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J. C. García Fajardo

Retazos de Ting Chang 015: Cosas del Imperio del centro

Una noche de especial calor, el Noble Ting Chang y Sergei estaban tumbados boca arriba, junto al embarcadero de la laguna, contemplando las estrellas.
- Cuando uno mira esto se pregunta qué sentido tienen las guerras, las injusticias y el ansia de poder, - dijo casi en un susurro Sergei. 
- Por eso, en China, preferimos hablar del Cielo, más que de los supuestos dioses inventados por los hombres para soportar el absurdo de una vida sin sentido, -respondió en el mismo tono Ting Chang -. Se empeñan en que la vida tiene que tener un sentido trascendente cuando el único y verdadero sentido de vivir es hacerlo de acuerdo con la naturaleza.
- Lo malo es cuando se culpa al Cielo como si se tratase de un Destino implacable y cruel. Eso aligera muchas responsabilidades y mantiene a la gente atemorizada.
- Al parecer, esa es la clave del poder para muchas personas: la sumisión por el miedo a lo desconocido.
- Pero no es eso lo que enseñan los maestros de las más nobles tradiciones, como nos repetía el nuestro sirviéndose de cuentos y de paradojas, - continuó Sergei.
- Yo mismo quise sustraerme a las responsabilidades de mi condición a la que debía cuanto soy. Creí que huyendo todo sería más fácil, - dijo confidencial Ting Chang.
- Pero el Maestro te abrió los ojos y, con la ayuda de Tenno y del Barrendero de esmeraldas, te ayudaron a que vieras por ti mismo que no es lo que hacemos sino cómo lo hacemos lo que conduce a la felicidad que brota de la armonía y del equilibrio de todo lo que existe.
- Por eso da igual barrer un claustro que arreglar alcorques, o practicar la medicina como evasión y tapa conciencias,  - dijo no sin intención Ting Chang.
- ¡Que me lo digan a mí! – repuso rápido Sergei.
- Mira lo que está sucediendo en el mundo actual, con su loca carrera hacia la destrucción y hacia el caos. Los países de Occidente, que se dicen más desarrollados,  están reproduciendo los esquemas de todos los imperios que han existido en la historia de la humanidad. Esto a pesar de las advertencias de los estudiosos y de los sabios.
- Parece que siempre ha sido así, por lo que decía nuestro Maestro, - apuntó Sergei.
- No hay peor ceguera que la del que se arranca los ojos, -dijo con tristeza Ting Chang -. Hasta hace unos años, en Occidente se sostenía que Rusia y China estaban condenadas a la desaparición, confundiendo un régimen político con un país y con su auténtica historia.
- A los gobernantes parece cegarles la codicia, decía el Maestro, que es lo que conduce a la soberbia y a la ira. Es como si no pudieran considerar el mundo y sus pueblos como una anécdota en un universo en expansión, ilimitado e inimaginable ante el que lo más prudente es adaptarse a sus ritmos sin pretender echar los bueyes por delante del carro, - añadió Sergei.
- ¿Te acuerdas de la historia del boyero, del carro y de los bueyes que nos contó el Maestro Tenno? -, preguntó con inocencia Ting Chang, sentándose en el embarcadero y cubriéndose con una tela que había llevado previsor Sergei.
- ¡Háblame de China, Noble señor! Al fin y al cabo, aunque mongol de nación, soy chino de adopción, mientras me descubro ciudadano del mundo, - pidió Sergei, sentándose a su vez.
- Nosotros nos vanagloriamos de tener más de 5.000 años de historia, algo mitificados, sí, pero que son una realidad incontestable y que no es prudente ignorar cuando EEUU, por ejemplo, no supera los 300 años de desarrollo. Y fíjate, Sergei, la China actual no hace más que recuperar la posición de centralidad económica que tenía a comienzos del siglo XIX cuando era  la primera potencia mundial manufacturera. Lo admirable y que se empeñan en ignorar en Occidente, era que ocupaba esa posición desde hacía más de nueve siglos. O sea, cuando ni estaba descubierta América, ni había comenzado la conquista de África, ni habían comenzado las bárbaras Cruzadas contra “los infieles”. Fíjate que, en 1776, Adam Smith, el padre del Liberalismo y autor de La riqueza de las naciones, había escrito que China era un país más rico que todos los de Europa juntos. Si tenemos en cuenta que, antes de 1880, las relaciones comerciales entre los chinos, japoneses, javaneses y siameses, eran superiores a todas las intra europeas podrían darse cuenta los estrategas modernas del error de considerar al Maoísmo como la tumba de la historia de China.
- He escuchado decir a nuestro Maestro que el comunismo en China no es más que un gran sarpullido, como una catarsis que no alcanzará la duración de cualquiera de las grandes dinastías, - apuntó Sergei que sacó de no se sabe donde un termo con el té especiado que tanto les gustaba.
