Seres de encuentro
Después de treinta años de enseñanza en la universidad, cada vez me impresiona más la sensación de orfandad, de desamparo y de fragilidad que muestran los jóvenes universitarios, tan provocadores y descarados por fuera, pero en realidad tan necesitados de ser escuchados. Hemos convertido la universidad en una guardería de adultos para atiborrarlos de conocimientos en una demencial tarea impropia de su ser auténtico, de ese compartir los saberes, como la definiera el rey Sabio, hace casi mil años.
Desde siempre, recibo a cada alumno en mi despacho para conocerlos y escucharlos, y tratar de comprender su situación personal. No pocas veces me he sorprendido al escucharles, entre tímidos y ruborizados, que era la primera vez que alguien les preguntaba lo que pensaban, lo que sentían, lo que anhelaban.
No se lamentan ni se quejan, han aprendido a hacer lo que quieren porque quieren lo que hacen. Saberse queridos y necesitados en una relación de inter-independencia, conforma la plenitud de una existencia. Porque los animales existen, pero las personas existen para. Somos seres de encuentro, nudo de relaciones, redes de solidaridad que se comunican por la palabra.
Desde que eran niños los hemos tratado como almacén de seguridades, como corredores para conseguir un título, para tener cultura, virtudes, poder; pues para eso les hemos dado a entender que servían los conocimientos. “No seas vago, haz algo útil, no pierdas el tiempo, tienes que prepararte para ocupar un puesto en la vida, para trabajar”. Como si viviéramos para trabajar, en lugar de trabajar para vivir. Como si el trabajo fuera un castigo, en lugar de un quehacer que tiene que ver con la creación, con la techné que libera en vez de la imposición que esclaviza.
Y todo arranca de una soledad impuesta por una sociedad de consumo, de prisas y de competitividad regida por la funesta máxima de “cuanto más, mejor”, en vez de “cuanto mejor, más”. Es la nueva moral que proclama que no tener es pecado. Es la enajenación por las cosas que nos encadenan y poseen, en vez de liberarnos. Es la sensación de inseguridad que el sistema político ha impuesto para vigilarnos, con el pretexto de guardarnos.
Mi experiencia personal, la más dura de mi extensa vida de docente es percibir la creciente soledad de los jóvenes, la ausencia de los abuelos, de esas personas que hacían la familia más rica que el mero matrimonio y el cada vez menor número de hijos.
La casa cada vez es menos un hogar, espacio de encuentro y de relaciones, de solidaridad y de afectos, que un aparcamiento o una posada en un incierto camino. Se multiplican los electrodomésticos y se incrementa la soledad en un ruido que cada cual lleva a su celda. Por supuesto, con los cascos de sus mp3 conectados a sus orejas.
Tengo para mí que se ha perdido la palabra, el acoger y saberse parte de una tradición en marcha. Ya no hay lugar para los abuelos, para aquella tía que se quedó soltera o para esas personas de las familias que nos visitan, nos atienden y nos cuentan.
El grado de civilización de una sociedad se percibe por el modo de tratar a los niños, a las mujeres y a las personas mayores. El creciente desarraigo, perder las raíces y con ellas las señas de identidad, arranca de haber olvidado que la educación es el arte de saber adaptarse a las circunstancias. Que educar, proviene de educere, no conducir sino sacar lo mejor de cada uno para que pueda ser él mismo, para que sea capaz de alcanzar su plenitud y de quererse en una relación de afecto y de creatividad.
La alarmante soledad de las muchedumbres solitarias conduce a la violencia, a la angustia y a la evasión por medio de otras drogas que las de diseño: las adicciones a sucedáneos de una vida humana en la que necesitamos sabernos queridos y compartir nuestra búsqueda. Quizá, como intuyó Albert Camus, todo consista en cambiar solitario por solidario. No es más que una letra, pero a algunos parece que les cuesta.
José Carlos García Fajardo
43 comentarios
noemí -
alejandro estrada -
Cristina Olivas -
Los núcleos familiares, que suelen ser uno de los pilares que cimientan la base de las personas, cada vez son más débiles. Actualmente es muy frecuente provenir de una familia desestructurada. Antes, en el caso de desestructuración familiar, el hueco se solía cubrir con la ayuda de los parientes más cercanos: los abuelos, los tíos u otros apoyos externos como los vecinos o los padrinos. Parece que estas uniones se han ido perdiendo y nos hemos ido quedando cada vez más solos.
Belén Lobos Montañés -
La etimología muchas veces nos hace ver un poco más allá.
Pablinator -
Patricia Perez Camara -
Esto a hecho que el trato que debía haber antes entre profesor y alumno, se aya desvanecido y convertido en una mera transacción de conocimientos como si esto fuera un banco.
Carlos Fernández-Marcote -
Teresa Villar -
En el que llamamos Primer Mundo, los ancianos no tienen cabida como seres activos en la sociedad. La gente se queja porque tiene que pagar las pensiones, porque se quiere ir de vacaciones y el abuelo o la abuela es una carga, porque se pone enfermo y hay que llevarlo de un médico a otro... Nadie los ve como algo positivo. Todos vamos a llegar a esa edad y no hacemos más que cabar buestra propia tumba, pues con la educación ejemplar que les estamos dando a nuestros hijos ¿qué esperamos que ellos hagan con nosotros cuando alcancemos la vejez?
