Ante el desastre del urbanismo desbocado
Interesante artículo del arquitecto Eduardo Mangada: Otro urbanismo es posible
La forma en que se está materializando el desarrollo urbano en Madrid y en otras ciudades españolas, y como consecuencia, los modos de ocupación del territorio, tanto en extensión y tamaño como en su localización, puede calificarse de perversa, inculta y agresiva, tanto en los aspectos físicos, medioambientales, como los sociales y económicos.
Si la vivienda es el "ladrillo" con el que construimos la ciudad, la forma en que lo ensamblemos es de máxima importancia y condicionará el resultado final. La ciudad resultante puede parecerse a un simple montón de ladrillos, todo lo grande que se quiera, o configurar un edificio proporcionado y eficaz. Sin un proyecto guía, los múltiples ladrillos se convierten en un vertedero, en un basurero. Así está ocurriendo, por ejemplo, en Madrid, donde la ausencia de un proyecto metropolitano y de unos planes medianamente cultos, hace que la enorme cantidad de viviendas que se están construyendo esté dando lugar a vertederos urbanos, lo que Rem Koolhaas ha denominado, acertadamente, "espacios basura".
La ausencia de unos modelos económicos y territoriales en los que prime el bien común ha hecho que la gran cantidad de recursos técnicos, económicos y humanos vinculados a la construcción residencial no haya dado como resultado unos nuevos ejemplos de ciudad, una nueva estructura metropolitana. Lo que han producido es una invasión indiscriminada de nuestro territorio, destruyendo recursos naturales y paisaje y sin dar respuesta eficaz a las necesidades de vivienda de capas muy amplias de la población, especialmente los jóvenes. Ha sido y es un proceso guiado únicamente por el beneficio inmediato de las empresas inmobiliarias, en ausencia y claudicación de unos poderes públicos residuales y abúlicos, cuando no conniventes. Una actitud de los poderes públicos que es tolerada por una sociedad resignada ante tanta potencia económica, tanta mercadotecnia engañosa, y a la que aún le queda la esperanza de que, con tanta vivienda en construcción, alguna vez le toque una, aunque sea en un nuevo barrio triste e infradotado, es decir, feo...
Pocas veces, la humanidad ha tenido tal poder económico y financiero concentrado en tan pocas manos; hay mucho dinero concentrado en un sistema empresarial inmobiliario, que dispone de una alta tecnología a su servicio y ha adquirido una alta eficacia en su funcionamiento empresarial. Estas circunstancias permiten la aparición de grandes operadores, capaces de promover y ejecutar desarrollos urbanos de tamaño impensable hace sólo 25 años. Empresas privadas poderosas económicamente, rodeadas de un aura de prestigio ¿social? y capaces de imponer sus prioridades a los poderes públicos que, como ya hemos señalado, acaban por incorporar como propias la lógica y los modos de actuación del sector privado, guiado únicamente por las leyes del mercado. Poderes públicos desnutridos culturalmente y desarmados en cuanto a los instrumentos de intervención el desarrollo territorial.
La falta de una elaboración profesional y política de una cultura del territorio, ha permitido la contaminación ideológica, la penetración del "pensamiento único neocon" en la mente de profesionales y políticos... Demostrados insuficientes los instrumentos urbanísticos del pasado, no se ha sido capaz de inventar otros nuevos que, conservando las conquistas esenciales, se muestren más eficaces en la dirección y control de los procesos territoriales. Desarmados y vencidos, nuestros ayuntamientos y gobiernos se retiran en desbandada. O lo que es peor, simplemente se alían con los promotores privados, alimentando el caldo de cultivo de la corrupción, aunque no quiero decir que toda alianza de este tipo implique obligatoriamente comportamientos corruptos...
¿Cabe oponerse y corregir estos procesos? ... No sólo es posible, sino necesario. Los daños ya infligidos a nuestras ciudades y los desastres territoriales que se anuncian como herencia inevitable de los procesos en curso, exigen una respuesta rápida basada en la racionalidad económica y medioambiental.
Para poder articular esos mecanismos de corrección y cambio de rumbo hay que hacer cuanto antes un profundo análisis de la situación actual, con datos objetivos que permitan entender cuáles son las fuerzas y mecanismos que impulsan y sustentan en la actualidad la forma de hacer ciudad y territorio. Entender, conocer, explicar el qué y cómo de lo que está ocurriendo. Descubrir los problemas reales y las oportunidades factibles es difícil, pero necesario. Pero sólo del análisis, por refinado que sea, no surge un proyecto eficaz socialmente. Para ello es necesaria una voluntad basada en un nuevo modelo cultural y político, que se reflejara en la política territorial, una vez recuperada la cultura del plan. Y no me refiero a la elaboración de planes burocráticos y tecnocráticos, dominantemente normativos, sino a proyectos de ciudad sugerentes, capaces de ilusionar y movilizar a los ciudadanos.
