Contra la balcanización del planeta
“Nuestra civilización engendra una pobreza moral y un aislamiento en el egocentrismo que se enroca en problemas insolubles”, afirma Edgar Morin, uno de los más notables sociólogos del mundo.
A sus 84 años, continúa siendo un referente en los grandes desafíos sociales de nuestro tiempo. El sociólogo de la “complejidad” se inquieta por la tendencia actual de los pueblos a encerrarse en identidades excluyentes. A inventarse nacionalidades, religiones, tradiciones y señas de identidad impostadas para formar nuevos guetos en una sociedad globalizada que exige la aceptación del multiculturalismo, la acogida y el respeto al otro, el diálogo y la apertura en relaciones enriquecedoras que nos animan en un proyecto solidario de futuro.
De origen judío sefardí, rindió homenaje a sus ancestros en Vidal y los suyos. No obstante, por haber publicado, junto con Danièle Sallenave y Sami Naïr, en Le Monde, en 2002, un lúcido artículo titulado Israel-Palestina: el cáncer padeció críticas, descalificaciones y amenazas al tiempo que era llevado a juicio por una presunta “apología del terrorismo y antisemitismo”. Increíble en un intelectual cuya obra es admirada y respetada en todas las universidades del mundo, salvo en las controladas por los fanáticos del pensamiento único, los neoconservadores y ultraliberales.
Finalmente, la Corte Suprema de Casación de Francia ha anulado el juicio y condenado a pagar las costas a sus denunciantes.
Acaba de publicar El mundo moderno y la cuestión judía, en Ed. Le Seuil, en donde razona y expone sus claros argumentos. Tiene el enorme valor de afirmar que “el universalismo judío está embridado por un nacionalismo israelí que se ha vuelto histérico”. Lo afirma desde su doble identidad de judío y de gentil, de hombre culto e ilustrado impregnado de una enorme cultura europea y humanista. La palabra “judío” no significa lo mismo si hablamos de un pueblo antes de la destrucción de Judea por los Romanos que después de su integración en las naciones modernas. Por encima del dualismo entre judío y gentil, Morin sostiene que los judíos modernos son judeo-gentiles, integrados y transformados por los entornos culturales e históricos, aún conservando tradiciones y una cultura secular. También distingue el antijudaísmo medieval del antisemitismo originado en el siglo XIX. Las naciones modernas han integrado a la mayoría de los judíos como ciudadanos de pleno derecho con una religión o una cultura propias. Los nacionalismos exacerbados los han rechazado, y hemos visto sus desoladoras consecuencias.
Muchísimos judíos conversos de España y Portugal, como Montaigne, Cervantes o Spinoza, superaron el cristianismo y el judaísmo originarios y contribuyeron a formar el humanismo europeo. Esos judeo-gentiles fueron la levadura del universalismo y muchos de ellos llegaron a ser notorios revolucionarios que pretendieron superar las barreras de los nacionalismos y de las patrias. Partieron de que las naciones, las culturas y las religiones ya no eran más que abstracciones ilusas y supersticiones. Pero, una vez que llegó el desencanto de las revoluciones fallidas, algunos se enclaustraron en un judeocentrismo al margen del resto de la humanidad.
De ahí que Morin esté de acuerdo con la afirmación de F. Pollock que, a propósito de la excomunión de Spinoza por la sinagoga, dijo: “Es una constante en la historia de la humanidad, cuando una comunidad ha sido perseguida, tan pronto como recupera la libertad, se convierte en perseguidora”. Y afirma Morin: “Estoy sorprendido al comprobar cómo Israel se comporta como una nación dominadora, que desarrolla una fuerza desproporcionada, que humilla a los Palestinos. Israel es responsable y agrava la precariedad de su destino porque lleva en esa actitud el potencial de una tragedia futura. La interdependencia fatal del antijudaísmo, el judaísmo, el anti-islamismo y del islamismo nos ha conducido a una guerra de religiones y quizás a una dramática guerra de civilizaciones”.
