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J. C. García Fajardo

Retazos de Ting Chang 017: Gatos blancos, gatos negros

Caminaron durante gran parte del día. Ting Chang le contaba a Sergei los grandes rasgos de la inmediata historia de China, seguro de que sus profesores pondrían más énfasis en la de las grandes dinastías, desde el mítico Emperador al que se atribuye la unificación de los reinos chinos.
- Sergei, dicen que los pueblos que desconocen o que olvidan su historia están condenados a repetirla. Pero con la sensación de lo ya visto, que se hace insoportable por no haber sabido aprender de ella para no repetir los mismos errores.
- En el Monasterio apenas se hablaba de otra cosa que de los textos sagrados y de las tradiciones que había que conservar. Aunque, durante mi camino desde Mongolia, algo pude ver pero no entendía mucho porque, en mi país, se vivía parodiando el sistema político maoísta. Éramos de nuevo una colonia pero sin ese nombre y en todas partes nos aplastaba la imagen y las palabras de Mao. Se diría que iba a ser inmortal.
- No lo fue, Sergei. Murió el 9 de septiembre de 1976, después de una penosa agonía. Es curioso pero, unas semanas antes, grandes terremotos asolaron una parte de China causando más de medio millón de víctimas. Sabes que, con arreglo a las creencias populares, esos desastres anuncian cambios de dinastía. Esto no es tan importante, - pues las profecías se construyen después de los acontecimientos -, pero entre las gentes se utilizaba una expresión que parecía olvidada durante las décadas del oprobio.
- ¿Cuál era?
- Muchos hablaban de la pérdida del Mandato del Cielo. Fíjate. Esto sí que era contra revolucionario y todavía no había comenzado la despiadada lucha por la sucesión, a pesar de que siempre habían dicho que todo estaba atado y bien atado.
- Pero Mao ¿no había previsto su propia sucesión?, preguntó Sergei.
- Fue en 1960, durante la Revolución Cultural, cuando preparó a Lin Biao, el líder del Ejército Popular de Liberación como presunto sucesor, apartándolo de las luchas políticas para que no se quemase, aunque ya tenía setenta años. Pero la Campaña del Gran Salto Adelante ocasionó más de treinta millones de muertos de hambre y eso hizo pagar a Mao Zedong un enorme precio político y abandonar la cabeza del Estado aunque conservando su enorme poder carismático, del que otros se sirvieron. La política del líder dio paso a la que había de ser una auténtica revolución económica.
- De la que aún estamos viviendo.
- Sí, pero entonces no se tenía tan claro y personas como Deng Xiaoping, entonces secretario general del Partido, que popularizaría su política con la expresión “Gatos blancos, gatos negros, lo que importa es que cacen ratones”, todavía no había conquistado el poder. Lin Biao, tan radical como siempre, en 1963, desde la cúpula del Ejército Popular de Liberación mandó recopilar un librito con citas de Mao que se editó por millones de ejemplares para adoctrinar al Ejército. Fue el después famoso Libro Rojo de Mao.
- ¿Y la tristemente famosa Revolución Cultural?
- Algunos dicen que fue orquestada por Mao y por sus adláteres para recuperar el poder y mantener la lucha de clases permanente. Mao movilizó a jóvenes y a  adolescentes para que formaran agrupaciones de Guardias Rojos y se alzasen contra todos los que ellos tacharon de contrarrevolucionarios y de burgueses: intelectuales, burócratas, dirigentes locales y antiguos burgueses. Aquí los mejores vástagos de las antiguas familias hubieran corrido un auténtico peligro si los más destacados no hubieran sido enviados a ampliar estudios a países extranjeros.
- Fue la previsión de quienes auscultan el futuro para que se cumplan las profecías que convienen.
- Así es. Fue el tiempo de doblegarse ante la riada y de hacerse el muerto, dejándose ir en apariencia con el curso del río pero preparándose, como los auténticos dragones que lo cabalgan, para hacerse con su fuerza cuando se hubieran enfrentado todos contra todos. Como sucedió creándose un caos con un enorme vacío de poder. Mao sacó el Ejército a la calle y tras dos años de enfrentamientos, purgas, asesinatos y suicidios, destrucción de patrimonio artístico y cultural, el Partido resurgió de sus cenizas y el XII Pleno del Comité Central colocó a Lin Biao como sucesor. Pero los que sabían...
- ... los Sun Tzú...
- Enviaron a los jóvenes revolucionarios y desclasados en masa al campo para gustar su propia medicina: Aprender de los campesinos, como ellos habían hecho con intelectuales y científicos, rectores y académicos que comprendieron que la salvación estaba en recuperar lo mejor de la identidad perdida, la vuelta a las raíces para volar de nuevo, cuando pasase aquella peste de la supuesta Revolución Cultural se había revelado contradictoria, insegura y demencial. El talón de Aquiles se había revelado a pesar de la mano de hierro del Partido regido por ancianos pero algunos de la talla de Deng Xiaoping y de Chu Enlai, artífice de la política exterior china. Como en el choque de trenes no mueren las pulgas, él supo sobrevivir debido a su perfil voluntariamente oscuro. Comenzó con el distanciamiento de la URSS y con la aproximación a EEUU, inimaginable una década antes. Todo esto cristalizó en el viaje de Kissinger a Pekín, en 1971, y con la entrada de China en la ONU, desplazando del Consejo de Seguridad a la China  nacionalista refugiada en Taiwán.
