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J. C. García Fajardo

Creencias: En busca de los diez toros

El blanco y el negro es el lenguaje de la civilización, dice Osho. El arcoiris es el lenguaje de lo primitivo. Las personas que se han acostumbrado a pensar dentro de la lógica aristotélica piensan en blanco y negro, bueno y malo, noche y día, macho y hembra, positivo y negativo, yin y yang. Pero existe una gama entre el blanco y el negro que no son los colores. Los colores no existen, son vibraciones que golpean en nuestro cerebro. Pero de pensar en blanco y negro a pensar en colores, va el camino de la esquizofrenia a la pluralidad y a la diversidad que conducen a la plenitud donde se resuelve todo. Los niños, como los pueblos primitivos, piensan en imágenes que visualizan, símbolos que interiorizan, y se expresan por gestos; de ahí que la danza sea la primera expresión religiosa porque es la más arcaica expresión artística. Antes que la oración, gritos y susurros para espantar el miedo, o el trazo con sangre y tierra en la pared de la cueva; intento de reproducir la imagen de lo que nos seduce o espanta.
También es el lenguaje del inconsciente que nos conecta con el rostro originario, con la identidad perdida, con las raíces.
Antes de la palabra está el gesto que se articula encadenándose en figuras que sostienen el cielo, empujan el espacio, mueven los vientos, atraen las lluvias y ordenan las cordilleras desmayadas en los desiertos.
La contradicción es el origen de la vida, y la coincidencia de los opuestos expresa la armonía de la naturaleza, el ritmo de las fuerzas, el equilibrio de los contrarios que no son enemigos ni adversarios ni contrincantes sino, sencillamente, partes de un todo que no se deja manipular por las partes. Aunque nuestro lenguaje sea articulado y nuestro pensamiento tan sutil que arborée en lo abstracto, soñamos en imágenes porque precisamos visualizar para aprehender lo sentido, lo intuido o lo experienciado.  Los experimentos pueden llegar después para comprobar que no fantaseábamos o soñábamos, porque no se puede soñar a voluntad
KAKUAN, EL MAESTRO ZEN
Una de la más grandes aportaciones del Zen a la conciencia religiosa fue la del maestro chino Kakuan al añadir, en el siglo XII, dos imágenes más a los ocho toros primitivos que procedían del taoísmo más que del budismo. Las pinturas taoístas acababan en el ocho, que era el vacío, a no confundir con la “nada”.
Padece la tensión sosegada de la ausencia. La ausencia de evidencia no es evidencia de ausencia, y sería torpe sacar la conclusión de que, como todo lo material es real, todo lo real tenga que ser material. Este es un supuesto gratuito y científicamente indemostrable debido a nuestra dependencia de las percepciones por los cinco sentidos, que son útiles para analizar el mundo material, que es relativo.
Luis Racionero aduce el ejemplo de Paul Ducasse para afirmar que la relatividad de lo que se acepta como real es indudable, por más que los científicos se empeñen en afirmar que la realidad es la misma para todos. Y a tales absolutistas de lo real les recuerda lo que dijo Chuang-tzú al despertar de su siesta: “He soñado que era una mariposa, volando de aquí para allá, sintiéndome como una mariposa. De pronto, me encuentro aquí, tirado en el suelo, Chuang-tzú otra vez. Ahora ya no sé si soy Chuang-tzú que soñó ser una mariposa, o una mariposa soñando que es Chuang-tzú”.
El poeta chino Lee Po comentó, varios siglos después, la perplejidad de Chuang-Tzú: “Chuang-tzú soñó una mariposa, y ¡la mariposa era Chuang-tzú! Una realidad está cambiando de formas: ¡Sucesos sin fin fluyen hacia la eternidad”
