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J. C. García Fajardo

Nesemu: El zoco, lugar de encuentro

Es imposible describir un zoco. Hay que atravesarlo a pie, o sobre un borrico cargado de menta y gritar ¡balek, balek! entre ese baño de humanidad. Las gentes se dan salud: “salud darse”. Se tienen agarrados por las manos, bendicen a Dios, se preguntan por la familia, por los ganados, por los campos, por el tiempo.
Las gentes no sólo vienen a comprar o a vender, sino a encontrarse, a compartir la vida. El día de mercado no es para descansar a solas ni con el grupo familiar, sino para sentirse miembros de la gran comunidad, de la tierra de los hombres, de las personas, de los seres vivos, así como de los parientes que “ya han pasado” pero que, de alguna manera, siguen presentes. Como las cosas, los animales, las plantas, las nubes y los vientos. Huele a especias y a perfumes, a frituras y a ganado. No hay relojes, el tiempo tiene otra dimensión en los mercados. No hacen falta periódicos ni radios: todos saben todo de todos, quién está enfermo, quién se casa, quién ha vendido qué o comprado algo a alguien, cómo van creciendo los cereales por su zona, la altura de las aguas en los arrozales. Hay ritmo, hay un orden mágico, percibes una vibración que te embarga. La gente no corre ni casi anda, sino que se desplaza. Es como un azogue, como un cuerpo vivo lleno de células que se saludan y se enriquecen mutuamente. Uno se siente parte de esta comunidad que vive en infinitivo. De hecho, algunas lenguas no tienen formas para el futuro ni para el pasado. Los cuerpos son hermosos, las curvas y la tensión de sus caderas, la sonrisa permanente o la mirada profunda, el color de sus pieles cubre toda la gama del negro azulado al ámbar más bello.
Un zoco es el lugar semanal para los encuentros con las ofrendas de la tierra y del trabajo de las personas. La obra de los sudores y de la alegría, del rumor y del silencio. Uno quisiera acariciar las frutas, sopesar las telas, seguir con la yema del anular la filigrana del repujado o del grabado geométrico. Aquí se puede hacer. Nadie te apresura y compras melocotones de terciopelo escarlata, doradas uvas del Rif y unos higos nazarenos. Compras menta y hierbabuena. Escoges el pan crujiente. Le das vuelta a aquel cordero colgado cabeza abajo.
Caminar con los brazos cargados de frutos de la madre tierra. Oculta la sonrisa entre unas ramas de albahaca. No vale con andar, uno se desplaza en un mar de humanidad, y ya nada pesa. Naranjas llenas de luz, higos que rezuman miel y chumbos de Berbería, flores escandalosas, cocos abiertos y estremecidos de nieve, especias aromáticas. ¡Los olores de estos países! No se puede pasar de largo sin impregnarse de ellos: menta y canela, azahar y mandarina, cueros e incienso, carnes asadas y almizcle, muguet, lirio de los valles y cominos, jengibre y pimienta, nuez moscada y esa extravagancia de la cocina marroquí que es el ras el hanout: mezcla sutil de veinticinco productos diferentes entre los que se encuentran el curry, las bayas de belladona, el clavo, la canela, la afrodisíaca cantárida, los botones de rosa... para aromatizar las comidas de fiesta. Para su desgracia, las gentes de la gran ciudad han perdido el uso del olfato y de las sensaciones y vivencias que puede proporcionar.
Hay esteras de paja, útiles de arcilla cocida, cacharros de cobre o de hierro forjados con aquilatada experiencia. Las gentes se pasean, miran, tocan, sopesan, embutidos en sus chilabas claras o en tchamires beiges, albornoces marrones, cubiertos con casquete o con esa especie de fez color granate que impuso la moda turca a través de Egipto. Chilabas, babuchas, caftanes, muselinas bordadas de filigrana dorada. Mercaderes que venden alhajas de oro y plata, bolas de kif, cueros repujados, aves y peces.
Algunos hombres caminan con un palo atravesado sobre los hombros y del que cuelgan sus brazos. Parecen cristos vagabundos. Hay que dejarse ir y abandonarse, como un bambú seco y vacío, para que la vida pueda arrancarnos inefables melodías.