De nuevo habrá que afirmar la "geografía voluntaria" frente al "urbanismo espontáneo". Los profesionales deberán retomar su compromiso con la cultura del plan, tendrán que aprender a "hacer planes. ¡Claro que hay que hacer planes! Planes, proyectos, metaproyectos, esquemas, visiones, estrategias de cualquier naturaleza o escala. Sobre todo, hoy, de alcance territorial, de ingeniería y geografía urbanísticas, de economía y biología urbanísticas. Redactados por quien sepa hacerlos. Urbanísticos por su contenido y por su alcance, no por su perímetro. No un rearme nostálgico y fundamentalista, sino un rearme moral de los urbanistas, amenazados como estamos por dos carcomas éticas igualmente letales: el pesimismo y el cinismo". Son citas de M. Solá-Morales. Planes, proyectos cuyos contenidos y finalidad última no será la de establecer cuánto se puede construir, sino cuanta cantidad de construcción es capaz de soportar nuestro territorio. En algún momento habrá que decir: aunque usted quiera, España no puede, o a la inversa. ..El esfuerzo habrá que centrarlo en recomponer, en civilizar lo ya hecho, reorientar lo anunciado y evitar daños futuros con un cambio drástico de modelo con el que hacer ciudad en la ciudad, regenerar y reconstruir territorios ya ocupados pero obsoletos, como algo más importante que fomentar nuevos crecimientos extensivos y dispersos que vengan a colmatar nuestro territorio regional. Habrá que acometer actuaciones capaces de reavivar la esperanza y la confianza en que otro urbanismo es posible.
Eduardo Mangada es arquitecto.
La forma en que se está materializando el desarrollo urbano en Madrid y en otras ciudades españolas, y como consecuencia, los modos de ocupación del territorio, tanto en extensión y tamaño como en su localización, puede calificarse de perversa, inculta y agresiva, tanto en los aspectos físicos, medioambientales, como los sociales y económicos.
Si la vivienda es el "ladrillo" con el que construimos la ciudad, la forma en que lo ensamblemos es de máxima importancia y condicionará el resultado final. La ciudad resultante puede parecerse a un simple montón de ladrillos, todo lo grande que se quiera, o configurar un edificio proporcionado y eficaz. Sin un proyecto guía, los múltiples ladrillos se convierten en un vertedero, en un basurero. Así está ocurriendo, por ejemplo, en Madrid, donde la ausencia de un proyecto metropolitano y de unos planes medianamente cultos, hace que la enorme cantidad de viviendas que se están construyendo esté dando lugar a vertederos urbanos, lo que Rem Koolhaas ha denominado, acertadamente, "espacios basura".
La ausencia de unos modelos económicos y territoriales en los que prime el bien común ha hecho que la gran cantidad de recursos técnicos, económicos y humanos vinculados a la construcción residencial no haya dado como resultado unos nuevos ejemplos de ciudad, una nueva estructura metropolitana. Lo que han producido es una invasión indiscriminada de nuestro territorio, destruyendo recursos naturales y paisaje y sin dar respuesta eficaz a las necesidades de vivienda de capas muy amplias de la población, especialmente los jóvenes. Ha sido y es un proceso guiado únicamente por el beneficio inmediato de las empresas inmobiliarias, en ausencia y claudicación de unos poderes públicos residuales y abúlicos, cuando no conniventes. Una actitud de los poderes públicos que es tolerada por una sociedad resignada ante tanta potencia económica, tanta mercadotecnia engañosa, y a la que aún le queda la esperanza de que, con tanta vivienda en construcción, alguna vez le toque una, aunque sea en un nuevo barrio triste e infradotado, es decir, feo...
Pocas veces, la humanidad ha tenido tal poder económico y financiero concentrado en tan pocas manos; hay mucho dinero concentrado en un sistema empresarial inmobiliario, que dispone de una alta tecnología a su servicio y ha adquirido una alta eficacia en su funcionamiento empresarial. Estas circunstancias permiten la aparición de grandes operadores, capaces de promover y ejecutar desarrollos urbanos de tamaño impensable hace sólo 25 años. Empresas privadas poderosas económicamente, rodeadas de un aura de prestigio ¿social? y capaces de imponer sus prioridades a los poderes públicos que, como ya hemos señalado, acaban por incorporar como propias la lógica y los modos de actuación del sector privado, guiado únicamente por las leyes del mercado. Poderes públicos desnutridos culturalmente y desarmados en cuanto a los instrumentos de intervención el desarrollo territorial.
