Nesemu: Rites de passage, o Pruebas iniciáticas
Ya hemos emprendido el viaje, pues esto sucede antes de echarse al camino. Es un tema que se debate en el corazón. Marguerita Yourcenar, la gran viajera, nos aconseja preparnos siempre para el camino. No sólo preparar el viaje. Ëste se inicia en las entrañas, pasa por el corazón y se controla con la mente. El viaje, me lo oirán muchas veces al agradecer su hospitalidad a nuestros anfitriones (o huéspedes, es sinónimo), es una metáfora de la vida. Cuando caemos en la cuenta, ya nada es lo mismo. Realmente, decía Ghandi, la meta es el camino. ¡Guau!
Pero este viaje resultará iniciático para muchos de ustedes. Dejan atrás la adolescencia y mediante el rite de passage, (mejor que de paso, pues no se da paso alguno), permanecemos los mismos pero somos y nos sabemos radicalmente diferentes. Una vez más, ni aquí ni allí, ni arriba ni abajo. Neti, neti, ya lo descubrirán. Llegar a ser lo que somos. Ahí es nada, pero hay que des-cubrirlo, des-velarlo, caer en la cuenta. En estos viajes, (no en los de Halcón, Ecuador o el inefable CI), es preciso arrostrar el salir afuera para descubrir que lo que buscábamos lo llevamos dentro.
Recuérdenme que, en las charlas bajo las estrellas, o junto al fuego saboreando las tres tazas de té: ardiente como el amor, dulce como los besos y amargo como la vida, cuando te despides de ella, ¿O, al revés?, repito, recuérdenme que les cuente en qué consisten y cómo funcionan les rites de passage, las pruebas iniciáticas comunes a todas las tradicones. Se trata, al llegar a cierta edad, no idéntica para todos, sino aproximada, ahí deciden los sabios, de marchar al desierto, o al monte o a la selva. Hay pruebas de resistencia al hambre, a la sed, al dolor, al cansancio o a la soledad y al miedo. Después, hay pruebas de habilidad o de audacia o de fuerza o de astucia, o de solidaridad o de todo lo que compete al ser humano como persona que entra en la etapa de saberse responsable de sus actos, y de sus silencios asi como de sus palabras. Por eso, hay pueblos que jamás muestran la boca (tuaregs), o que cuidan poner la mano delante de la boca al estornudar, o al bostezar o al reírse. Hay todo un código de cortesía con raíces chamánicas. De esas pruebas iniciáticas saldrá cada uno con un nombre nuevo que sólo conocerán algunos, y nunca jamás un extranjero. Para la familia, se utiliza el nombre que te impuso tu padre; para el poblado, el que te impusieron los ancianos por tus características. Es formidable. Para ese círculo de la fraternidad de sangre, de sudor, de alegría y de terror, de la salud y de la enfermedad está el nombre secreto. Por eso, cuando viajáis por muchos lugares de Africa, si le preguntáis a un niño cómo se llama te responderá tu nombre ¡José Carlos! y se quedará tan pancho, y no miente. Bien lo sabe el Cielo. O te dirán X hijo de J o nieto de Z. Ya lo trataremos. Quien posée el nombre posée la cosa, o lo más peligroso, a la persona. Ya está en la Biblia: ¡Adán, ponle nombre a las cosas para que existan! Es genial. Pero ¡si ya estaban creadas cuando nació Adán! Es apasionante. Nos movemos en el campo mágico/misterioso del mito y de los símbolos que van a ser conservados mediante religiones inventadas para transmitir saberes y tradiciones de salud y de supervivencia de los pueblos; pero que, con el tiempo, degeneran o se subliman. Y siempre acaban en manos de los poderes, de unos o de otros, para seguir dominándonos por el miedo: a la muerte, a la pobreza, al hambre, a la enfermedad, al dolor, al ridículo, a la vergúneza...es decir, a todolo que ellos prometen combatir con la SEGURIDAD. ¿No los oyen? Es el abracadabra de nuestro tiempo.
Todo esto tiene que ver con las raíces primigenias que nos alumbran los antropólogos, los
geólogos, los sociólogos, y sobre todo, los filólogos. Y la música, y las comidas, y la manera de vestirse, de dormir, de cuidarse y de respetar y venerar a la naturaleza.
De esas pruebas no sólo se resurge con un nombre nuevo y propio y secreto, sino con un tatuaje, o con adorno en forma de pluma o de hueso de animales totémicos, o un cierto mechón cortado, o con una piedra determinada que te acompañará, o con una concha o con cualquier objeto lleno de /energía/. Esto no tiene nada que ver con fetichismos, brujerías, o magia alguna. Son juegos y los dioses se manifiestan en los juegos. Hay que asumir un cierto grado de humor y de distancia y de la inocencia que el Rabino de Nazareth encontraba en los niños, y que le deslumbraba.
OJO: la inocencia perdida nunca se podrá recuperar, pero, pero, ¡siempre se podrá crear unanueva inocencia!
Así me lo contó mi Maestro, Raymon Pankikkar (quizás encontréis algo sobre él en Google. Vive en Tavertet, en el Pirineo catalán) Vale por hoy.