- En la Europa cristiana no van más allá de los 2.500 años de historia, asumiendo todo el pasado del Mediterráneo, de Egipto y aún de Oriente Medio, lo cual es mucho decir. India, decía el Maestro, es más compleja y no se puede simplificar con los criterios occidentales que se empeñan en razonarlo todo, medirlo y pesarlo, con unos esquemas y modelos que ahogan el espíritu y sofocan la fuerza de la intuición, que es fuente de vida. Pero no tiene una historia con un Imperio del Centro y una cierta continuidad, - dijo evocando el pasado Ting Chang, más en filósofo que en médico.
- También he traído galletas de jengibre, - dijo la Liebre como disculpándose de su voracidad aún en aquellos momentos. Pero, como él decía, “es que estoy creciendo”.
- Leía hace unos días un poema de T.S. Eliot que me había enviado mi hermano desde EEUU: “No pueden los humanos soportar demasiada realidad”. Y es que guste o no guste, lo admitan o no, en términos tecnológicos China estaba en una posición dominante antes y después del famoso Renacimiento europeo. Fueron la Revolución Industrial y la expansión colonial del siglo XIX lo que desplazó a Asia del concierto económico mundial, empobreciéndola, ruralizándola y desindustrializándola, (como escribe Ollé), por medio de la imposición de las reglas del comercio libre que obligaba a los países colonizados a abrir sus fronteras a los productos occidentales sin contrapartida alguna.
- A eso llama un japonés reencastado “el fin de la historia”, porque ya algunos han alcanzado un determinado nivel de desarrollo económico, aunque haya sido a costa de la explotación de miles de millones de seres “incivilizados”.
- Así es, - dijo pensativo Ting Chang mientras se alzaba y comenzaba a caminar en dirección a la Pagoda de las glicinias, seguido por la Liebre de las estepas que no quería perder ripio de aquella oportunidad formidable, aunque fuera a costa de saltarse el método paradójico de los cuentos. Valía la pena, de cara al inmediato futuro de los dos, y de tantos otros -. Es suicida que los occidentales ignoren las pautas culturales, históricas y las características específicas de vivir, pensar y organizarse de un pueblo que sin duda han influido en este espectacular desarrollo de las dos últimas décadas. Fíjate que, en este período, más de cuatrocientos millones de chinos han visto transformada su situación. Desde 1978, más de 25 años, ha habido un crecimiento sostenido superior al 9% anual. A ver si hasta el tan denostado, y con razón, régimen maoísta va a resultar que no es sino otro avatar de la antigua China imperial y burocrática.
- Un día contaste en las chozas, que el actual presidente de China dijo algo así como que China sabrá encontrar en sus tradiciones culturales un nuevo basamento filosófico apoyado en la sabiduría del Taoísmo y en las formas de gobierno inspiradas en Confucio, que, al parecer, pueden servir tanto para un roto como para un descosido, según quien las aplique, - dijo Sergei.
- El sistema comunista ha sido un enorme fracaso y no ha cumplido ninguno de sus postulados -, corroboró Ting  Chang -, pero ha podido servir para olvidar las anquilosadas estructuras de la última dinastía y de la casi desaprovechada revolución que la derrocó. Dicen algunos que las viejas supersticiones, costumbres y creencias vuelven a aparecer por todas partes y sería bueno identificarlas para aplicarles los necesarios correctivos para que su lado destructivo no vuelva a repetirse. Pero ahí están el impacto de Internet y de las nuevas tecnologías, la expansión financiera y económica para asegurarse el suministro de energía y de materias primas.
- Mientras los mercaderes occidentales sólo buscan los beneficios inmediatos, como aquella manera de cazar monos que nos contó el Barrendero: Les ponían cacahuetes debajo del árbol y los iban conduciendo hasta una jaula que tenía dentro un buen puñado pero que tenía una entrada tan estrecha que sólo cabía la mano estirada del mono, la metía, la llenaba de cacahuetes y luego era incapaz de soltarlos para sacar la mano y recuperar su libertad, - contó con gracia Sergei.
- Mira por donde hemos alcanzado el amanecer sin que nos faltara una buena historia-, dijo sonriendo el Noble Ting Chang que saludaba con una leve inclinación de cabeza a los dos Sun Tzen, el de Shangai y el de Nueva York, que iban a reunirse con otros homólogos en este día que habían acordado para que el Noble Señor descansase.

José Carlos Gª Fajardo, por la trascripción

 

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Rôvënty -

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