Reivindicación del periodismo: ¡Basta de mentiras!
Los bloggers conocen mi admiración por los auténticos periodistas (no por la bazofia de los programas rosa o de la demagogia más infame en la radio o en la prensa, en donde se prostiuye el deber de informar con la propaganda más abyecta y miserable). Mis más de treinta años de docencia en Ciencias de la Información me han proporcionado grandes satisfacciones al ver a antiguos alumnos alcanzando las cimas de esta profesión maravillosa. Y como vivo aquejado por la pasión por compartir, cuando encuentro un buen trabajo no me resisto a ponerlo al alcance de los amigos. Igual me sucede con un buen libro, una buena serie o programa de tv interesante, una película conseguida, una exposición o cualquier manifestación de la verdad, la libertad, la bondad y la belleza realizada según las reglas del arte. Al fin y al cabo el auténtico periodismo consiste en ir, ver y contarlo. Es la respuesta de Livingston a la pregunta de Stanley: "Mister Livingston, supongo?", preguntó descubriéndose. "¿Qué ocurre en el mundo?" respondió el explorador, único blanco en mil millas a la redonda y llevado en parihuelas por sus porteadores aquejado de infinitas dolencias. Hoy quiero traer el comentario de mi admirada colega, Soledad Gallego-Díaz, una verdadera maestra en nuestras lides, al libro de John Pilger ¡Basta de mentiras! Nesemu.
"John Pilger, un reportero incómodo y crítico, reúne en esta antología 21 grandes textos periodísticos unidos por un mismo concepto del oficio. Unos textos que ponen en evidencia la enorme capacidad de subversión del periodismo cuando capta correctamente el significado de los hechos.
Cuando los periodistas "normalizan lo impensable para el público general" cometen uno de sus peores errores. Lo lamentable es que a menudo hacemos ese trabajo sin apenas saber hasta qué punto estamos en el borde de ese entramado propagandístico. Pero también es verdad que cuando un periodista es capaz de captar correctamente el significado de los hechos y trasladarlo a sus conciudadanos, entonces brilla como nunca su contribución al "noble empeño humano de no dejarse engañar".
Muchos se preguntan hoy día si el periodismo corre peligro de desaparecer. Si lo hace, es probable que no sea porque hayan cambiado sus soportes o porque triunfe internet, sino porque haya caído precisamente en manos de esa "normalización", de la propaganda y del espectáculo. Es posible que en medio de la gran crisis actual, que obliga a las grandes empresas de comunicación a cambiar su modelo de negocio, se produzcan grandes agujeros a través de los que, finalmente, esos poderes de la propaganda consigan su gran triunfo. Es posible que jamás el periodismo haya sido tan vulnerable a esa amenaza. Pero también es más evidente que nunca la capacidad de subversión y de resistencia del periodismo que predica lo contrario y que conserva el espíritu de desobediencia.
Esto es lo que piensa John Pilger y el motivo por el que ha elaborado esta magnífica antología de grandes trabajos periodísticos: como acicate para los profesionales, exigencia para los ciudadanos y, quizás, orgullosa reivindicación del oficio. Pilger es un periodista australiano famoso por sus feroces críticas a los que considera periodistas pusilánimes, un polemista de la escuela de Noam Chomsky que provoca ronchas en los medios tradicionales. Pero todo el mundo, incluso esos medios, reconoce que es un reportero excepcional, uno de los que denunció el apoyo encubierto y cínico que proporcionaron muchos gobiernos occidentales al régimen camboyano de Pol Pot.
¡Basta de mentiras! es en ese sentido una lectura energética y provechosa. Los 21 artículos que recoge coinciden en una cosa: predican la desobediencia, la lucha tenaz y desconfiada frente a todos los poderes. La primera divisa de todos ellos es, probablemente, la que le enseñó a Pilger la gran reportera norteamericana Martha Gellhorn: "Nunca creas a los gobiernos, a ninguno, ni una palabra de lo que digan, observa con desconfianza todo lo que hagan".