Nesemu
Pero este viaje resultará iniciático para muchos de ustedes. Dejan atrás la adolescencia y mediante el rite de passage, (mejor que de paso, pues no se da paso alguno), permanecemos los mismos pero somos y nos sabemos radicalmente diferentes. Una vez más, ni aquí ni allí, ni arriba ni abajo. Neti, neti, ya lo descubrirán. Llegar a ser lo que somos. Ahí es nada, pero hay que des-cubrirlo, des-velarlo, caer en la cuenta. En estos viajes, (no en los de Halcón, Ecuador o el inefable CI), es preciso arrostrar el salir afuera para descubrir que lo que buscábamos lo llevamos dentro.
Recuérdenme que, en las charlas bajo las estrellas, o junto al fuego saboreando las tres tazas de té: ardiente como el amor, dulce como los besos y amargo como la vida, cuando te despides de ella, ¿O, al revés?, repito, recuérdenme que les cuente en qué consisten y cómo funcionan les rites de passage, las pruebas iniciáticas comunes a todas las tradicones. Se trata, al llegar a cierta edad, no idéntica para todos, sino aproximada, ahí deciden los sabios, de marchar al desierto, o al monte o a la selva. Hay pruebas de resistencia al hambre, a la sed, al dolor, al cansancio o a la soledad y al miedo. Después, hay pruebas de habilidad o de audacia o de fuerza o de astucia, o de solidaridad o de todo lo que compete al ser humano como persona que entra en la etapa de saberse responsable de sus actos, y de sus silencios asi como de sus palabras. Por eso, hay pueblos que jamás muestran la boca (tuaregs), o que cuidan poner la mano delante de la boca al estornudar, o al bostezar o al reírse. Hay todo un código de cortesía con raíces chamánicas. De esas pruebas iniciáticas saldrá cada uno con un nombre nuevo que sólo conocerán algunos, y nunca jamás un extranjero. Para la familia, se utiliza el nombre que te impuso tu padre; para el poblado, el que te impusieron los ancianos por tus características. Es formidable. Para ese círculo de la fraternidad de sangre, de sudor, de alegría y de terror, de la salud y de la enfermedad está el nombre secreto. Por eso, cuando viajáis por muchos lugares de Africa, si le preguntáis a un niño cómo se llama te responderá tu nombre ¡José Carlos! y se quedará tan pancho, y no miente. Bien lo sabe el Cielo. O te dirán X hijo de J o nieto de Z. Ya lo trataremos. Quien posée el nombre posée la cosa, o lo más peligroso, a la persona. Ya está en la Biblia: ¡Adán, ponle nombre a las cosas para que existan! Es genial. Pero ¡si ya estaban creadas cuando nació Adán! Es apasionante. Nos movemos en el campo mágico/misterioso del mito y de los símbolos que van a ser conservados mediante religiones inventadas para transmitir saberes y tradiciones de salud y de supervivencia de los pueblos; pero que, con el tiempo, degeneran o se subliman. Y siempre acaban en manos de los poderes, de unos o de otros, para seguir dominándonos por el miedo: a la muerte, a la pobreza, al hambre, a la enfermedad, al dolor, al ridículo, a la vergúneza...es decir, a todolo que ellos prometen combatir con la SEGURIDAD. ¿No los oyen? Es el abracadabra de nuestro tiempo.
Todo esto tiene que ver con las raíces primigenias que nos alumbran los antropólogos, los
geólogos, los sociólogos, y sobre todo, los filólogos. Y la música, y las comidas, y la manera de vestirse, de dormir, de cuidarse y de respetar y venerar a la naturaleza.
De esas pruebas no sólo se resurge con un nombre nuevo y propio y secreto, sino con un tatuaje, o con adorno en forma de pluma o de hueso de animales totémicos, o un cierto mechón cortado, o con una piedra determinada que te acompañará, o con una concha o con cualquier objeto lleno de /energía/. Esto no tiene nada que ver con fetichismos, brujerías, o magia alguna. Son juegos y los dioses se manifiestan en los juegos. Hay que asumir un cierto grado de humor y de distancia y de la inocencia que el Rabino de Nazareth encontraba en los niños, y que le deslumbraba.
OJO: la inocencia perdida nunca se podrá recuperar, pero, pero, ¡siempre se podrá crear unanueva inocencia!
Así me lo contó mi Maestro, Raymon Pankikkar (quizás encontréis algo sobre él en Google. Vive en Tavertet, en el Pirineo catalán) Vale por hoy.
Nesemu
11 comentarios
Nesemu para Sergei -
¡Arrieritos somos!
Arroaz -
Aunque cada viaje sea diferente y todos únicos, la primera vez que te acercas a Marruecos es tan impactante que os envidio, tanto como a aquellos que aún no han visto El Padrino y la acaban de alquilar (a veces estaría tan bien olvidar, sólo para reencontrarse sin saberlo, sin comparar, aunque todo sea un reencuentro)
Buen viaje a todos
Sergio -
PD: Jordan, no te preocupes, el profe tampoco sabía jugar al mus y al final ganamos más de una partida... el viaje es, en efecto, iniciático.
En fin, que me dáis una envidia sanísima. Y cuidado con Miguelez, mucho cuidado, no le dejéis solo en un zoco y, sobre todo, atadle corto cuando le dé 'la risa tonta' ;)
merche -
Jordan7 -
Nesemu -
Por supuesto, nada sin el mus.
Os echaremos mucho de menos. Sois un lujo.
Fer -
El viaje me hizo conocer gente maravillosa. Si lo acompañas con lecturas... yo viajé a Merzouga leyendo en el autobus "El Principito" Mágico.
SuperDani -
Y, por supuesto, el mus... claro que sí.
Sergio -
Carlos -
hormiguero -