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J. C. García Fajardo

Nesemu: Imprevistos que nos oxigenan

3. Planea tu día, pero deja siempre un buen espacio para cualquier imprevisto, consciente de que no todo depende de ti.

Decía Napoleón que 'es preciso planear todo lo posible para, ante lo imprevisto, poder reaccionar como si lo estuviéramos esperando'.
Dado el ámbito urbanita en el que nos desenvolvemos, no podemos despertarnos por la mañana y preguntarnos ¿Hoy que voy a hacer? La respuesta podría ser ¡Hoy no me puedo
levantar....! con música mecánica.
Por supuesto que habrá mañanas así y lo más aconsejable es dejarse llevar un poco por el cuerpo y dejarle que repare a su modo las energías que le hemos obligado a gastar la víspera o en los días aneteriores. En la naturaleza nada se crea ni se destruye, ex nihilo o ad nihilum. Todo se transforma por medio de un sistema de compensaciones internas y externas.
Los sabios Zen, dibujan de un trazo en tinta china un gato enroscado y dormido que inspira una inmensa paz. Al pie reza un texto: A veces, es mejor descansar Ellos se refieren a que, a veces, lo más prudente es saltarse la meditación, hacerse un bocadillo y tumbarse bajo una encina. Todos los Maestros de Occidente también lo recomiendan en casos de agotamiento.
Pero subrayo la necesidad de trazarse un mínimo plan de vida para la semana, con algunas referencias para cada día y no sentirnos atados a ese plan como si fuera una ley impuesta sino como un andamiaje que facilita el desarrollo normal de una jornada. Hasta Robinsón en su isla comprendió que, sin un plan que anotaba en la corteza de un árbol, su vida se le haría insufrible.
Siempre recordaré a mi tutor en Hanley on Thames, Oxford, que por mi afán de tenerlo todo bien organizado para 'No perder el tiempo' (qué pobre iluso) me decía sonriendo cuando descansábamos después de correr cada mañana, al amanecer, por las orillas del Támesis: '¿Sabes por qué los británicos tenemos tantas reglas? Por el placer de saltárnoslas de vez en cuando... cuando conviene'
Así fueron sus enseñanzas, tenía unos diez años más que yo, acababa de tener su primer hijo y a veces nos invitaba a tres o cuatro alumnos a tomar el té en su casa con su esposa, que también era investigadora. Así era aquel sistema: el curso no tenía más de veinte alumnos, convivíamos, comíamos, hacíamos deporte, paseábamos y no había exámenes... aunque no todos recibíamos la misma nota. Ellos caminaban junto a nosotros, estudiando los mismos temas pero en otra fase. Desenfadados, pero con un orden británico (no disciplina inglesa, Carlos y Limón) que hizo la grandeza de la Commonwealth, al igual que Roma y Grecia tuvieron su nomos, su orden que mantenía el equilibrio en la República y, en el Imperio, la Pax Romana. Lo mismo que Confucio recomendaba, apoyándose en lo mejor del Tao, que no practicaba, el muy ladino, (¿o quizás sí y todo era una representación para mantener el orden administrativo, como han hecho los seguidores de tantos hombres grandes, como Buda y Jesús? Es una tema que tengo en el telar de mis Retazos de la Luna Nueva, ¿recordáis? Están en mi web, en donde dejé al Maestro preparando para el gobierno al noble Ting Chan) Pero, por las noches, nos vestíamos con traje y corbata para cenar. Los días de fiesta, circulaba la garafa de grueso cristal y plata con el Oporto que no podía posarse nunca en el mantel. Te llegaba por la derecha, te servías y la pasabas al de tu izquierda, y así sucesivamente (los camareros a la hora del Oporto y de los puros han desaparecido; y digo 'han' porque es un rito que todavía se practica en los grandes Colegios del Reino Unido de la Gran Bretaña, or in England, y en las casas acomodadas en donde se mantienen las tradiciones. Javier Marías todavía lo recoge en sus novelas así como lo podemos ver en el cine) El Oporto gira y gira hasta que los nobles comensales van cayendo de una u otra forma.
Me he ido del tema y ya casi no me queda tiempo para celebrar, festejar, acoger y transformarse con lo imprevisto. Es el oxígeno en la rutina de nuestras vidas, es el ozono, es el vivir que sale al encuentro y nos fustiga. Todo es nuevo, todo es inédito, todo nos sorprende y nos admira si lo acogemos como a un huésped con hospitalidad y respeto : en algunos pueblos, se creía que a los viajeros imprevistos los enviaban los dioses, o eran ángeles como sucede en el Encinar de Mambré, una de las páginas más hermosas de la literatura universal, según Gide.(cfr. Ex. 18) Había trucos para descubrir al falsario o al que no llegaba en son de paz, una rama en el dintel, una piedra, cosas determinadas que descifraban los iniciados. Es muy curioso. Como se hacía en España para descubrir a los falsos conversos del Islam, invitándolos a comer y mezclar carne de cedo en la comida. De ahí salió el rico ¡sal-morejo!
A la partida del viajero, las mujeres iban regando las huellas de sus pies o echando aceite encendido, para asegurarse de que no olvidarían el camino de re-greso.
En Africa subsahariana todavía viví con emoción, y lo cuento en Encenderé un fuego para ti, cómo, al abandonar algún país o comunidad organizada, tenía que pedir 'la route' el permiso para partir, al Jefe del poblado, entonces, él no respondía porque no podía responder por 'si perdía la palabra' y era su más cercano ayudante quién me la denegaba por dos veces. Volvía yo a 'demander la route', se hacía un gran silencio en toda la comunidad que nos rodeaba esperando la concesión final 'Le chef vous donne, ou accorde, la moitié de la route' ... para que puedas volver.
Perdonad la expansión, pero 'hoy sí me he podido levantar' y he podido sorprender el canto de los pájaros, además, mañana a ls 11 hay Asamblea General de Solidarios en Cantarranas y siento que algo nuevo, o renovado, está naciendo. Lo intuyo y me conmociona.
Nesemu

3 comentarios

Sergei -

Benditos imprevistos :D

Carlos Miguélez -

Saltarse los planes produce un enorme placer. Cuando no haces lo que tienes planeado es siempre por una buena razón.

Jose -

El día a día se basa en la organización de las actividades por parte de los humanos.
Muchas personas tenemos (me incluyo) planificada la jornada y eso es bueno en la medida que siempre hay hueco para un descanso.
Pero, en realidad, lo que sorprende es que todas las funciones de la vida esconden algún deleite, una felicidad, que te viene sola disfrutando del momento. La cuestión es poner empeño.