El subtítulo del libro puede resultar engañoso. El periodismo de investigación que está cambiando el mundo. Es cierto que algunos de los reportajes incluidos pertenecen a ese género, por ejemplo el excepcional trabajo del equipo Insight de The Sunday Times que consiguió que la empresa fabricante de la talidomida terminara por indemnizar correctamente a sus víctimas. Un trabajo fruto, dice Pilger, no sólo de la excelencia periodística sino, sobre todo, de la voluntad moral de los integrantes de aquel equipo, dispuestos a pasar por encima de la verdad legal. Años más tarde uno de ellos, Phillip Knightley, escribe: "En las facultades de periodismo se cita aquel escándalo como ejemplo del mejor periodismo combativo (...) pero el caso habla también de los fracasos del periodismo. El director del equipo, Bruce Pagem, nos preguntó: "¿Qué excusas podemos ofrecer por habernos mantenido al margen de todo este maldito asunto hasta que prácticamente fue demasiado tarde?". Una pregunta que debería abrumar hoy a muchos periodistas respecto a Irak y Guantánamo.
Sin embargo, el subtítulo es engañoso porque buena parte del contenido de la antología no responde a trabajos de investigación, sino a lo que constituye la primera y más clásica raíz del periodismo: el puro testimonio (ir, ver y contar), algo que sigue conservando un impresionante valor subversivo. Brilla como un auténtico diamante el trabajo actual de la periodista israelí Amira Hass, empeñada en dejar testimonio directo de los terribles efectos de la política de su país entre la población palestina. (Algún día Israel reconocerá que Hass merece ser incluida en la lista de héroes judíos). Testimonios directos como el de la profesora Jo Wilding, testigo presencial del asedio de Faluya (Irak). Como el extraordinario de Wilfred Burchett en 1945, nada dispuesto a creer la verdad oficial según la cual, un mes después del bombardeo, en Hiroshima no pasaba nada. The New York Times tituló en primera: "Ninguna radioactividad en las ruinas de Hiroshima". Pero Burchett llegó a la ciudad y escribió en el Daily Express: "Martes, 16 de septiembre. Hiroshima. Escribo esto como advertencia para el mundo. Treinta días después de que la primera bomba atómica destruyera la ciudad, la gente sigue muriendo de modo misterioso y horrible, personas que no resultaron heridas por el cataclismo, debido a algo desconocido que sólo puedo describir como peste atómica".
A la edición española le faltan algunos de los reportajes de la edición norteamericana, por ejemplo, uno de Seumas Milne sobre la "guerra secreta" que desplegaron los servicios de inteligencia británicos contra el líder de la huelga minera Arthur Scargill.
"John Pilger, un reportero incómodo y crítico, reúne en esta antología 21 grandes textos periodísticos unidos por un mismo concepto del oficio. Unos textos que ponen en evidencia la enorme capacidad de subversión del periodismo cuando capta correctamente el significado de los hechos.
Cuando los periodistas "normalizan lo impensable para el público general" cometen uno de sus peores errores. Lo lamentable es que a menudo hacemos ese trabajo sin apenas saber hasta qué punto estamos en el borde de ese entramado propagandístico. Pero también es verdad que cuando un periodista es capaz de captar correctamente el significado de los hechos y trasladarlo a sus conciudadanos, entonces brilla como nunca su contribución al "noble empeño humano de no dejarse engañar".
Muchos se preguntan hoy día si el periodismo corre peligro de desaparecer. Si lo hace, es probable que no sea porque hayan cambiado sus soportes o porque triunfe internet, sino porque haya caído precisamente en manos de esa "normalización", de la propaganda y del espectáculo. Es posible que en medio de la gran crisis actual, que obliga a las grandes empresas de comunicación a cambiar su modelo de negocio, se produzcan grandes agujeros a través de los que, finalmente, esos poderes de la propaganda consigan su gran triunfo. Es posible que jamás el periodismo haya sido tan vulnerable a esa amenaza. Pero también es más evidente que nunca la capacidad de subversión y de resistencia del periodismo que predica lo contrario y que conserva el espíritu de desobediencia.
