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J. C. García Fajardo

Tiempo de vagar bastante, 26: La libertad de obrar, la responsabilidad de dirigir

 

 

Si supierais qué bien están los jardines y qué verde el césped de este gran campus de la Complutense. Para que, en la tórrida Castilla, se puedan mantener así, a comienzos de septiembre, ha sido necesario un trabajo de jardinería constante, que no conoce vacaciones, que riega y poda y limpia y acomoda y protege. Igual están los campos de deportes y sus instalaciones.

¿Por qué me siento algo triste? Porque dentro de unos días llegará la invasión de los “bárbaros”, “extranjeros” “alien”, en el más genuino sentido del término. No por ser de otros países, que muchos de estos disfrutan de estos espacios durante los cursos de verano. Por supuesto, no significan mucho comparados con las más de cien mil personas que nos movemos por aquí durante todo el curso.

Se trata de “matriculados” por primera vez, y los que ya llevan años en estas facultades.

Yo opino que los céspedes de los campus universitarios, sus jardines, terrazas, arcadas, paseos son para que los disfruten alumnos, profesores y el personal que trabaja con nosotros en sus ratos de descanso. He tenido el privilegio de estudiar o de visitar universidades de otros países de Europa y de EEUU y sé de lo que estoy hablando.

Si vierais de qué manera quedan destrozados estos céspedes, papeleras, hasta setos y alcorques al aparcar sus vehículos o porque se les ha ido la pelota. Pero no es eso lo que más me afecta, esta es la palabra, sino que tiran papeles, colillas, vasos que sacan de la cafetería, cascos de botellas y botes, así como los periódicos sobre los que asientan sus posaderas, que luego lleva el viento de aquí par allá, junto con los plásticos y demás.

El jardinero que cuida el jardín y el césped de nuestra Facultad, desde hace 20 años, se llama Antonio. Cuántas mañanas, al llegar tan temprano, nos miramos en silencio mientras él acarrea carretillas y trata de arrancar del suelo los tapones de las botellas y los cierres de los botes. Porque son funestos para las máquinas de segar el césped, y los cristales de las botellas… son peligrosos para todos. Por supuesto, que hay papeleras por todas partes y grandes contenedores junto a cada facultad o escuela. Llega un momento en que, en algunas zonas,  puedes caminar sobre un lecho de filtros de pitillos y restos de paquetes… cuando no, los lunes por las mañanas, sobre condones usados rodeados de una nube de pañuelos de papel. ¡Claro que aplaudimos y recomendamos el uso de los preservativos, faltaría más! ¡C… pero no aquí, precisamente aquí! Como no es imaginable que defequen en los jardines, hasta ahí ya llegan, pero cambiar el agua de la cerveza al pájaro al pie de un árbol de o de un matorral, ya forma parte del paisaje.

Yo me llevo preguntando desde hace más de medio siglo: ¿Pero cómo viven en sus casas? ¿Tiran así las cosas al suelo? ¿No habrá alguno que tenga una terraza o un balcón con tiestos? ¿No son capaces de valorar el esfuerzo de los obreros que lo cuidan, que transportan abonos y plantas, que se llevan cada noche toda esa basura?

Como las cosas “son de todos”, pues nadie se responsabiliza y muchos hablan de los obreros, de los trabajadores, de los parados, de la falta de sentido social y de solidaridad… Cada mañana encuentran las facultades, las clases, los baños, la biblioteca, la cafetería, la sala de fotocopias o de ordenadores… limpio y en orden. ¿Creerán que eso se hace solo? ¿Saben que hay más de treinta personas de la limpieza, por facultad y escuela, que llegan a las siete de la mañana y han cambiado varias veces de autobús o metro para llegar desde donde viven, en los alrededores de Madrid?

Por supuesto que hay personas civilizadas que respetan y valoran lo que la sociedad pone a su disposición como estamento auténticamente privilegiado, el de los universitarios. ¿Les habrá alguien enseñado que con lo que pagan de matrícula no se cubre ni el 20% de los gastos reales de una universidad que, por supuesto, pagamos los contribuyentes? Y luego, algunos descerebrados sostienen que no es necesaria la asignatura de “Educación para la ciudadanía”, mientras exigen enseñanza de ideologías religiosas y ¡que se puedan evaluar como créditos! ¡Qué disparate! Las religiones, sus dogmas, moral y liturgias las debe aprender, quienes lo precisen, en mezquitas y medersas, en sinagogas y escuelas anexas, en templos e iglesias correspondientes.

En este tema, como en otros que atañen a la dignidad de la persona, a la libertad, a la justicia y a sus derechos fundamentales me declaro beligerante activo. Bastantes décadas he tenido que vivir bajo la losa y la prepotencia de sistemas ideológicos y políticos totalitarios.   
Ah y que conste que estoy a favor del botellón y que he explicado y publicado mis razones, pero como es debido, donde no molesten a los vecinos, en donde haya grandes contenedores y servicios higiénicos, en donde se advierta y recuerde que tienen que recoger sus desperdicios y botellas, que haya alguna unidad móvil de ayuda sanitaria que pueda intervenir si fuera preciso, en donde las fuerzas de seguridad del campus o de la zona en cuestión disuadan a cualquier esperpéntico atrabiliario e incivilizado que hay unas normas que tienen que cumplirse. Y al que no lasa cumpla, calle.

Alguno de ustedes se extrañará. Pero, si tienen hijos o nietos entre estos cientos de miles de jóvenes que pueblan nuestras universidades, dotadas de campos, de espacios y de lugares habilitados para que sean utilizados durante  unas horas en las noches de los viernes o de los sábados ¿no lo preferirían a que se pudran en locales llenos de ruidos, con una atmósfera irrespirable, y pagando lo que no alcanzan unas bebidas de garrafa de muy dudosa procedencia?

Ah, Qué no tienen derecho los jóvenes a reunirse, echarse unas risas, escuchar música, fumar al aire libre y tomarse unas birras? Lo tienen  y también a que las autoridades académicas, que es el área en la que me muevo, provean de manera sensata, firme y racional.
Si fuera con concejal, alcalde o consejero en una autonomía les aseguro que buscaría alternativas. Claro que “no se puede hacer todo”, “ni llegar a todas partes” y que “hay prioridades”. Claro que sí, pero lo que no se alcance por justicia, se tomará por la fuerza. Que no es fácil ya lo sabemos, pero que a nosotros nos incumbe la responsabilidad de ofrecer alternativas está fuera de toda duda. Que no haya protesta sin propuesta alternativa. Gobernar y dirigir es tomar decisiones.
Lo más penoso es que muchos de ellos, más que muchos, dicen que “aquí no hay diferencias”, “nadie tiene que mandarnos”, “ya somos mayorcitos”, “todos somos iguales”… sí, pero unos más que otros.

 

J C Gª F

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