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J. C. García Fajardo

Retazos de Sergei 097: Cenar lentejas

- Maestro, – le dijo un día Sergei, mientras esperaban a que el mendigo que venía a visitarlo se asease y tomase una túnica que le habían prestado los monjes de la hospedería -, ¡qué suerte tenemos con las dádivas de los devotos! Así, la comunidad puede dedicarse a la oración.
- Mira, rana de las charcas, - le respondió el Maestro sin dejar de tejer una alfombra de hermosos colores -, si cada uno comiera sólo de lo que producen sus manos y lo compartiera con los que no pueden trabajar, otro gallo cantaría.
- Ya sé, Maestro, que esa era la norma cuando tú fundaste este monasterio, pero los tiempos han cambiado y ahora son muchos los jóvenes que vienen a formarse.
- Yo no fundé ningún monasterio, Sergei. Jamás me hubiera atrevido. Acepté que algunas personas me acompañasen en la meditación de la tarde y en el servicio a los más pobres, como nos enseñó el Buda. Así había sido la práctica de los Maestros del Tao. Y esa fue la práctica de los que acompañaban al Rabí de Nazareth, en vida.
- ¿Fueron sus seguidores los que complicaron las cosas? -, aventuró Sergei.
- No, las cosas se complican solas, si se lo permitimos.
- ¿Por eso, le pediste al nuevo Abad, cuando “se complicaron las cosas”, que te dejara vivir en esta cabaña junto al río?
- Por eso, y porque ya no tenía edad para seguir el ejemplo de los verdaderos Maestros e irme a vagabundear por los caminos o a poner un puesto en el mercado. Mi vida es un muestrario de defectos, Sergei.
- ¿Pero no es bueno permitir que los demás hagan el bien y “dejarnos querer”, como tú dices?
- Hay algo todavía más grande que hacer el bien, potro de las estepas.
- ¡No es posible!
- ¡Hacer que lo hagan los demás y nosotros pasar desapercibidos! Escucha esta historia de los bárbaros del lejano oeste: “Estaba Diógenes, el filósofo, comiéndose unas sencillas lentejas con ajito, cuando lo visitó el filósofo Aristipo – que vivía en la corte adulando al rey -, y le dijo: “Si aprendieras a hacerte agradable al Rey no tendrías que cenar estas insípidas lentejas”. “¡Y si tú hubieras aprendido a prepararte tus lentejas no tendrías que poner tu boca donde termina la espalda del rey!”, - le respondió con la boca llena el filósofo contestatario. ¡Vuelve a por otra, Sergei!
 

José Carlos Gª Fajardo

8 comentarios

Cristina -

La gente que verdaderamente ayuda a los demás no van alardeando de ello, sino que supongo que la verdadera forma es utilizando la vía de la discreción.
No se ayuda a alguien solo para que lo sepan los demás, o para \"parecer\" que ers una buena persona, quien realmente lo es, son aquellos que que de verdad les interesa ayudar a la comunidad sin \"presumir\" de su solidaridad, ¿o es egoísmo?

felicitas -

La humildad con la que el maestro afronta su deber y su responsabilidad, la sencillez en el andar, la discreción de los pasos ... y la reconfortable presencia del discípulo que vuelve a por otra.

felicitas -

La humildad con la que el maestro afronta su deber y su responsabilidad, la sencillez en el andar, la discreción de los pasos ... y la reconfortable presencia del discípulo que una y otra vez .. vuelve a por otra.

Jarkoe -

Hacerte agradable al Rey...¿probaría las lentejas aquel adulador? No creo, por lo de \"insípidas\"....¡Ánimo y adelante, antes de que se enfríen!

ELENA -

Sentirnos independientes y autoabastecernos, es una forma fabulosa de vivir. Lo poco que consigues es por méritos propios. Siempre vivir de acuerdo con tus principios es sinónimo de coherencia.No influyen los demás , porque tu eres el dictador de tu forma de vida.

SEVILLANO -

Son muchos los que hacen buenas acciones, no porque las sientan sino simplemente por hacerse notar. El verdadero sentido de la caridad y la ayuda está en hacerlo de corazón y no por parecer mejor ante el resto. Por otro lado,es preferible comer todos los días lentejas y llevar una vida digna, que comer grandes manjares a cambio de perder tu propia identidad, tal y como le ocurría al protagonista del cuento con el rey.

Sonia Sanz -

Hacer el bien y pasar desapercibido... dos cosas simples que a veces nos resultan difíciles.

De nada sirve la acción si no se hace por caridad, sino para que sea alabada.

Toribio M.A. -

Es admirable la actitud que inculca siempre el Maestro a Sergei. Ni un atisbo de superioridad. Su grandeza reside en la humildad.