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J. C. García Fajardo

Nesemu: Hablemos de CheChauén

Para que no decaiga: Sigamos con retazos de nuestras experiencias como auténticos ryads ocultos. ¿Recordáis cuando leíamos algunos párrafos en nuestra medersa rodante de Los jardines secretos de Mogador? Nadie que entre en este blog posee esa clave para entrar en nuestros ryads que sólo tenemos quienes vamos a paladear el buen té en la residencia del Embajador del país que nos ha acogido. Sigamos jugando... mientras prosigue nuestra transformación.
El Ryad del Amin José

21 comentarios

Ryad de Fer -

Fue Chauén la última ciudad, nuestro adiós (o hasta luego en el caso de algunos que ojala volvamos) a Marruecos.
Ese día entramos en la ciudad queriendo apurar las últimas horas en aquel suelo rojo. Por la tarde de compras de aqui para allá. Pero al atardecer nos sentamos en la plaza para descansar.
Cuando oscureció en Chauén, nuestras vocas llegaban casi al suelo. Las luces brillaban en nuestros ojos y aquel silencio llamaba nuestra atención: descubrimos la magia de Chauén

David Álvarez -

El viaje no podía "acabar" mejor: era como el final que espera el lector tras haber disfrutado de un magnífico libro.

Ryad de Carlos Miguélez -

Chaouen fue el culmen de aquel maravilloso viaje. Primero fueron las calles laberínticas, las cuestas, las vistas de las montañas, de la ciudad y de la noche con su trozo de luna, y luego fue el momento en que nos reunimos. Ese momento fue simplemente mágico porque todos sacamos lo que en realidad teníamos dentro.

AlBa -

¿Chauen, el último día en Marruecos? Las calles azules, los colores increíbles entre las cuestas estrechas, el té entre velas y la penumbra del valle, el puro sabor arábico-hispano...
Chauen como ciudad me encanto, pero me gusto mucho más lo que aquella noche vivimos. Era mágico, ilógico, sentimental, sincero… Recuerdo contra recuerdo, presente, pasado y futuro juntos en el instante. Que difícil es explicar aquellas palabras y aquellos momentos. Todos lo sabemos...Aquella noche fue la mecha de la llama. Llama que volvió a lucir con fuerza el jueves en casa del embajador. Que momentos.....

Ryad de Ainhoa -

Qué decir de CheChauén... ciudad mágica como pocas deben serlo. Aquel café en aquella terracita me hace recordar tantas cosas...sus calles azuladas, la montaña dibujando el fondo de una ciudad cuyos rincones han quedado impresos en mí, aquella hilera infinita de escaleras, el paisaje divisado desde el hotel hoy en día inexistente y, por supuesto, aquella noche mágica en la que las lágrimas recorrieron mi cara. Sentí la ciudad como el final del recorrido pero, como tantos de mis compañeros, me prometí que volvería y, en definitiva, no ha sido más que el comienzo...

Ryad de Arantxa -

El blanco infinito casado con ese azul inmenso me transportaba al mundo de los sueños: elfos jugando y cantando, mis amigos riendo, callejuelas desbloqueadas por sonrisas, un tendero marroquí loco por Camela (no imaginé que hubiera llegado tan lejos)... Aunque no me quitaba de la cabeza que se acababa el viaje, tampoco dejaba de sorprenderme a cada momento, sobretodo cuando llegamos al “hotel pre-demolido” (causaba una sensación algo extraña saber que donde estabas al día siguiente desaparecería, se iba... como nosotros). Todo era un todo.

Pero lo que me deja sin palabras es el recuerdo de esa noche... y es que ¿puede existir algo más sobrecogedor que el verse sumergido en el fondo de tu mente? ¿y en la de tus amigos? Como ya dijo el profesor esa noche mágica, aunque cierto, parece increíble que para reconocer lo que llevamos dentro necesitemos de una delicada atmósfera que nos provoque, que nos impulse a hablar y, en definitiva, que incite a nuestro alma a exteriorizarse para expresar y compartir eso que lleva tan dentro y a la vez, tan escondido.
La magia que nos rodeaba hizo que nos reconociéramos y nos reconciliáramos. Algo inesperado y, por eso, inolvidable. Y si es inolvidable significa que lo llevamos dentro, si está dentro es que no se ha acabado...parece demostrarse que la caravana no ha desaparecido.