Apunta nuestro autor que la muerte es uno de estos cambios de sueño y que su misterio reside en no dejar soñar dos sueños a la vez: Mientras se está en un viaje, no se recuerdan los otros. Esta experiencia la han tenido quienes han realizado alguna forma de viaje psiquedélico, astral, transensorial, inducidos o espontáneos, pero inefables. Mientras duran no se pueden controlar,  si acomete el pánico se sucumbe al vértigo. “En los raros momentos que se anula la personalidad, como quien se quita un vestido, se entra en contacto con la base del ser. Cuando el cuerpo se hace ingrávido y toda la percepción se agudiza y difunde, entonces, todo puede suceder porque se está vacío y en el vacío cabe toda potencia de acto. Es una sensación sobrecogedora que exige un acto de confianza en el universo para no caer en el terror. En el umbral del gran vacío, cuando el yo se ha ido, se siente vértigo; sólo queda la profunda energía interior, y es el momento de apelar a ella. El vacío con confianza es iluminación, el vacío con miedo es locura. Más allá del vacío renace el superhombre. Buda es el superhombre iluminado que ha vuelto de un viaje a un nivel superior. Cuando, ante el vacío, no se emana amor, sobreviene el miedo, el pavor de Pascal ante el silencio eterno de los espacios siderales; y, al sentir el miedo, se vuelve a buscar refugio en el yo. Por el contrario, quien, como San Juan de la Cruz, conoce la música callada y la soledad sonora, se abandona gozoso, se entrega, se deja arrebatar…
“ El no dejarse ir en el flujo cósmico es por falta de confianza, lo cual es normal en una cultura alienada de la naturaleza; se buscan invenciones mentales para no dejarse llevar por la corriente de la existencia: la noción de lo absoluto, lo permanente, el ego. Los occidentales nos sentimos ante la corriente cósmica como el que se baña por primera vez de noche en el mar: tiene que confiar en las tinieblas”.
DE OCHO TAOÍSTAS A DIEZ BUDISTAS
La iluminación que se propone el Zen llega por sí sola. Como la conciencia, pero el ser humano camina en el tiempo como si fuera barro, en la bella metáfora de N. Senzaky y P. Reps “arrastrando los pies y su naturaleza”. De ahí las etapas de conciencia que maduran a las personas hasta alcanzar su plenitud. No dependen tanto del tiempo y la voluntad como de la docilidad, la transparencia y del no hacer, propios del wu wei, del Tao, del budismo y del misticismo auténticos.
En el siglo XII, Kakuan dibujó dos toros más que añadió a los ocho taoístas. Y escribió los comentarios que son algo más que poesía pues son una revelación del proceso espiritual que tiene su  expresión en todos los libro sagrados que recogen la experiencia mística humana.
El toro es el principio eterno de la vida. Los diez representan las etapas en la consecución de la auténtica naturaleza de la persona. Mediante la meditación se alcanza el vacío pero ese no puede ser el final. Kakuan nos anima a regresar al mercado, renovados y borrachos del vino que se comparte con los demás. Regresa para que se pongan en marcha otros viajeros.
 1.- “Apartar las hierbas en busca del toro”. Que nunca se ha perdido, pero que no puedo encontrar por la separación de mi verdadera naturaleza.
 2.- “Descubrir las huellas”. Al comprender la enseñanza he descubierto el camino
 3.- “Percibir al toro”. Oigo el ruiseñor, el sol calienta, el viento es suave. Todo está relacionado, como la sal en el agua. Nada está separado de su ser.
 4.- “Capturar el toro que se resiste”. La realidad es anterior a los reflejos. Hay que romper los espejos, asumir los sentidos.
 5.- “ Domar el toro”.  La verdad libera. La ilusión falsea. El reino está dentro
 6.- “Volver a casa sobre el toro”. No reprimas un deseo, compréndelo. No importa lo que haces, sino lo que eres.
 7.- “El toro trascendido”. Un sendero de luz avanza a través del tiempo interminable.
 8.- “ El toro y el ser trascendidos”. Saberse uno con todo. El buscador es lo buscado. La mediocridad ha desaparecido.
 9.- “Llegada a la fuente”. Quien no tiene apego a la forma, no necesita reformarse. El agua es esmeralda, la montaña es añil. Sé tu mismo.
 10.- “ En el mundo”. Descalzo y con el pecho desnudo, me mezclo con la gente de todo el mundo. Con mis ropas raídas, soy dichoso. No utilizo magia para alargar la vida. Ante mí, los árboles muertos reviven.