Esto es lo que piensa John Pilger y el motivo por el que ha elaborado esta magnífica antología de grandes trabajos periodísticos: como acicate para los profesionales, exigencia para los ciudadanos y, quizás, orgullosa reivindicación del oficio. Pilger es un periodista australiano famoso por sus feroces críticas a los que considera periodistas pusilánimes, un polemista de la escuela de Noam Chomsky que provoca ronchas en los medios tradicionales. Pero todo el mundo, incluso esos medios, reconoce que es un reportero excepcional, uno de los que denunció el apoyo encubierto y cínico que proporcionaron muchos gobiernos occidentales al régimen camboyano de Pol Pot.
¡Basta de mentiras! es en ese sentido una lectura energética y provechosa. Los 21 artículos que recoge coinciden en una cosa: predican la desobediencia, la lucha tenaz y desconfiada frente a todos los poderes. La primera divisa de todos ellos es, probablemente, la que le enseñó a Pilger la gran reportera norteamericana Martha Gellhorn: "Nunca creas a los gobiernos, a ninguno, ni una palabra de lo que digan, observa con desconfianza todo lo que hagan".
El subtítulo del libro puede resultar engañoso. El periodismo de investigación que está cambiando el mundo. Es cierto que algunos de los reportajes incluidos pertenecen a ese género, por ejemplo el excepcional trabajo del equipo Insight de The Sunday Times que consiguió que la empresa fabricante de la talidomida terminara por indemnizar correctamente a sus víctimas. Un trabajo fruto, dice Pilger, no sólo de la excelencia periodística sino, sobre todo, de la voluntad moral de los integrantes de aquel equipo, dispuestos a pasar por encima de la verdad legal. Años más tarde uno de ellos, Phillip Knightley, escribe: "En las facultades de periodismo se cita aquel escándalo como ejemplo del mejor periodismo combativo (...) pero el caso habla también de los fracasos del periodismo. El director del equipo, Bruce Pagem, nos preguntó: "¿Qué excusas podemos ofrecer por habernos mantenido al margen de todo este maldito asunto hasta que prácticamente fue demasiado tarde?". Una pregunta que debería abrumar hoy a muchos periodistas respecto a Irak y Guantánamo.
Sin embargo, el subtítulo es engañoso porque buena parte del contenido de la antología no responde a trabajos de investigación, sino a lo que constituye la primera y más clásica raíz del periodismo: el puro testimonio (ir, ver y contar), algo que sigue conservando un impresionante valor subversivo. Brilla como un auténtico diamante el trabajo actual de la periodista israelí Amira Hass, empeñada en dejar testimonio directo de los terribles efectos de la política de su país entre la población palestina. (Algún día Israel reconocerá que Hass merece ser incluida en la lista de héroes judíos). Testimonios directos como el de la profesora Jo Wilding, testigo presencial del asedio de Faluya (Irak). Como el extraordinario de Wilfred Burchett en 1945, nada dispuesto a creer la verdad oficial según la cual, un mes después del bombardeo, en Hiroshima no pasaba nada. The New York Times tituló en primera: "Ninguna radioactividad en las ruinas de Hiroshima". Pero Burchett llegó a la ciudad y escribió en el Daily Express: "Martes, 16 de septiembre. Hiroshima. Escribo esto como advertencia para el mundo. Treinta días después de que la primera bomba atómica destruyera la ciudad, la gente sigue muriendo de modo misterioso y horrible, personas que no resultaron heridas por el cataclismo, debido a algo desconocido que sólo puedo describir como peste atómica".
A la edición española le faltan algunos de los reportajes de la edición norteamericana, por ejemplo, uno de Seumas Milne sobre la "guerra secreta" que desplegaron los servicios de inteligencia británicos contra el líder de la huelga minera Arthur Scargill.
28 comentarios
Nydia Lorente -
Emma Bernardo -
Mucha gente, se deja influenciar por la tendencia política del medio en el que trabaja. Eso no es ético; eso no es periodismo.
La información es el poder; tratemos de usarla bien, porque la verdad está por encima de todo. No olvidemos que no hay mayor mentira que una verdad a medias.