Estamos en una sociedad insolidaria hasta el punto que somos egoístas con nosotros mismos, porque no debemos olvidar que nuestros abuelos y antepasados forman parte de nosotros.
Desde aquí decir que soy afortunada por los abuelos que tengo. Son geniales.
Sara Sequeiro Robledo -
Silvie -
La solidaridad por eso es vital... porq si que es cierto que en algun momento todos nos hemos sentido perdidos... pero quien es ayudado, quien es querido tiene la obligación moral de hacer lo mismo por quienes se abandonan y dejan escapar una vida entera ante sus ojos.
Marta Gálvez Z. -
Dicen en Moulin Rouge: "The greatest thing you'll ever learn...is just to love, and be loved in return".
Sara Ayllón -
Se echa de menos las Navidades hogareñas, todos sentados alrededor de un árbol jugando al parchís o al bingo... ahora, los jóvenes preferimos salir fuera y como otro sábado cualquiera, ir a una discoteca a bailotear un rato y demás.
Estoy segura, que los que sois de fuera habéis valorado mucho más avuestra gente en estos meses...a mí la universidad me ha servid para darme cuenta de quien está a mi lado, quien se preocpa por mí...aunque no tenga tiempo para ellos, lo entienden y me apoyan...eso es la Amistad....eso es no estar sólo!
FELIZ NAVIDAD!!
Patricia Pérez -
Leticia -
Diego López -
Pablete -
jose navareño garrido -
La verdad que si yo tuviera la posibilidad volvería a casa pero por estudios no puede ser asi. Le diría a todo el que vive en su casa, que lo aproveche que cuando y ves solo, si es verdad que tienes libertad pero realmente es como te sientes, solo. Saber que el día de tu cumpleaños todos se reúnen en tu casa para llamarte y hablar todos con tigo, es una sensación dura. Para mi, mi cumpleaños se a convertido en el peor día del año y eso es por que quiero a los míos y lo necesito a mi lado, además nunca los podré comparar con un amigo o una novia, ya que son cosas diferentes. Pero yo lo unico que digo es que me gustaría estar mucho mas tiempo con los mías, asi que disfrutad de los vuestros.
Ya llega la navidad Y por fin me voy a cas jejejejeje
Mamu-in-crestado -
P.D:A veces tienes en casa a los mejores profesores de la vida
Belén -
Necesitamos ser independientes, poder tomar decisiones y llevar una vida propia, pero sin dejar de compartirla con los demás. Sin unos, otros no seríamos.
Por mucha tecnología que nos metan en casa, utilizamos Internet para hablar con los amigos, para participar en blogs en los que intercambiar impresiones y usamos el teléfono móvil de última generación para hablar con los demás.
No estamos solos, ni queremos estarlo, aunque a veces lo parezca.
Un abrazo!
Teresa Montesinos -
José Manuel Martínez garcía -
beatriz saez -
Raquel C.M. -
Pero... todos sabemos que no nos cambiamos, aunque deberíamos, y que intentamos cumplir con nuestro papel, aunque no siempre lo consigamos.
Buena reflexión.
Ana Carrión Guijarro -
Mis abuelos para mí son mi vida, mi abuela es la "jefa" de mi casa y me encanta sentarme en el brasero a charlar con ella. Sentiría mucha tristeza si estas uniones algún día desaparecieran.
Belén -
Patricia Bendala -
montoya -
Javi -
Tal vez las nuevas generaciones estén más centrados en otras cosas que en bajar a la calle a jugar al fútbol con los amigos. Pero los tiempos cambian, y quizás estamos dentro de un proceso de cambio que con el tiempo podremos analizar.
David Gamella Perez -
NaDiA -
Gloria García -
Noelia H. -
la familia, contarles qué tal todo, etc. Pero es lo que nos gusta ¿no?. Y aunque no seamos conscientes de ello, poco a poco cambiamos y nos encontramos más solos. Pero de nuevo lo vuelvo a reiterar: es algo que deseamos, pues sino pondríamos fin. Aunque también algo es cierto: la soledad es necesaria. Es el punto muerto de la vida. Ese silencio al que acudimos cuando algo no nos gusta, cuando algo no nos llena, y meditamos.
El hombre solitario es una bestia o un Dios
Aristóteles
Paloma Herrero Ortega -
Pero afortunadamente, aún estamos a tiempo de cambiar todo esto. No podemos ver el cambio como algo abstracto e inalcanzable. Está en mano de todos.
Mario Jimenez -
Elia Pesquera -
Berta -
Noelia (Roja) -
Sonia Sanz -
T. Quiñones -
(EL TAMBOR DE HOJALATA)
Elena Merino -
Diego López -
A veces se echa en falta el pasado, cuando los niños no tenían todo y se las ingeniaban para divertirse en la plaza del barrio.
Marta Gálvez Z. -
Carmen Águeda -