Hormiguero -

Subíamos y bajábamos una y otra vez aquellas estrechas callecitas blanquiazules haciendo decenas de fotos. Compré el último y más importante regalo de todos, y aquella última tarde cayendo el sol marroquí sobre nuestras cabezas me hizo un poco ─como me está sucediendo ahora─ sollozar por tan maravilloso espectáculo que habíamos estado viviendo esos días. Esta última etapa fue quizás un epílogo muy distinto a las otras jornadas dentro del mágico país, pero nosotros seguíamos absorbiendo más y más cosas. Algunos estábamos tristes por dentro, pero al mismo tiempo muy felices. Los minutos se alargaban, a pesar de que no tanto como deseábamos.

Aquel salón de hotel fue esa noche el barco de los sentimientos…

Javier Muñoz Ortega -

Hotel solitarios, hotel Los Ángeles. Hotel California. Hotel años setenta. Hotel, dulce hotel.
La noche cayó hace horas, adormilado me aproximo al resto. Llego tarde, pero se que soy bien recibido, con mis defectos. Me siento en el suelo, que ultimamente se ha convertido en mi sillón privilegiado. Hablan, te invitan a hablar. Bebes. Te dejas llevar.
Aplaudes.
Tienes ganas de no dormir, de reir hasta que llegue la mañana. Paseas. Ves a los perros guardianes que te custodian. Pasas frío. Te da pena que se acabe. Subes, bajas, coges cosas, comes chocolatinas, vuelves a reir.
Rostros que se encuentran en la oscuridad de los pasillos. Saludos.
Siluetas sentadas en los sillones de la recepción y del salón. Intentas detener el tiempo sin saber que tu intento se convertirá en frustración.

Leo -

Una experiencia la de Chaouen más cercana a lo onírico que a lo real. Aquella gélida sala que calentamos con la profundidad de nuestras palabras, aquel mismo salón que hoy ya no existe...
Una noche bañada por aquella luz azul y amarilla que desprendía Chaouen, inquietante a la par que mágica. El escenario perfecto para poner un punto y seguido a nuestra aventura...

Rocío -

Me gusta el último trago de un café, la última calada de un cigarro..., pues no tiene porqué significar el final. Exprimimos momentos cuando sabemos lo poco que queda y eso hace que los vivamos con más intensidad. Todo el viaje fue un sueño, pero lo más bonito es que Xauen no fue el despertar, y es que: ¿quién cree en los finales?

Jorge -

Recuerdo bien cómo era Chaouen en mi segundo viaje a Marruecos. Chaouen es la ciudad azul y, para mí, la del reposo. Por el día paseé sin tiempo. Si algo me impacta de Marruecos es la noche de sus ciudades. Cómo cambian de repente. Así sucedió con Chauen. De ser acogedora a ser tenebrosa. El cementerio de la ladera, de ser un vestigio admirable, a ser un espacio vivo y frío a la vez. Por supuesto no faltó la niebla. Todo estaba preparado.

Un abrazo.

Merche -

En un precioso té de Chaouen me contaron una historia de amor entre un marroquí y una chica australiana que había dejado todo por él y se había trasladado allí a vivir. Tan lejos de su casa, de su familia, de su tierra...
Pero lo comprendí todo. No hicieron falta preguntas ni explicaciones. Con sólo mirar al exterior, con sólo una tarde pasada allí.
Al instante supe que yo también podría (es más, quería) perderme allí.
Y, como dice Casielles, fue en ese instante cuando supe que volvería. Y sonreí. De corazón.

Chaouen fue un final colosal, terminar con fuego un viaje increible, dejar grabado en la memoria la subida y las estrellas de ese hotel, una última noche imborrable, sentirme unida a esa gente más que nunca (gracias, chicos)...

Me cuesta recordar Chaouen sin emocionarme...

Noelia García -

Me viene a la mente la imagen del hotel Asmaa y la infinidad de escalones que tuvimos que subir para llegar a esa recepción fatigados. Allí, una de las noches más importantes para todos y todas, fue donde nos descubrimos.
El desayuno... miradas por el cristal... la colina... y solo pensar que nuestro cuerpo se marchaba pero nuestra alma se quedaba allá para siempre, esperando un día regresar para recuperarla.

