Cuaderno de Bitácora:: "¡Parirás con dolor y agonizarás con sufrimientos indecibles!"
“Cristo no tuvo cuidados paliativos”, clamó el arzobispo emérito de Pamplona, ante la agónica faz del Crucificado en Viernes Santo. ¿Se da cuenta de la manipulación indigna que ha hecho con los sentimientos de personas que asistían a un acto de su fe religiosa? ¿Sabe el daño que ha producido en miles de ancianos y de enfermos que reciben esos cuidados paliativos, que son uno de los derechos humanos fundamentales, no sufrir innecesariamente, mezclado en una interpretación victimista que durante siglos viene confundiendo el dolor con el camino de salvación?
¿Dónde ha leído ese obispo en los Evangelios una apología del dolor semejante en boca de Jesús, que no haya sido interpolada? Son incorregibles, niegan de hecho la resurrección que predican, pero sobre todo niegan y reniegan del mensaje de Jesús: Amor, comprensión, libertad, sencillez, responsabilidad, fraternidad, solidaridad, desprendimiento, goce, acogida, no discriminación de nadie, humanidad…
Ojala ese anciano obispo, cuando llegue su ya cercana de dolor y de abatimiento, tenga a su lado una mano compasiva que, con todo derecho y libertad, alivie un dolor innecesario y cruel.
Causa pavor recordar las imágenes de Pío XII en su agonía, y la bochornosa y cruel manipulación del anciano Juan Pablo II en sus últimos años.
Lo malo es que el silencioso en temas importantes, cardenal de Sevilla Amigo, comparte la misma idea que el navarro. ¿Adónde van estas gentes con esta exacerbación del dolor y del sufrimiento como camino de salvación en este “valle de lágrimas” sobre todo para los más pobres y excluidos? Sus vidas y su historia personal e institucional son el más grande mentís al mensaje y a la vida del Rabino de Nazareth.
3 comentarios
Un antiguo admirador -
Directo,contundente, impredecible, ese es su estilo narrativo, bello,sincero,refinado.Tiene usted una fuerza colosal escribiendo escasas líneas.Sus clases nos embelesaron, los ardientes debates y las informaciones eróticas, en dos horas no es posible aprender más.
Sus vocablos me evocaban aquellos días de cuidados intensos a niños en la patagonia.
Si es cierto que existen rinocerontes morados y verdes, usted sin duda es escarlata. Me ayudaste a superar el tifus.
Siempre admirador, siempre suyo.
Estíbaliz Ortiz de Orruño -
Es evidente que la institución de la Iglesia, tal y como se concibe hoy día, y a pesar del poder que todavía ejerce, tiene cada vez menos credibilidad y posibilidad de subsistencia en nuestros días. Y no por falta de feligreses. Dios quiera que no muera Dios, pues si nos falta el elemento al que dirigir la fe, si se nos acaban las creencias, ¿qué será de nosotros? No. Su falta de credibilidad se debe más bien a esa idea férrea de no alejarse de los orígenes, de la génesis misma de los textos santos, del sudor y las lágrimas y la corona de espino. La Iglesia se equivoca al no intentar adaptar el mensaje divino a nuestros tiempos. Más que nada, le vendría bien si pretende seguir en el futuro. En un momento en el que la globalización lo inunda todo, en que las videoconsolas educan a los niños y la televisión los socializa; en un momento en que los homosexuales reclaman el ser reconocidos como ciudadanos con derechos, las mujeres exigen trabajar fuera de casa y ser titulares de su cuenta bancaria; en un momento de la Historia tildado de sociedad de bienestar, en que el ocio colma todas las horas muertas, Dios tiene que ingeniárselas para recuperar el hueco que antes ocupaba en la vida de los creyentes. Nos resulta difícil atender a un hombre con alzacuellos hablar sobre un nazareno crucificado. Los jóvenes no se interesan por la Biblia, y eso es algo que sólo está en manos de la Iglesia. El acercar a Dios a la gente de a pie, a la gente del siglo XXI. El hacerla atractiva, complementaria a la sociedad que nos atañe. Complementaria a las necesidades del individuo de esta época. Porque la Iglesia, por mucho que se empeñe, ya no es la creadora de conciencias que ha sido hasta hace poco. O cambia su forma y se adapta al mundo, o el mundo acabará con la institución. Nada más y nada menos que la ley del más fuerte de Darwin.
David Ballota -