a las víctimas de un terrorismo atroz contra el que tenemos que alzarnos toda la ciudadanía. Esta reflexión de Quim Monzó puede ayudarnos para poder seguir esta algarabía.
Nesemu
//De todas las frases de las pancartas de la manifestación del sábado en Madrid, la más repetida y fotografiada fue "¡No en mi nombre!". Vista en la tele, nos remitió de inmediato a aquellos "¡No en mi nombre!" de las concentraciones contra la guerra de Iraq. Pero, antes de esas concentraciones, en el 2000, No En Mi Nombre fue la denominación que adoptó un grupo de pacifistas judíos que se oponían (y se oponen) a la ocupación israelí de los territorios palestinos. En su declaración de principios explican que lo escogieron "porque el Estado de Israel a menudo proclama que actúa en nombre de todos los judíos del mundo y de sus intereses", y eso -dicen- no es cierto.
Hay una obra teatral, creo que de The Living Theatre, titulada No en mi nombre y que se presenta como un alegato contra la pena de muerte. Y hace dos meses, tras los funerales de Juan Pablo II, una columnista de The Guardian,Polly Toynbee, tituló No en mi nombre un artículo contra Tony Blair. Baste el destacado para resumir el espíritu de aquel escrito: "¿Cómo se atreve Tony Blair a arrodillarse en nuestro nombre ante el cadáver de un hombre cuyos edictos han matado a millones de personas?" La frase -"No en mi nombre"- fue objeto de polémica en el 2003, cuando la periodista Catherine Bennett la acusó de petulante, fatua e individualista. La calificó como"el eslogan político más estúpido de la historia". Su idea venía a ser: ¿en tu nombre?, ¿y qué importancia tiene tu nombre en concreto, si todos tenemos uno y es la suma de todos lo que da valor a cualquier protesta? Los que no estaban de acuerdo con Bennett la acusaban de cuestionar matices sin importancia en vez de unirse sin rechistar a la masa que condenaba la guerra de Iraq.
Y ahora aparece de nuevo, en Madrid, en una manifestación en la que se pedía que el Gobierno no negocie con ETA. Que toda frase política es una gabardina reversible quedó claro desde que, una tras otra, las mejores pintadas que en 1968 ocuparon los muros de París empezaron a ser utilizadas como titulares o eslóganes de anuncios: de perfumes, de automóviles, de casas adosadas... Muchas ideas políticas y culturales son tan frágiles que las palabras con las se expresan tienen que ser confortables, blandas y maleables, para que aquéllas no se quiebren al envolverlas. Pero el resultado es que, luego, resulta sencillo tomar esas palabras-envoltorio y adaptarlas a otras ideas, según convenga y aunque sean opuestas a las primeras. Es una de las fascinaciones del mundo actual, en el que, en el terreno de las convicciones, el transformismo se valora como en pocas épocas anteriores. Qué pobre parece hoy, a los ojos de la mayoría, aquella persona pública que en la madurez se mantiene en los mismos trece en los que se mantenía en su juventud. Cuánto se valora, por el contrario, a aquel que puede levantar la barbilla con orgullo y oír cómo unos le acusan de traidor y otros alaban su conversión. Es el reciclaje como modelo de vida, que no sólo permite construir en Mejorada del Campo una catedral con bidones, neumáticos y cubos de plástico que luego sale en la tele anunciando Aquarius, sino que recupera consignas de un color para teñirlas de cualquier otro, y convierte a los gobernantes de ayer en los pancarteros de hoy, y viceversa. Tot s´aprofita era un título inteligentísimo. //
La Vanguardia
Nesemu
//De todas las frases de las pancartas de la manifestación del sábado en Madrid, la más repetida y fotografiada fue "¡No en mi nombre!". Vista en la tele, nos remitió de inmediato a aquellos "¡No en mi nombre!" de las concentraciones contra la guerra de Iraq. Pero, antes de esas concentraciones, en el 2000, No En Mi Nombre fue la denominación que adoptó un grupo de pacifistas judíos que se oponían (y se oponen) a la ocupación israelí de los territorios palestinos. En su declaración de principios explican que lo escogieron "porque el Estado de Israel a menudo proclama que actúa en nombre de todos los judíos del mundo y de sus intereses", y eso -dicen- no es cierto.
