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J. C. García Fajardo

Nesemu: Es preferible no juzgar

Continuamos con el Profeta libanés Khalid Gibrán:

Después, uno de los magistrados de la ciudad dio un paso adelante y pidió:
¡Háblanos del Crimen y del Castigo!

A lo cual contestó así:

Cuando vuestro espíritu camina errando sobre el aire. Es cuando, solitarios y descuidados, cometéis falta con los otros y, por lo tanto, con vosotros mismos. Y por esa falta en que habéis incurrido necesitáis llamar y esperar un rato sin que se os atienda delante la puerta del bienaventurado.
* * *
Vuestro dios interno es como el mar. Se mantiene por siempre incorrupto. Y como el éter, eleva solamente a los alados. Mas, sin embargo, es como el sol, vuestro dios interno. Desconoce las galerías Subterráneas del topo y no se encuentra en el agujero de la serpiente. Pero vuestro dios interno no mora sólo en vuestro ser. Existe mucho en vosotros que aún es hombre, y mucho más que todavía no lo es.
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Sino un pigmeo deforme que camina dormido a través de la neblina en busca de su propio despertar Y del hombre que todavía existe en vosotros deseo hablaros ahora. Porque es él y no vuestro dios interno, ese pigmeo en la neblina, quien conoce el crimen y el castigo de él.
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A menudo os he oído hablar de aquel que ha cometido una falta como si no fuera uno más de entre vosotros, sino un extraño y un intruso en vuestro mundo. Pero os digo que así como al bienaventurado y al justo no les está permitido elevarse por encima de lo más elevado que existe en cada uno de vosotros, así el malo y el débil no pueden caer por debajo de lo que así mismo es lo más bajo que existe en vosotros. Y lo mismo que una sola hoja no amarillea si no es con el consentimiento silencioso de todo el árbol, así el perverso no puede causar daño sin el deseo oculto de todos vosotros. Igual que en una procesión camináis unidos hacia vuestro propio dios interno. Sois la senda y los caminantes. Y cuando uno de vosotros se abate, es para los que vienen tras él, como un aviso contra la piedra que obstaculiza el paso. Sí, y cae por aquellos que le anteceden, quienes aun siendo más rápidos y de paso más seguro no retiraron de allí la piedra obstaculizadora.
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Y también esto, aunque las palabras hieran con fuerza vuestros sentimientos:
El asesinado no es un extraño a su propio asesinato. Y el robado no es inculpable por haber sido robado. El justo no es inocente de los actos del perverso. Y el que tiene las manos limpias no es ajeno a los hechos del villano. Sí, el culpable es frecuentemente víctima del ofendido. Y aún con mayor asiduidad es el condenado quien soporta la culpa del inocente y del puro. No es posible separar al justo del injusto y al bueno del malo. Porque se alzan al unísono ante la faz del sol, así como el hilo negro y el hilo blanco se tejen unidos. Y cuando el hilo negro se rompe, el tejedor revisará todo el tejido, y examinará también el telar. Si alguno de vosotros condujese ante el juez a la mujer infiel, permitid que el magistrado ponga también en la balanza el corazón del marido, y que mida su alma con el mismo rasero. Y decidle que antes de azotar al ofensor lance una buena ojeada al esp¡ritu del ofendido. Y si alguno de vosotros castigase en nombre de la rectitud y pusiese el hacha junto al árbol del mal, hacedle que lo mire bien hasta las mismas raíces. Y en verdad es que encontrará las raíces del bien y del mal, de lo fértil y lo estéril, entrelazadas en el corazón silencioso de la tierra Y juzgad vosotros quién en realidad es el justo ¿Que sentencia pondríais a aquel que, aunque honesto físicamente, es no obstante, un ladrón en espíritu? ¿Qué pena impondríais al que mata en lo físico y que, sin embargo, se encuentra ya muerto en lo espiritual? Y ¿cómo castigaríais a quien por sus acciones es un impostor y un hombre cruel, pero que también es agraviado y ultrajado?
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Y ¿cómo castigaríais a quienes su remordimiento es ahora mayo a todas sus fechorías? ¿No es remordimiento la justicia que se administra por esa misma ley a la cual con placer servís? Sin embargo, no podéis cargar el remordimiento sobre el inocente ni quitárselo al corazón del culpable. Espontáneamente le escucharéis gritar en la noche para que los hombres despierten y se contemplen a sí mismos. Y vosotros, los que pretendéis entender la justicia, ¿cómo la comprenderíais a menos de considerar todos los actos a plena luz? Solamente entonces podríais comprender que tanto el que se yergue como el abatido no son sino un solo hombre en pie frente a un crepúsculo, entre la noche del propio pigmeo que es y el día de su propio dios. Y que la piedra angular del templo no es más alta que la más baja de sus cimientos.

1 comentario

Rôvënty -

La duda sobre lo que está bien y lo que está mal, la duda por buscar lo correcto. Cuando más ignorantes somos, más nos prestamos a que nos manipulen. Por eso no me atrevo a juzgar a nadie. Pero por eso creo en la educación como uno de los valores supremos. La fuerza del ser humano es el propio ser humano