- Así cayó Lin Biao y emergieron Deng Xiaoping y Chu Enlai, - apuntó Sergei para animarlo a que continuase.
- Lin Biao murió de forma misteriosa al caer sobre las estepas heladas de Mongolia el avión que lo llevaba huido a Rusia. Así, Mao, con 78 años se encontraba de nuevo sin sucesor reconocido. Se reabrieron las universidades, se rehabilitaron profesores e intelectuales y, bajo la apariencia de continuidad con el radicalismo anterior, que tanto confundió a Occidente, se introdujeron reformas inteligentes más en consonancia con las nuevas estrategias económicas que en los fanatismos políticos. La lucha de los moderados capitaneados por Chu Enlai y por Deng Xiaoping contra la Banda de los Cuatro, liderada por la esposa de Mao, Jiang Qing, fue atroz desencadenando una insólita campaña contra Confucio.
- ¿Pero no estaba proscrito? ¿No se habían lanzado a la calle con el grito “¡Abajo la barraca de Confucio!”?
- Ellos sabían lo que hacían pues, bajo el pragmatismo y la ortodoxia marxista-leninista, que representaban Chu Enlai y Deng Xiaoping, se estaba ventilando una nueva actitud ante el progreso económico y social, así como la recuperación del papel hegemónico de la China del Imperio del Centro que nadie, dentro y fuera, supo detectar.
- De ahí el triunfo irrefrenable de la economía y del crecimiento desde la década de los setenta.
- Chu Enlai, gravemente enfermo de cáncer, al igual que Mao Zedong, proclamó las Cuatro Modernizaciones para reformar la agricultura, la industria, la defensa y la ciencia y la tecnología. Pero Occidente permanecía ciego y obnubilado por la enorme carga demográfica y la aparente uniformidad de los cuadros vestidos todos con trajes azules. Los nuevos dirigentes pusieron lo eficaz y lo económico por delante de lo político. Conservaron las estructuras pero inyectaron en el sistema unos virus que se apoderaron de todo el andamiaje. El beneficio económico y la más que contrarrevolucionaria frase de Deng Xiaoping: Enriquecerse no sólo es lícito sino revolucionario.
- Y ahí cayeron todos, como moscas en la miel, comenzando por los militares, los políticos y los funcionarios, - dijo Sergei, contento de su metáfora.
- Sí, fue como cuando, para conquistar una fortaleza, el general proclama el derecho de saqueo durante tantos días. Es de una eficacia insuperable, pues ya no compiten contra el enemigo sino contra sus propios compañeros en la codicia y la avaricia por tener más. En enero de 1976 moría Chu Enlai, y Deng Xiaoping fue destituido, pero no destrozado, como habría de verse poco después. Lo responsabilizaron de los sangrientos sucesos de abril en la plaza de Tiananmen. El 9 de septiembre de ese año, 1976 moría Mao, como te dije. Le sucedió Hua Guofeng que, adelantándose a sus oponentes radicales que preparaban un golpe de Estado, ordenó la detención de la viuda de Mao y de los otros cabecillas de la Banda de los Cuatro. Así acabó la tristemente célebre Revolución Cultural dejando a salvo la necesaria memoria carismática del líder máximo, Mao Zedong.
- Y los políticos, estrategas e intelectuales de Occidente sin enterarse de lo que estaba ocurriendo mientras anunciaban un derrumbe y el caos en China.
- O se apresuraban a invertir como locos en los nuevos mercados que, paradójicamente, se les abrían en China. Deng Xiaoping volvió al poder y aplicó los principios de apertura y de reforma mientras desmontaba sutilmente el poder del maoísmo. Deng fue el último Emperador de China, reservando para Mao el de penúltimo Emperador de la dinastía roja, cauterizante, catártica pero revitalizadora que preparó la aurora para el auténtico Imperio del Centro que emerge de nuevo.
- ¿Dónde queda la imagen del caudillo revolucionario de la Larga Marcha y poeta que fascinó a estudiantes y a campesinos, así como a los jóvenes europeos de los sesenta y de lo setenta?
- Bueno, no todo fue candor e ingenuidad en el izquierdismo maoísta del 68. Sobre todo fue ignorancia de la historia y de la manera de ser del pueblo chino. La mayoría de los jóvenes europeos y de las dos Américas que idealizaron a Mao no habían conocido en sus vida más que a cocineros y camareros grises y opacos en los  restaurantes de sus barrios. ¿Qué sabían del enorme potencial científico, cultural y artístico del Imperio del Centro, de la China real y eterna?
- Noble Señor, se te ha encendido la mirada, quizás no haya estado de más la estancia en las chozas  y en este apeadero camino de Shangai, - musitó Sergei mientras recogía el servicio del té -. ¡Me gustaría tanto que me siguieras contando tú la historia de China!