Ryad del Amin José

35 comentarios

Miguel Jordán -

Ese mundo creado por las personas. El verdadero mundo donde el individuo se convierte en colectivo cuando entras en él. La acogida que recibes en un sitio de estas características es incomparable. El regateo sólo es una técnica más para que te sientas junto a ellos. Los ryads aprendimos mucho de esas calles y de esas gentes. Están en nuestro corazón, donde ya no se olvidan.

Kim -

Hace un año volví con David a la tienda del pequeño Abdelaziz. Nos reconoció. Y como la primera vez, nos ofreció dos banquetas y unos sorbos de té. Le entregamos la foto que nos habíamos hecho con él en nuestro primer viaje. Y él, como un año antes, nos regaló unos pañuelos. Meses más tarde, en el verano, volví a verle. El té y las banquetas ya estaban preparados.

María -

Las relaciones humanas cambian por completo. La prisa y el 'stress' que impera en Europa hace que no paremos a mirar, a tocar, a oler... El zoco en cambio te da la oportunidad de sentir.
En los supermercados 'Champion' no tienes por qué cruzar palabra con el dependiente. Puedes hacer la compra en tu carrito eligiendo artículos envasados sin personalidad ninguna. En el zoco puedes echar la tarde hablando, riendo, bebiendo te... Esto es lo que no conseguirá recrear jamás la semana fantástica de Marruecos en El Corte Inglés.

Javier Sanreta -

Marrakech. Cinco para las cinco de la tarde; misma hora en el cielo. Dios despierta de su siesta lastrando un borroso sueño. Tomaba el té... verde... con alguien impreciso. He aquí la emisaria presencia celestial en un caótico zoco, a falta de cinco minutos para una cita que carecerá de invitado. Dispuesto a perpetrar el antojo divino, a regatear a pesar del ridículo precio. El Zoco no entiende de caprichos deíficos. No, es la palabra de inicio. Una sonrisa humana precede un: “Aquí engañamos menos”. Sus manos ofrecen una taza de té. La acepto. Son las cinco en punto. Dios podrá esperar.

Ryad de Javi Sanreta

Noelia García -

el contacto por el contacto, lo humano por lo humano, la sonrisa, el saludo, el entrar a ver sus mercancias, ¿qué te piden más?... ¿qué compres? no, ni mucho menos, quieren conversar, conocerte. Ese mundo está alejado del capitalismo puro y duro como en EEUU o Europa. los comerciantes viven de sus ventas pero no te comprarn con publicidad absurdo y envolvente, te compran ellos, sus miradas y su necesidad por sobrevivir de un turismo que a veces no se da cuenta de que 2 o 3 euros no son nada para nosotros y sí es mucho para ellos.

senante -

senante:
en el zoco entendi que hubo un tiempo en que el comercio era humano, justo, que unia en vez de lo que hace ahora. En cambio nosotros tenemos la primavera de El corte Ingles. Y a eso algunos lo llaman desarrollo.

Javier Muñoz Ortega -

La primera vez que tuve ocasión de vistar un zozo fue hace mucho tiempo, podría tener seis o siete años. De este hecho, me he enterado hace muy poco, ya que yo no sabía que había estado en un zoco. Fue en Marruecos donde me di cuenta de que el mercadillo del pueblo donde nació mi abuelo era un zoco. Ese pueblo está en España, en Guadalajara, se llama Brihuega, y también está en Marruecos. Puede que ya, en el mercadillo del pueblo de mi abuelo no se pueda regatear, ni tomar te, ni salir con entusiasmo y buena cara o con maravillas bajo el brazo, pero sigue siendo un zoco. Un zoco con zapatillas deportivas falsas y música de tómbola en la que todos los domingos la gente va y viene por necesidad, y también sin prisa y con la necesidad de encontrarse a algún amigo o conocido con el que charlar un rato. Por eso, el zoco sigue viviendo en las gentes de algunas poblaciones españolas que, por circunstancias históricas ha estado bajo domino árabe-musulmán. Gracias a ellos, ha surgido un jardín en plena estepa alcarreña, y la gente puede beber agua en la inmensidad del verano, cuando la sed aprieta.

merche -

El zoco: un cúmulo de sensaciones, de olores, de gustos, de tactos, de personas... si cierro los ojos aún , casi, puedo verne en alguno...
Uno no puede andar por un zoco de una manera indeferente: éste te empuja, te atrapa... y rezas por no salir de allí jamás.

