Nesemu: Hablemos de CheChauén
Para que no decaiga: Sigamos con retazos de nuestras experiencias como auténticos ryads ocultos. ¿Recordáis cuando leíamos algunos párrafos en nuestra medersa rodante de Los jardines secretos de Mogador? Nadie que entre en este blog posee esa clave para entrar en nuestros ryads que sólo tenemos quienes vamos a paladear el buen té en la residencia del Embajador del país que nos ha acogido. Sigamos jugando... mientras prosigue nuestra transformación.
El Ryad del Amin José
El Ryad del Amin José
21 comentarios
Ryad de Fer -
Ese día entramos en la ciudad queriendo apurar las últimas horas en aquel suelo rojo. Por la tarde de compras de aqui para allá. Pero al atardecer nos sentamos en la plaza para descansar.
Cuando oscureció en Chauén, nuestras vocas llegaban casi al suelo. Las luces brillaban en nuestros ojos y aquel silencio llamaba nuestra atención: descubrimos la magia de Chauén
David Álvarez -
Ryad de Carlos Miguélez -
AlBa -
Chauen como ciudad me encanto, pero me gusto mucho más lo que aquella noche vivimos. Era mágico, ilógico, sentimental, sincero Recuerdo contra recuerdo, presente, pasado y futuro juntos en el instante. Que difícil es explicar aquellas palabras y aquellos momentos. Todos lo sabemos...Aquella noche fue la mecha de la llama. Llama que volvió a lucir con fuerza el jueves en casa del embajador. Que momentos.....
Ryad de Ainhoa -
Ryad de Arantxa -
Pero lo que me deja sin palabras es el recuerdo de esa noche... y es que ¿puede existir algo más sobrecogedor que el verse sumergido en el fondo de tu mente? ¿y en la de tus amigos? Como ya dijo el profesor esa noche mágica, aunque cierto, parece increíble que para reconocer lo que llevamos dentro necesitemos de una delicada atmósfera que nos provoque, que nos impulse a hablar y, en definitiva, que incite a nuestro alma a exteriorizarse para expresar y compartir eso que lleva tan dentro y a la vez, tan escondido.
La magia que nos rodeaba hizo que nos reconociéramos y nos reconciliáramos. Algo inesperado y, por eso, inolvidable. Y si es inolvidable significa que lo llevamos dentro, si está dentro es que no se ha acabado...parece demostrarse que la caravana no ha desaparecido.
Hormiguero -
Aquel salón de hotel fue esa noche el barco de los sentimientos
Javier Muñoz Ortega -
La noche cayó hace horas, adormilado me aproximo al resto. Llego tarde, pero se que soy bien recibido, con mis defectos. Me siento en el suelo, que ultimamente se ha convertido en mi sillón privilegiado. Hablan, te invitan a hablar. Bebes. Te dejas llevar.
Aplaudes.
Tienes ganas de no dormir, de reir hasta que llegue la mañana. Paseas. Ves a los perros guardianes que te custodian. Pasas frío. Te da pena que se acabe. Subes, bajas, coges cosas, comes chocolatinas, vuelves a reir.
Rostros que se encuentran en la oscuridad de los pasillos. Saludos.
Siluetas sentadas en los sillones de la recepción y del salón. Intentas detener el tiempo sin saber que tu intento se convertirá en frustración.
Leo -
Una noche bañada por aquella luz azul y amarilla que desprendía Chaouen, inquietante a la par que mágica. El escenario perfecto para poner un punto y seguido a nuestra aventura...
Rocío -
Jorge -
Un abrazo.
Merche -
Pero lo comprendí todo. No hicieron falta preguntas ni explicaciones. Con sólo mirar al exterior, con sólo una tarde pasada allí.
Al instante supe que yo también podría (es más, quería) perderme allí.
Y, como dice Casielles, fue en ese instante cuando supe que volvería. Y sonreí. De corazón.
Chaouen fue un final colosal, terminar con fuego un viaje increible, dejar grabado en la memoria la subida y las estrellas de ese hotel, una última noche imborrable, sentirme unida a esa gente más que nunca (gracias, chicos)...
Me cuesta recordar Chaouen sin emocionarme...
Noelia García -
El desayuno... miradas por el cristal... la colina... y solo pensar que nuestro cuerpo se marchaba pero nuestra alma se quedaba allá para siempre, esperando un día regresar para recuperarla.
Noelia -
Sergio -
Volveré.
Ryad del Amín Sergei.
Rosa -
David (Asturiano) -
Iñaki -
Casielles -
En Xauen nos perdimos y llegamos a un mirador que no era azul pero que miraba al pueblo entero, y encontramos un tipo que vendía pulseras y no dejaba que le hicieran fotos.
En Xauen, subiendo al hotel, sonreí todo el tiempo. Porque siempre que uno sube una montaña, al llegar arriba todo se ve más claro.
En ese pueblo estuvo claro dónde comienzan y acaban los viajes. Todos dijimos al unísono que volveríamos.
Sofía -
Rôventy -