Noelia -

Sergio -

Qué calles! Qué zoco! La última noche, la despedida de Marruecos... y casi me abro la cabeza en aquel hotel sin luz ni agua caliente.

Volveré.

Ryad del Amín Sergei.

Rosa -

Chechauen fue el lugar de explosión. Una velada en la que salieron los recuerdos, los paisajes, las enseñanzas,... Ha sido el lugar en el que mejor pude expresar mis sentimientos y donde más cantidad de gente me vio llorar. No me importó, me sentí comprendida y dentro de una gran familia. Nunca podré agradeceros lo feliz que me habeis hecho pequeños ryads.

David (Asturiano) -

Permitidme recordar unas palabras que creo que muy bien podría haber escrito Juan Goytisolo, ese sabio con el que tuvimos la oportunidad inmensa de compartir un rato inolvidable en Marrakech. Unas palabras que el profesor nos ha transmitido también de forma constante; aquellas que decían que "los invasores del 711 eran rubios y de ojos azules". Esa fue una de las cosas que más me impresionó al ver a los niños que correteaban por las calles blancas de ChéChaouen.¿No podrían ser los descendientes de aquellos godos expulsados de España, nuestros primos lejanos del otro lado del Estrecho? Para mí la magia de Chaouen, rutilante en la oscuridad y en aquella noche incomparable en un hotel a punto de ser derribado, se encuentra en que el parentesco que todos tenemos con Marruecos está a flor de piel gracias a los caprichos de la historia.

Iñaki -

Para mí lo que esperaba de Marruecos lo encontré en Chaouen. Tardó en llegar aquel momento, pero cumplir este sueño fue todo un placer. En particular, no hay nada que valore más que una charla sincera y en la del hotel de Chaouen había 57 participantes. Además, el pueblo ayudaba a encontrarnos con nosotros mismos. Las calles blanquiazules, la gente hablando castellano, los nombres en nuestro idioma y las banderas de algunas de nuestras regiones... todo era conocido. Aquella noche, todos estábamos en la sala de estar de nuestra casa.

Casielles -

En Xauen me sorprendió pensar lo cerca que estaba ya de casa. Pensé entonces en lo fácil que iba a ser volver, y me prometí que volvería.
En Xauen nos perdimos y llegamos a un mirador que no era azul pero que miraba al pueblo entero, y encontramos un tipo que vendía pulseras y no dejaba que le hicieran fotos.
En Xauen, subiendo al hotel, sonreí todo el tiempo. Porque siempre que uno sube una montaña, al llegar arriba todo se ve más claro.

En ese pueblo estuvo claro dónde comienzan y acaban los viajes. Todos dijimos al unísono que volveríamos.

Sofía -

CheChauen no supuso el final del camino sin embargo en esos momentos lo sentí así y todo a mi alrededor parecía confirmarlo.El pueblo inundó mis ojos con sus paredes de cal blanca salpicada de añil. Las calles empinadas, los juegos infantiles y el aire fresco reavivaron mi nostalgia, olvidada por un momento. Todo este conjunto hizo palpitar mi corazón, me recordó la Alpujarra y sentí que ya estaba en casa con el consecuente sentimiento de alegría pero también de tristeza al creer que el viaje se acababa. Pero sin duda CheChauen lo recordaré por aquella noche en ese hotel-frigorífico en la que todos tomamos compartimos un trocito de nuestro ryad personal con los demás. Esa noche siempre la recordaré porque alguien supo escucharme sin que hablase y abrazarme hasta introducirse por completo en mi ryad convirtiéndose por unos segundos en parte de mí. Fue entonces cuando descubrí, llena de alegría, que el viaje no había terminado porque había comprendido el verdadero significado de la palabra "ryad".

Rôventy -

Recuerdo cuando leíamos sobre los jardines de mogador. Me evocaba paisajes bucólicos. Recuerdo en la Menara escuchar poemas mágicos, y auqella historia de Cristobal que nos transportó a un tiempo en que las tierras nómadas del desierto, llegaron a Marrakech y le dieron su nombre y esplendor. Pero sobre todo recuerdo la noche de Cahouen. Y ya no sólo es por lo que la gente dijo. Sino por lo que la gente sentía cuando lo hacía. Me quedo con la frase de Mº José cuando una sonrisa le iluminaba la cara: El mejor momento del viaje...es este, es ahora mismo.