David (asturiano) -

El viernes por la tarde di un paseo por el centro de Madrid. Al llegar a la Plaza Mayor, no puede evitar un paralelismo con la explanada de Djemaa el Fnaa. Los miles de sonidos y colores de la gran plaza me hicieron pensar en hasta qué punto es heredero suyo este, en comparación con ella, pequeño retazo de los Austrias. Y, sobre todo, hasta qué punto se entrelazan las raíces de nuestra cultura "occidental" con el universo mágico árabo-musulmán. Y hasta qué punto las hemos olvidado, para convertirnos en el "moderno" y deshumanizado 'homo oeconomicus'.

Pablo -

Antes que nada pido disculpas por mi ausencia esta semana. Pero el retorno a la realidad fue duro. Me encontré con un centenar de trabajos, en fin... quiero agradecer a todos los integrantes del viaje. Sin ustedes no hubiera sido lo mismo. Por diez días se convirtieron en mi familia. Por diez días viví una vida distinta, llena de magia. Duro poco más de una semana, pero cada uno de vosotros habitará en mi para el resto de mi vida.
El viaje me hizo comprender muchas cosas. Conocí facetas mías que no conocía. Y fue la huida a Maruecos la que me desvelo muchos secretos sobre mi país, México. Comprendo que para conocer algo a fondo, tenemos que mirarlo desde un perspectiva objetiva. Así mire a Marruecos; así descubrí mis raíces.

Rôvënty -

¡Barcelona! ¡Barcelona! me gritaba aquel muchacho. En Tanger me habría dado la vuelta y me habría ido. Pero estaba en el zoco de Marrakech. Le dije: "No, Real Madrid" Y así empezó una pequeña amistad entre aquel joven marroquí y yo. Corta, porque yo a diferencia de él teníamos un horario al que atenernos, pero de la más increíble intensidad. De pronto me di cuenta de que no estaba hablando con un desconocido, sino que lo hacía con un amigo, como si lo conociera de siempre.

La magia del zoco queda más allá de toda explicación y bastante han acercado mis compañeros. Yo me quedo con pequeñas cosas. Como el niño que me vendía pañuelos y yo le dije: "mañana vuelve y te los compro" y me respondió: "No, mañana no puedo; mañana l´ecole"
Ryad del pequeño Alberto

Grace -

Hay que adentrarse en un zoco para experimentar esas sensaciones imposibles de explicar con palabras; son tantas emociones las que te invaden en ese momento que no sabes si estas feliz o triste, no sabes si salir corriendo o dejarte llevar. Esto es lo que experimenté al entrar por primera vez en un zoco y escogí la opción de dejarme llevar, de dejar que las cosas sigan su ritmo y gracias a esta opción descubrí el arte del regateo y la importancia de las relaciones humanas. Era fascinante pasar por una tienda del zoco y que el vendedor te invitara a pasar solo para "alegrarte la vista" con las miles de maravillas que había en ella.
Después de once días de zoco en zoco, regateando por una lámpara, una bolso o un ajedrez, entre otras muchas cosas, volver aquí, ir a cualquier tienda y no poder regatearle el precio del producto al vendedor me parece algo rarísimo y de pronto descubro que he vuelto. Y esto es más bueno que malo, ya que aunque he vuelto este viaje me ha enseñado mucho, me ha hecho madurar, me he podido encontrar a mí misma y me ha enseñado a dar sin esperar nada a cambio.

