Nesemu: Para los Ryad de Marruecos
De acuerdo con el Ryad del pequeño Alberto propongo que acometamos la experiencia de Tánger. Recién desembarcados... Yo ya lo he contado en mi libro. Esto es para hacer boca. ¿Qué tal van los trabajos de cinco a siete mil palabras?
El Ryad del Amin José
El Ryad del Amin José
13 comentarios
Miguel Jordán -
Sofía -
ryad de Kim -
Fernando -
Unos nos miraban, otros pasaban, todos nos saludaban,...
Mientras disfrutábamos de nuestro primero té, descubríamos un nuevo mundo. Tánger nos abrió la puerta a Marruecos
Merche -
Tánger... el primer acercamiento a las calles, olores, sabores.
Tánger... la noche, la luna, el mar.
Tánger... y el principio de once días de ensueño.
Tánger... y no saber lo que nos esperaba...
Noelia García -
David (asturiano) -
Carlos Miguélez -
Comprendí que estaba en la puerta de un mundo tan cercano pero tan distinto a la vez.
Impresionan las vistas desde las colinas hacia la inmensidad del mar. Se juntan el Mediterráneo y el Atlántico justo en esta importante ciudad, que albergó a tantos artistas que buscaban un ambiente de libertad y permisividad.
Al subir al autobús me llamó la atención cómo cientos de mujeres volvían juntas de trabajar hacia sus casas. Aunque queda mucho por hacer, la mujer en Marruecos y en el mundo ha dado pasos agigantados.
Paula -
Casielles -
Sergio -
Acabas de bajar del ferry y no sabes que esperar. Aunque en nuestro caso, en el viaje del año pasado, no fue una recepción mítica, si fue nuestro primer te y nuestra primera noche en la que dormimos muy poco.
Tánger no se te olvida porque es donde das tu primer paso en África. Sólo por eso.
Ryad del Amín Sergei
Sergio -
Acabas de bajar del ferry y no sabes que esperar. Aunque en nuestro caso, en el viaje del año pasado, no fue una recepción mítica, si fue nuestro primer te y nuestra primera noche en la que dormimos muy poco.
Tánger no se te olvida porque es donde das tu primer paso en África. Sólo por eso.
Laura Blanco -
Y sin embargo allí estaba Tánger, con sus espigones abiertos de par en par como un abrazo de bienvenida. Nada más bajar del ferry una sonrisa dentro de una gabardina me tendió la mano amistosamente. Se trataba de uno de los muchos diplomáticos que llevaban horas esperando nuestra llegada. A pie firme, mientras las cenas se enfriaban en sus casas. Allí estaban, como si llevaran esperándonos toda la vida. Así nos esperaba África.