La falta de una elaboración profesional y política de una cultura del territorio, ha permitido la contaminación ideológica, la penetración del "pensamiento único neocon" en la mente de profesionales y políticos... Demostrados insuficientes los instrumentos urbanísticos del pasado, no se ha sido capaz de inventar otros nuevos que, conservando las conquistas esenciales, se muestren más eficaces en la dirección y control de los procesos territoriales. Desarmados y vencidos, nuestros ayuntamientos y gobiernos se retiran en desbandada. O lo que es peor, simplemente se alían con los promotores privados, alimentando el caldo de cultivo de la corrupción, aunque no quiero decir que toda alianza de este tipo implique obligatoriamente comportamientos corruptos...
¿Cabe oponerse y corregir estos procesos? ... No sólo es posible, sino necesario. Los daños ya infligidos a nuestras ciudades y los desastres territoriales que se anuncian como herencia inevitable de los procesos en curso, exigen una respuesta rápida basada en la racionalidad económica y medioambiental.
Para poder articular esos mecanismos de corrección y cambio de rumbo hay que hacer cuanto antes un profundo análisis de la situación actual, con datos objetivos que permitan entender cuáles son las fuerzas y mecanismos que impulsan y sustentan en la actualidad la forma de hacer ciudad y territorio. Entender, conocer, explicar el qué y cómo de lo que está ocurriendo. Descubrir los problemas reales y las oportunidades factibles es difícil, pero necesario. Pero sólo del análisis, por refinado que sea, no surge un proyecto eficaz socialmente. Para ello es necesaria una voluntad basada en un nuevo modelo cultural y político, que se reflejara en la política territorial, una vez recuperada la cultura del plan. Y no me refiero a la elaboración de planes burocráticos y tecnocráticos, dominantemente normativos, sino a proyectos de ciudad sugerentes, capaces de ilusionar y movilizar a los ciudadanos.
De nuevo habrá que afirmar la "geografía voluntaria" frente al "urbanismo espontáneo". Los profesionales deberán retomar su compromiso con la cultura del plan, tendrán que aprender a "hacer planes. ¡Claro que hay que hacer planes! Planes, proyectos, metaproyectos, esquemas, visiones, estrategias de cualquier naturaleza o escala. Sobre todo, hoy, de alcance territorial, de ingeniería y geografía urbanísticas, de economía y biología urbanísticas. Redactados por quien sepa hacerlos. Urbanísticos por su contenido y por su alcance, no por su perímetro. No un rearme nostálgico y fundamentalista, sino un rearme moral de los urbanistas, amenazados como estamos por dos carcomas éticas igualmente letales: el pesimismo y el cinismo". Son citas de M. Solá-Morales. Planes, proyectos cuyos contenidos y finalidad última no será la de establecer cuánto se puede construir, sino cuanta cantidad de construcción es capaz de soportar nuestro territorio. En algún momento habrá que decir: aunque usted quiera, España no puede, o a la inversa. ..El esfuerzo habrá que centrarlo en recomponer, en civilizar lo ya hecho, reorientar lo anunciado y evitar daños futuros con un cambio drástico de modelo con el que hacer ciudad en la ciudad, regenerar y reconstruir territorios ya ocupados pero obsoletos, como algo más importante que fomentar nuevos crecimientos extensivos y dispersos que vengan a colmatar nuestro territorio regional. Habrá que acometer actuaciones capaces de reavivar la esperanza y la confianza en que otro urbanismo es posible.
Eduardo Mangada es arquitecto.
6 comentarios
jose navareño garrido -
alejandro estrada -
María Vindel -
Emma Bernardo -
Rocío Romero Molina -
Necesitamos una nueva cultura, una nueva ética , una nueva política , una nueva economía.
Toda esta gente no se da cuenta de que más allá de ellos y de sus ansias por tener más y sobre todo por el dinero que al fin y al cabo es un trozo de papel , más allá de todo eso: hay vida.
M. Ossorio -
Moraleja: por dinero, seguirán haciendo lo que quieran. En nuestra mano está NO colaborar con eso. Y, por supuesto, en nuestra mano está hacer que esa gente no se lucre de manera ilegal. Entre todos podremos... aunque pueda resultar un duro trabajo.