Ryad de Grace

alma -

Cuando entras en el zoco, tienes en tus manos las llaves para otro mundo. Solo tienes que dejarte llevar por cada sensación. Cuando preguntas un precio, empienzas una nueva historia.El chico te responde un precio que sabe que no será el precio final. Comienzas tu aventura. Te adentras en la mirada del vendedor mientras que él se adentra en la de su posible compradora. Las sonrisas con las que se comienzan dan lugar a carcajadas al final de la aventura. Creo que a la hora de regatear las dos personas salen ganando. A parte de que uno obtiene un objeto y el otro dinero, las dos personas comparten el tiempo (tiempo que no existe) con la otra persona. Ambos tratan al otro como quieren ser tratados, con alegría, simpatía y amabilidad. Llega la hora del tacto, tu le das un abrazo o un par de besos por el trato recibido y por llegar a un acuerdo. Si no se da el caso de que exista acuerdo, no pasa nada, se despiden de ti con una sonrisa y te piden un simple bolígrafo para no olvidar el momento tan especial que se ha vivido. No confundiros, cada compra en una tienda es una historia distinta. Esto pone de manifiesto la necesidad de los marroquíes de relacionarse con otras personas.

la chica del gorro azul -

Intentar describir las sensaciones que llenan todo tu ser cuando entrar en una tienda de nada y de todo, en la que puedes encontrar desde dagas hasta anillos del desierto, pasando por teléfonos, alfombras....no se puede describir la historia que cada uno de esos objetos oculta,asi como los ojos del comerciante mientras acuerda el precio contigo....

Nesemu -

Ryad de David, ¿cuándo habíamos utilizado la palabra embelesar con tal justeza? ¿Cabría otra?
Ryad de Jorge... el vacío del zoco no es sinónimo de un zoco vacío, como te has dado cuenta. En Djené me impactó ese vacío que /existe-es/ en el espacio de la plaza delimitado por las edificaciones.
Ryad de Sergei, ahí, ahí le has dado al Ryad del Imán para conducirnos a que el punto llama a la aguja del acupuntor. Como los bordes de la herida a la sangre y el discípulo al maestro. Este no crea al discípulo, sino que lo espera y se sabe transformado por él. Qué responsabilidad y qué vértigo.
Ryad del Amin José

Imán -

Y cada comprador se reencuentra con su vendedor. Tres meses después de nuestro primer viaje a Marruecos, estuvimos en Rabat y los vendedores se acordaban de nosotros. No fuimos turistas ni de turismo. Aquello les impresionó también a ellos. Por ello nos recordábamos. Además, cuando te sumerges por primera vez en un zoco, todo te parece un caos, un desconcierto, pero cuando estás dentro de él, sabes que todo ese caos tiene un orden.
Ryad del Imán

Sergio -

Bonito dicho, Imán. No sólo eso: cada comprador encuentra su lugar :)

Ryad de Sergei

Imán -

Un zoco perdura en el tiempo. Nunca olvidaré cómo estaban colocadas las frutas en él, cómo ellas mismas se vendían por sí solas. Hay un dicho: "cada mercancía encuentra a su comprador" En Marruecos se hace realidad.
Ryad del Imán

Jorge -

Después de un día en ebullición el zoco se queda vacío. Sucede poco a poco. Alguna que otra tienda cerrada, se escapan los olores, y descubres que hace tiempo que no esquivas a ninguna persona o animal. En esos momentos en que el zoco se prepara para dormir las calles parecen las de un laberinto, oscuras y frías. No hace falta que preguntes. Alguien lo sabe y señala la salida. En Marrakech, por la noche, la vida palpita en la plaza de Jemaa el Fna.

Nätxo -

Es otro mundo...al principio no sabia por donde afrontarlo, pero que historias!...te sumerges como el que más..y buceas el zoco de la mano de un bereber alocado que te lleva como en una carrera al puesto mas conveniente segun lo que él entendió de tu chapurreado idioma...luego vuelas...regateas..rompes con tu risa las charlas cercanas...y finalmente te abrazas con el vendedor con una sonrisa en la cara...y buscas de nuevo un nuevo sitio en el que estar a gusto...así pasó el tiempo..entre personas desconocidas que te agradaban ofreciendote lo que tenian...

Lo "mejor" es que en Madrid me quedo con ganas de regatear y tener tiempo para poder hablar y reir con el vendedor...pero esta es nuestra realidad..que podemos hacer...