Comentario: Dentro de mi portal, mil sabios no me conocen. La belleza de mi jardín es invisible. ¿Para qué buscar las huellas de los patriarcas? Voy al mercado con mi botella y regreso con mi bastón. Visito la taberna y el mercado, y a cuantos miro se iluminan.

José Carlos Gª Fajardo
(Publicado en Diario 16, en la serie Creencias de Mestizaje, acompañado de las necesarias ilustraciones para poder comprenderlo mejor. Esa serie de los 10 toros se pueden encontrar a través de Google)

9 comentarios

Anónimo -

menuda mierda, ni sale nada de lo k estoy buscando.

Alba -

¿Qué es lo que guarda el subconsciente? ¿Por qué sólo utilizamos un 14% de nuestra mente? ¿Será porque está atrofiado por el lenguaje? ¿Al sólo utilizar nuestra mente mediante el lenguaje? ¿Qué seríamos capaces de hacer utilizando nuestro preciado músculo \"el cerebro\" al completo? Todas estas preguntas sin respuesta también son ciertas en otros ámbitos, donde también entra el de la plenitud. Dan para pensar largo rato.

Nesemu -

He encontrado esto en Google http://www.oshogulaab.com/ZEN/TEXTOS/10TOROS. Es versión del texto primitivo y es muy similar. Veo que hay otras muchas entradas, como os dije, y con los milenarios dibujos llenos de luz y de gracia

Nesemu -

Muy bueno Jarkoe. Pero sin forzar nada. No apegarse ni al desapego, no renunciar con violencia a las cosas que nos atraen. Si uno necesita de referencias, o de andaderas, bienvenidas sean. Aquí no hay atajos, lo que se hace a la fuerza aunque sea con la nuestra y en nombre de no se qué virtudes, entonces, cambiamos el virtus de virtud en virtus de fuerza. Que no es lo mismo y es lo mismo A la vez, sí. ¿Acaso no tiene más mérito lo que más cuesta? No.

Jarkoe -

Creo que hay algo muy cierto, que no es bueno ni malo, que lleva de un color a otro, así como a inventar otros tantos, entre vibraciones que amo porque con ellas me siento vivo: no hay límites. No puede haberlos. La plenitud que llegamos a alcanzar no depende de llegar a tocar un límite y otro, abarcando un todo, no, porque, en mi opinión, nuestra vida no se encauza dentro de una línea recta, sino de un apasionante mundo lleno de encruzijadas, del que cada uno encuentra, aprende y disfruta de las que puede o quiere. Y sí, podemos y debemos aumentar nuestros conocimientos, por muchas cosas (entre ellas, elegir y saber que hemos vivido). Es duro el camino, su abandono por momentos, el pensamiento mismo. Como escribe el maestro Kokuan, \\\"desde que deambulo sin condición alguna, las miradas no me pueden ver\\\". Si todos deambulásemos sin codiciones, nos acabaríamos comprendiendo, nuestras miradas se acariciarían sin chocarse o ignorarse, para descubrir que, ciertamente, en la plenitud se resuelve todo.

Eduardo -

Por supuesto, querido Sergei. Con mi comentario no quise yo decir que nos tuviesemos que relegar a una limitación forzosa. Podemos y debemos aumentar nuestros conocimientos.

Sergei -

Pero no se trata de limitar el mundo a traves del lenguaje, Eduardo, no se trata de decir 'hasta aquí llega mi lenguaje', sino de agrandarlo y enriquecerlo para ampliar nuestros límites.

Eduardo -

El comentario de Almudena me ha recordado lo que el Profesor siempre dice en clase: Que nosotros, los hombres, pensamos con palabras y, por ello, nuestros límites son los límites de nuestro lenguaje.
Pues bien, también me recordó un documental en el que aprendí como los animales pensaban con imágenes, no con palabras. ¿No es esto maravilloso? ¿Se imaginan cuál sería el límite entonces?

Almudena -

Los ciegos de nacimiento sueñan con sonidos