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J. C. García Fajardo

Retazos de la Luna Azul: Melocotones

A pesar de encontrarse haciendo retiro, el Maestro recibió la visita de un monje que se postró a sus pies pidiéndole perdón por invadir su silencio. El Maestro lo acogió porque lo percibió atormentado y le preparó una taza de té especiado a la manera india, con toda la calma. Sólo después de haberlo tranquilizado, se sentó en su cojín y le invitó a desahogar su corazón.
- Maestro, ¿de dónde proceden las raíces de tu sistema filosófico? Aunque asentado en el Tao, sigues las normas de Confucio y practicas el Budismo mientras que todos nos damos cuenta del respeto con el que tratas a los sufís y lo desconcertados que nos dejas con las extravagancias de algunos Mulás. ¿Se trata de un sincretismo o es que todo te da igual porque has descubierto la nada y el absurdo que nos gobiernan?
El Maestro le acercó un hermoso melocotón de aterciopelado color ambarino y con un aroma penetrante, y se lo dio para que se lo comiese, mientras que el Maestro hacía otro tanto. Al principio, el monje intentó comerlo con mesura pero era tanto y tan rico el jugo del melocotón que imitó al Maestro que se relamía con lo que desbordaba por la comisura de sus labios. El monje se acomodó y juntos dieron cuenta de una buena cesta de melocotones que competían con las luces que entraban por la baranda en ese atardecer del otoño.
Cuando terminaron, el Maestro se puso en pié y preguntó al monje:
- ¿Te interesa ahora saber de dónde proceden esos melocotones?
El monje se postró sonriente y respondió:
- No Maestro, ya es bastante.
- Ah, pero no confundas nunca la nada con lo absurdo. Trata de vivir la plenitud del vacío. ¡Hala! Que ya suena el gong de tu monasterio llamándoos a la meditación del crepúsculo.
- ¡Pues estoy yo bueno para sentarme a meditar!
- Pues, pasea.
 

José Carlos Gª Fajardo

2 comentarios

Hormiguero -

Paseemos. Al amanecer, por la playa de Tánger, con aquéllos niños al fondo, mientras todos duermen. Al anochecer, por donde queramos... Paseemos, sí, paseemos...

Sergio -

¡Vaya par de glotones!

¡Qué envidia!