DaviD ÁlvareZ -

La experiencia del zoco me resultó desbordante: desde el principio no asimilaba que un mercader, oferente o como quieran llamarlo, estuviese tan pediente de su cliente. Y no es la atención que te da un encargado de planta de "El Corte Inglés", sino que se interesa por ti, por tu nacionalidad, por tus inquietudes... es otro trato con las personas. He de admitir que conforme pasaban los días me agobiaba: los mismos comentarios cordiales y otros no tanto(vizca barça, España banca rota...).
El caso es que fue una experiencia distinta y enriquecedora en todos los aspectos y, de hecho, estoy seguro de que con más tiempo y relajación se puede disfrutar inmesamente del zoco. La necesidad de hacer regalos, el tiempo libre limitado... son matices que restringen el espacio atemporal de una tarde en marruecos.
Si he de rescatar algún recuerdo del zoco, salvaría la hospitalidad y el trato con las personas; tampoco podría olvidarme la imagen de un callejón del zoco atestado telas, jarrones y lámparas pululando sobre mi cabeza...aquel crisol de colores me embelesó.

Antonio García Fuentes (escritor y Filósofo) -

Siempre me ha sorprendido, el que España y Portugal, "fueran a civilizar" grandes áreas del mundo (con el cristo "a cuestas")y sin embargo, El Norte de África (o por mejor definirlo: EL ÁFRICA BLANCA Y GRAN PARTE DE LA NEGRA U OBSCURA)... no pudieron sacarla de su islamismo... es claro que son dos mundos diametralmente opuestos (lo ví yo igualmente en mis viajes a Marruecos y Túnez)... allí cuenta EL HOMBRE, mucho más que aquí, en "esto que llamamos civilización"... allí, muchos viven su vida y viven (reitero)... aquí, estamos sobreviviendo, atados a una infinidad de cadenas absurdas, la mayor de todas es LA PRIESA (prisa, hoy)... sonriamos y sigamos corriendo: "hacia ninguna parte": AGF

Leo -

Una vez te has adentrado en el zoco debes olvidarte del tiempo, el reloj desaparece cuando intentas por todos los medios rebajarle un puñado de dirhams al mercader.
Es una concepción totalmente distinta del comercio tal como lo conocemos en occidente, en Marruecos los productos no están etiquetados ni tienes que pasarlos por un código de barras que te diga cuanto tienes que pagar, allí lo primero que te dicen cuando les preguntas por el precio es -¿cuánto me das?- y ahí empieza el baile de precios, las risas cuando te dice un precio desorbitado y las suyas cuando le ofreces una cuarta parte de lo que pide, siempre intentando ser más zorro que el propio comerciante (aunque suele serlo él la mayoría de las veces claro...).
Y al final después de bregar durante más tiempo del que preveías viene el apretón de manos final y la sensación de haber hecho una buena compra, una sensación que suele desvanecerse cuando alguien viene y te dice que ha comprado lo mismo que tú por la mitad de precio...

Fer -

El primer zoco que visitamos fue el de Tánger. Era un lugar en el que no sabias por donde ir: todo lleno de tiendas, de pieles, metales, telas, comida,olor, ruido,...
La impresión del de Tánger quizá fue más grande que la que produjo el de Marrakech, ya que fue el primero. Pero como el de Marrakech, para mí, no huvo ninguno. Apenas compramos cosas, pero nos dejamos empapar y descubrir lo que en el se "cocía". Todos los mercaderes nos decían:
"Pasa aunque solo sea por alegrar la vista"- (otros pretendían cambiar a las chicas por unos cuantos camellos --jaja-- pero era divertido). Los olores procedentes de las especias y los colores vegetales inundaban los rincones de este sitio. El zoco estaba separado por gremios: una zona para los metales, otra para la madera, cerca las pieles, ...
Lo que descubrí del zoco es que no es solo un lugar para las compras ( es más, creo que es lo último) sino de interacción social: la gente se va de tienda en tienda para chalar con su vecino. A los visitantes nos invitan a pasar; una vez en su tienda te ensañan lo mejor, te invitan a una taza de té, o te hacen masages bereber ( como a Noelia -la roja- y a mí). Es fantastico. Cuando acabas, indeferentemente de tu compra, te piden intercambiar regalos. Ellos nos dieron llaveros de babuchas, nosotros caramelos y stylos (bolis para ellos).
La verdad es que la visita al zoco y el recorrido por sus callejuelas ha sido uno de los mejores momentos del viaje.