José Carlos Gª Fajardo, por la trascripción

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Sinclair -

¿Qué más se podría esperar de una mujer que estaba tan cerca de alcanzar la locura? Nadie del otro hemisferio se preocuparía de su cadáver, pues no hay otra manera de sobrevivir que dejar de pensar en otro y pensar en uno mismo, sin importar que el resto se deshaga en gestos de preocupación y espasmo. Nadie se acordaría de aquella noche que besó por primera vez a su primer amor, ni del día que sus venas hinchadas de dolor se relajaron con el abrazo de un padre, o una madre. Nadie pensaría en ella como ella lo hizo sobre ella, nadie volvería la vista atrás para descubrir una vida sin par. La soledad le acompañó en vida y muerte y entre copa y copa nunca se sintió sola.

Sinclair -

Se despeinaba en el espejo, cansada de estereotipos y fantasmas veintegenarios. No tenía pretensiones de alcanzar la locura, pero sabía que la rozaba. Los bordillos de las aceras amenazaban con su filo los tobillos de los transeúntes y ella sentía el poder que la calle siempre le había transferido. Sus venas se hinchaban como velas, se sabía fuerte en su humildad y no quería volver al restaurante donde la suerte se soltó de su mano. Aquella noche todavía estaba en deuda con su alma, las luces de las farolas y de las discotecas no eran tan diferentes, unas alumbraban para ver y otras para dejar de ver, pero ambas se precipitaban contra el suelo sin importar lo que se llevasen por medio. Tanto sudor, y tanto que limpiar por la mañana. Cada segundo se moría un chaval en la Tierra y todos parecían ignorarlo, comprendió que no habría otra forma de sobrevivir, sino ignorando el mundo que se aleja, sino pensando en uno mismo y en los pocos que se desperezaban cada mañana a su alrededor. Los pasos se sucedían, uno detrás de otro, hasta que una lata de un insignificante bote de refresco multinacional la hizo tropezar y encontrase de bruces con un bordillo afilado que le seccionó la vida.