Por eso, el judío sefardí y humanista universal, propone la unidad en la diversidad, la integración y el diálogo entre las culturas y los pueblos y pide que tomemos conciencia de nuestra humanidad común.
Nos previene contra la balcanización que se extiende por el planeta producto de la uniformidad tecno-económica propia de la perversa gestión financiero-económica del hecho de la globalización. Esta no es buena ni mala, pero hasta ahora ha promovido una homogenización alienante que ha hecho que algunas sociedades se hayan encerrado en identidades nacionalistas, tradicionales, religiosas y no pocas veces delirantes. Ante este miedo a lo desconocido, ante la constatación de lo injusto del modelo de desarrollo impuesto por el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la Organización Mundial del Comercio y por las naciones más ricas e industrializadas, por todas partes se alza el descontento, la rabia y la deriva hacia movimientos fundamentalistas, enajenantes e irracionales, que adoptan formas de terrorismo, de inmigración incontrolada, de guerras por el control de las materias primas, anclados en un etnocentrismo excluyente e inhumano.
Ante este panorama que presentan los medios de comunicación, ante la explotación de millones de seres humanos, ante el hambre y la nueva esclavitud del trabajo infantil, la contaminación del medio ambiente y el triunfo de la fuerza y del crimen organizado, de los paraísos fiscales y del abandono de los principios fundamentales del derecho, millones de personas del Sur se han puesto en camino hacia el Norte sin saber lo que buscan pero conociendo del infierno de dónde huyen.
Reconocer que el Norte tiene necesidad y depende del Sur en donde, a pesar de la miseria y de la injusticia, existe una forma de solidaridad humana, de sabiduría, de jovialidad y de relación con el otro que el Norte ya no conoce. Nos asfixia el exceso de racionalismo técnico, económico y social. De ahí, sostiene el sociólogo y humanista de origen sefardí, la necesidad de abrirnos hacia una civilización planetaria que acoja y respete las diversas señas de identidad. Con Heráclito, dice Morin, “si no buscas en ti mismo lo inesperado, jamás lo encontrarás”.
José Carlos Gª Fajardo
* Balcanización, fragmentación de un territorio en pequeños estados.
15 comentarios
noemi -
Rubén -
A. oLeA -
En definitiva, es el rechazo a buscar por miedo a encontrar lo inesperado.
ulises lazaro -
Sylvia -
Alicia Martín -
Pablo J -
Si la globalización sirve para acabar con la esclavitud, el trabajo forzoso de niños, la explotación o el hambre, adelante con ella: educación para todos los niños, sanidad para todos, igualdad de oportunidades...
Pero mientras este mundo bipolarizado en el que el norte exprime al sur para una vida más cómoda; mientras esto continúe así, no podremos hablar de esos valores globales que distribuyan el mundo de una forma más ecuánime.
Sopla levante, Virginia -
Teresa Villar -
Desde aquí mi mas sincera admiración hacia Edgar Morin.
Patricia Perez Camara -
El recuerdo hace no caer en las mismas torpezas del pasado.
Noelia (Roja) -
Carpintero -
Jose Navareño Garrido -
Romper barreras sería como hacer l mundo un poquito más justo, y principalmente sería como dar una oportunidad a personas menos desfavorecidas para entrar a países mas desarrollados y poder tener una vida mejor. Pero seamos sinceros eso no interesa a unos pocos, y son realmente los que podrían hacer cambiar el mundo, hasta que todos nosotros como ciudadanos empecemos a realizar algo.
Rôvënty -
Jorge Inarejos -
Yo pienso que es un privilegio conocer las costumbres, las leguas o los modos de vida de otros países diferentes al nuestro.
Por todo esto abramos nuestra mente a nuevos conocimientos que nos harán crecer como personas y comprender un poco mejor el mundo en el que vivimos; así que dejemos el nacionalismo y la defensa de que nuestra patria es la única y mejor que hay en el mundo a un lado.