Paola Hexel -
Sí, se que suena muy romántico, pero seguro que muchos de vosotros pensáis parecido. O por lo menos este, nuestro primer año de carrera, idealizamos quizá esta profesión. Pienso que eso es bueno; ya habrá tiempo para estamparnos y de darnos cuenta de cómo van las cosas, por lo que estamos en el mejor momento de tener ideales y luchar por ellos.
Sylvia -
Susana García -
Galego -
No hay oposición a las pautas establecidas, no es la visión alejada de influencias e independiente respecto al sistema sino una fracción esencial del mismo. El craso error es haber convertido un instrumento con un potencial titánico en la mejora de los grandes problemas mundiales en un método de expansión de pasividad ante lo existente.
El periodismo debe hacer palpables los fallos de todo régimen, sin respaldarse en ideologías y no dar al público lo que pide.
Dar la verdad es como el arte, no se hace para el espectador se hace para uno mismo, para reflejar lo que se observa; que guste o no, es cuestión del vendedor.
Carlos Fernñandez-Marcote -
alejandro estrada -
Sergio Martín -
Leticia -
Borja Robert -
Yo por mi parte, veo, oigo y leo cosas asi con demasaida frecuencia como para plantearme mi vida trabajando para una de estas empresas. Y como quiero tener una vida en la que poder preocuparme de cosas más importantes que el dinero y hacer periodismo , me buscaré otro camino lejos de los que ya han demostrado que prefieren la pasta a decir la verdad.
PATRICIA JIMÉNEZ BARCELÓ -
jose navareño garrido -
Teresa Montesinos -
Ninguna verdad será completa mientras no esté bien contada. Ya nos han dicho un millón de veces lo que está pasando. Ahora el reto es empezar a descubrir lo posible.
María Agüero -
Carpintero -
Diego López -
Un saludo.
M. Ossorio -
Vamos a esforzarnos para, entre todos, devolverle al periodismo el prestigio que otros se encargan de quitarle cada día. Seámos nosotros quienes demostremos qué es el verdadero periodismo. Si quieres, puedes.
Esther Marchante -
Respecto a la televisión y prensa rosa quisiera decir que me parece cada día más vergonzoso lo que hay que ver y oír en ese tipo de programas, además de aguantar el ver cómo personas ajenas totalmente al mundo del periodismo,ejercen la profesión como tal!!!Es vergonzoso!!!Pienso que están ocupando puestos de trabajo que verdaderos profesionales podrían estar ocupando en sus lugares.
Elia Pesquera -
Noelia (Roja) -
A. Olea -
Periodistas como Pilger o Kapuscinski demuestran que aun estamos a tiempo de no dejar que se corrompa y utilizarlo como un arma de Verdad.
pau -
El periodismo del que hablas es éste, el contaminado.
Casi todos los periodistas importantes de opinión, trabajan para intereses ajenos a su profesión, eso es cosa sabida.
Generalmente, todos los periodistas de renombre trabajan para agencias de inteligencia de diversos países, y casi todos los reporteros en el extranjero son espías declarados o sin declarar, en nómina fija.
De no ser así, ni tendrían renombre, ni serían reporteros en áreas conflictivas.
Los periódicos están en manos de intereses bastardos, ni malos ni buenos, solo bastardos; lo cual hace que sus periodistas, los que de veras trabajan, sean peones de sus intereses.
¿De qué nos quejamos?
Estamos en una sociedad liberal en extremo. Yo, en su lugar, haría lo mismo.
Lo que sí es cierto es que tal como van las cosas, la sociedad o una gran parte de ella, considera al periodista como un notario de la vida política. Su palabra va a misa.
Se debería regular el periodismo y penar la mentira, retirando el permiso a publicar en caso de incumplir un determinado código deontológico.
Es como cuando a un juez lo retiran de la magistratura ante un caso de prevaricación. Tan grave es eso para un juez, como debería serlo mentir para un periodista.
Un saludo.
Sara Ayllón -
Susana García -
Alvaro Marchante -
Un claro ejemplo de lo que hacen algunos periodistas, cuyo trabajo consiste en buscar problemas físicos, psíquicos, familiares,..., aunque para ello tengan que cambiar la realidad.
Irene Moreno Palmero -
Belén -