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J. C. García Fajardo

Nesemu: Calle para siempre el pianista sin nombre

Ahora resulta que era alemán, hijo de un granjero, que era gay (el pianista, no el granjero, ¿o si y por ahí podríamos tener una pista?) y que se quiso suicidar porque había perdido su trabajo de cuidador de enfermos mentales.¿No sería que le habían descubierto in fraganti?
Casi un año haciéndose pasar por pianista sin nombre. Qué gilipoyas. O se es o no se es, lo que sea, pero hay que sostenerse hasta el final.
Quizás esa estupidez de la ropa mojada, las etiquetas arrancadas y el dibujo de un piano de cola, faltaría más, (no le bastaba con un piano de pared, tenía que ser de cola, su pasión) y luego la fantasía de sus cuidadores que nos hicieron creer que era un virtuoso de Tchaikowsy, claro, faltaría más, tenía que ser del compositor suicida enamorado de un jovencito aristócrata a quién sus pares de la nobleza le hicieron quitarse la vida para que un médico certificase que había muerto de enfermedad banal, sí, banal... qué ocasión tuvo en la mano de pirarase al Paris de la Francia y ponerse el falso mundo de San Petersburgo por montera, se acojonó, y del joven aristócrata que lo sedujo en el viaje por el Volga...nunca se supo más. Mamá yo no he sido, fue ese hombre malo, gilipoyas, más que gilipoyas...
Pues ¿qué quiere que le diga? ¡ojalá le metan un puro!, no, eso no que a sin duda le gusta y ahora toca joderse solo, quiero decir, le van a meter una factura por todos los gastos ocasionados con una historia que sirvió para aliviar soledades de los lectores que hubieran querido adoptarlo... sí, cinco meses fingiéndose un enigma, y todo por no aceptar que era un gilipoyas incurable. Ahora se ha ido a la granja de su padre, con sus dos hermanas, mira qué bien, quiso hacer la carrera en Paris y no supo ni mantener el tipo con esa fantasía de la amnesia creadora... una vez más, un gilipoyas.
Como escribe acertadamente Luis I. Parada en ABC, para una fantasía que había creado y que hizo soñar a tanta gente, va y la caga.
¿Qué quiere que le diga? Como dicen en mi tierra, por una parte, ya lo ve usted y por otra, qué quiere que le diga... y lo rematan con un ¡A ver!
¿Cómo dice? Ah, es posible, si, ahora que lo dice, una editorial ya le tiene el manuscrito preparado y lo van a lanzar antes de que tomen la idea los negros de Ken Follet (¡qué asociación de ideas!, por similicadencia freudiana parece ¡que lo follen! pues no, se aguanta y nadie lo va a follar, ya verán qué risa les va a dar cuando la gente compre el best seller de turno) ¿se apuestan algo a que ya tiene el guión de cine preparado y el reparto a punto? Y va a ser el giliposyhitas del rubio ese del Titanic que no terminaba de tirarse al mar, ese, sí, como se llame. (Total todos parecen igual, son de plástico)
Nesemu

3 comentarios

Santiago C. -

Sinceramente otra gran pantomima en la que muchos, en parte, hemos picado.
La historia de tan maravillosa y sorprendente que parecía, se desmoronaba por si sola.
Lo que me hace pensar. ¿Como una sola persona, en mi opinión, haciendo y diciendo dos chorradas, puede hacer que las portadas de los periodicos se centren en él?. Pues en parte creo que la culpa la tenemos los lectores, que nos interesabamos por este tema. No tenemos que olvidar, que desgraciadamente los medios de comunicación también se mueven por intereses económicos y que van a publicar lo que la gente quiere ver, no lo que es más interesante o realmente importante. Algo tiene que cambiar.

Nesemu -

Atentos... lo veremos en novela, en cine o en teatro.
Tiene cojones el haber permanecido 5 meses en silencio y dejándose cuidar... también debe ser insoportable ser otro durante demasiado tiempo.
Algo falló, tenían que haberlo hecho desaparecer, si más. A lo m ejor... no lo cuiadba como él hacia con los deficient smentales. No sé, vete tú a saber pero el h d p frustró las ilusiones y fantasías de muchas personas.
Nesemu

Leo -

Cada boca agregaba su pequeña mentira hasta que la bola reventó de grande que era. En palabras de sus cuidadores era un virtuoso del piano que tocaba a Tchaikovsky; la realidad era que no hacía más que pulsar la misma tecla compulsivamente. Rumore rumore...