emiliano -

Desde lo alto de la fortaleza de Fez podíamos observar el valle, las murallas deruidas, la medina y el zoco. Aquella ciudad parecía estar muerta, inmóvil, sin ruido ni gente.
Al bajar al zoco, nos introducimos de lleno en el verdadero Fez. En tan sólo 10 pasos nos impresionamos con la cabeza colgada de un dromedario y de tres cabras negras con la lengua de fuera. Pasamos por el zoco de los herreros aunque nos sentiamos en un concierto de percusiones. Algunos nos impresionamos al ver a los artesanos soldar el fierro sin guantes pero, el profesor nos ayudó a entender el porque. Más adelante atravezamos una callejuela totalmente obscura a plena luz de día, simplemente impresionante....

Nesemu -

El viaje como metáfora de la vida se desenvuelve desde los hondones del alma. Caminar con el corazón a la escucha y con los brazos abiertos, dejar que las cosas vengan hasta nosotros y que nos impregnen y nos transformen y nos conviertan.
Convertirse es recuperar las señas de identidad perdida.
Ser uno mismo.
Ryad del Amin José

noelia -

Cuando entré por primera vez al zoco,me sorprendí de lo que podía llegar a enganchar, no me imaginaba que se pudiera echar tanto de menos. Sus gentes, sus olores, sus colores era todo tan mágico que cuando ahora pienso en ello todavía creo que estoy allí. El zoco es un mundo nuevo donde entras y no puedes salir, eres un ser mas de esa gran comunidad. Para entrar en él, debes ir sin miedo,sin prejuicios, dejarte llevar por sus encantos, y entonces será cuando digas: Marruecos entró en mí.
El zoco es el punto de encuentro por excelencia donde la gente se reune no solo para comprar sino también para hablar de sus cosas sin importarles el tiempo. El arte del regateo les encantaba al igual que a mi, te podías tirar horas para ponerte de acuerdo, pero a ellos no les importaba, les gustaba conversar con las personas. Es una pena que en España esto se perdiera cuando entraron los grandes mercados.
La noche de Marrakech se vestía de luz con sus puestos, pasar por allí sin ver esto es no haber visto nada. Al igual que uno no se podía ir de allí sin probar ese exquisito zumo de naranja, ese dulce sabor siempre lo llevare en mi.
Si te quieres perder en una ciudad, pierdete en un zoco de Marruecos. La experiencia será tal que siempre tendras el ansia de volver y sino preguntenme a mi...

AlBa -

Continuación:
Para ellos, quizás eres un turista, pero si miras a los ojos y hablas por hablar, miras por el gusto y el privilegio de poder hacerlo, observas cada forma, compartes bromas; entonces eres uno más.
Andas, paseas, más bien te dejas llevar por la marea humana. Chocas como si fueras una ola, ríes, miras, te miran, te llaman a veces con palabras y a veces con la mirada. Sientes el calor, incluso el olor de humano. Olvidas que es el tiempo, que es el reloj. NO busca la utilidad, sólo sabes que aquello que has comprado lo vas a disfrutar, aunque sólo sea recordando.
Sabes que no debes mirar al suelo, ni siquiera al cielo, porque te perderás algo que seguro merece la pena observar, aunque sea un instante. Te gustaría parar en cada tienda, en cada rincón, guardar cada olor, en fin capturar cada instante.
Sientes la verdadera relación entre comercio y ser humano, te trasladas al pasado, pero vives en el presente.
UNa vez sales del zoco, sin querer hacerlo,sólo piensas en cuando volverás.
La vida parece haberse transformado, pero en mi opinión,los occidentales la hemos deteriorado. PUes nunca verás aquí como dos hermanos se besan y paran de vender a un turista, o como el padre coge al hijo en brazos para que vea lo que va a comprar, como dos hombres demuestran su alegría al verse o como se abrazan dos mujeres mientras compran la comida que apenas llega para toda sus hijos..
Ryad de la Berebere