Hay una obra teatral, creo que de The Living Theatre, titulada No en mi nombre y que se presenta como un alegato contra la pena de muerte. Y hace dos meses, tras los funerales de Juan Pablo II, una columnista de The Guardian,Polly Toynbee, tituló No en mi nombre un artículo contra Tony Blair. Baste el destacado para resumir el espíritu de aquel escrito: "¿Cómo se atreve Tony Blair a arrodillarse en nuestro nombre ante el cadáver de un hombre cuyos edictos han matado a millones de personas?" La frase -"No en mi nombre"- fue objeto de polémica en el 2003, cuando la periodista Catherine Bennett la acusó de petulante, fatua e individualista. La calificó como"el eslogan político más estúpido de la historia". Su idea venía a ser: ¿en tu nombre?, ¿y qué importancia tiene tu nombre en concreto, si todos tenemos uno y es la suma de todos lo que da valor a cualquier protesta? Los que no estaban de acuerdo con Bennett la acusaban de cuestionar matices sin importancia en vez de unirse sin rechistar a la masa que condenaba la guerra de Iraq.
Y ahora aparece de nuevo, en Madrid, en una manifestación en la que se pedía que el Gobierno no negocie con ETA. Que toda frase política es una gabardina reversible quedó claro desde que, una tras otra, las mejores pintadas que en 1968 ocuparon los muros de París empezaron a ser utilizadas como titulares o eslóganes de anuncios: de perfumes, de automóviles, de casas adosadas... Muchas ideas políticas y culturales son tan frágiles que las palabras con las se expresan tienen que ser confortables, blandas y maleables, para que aquéllas no se quiebren al envolverlas. Pero el resultado es que, luego, resulta sencillo tomar esas palabras-envoltorio y adaptarlas a otras ideas, según convenga y aunque sean opuestas a las primeras. Es una de las fascinaciones del mundo actual, en el que, en el terreno de las convicciones, el transformismo se valora como en pocas épocas anteriores. Qué pobre parece hoy, a los ojos de la mayoría, aquella persona pública que en la madurez se mantiene en los mismos trece en los que se mantenía en su juventud. Cuánto se valora, por el contrario, a aquel que puede levantar la barbilla con orgullo y oír cómo unos le acusan de traidor y otros alaban su conversión. Es el reciclaje como modelo de vida, que no sólo permite construir en Mejorada del Campo una catedral con bidones, neumáticos y cubos de plástico que luego sale en la tele anunciando Aquarius, sino que recupera consignas de un color para teñirlas de cualquier otro, y convierte a los gobernantes de ayer en los pancarteros de hoy, y viceversa. Tot s´aprofita era un título inteligentísimo. //
La Vanguardia
5 comentarios
Scicker -
Elisa -
Anónimo -
Jorge P. -
Como víctimas, creo que su derecho es el de recibir una asistencia eficaz. Eso se puede hacer en silencio, y si no, entonces sí, habrá que manifestarse. Como ciudadanos que son, tienen el derecho a dar su opinión sobre la posible negociación con ETA, y me parece bien que lo hagamos, sea cual sea la postura. Eso sí, con la precaución de negarse al diálogo y repetir las condiciones del Gobierno, porque entonces es un sinsentido y da qué pensar sobre la existencia de manipulación.
Las víctimas no lo son para hacer política. La política es de ciudadanos. Y si no, sirve como ejemplo Eduardo Madina, víctima de un atentado terrorista, pero por lo demás, ciudadano y diputado del PSOE.
Audrey -