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J. C. García Fajardo

Nesemu: Para los Ryad de Marruecos

De acuerdo con el Ryad del pequeño Alberto propongo que acometamos la experiencia de Tánger. Recién desembarcados... Yo ya lo he contado en mi libro. Esto es para hacer boca. ¿Qué tal van los trabajos de cinco a siete mil palabras?
El Ryad del Amin José

13 comentarios

Miguel Jordán -

Conmocionado por mi primera visión del mar, Tánger fue mi primer paso en el camino hacia mi encuentro. Y considero que fue el mejor que podía tener. Nada menos que comenzar a soñar con África con el incomparable sonido de las olas chocando contra la arena. Desde ahí ya no era el mismo. Era imposible volver a serlo.

Sofía -

Cuando iba en el ferry tenía la sensación de que la separación entre España y Marruecos sería mucho mayor, pero cuando llegué allí me quedé asombrada al comprobar que son nuestros hermanos. Con su alegría de gente del sur los niños inundaban las calles y las mujeres en las puertas de sus casas conversaban con las vecinas. En ese momento recordé los pueblos andaluces tan cercanos, sentí que estaba en casa. Tánger,la ciudad inacabada, impregnada de polvo cálido y con aire de ausencia me abrió la puerta de la parte de mí que encontré al otro lado del estrecho.

ryad de Kim -

Tánger es la puerta que abre todo eso que siempre habías añorado y que nunca supiste dónde encontrar. Al partir, encima del azul del mar, déjala entreabierta. Te susurrará desde lo lejos, te persuadirá para regresar.¿Escuchas el canto de su puerto?

Fernando -

Por fin suelo Marroquí. Después de largas horas de viaje por tierra y mar llegamos a nuestro primer destino: Tánger. Bajamos en un lugar cualquiera de la ciudad. Los padres llamaban ya a los pequeños que se encontraban jugando en la calle.
Unos nos miraban, otros pasaban, todos nos saludaban,...
Mientras disfrutábamos de nuestro primero té, descubríamos un nuevo mundo. Tánger nos abrió la puerta a Marruecos

Merche -

Tánger... mi primera pisada sobre suelo africano.´
Tánger... el primer acercamiento a las calles, olores, sabores.
Tánger... la noche, la luna, el mar.
Tánger... y el principio de once días de ensueño.
Tánger... y no saber lo que nos esperaba...

Noelia García -

Bajamos del ferry y nos encontrabamos perdidos ante un mundo desconocido para muchos de nosotr@s, era nuestro primer contacto con la gente, el primer intento para liberar los prejuicios que traíamos de Madrid. Zoco chico y grande, ¡lo nunca visto! nuestras primeras imágenes del regateo.pasaban los minutos y no podíamos despendernos del miedo a lo desconocido, permaneciamos tod@s juntos, ¿qué pasaría si no estabamos entre occidentales?

David (asturiano) -

Tánger conserva más que ninguna otra de las ciudades marroquíes su pasado de la época colonial, su estatus de ciudad internacional. Tal vez por su misma condición de puerta de África y lugar de encuentro. En las calles de su kasbah parece posible encontrarse a Delacroix, Genet, Burroughs, Barbara Hutton... y tantos y tantos occidentales que acudieron aquí en busca de inspiración, libertad y exóticas orgías hasta el amanecer.

Carlos Miguélez -

Al pisar Tánger supe que volvería a África más de una vez.
Comprendí que estaba en la puerta de un mundo tan cercano pero tan distinto a la vez.
Impresionan las vistas desde las colinas hacia la inmensidad del mar. Se juntan el Mediterráneo y el Atlántico justo en esta importante ciudad, que albergó a tantos artistas que buscaban un ambiente de libertad y permisividad.
Al subir al autobús me llamó la atención cómo cientos de mujeres volvían juntas de trabajar hacia sus casas. Aunque queda mucho por hacer, la mujer en Marruecos y en el mundo ha dado pasos agigantados.

Paula -

Nada más desembarcar, nos inundaron los ruidos del puerto, cientos de chirridos de gruas que se elevaban altas en el horizonte...Despúes, en la medina de Tanger, llena de pequeñas callejuelas oscuras, en las que nos perdimos,pudimos caminar en la noche por esas calles llenas de magia... Fue el primer contacto que tuvimos con una cuidad de Marruecos, y esa impresión de cuidado desorden fue la que nos acompañó el resto del camino.

Casielles -

Nos bajamos en una plaza cualquiera de la ciudad vieja para que nos expliquen qué es una kasbah y qué una medina. Para mí, Tánger es aquel primer cuadro de la plaza, desierta y escalonada, llenándose poco a poco de gatos y niños. Las farolas miden cuánta luz darnos para que no se rompa el silencio, los árboles inmóviles alumbran también el misterio. Hay una casa en la esquina, blanca sucia, cerrada. Un par de tortuosas callejas más abajo vivió una actriz que ensanchó los límites del empedrado para que pudiera pasar su Rolls. Hay acciones que definen sobradamente temperamentos. Seguimos bajando. Es la luz lo que hace el aire denso y a la vez fugaz, lo que mueve las fachadas hacia amarillos atemporales. De vez en cuando se cruza un hombre con capucha, una chilaba sin rostro, un nazareno granate con babuchas, y se cuela por un arco flanqueado por dos faroles de fuerza distinta. Su desaparición por ese vano sin puerta es siempre el comienzo de un cuento.

Sergio -

Tánger es el comienzo del viaje. Es la puerta de entrada que has estado esperando. El primer contacto con un zoco, con otra cultura. Otro rollo.

Acabas de bajar del ferry y no sabes que esperar. Aunque en nuestro caso, en el viaje del año pasado, no fue una recepción mítica, si fue nuestro primer te y nuestra primera noche en la que dormimos muy poco.

Tánger no se te olvida porque es donde das tu primer paso en África. Sólo por eso.

Ryad del Amín Sergei

Sergio -

Tánger es el comienzo del viaje. Es la puerta de entrada que has estado esperando. El primer contacto con un zoco, con otra cultura. Otro rollo.

Acabas de bajar del ferry y no sabes que esperar. Aunque en nuestro caso, en el viaje del año pasado, no fue una recepción mítica, si fue nuestro primer te y nuestra primera noche en la que dormimos muy poco.

Tánger no se te olvida porque es donde das tu primer paso en África. Sólo por eso.

Laura Blanco -

Llevábamos mucho rato en la cubierta del barco, observando cómo se acercaban los minaretes iluminados en la noche. Apenas se oía nada excepto las olas rompiendo contra la quilla. Habíamos soñado tanto aquel viaje, aquel momento, que ahora que por fin íbamos a poner nuestro primer pie en aquella tierra no nos lo terminábamos de creer.
Y sin embargo allí estaba Tánger, con sus espigones abiertos de par en par como un abrazo de bienvenida. Nada más bajar del ferry una sonrisa dentro de una gabardina me tendió la mano amistosamente. Se trataba de uno de los muchos diplomáticos que llevaban horas esperando nuestra llegada. A pie firme, mientras las cenas se enfriaban en sus casas. Allí estaban, como si llevaran esperándonos toda la vida. Así nos esperaba África.