AlBa -

Creo que este ryad (amin jose) define cada rincón y emoción verdadera, que produce el zoco, en aquel que está dispuesto a vivirlo.
Hay dos formas de vivir un zoco. La primera es como si fuera el mercadillo de barrio, en el que puede que tu amigo "Manolo, el gitano" te rebaje algo. Te encuentras con la vecina, preguntas sobre su vida; pero realmente pretendes quedar bien o cotillear con tu madre sobre lo que te dijo. Miras y compras por comprar, es barato para algo puede servir.Rápido, cuidado con el bolso, ¿qué hora es?, esto es horrible, tanta gente. Esto es lo que piensas si al entrar en el zoco no te dejas contaminar. Confieso, que en Tánger pase por un mercadillo y no por un zoco. EStaba más atenta a cuidar el bolso y a no perder al grupo, que en disfrutar de cada color, sonido, textura, olor o palabra.
Realmente, comprendí el zoco,con su vida, su cultura y sus costumbres en Marrakech. Acompañados por nuestro amigo Abdul, recorrimos el zoco cada uno en busca de nuestro pequeño tesoro. No eran más que regalos, pero cada compra tiene su historia. La historia del mercader, la mirada de aquel niño, el té al que fuiste invitado, el regateo, el dibujo que hiciste para entenderte, la sonrisa que regalaste o te regalaron, el cierre de un acuerdo entre dos manos.

Nesemu -

Sergei, noble amigo, contamos contigo para esta aventura de los Ryad. También con el Imán, con Jorge y con Laura, con Superdani y con Alberto, Fer, DaniPepino, Fran... Hemos descubierto que también cultiváis vuestros jardines interiores. Ryad de Sergei, Ryad de Superdani,etc
Ryad del Amin José

Sergio -

Cuando regresas a una tienda te entran ganas de regatear, es fascinante :D

sairanna -

Cuando el profesor nos hizo enfrentarnos al zoco de Tanger en un primer momento sentí miedo. Creo que fue un miedo a perder la inocencia con la que todos veníamos. Según fuimos pasando por los zocos fui amándolos más. Nunca había pensado en un comercio en el que te invitaran a un té, o que cuando pasaras por la puerta te dijeran que sólo entraras para mirar. A los empresarios del corte ingles les falta mucho por aprender.
Lo que más me gustó además es que no hay dos zocos iguales. En cada zoco hay unas personas y aunque sólo sea por eso ya son distintos. Cada segundo en el zoco, en ese laberinto de calles es increíble. Cada segundo es imprescindible y podríà pasar horas, días enteros, sin prisa por salir.
Ayer tuve que ir a la calle Goya a hacer unas compras; cuando estaba allí me faltaba algo. En las tiendas no era más que un cliente más del que no quieren ningún recuerdo y con el que no estarían dispuestos a negociar un precio válido para los dos. Ayer volví a caer con los pies en el seulo después de ese paraíso en el que hemos vivido pero no por eso olvido que aún lo vivimos cada uno interiormente.
Ryad de Isabel

Neo_Pablinator -

La verdad es que aunque nunca haya estado en un zoco, depués de leer estos comentarios te sientes más cerca, me parece una vuelta a la inocencia (o crear una nueva) donde todo es mágico y el ser humano vuelve a ser humano.

Carlos Miguélez -

Lo más importante del zoco es el contacto humano. Miras al vendedor a los ojos y te reconoces en él como una persona. Me sorprendí cuando me dijeron por primera vez que un vendedor de un zoco te mirará con desprecio si aceptas su primer precio.

Sergio -

Y el regateo, ese arte del embelesamiento. ¿Qué me decís de la ilusión que hace pensar que has hecho una buena compra? Aunque luego te des cuenta de que es mentira, aunque la chilaba te salga cara, tú piensas que es barata.

El zoco, los mercados, sin tiempo, sin prisas. Sólo buscar y observar, sólo mirar. A veces con prisa de europeo adolescente, otras sin mirar el reloj. Pero vaya si fascina, sí señor.