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J. C. García Fajardo

Dejémonos de "ayudar" a los países del Sur y exijamos un comercio justo

 Las negociaciones en el seno de la Ronda Doha de la Organización Mundial de Comercio (OMC) han vuelto a fracasar. Más de medio centenar de ministros han sido incapaces de encontrar el consenso suficiente sobre tres puntos esenciales para el avance en la liberalización comercial. La Unión Europea debía reducir de forma significativa los aranceles que pesan sobre las importaciones agrícolas; EE UU, hacer lo propio con los subsidios a sus productores de esos mismos productos; y de los países menos desarrollados, representados por el Grupo de los Veinte, se esperaba que abrieran más sus mercados a las manufacturas y bienes industriales. Como se temía, en los dos primeros puntos no ha sido posible el avance. Ahora deberá ser el director de la OMC, Pascal Lamy, quien, antes de agosto, intente salvar la propia ronda.
La extensión del comercio, el aumento de los intercambios y, muy especialmente, del número de países que los realizan es una de las condiciones necesarias para el desarrollo. Todos asumen una premisa tal, pero en su concreción afloran las resistencias de grupos de interés. Los agricultores de los países más avanzados, de forma particular, son capaces de bloquear la generación de bienestar para segmentos mucho más amplios de población, incluidos los de sus propios países.
Instituciones como la OCDE o el Banco Mundial han divulgado estudios que demuestran el muy favorable impacto sobre el bienestar global derivado del desmantelamiento de esas protecciones. Dificultar el acceso a los mercados agrícolas nacionales de los países ricos o subvencionar a los productores domésticos impide que los menos desarrollados, mucho más dependientes de las exportaciones agrícolas, encuentren oportunidades de crecimiento, al tiempo que penalizan a los consumidores. A pesar de que nadie gana a medio plazo, los gobiernos parecen entregados a defender los intereses a corto plazo de unos pocos.
La posición de la Unión Europea no es precisamente ejemplar. A las mayores concesiones de EE UU no acompaña una disposición similar comunitaria, presa de las presiones políticas de pequeños grupos de agricultores. La incapacidad para alcanzar un consenso, antes de que expire el periodo de que dispone el presidente de EE UU para aprobar acuerdos de este tipo sin necesidad de someterlos al Congreso de su país (fast track), puede desembocar en un peligroso escenario, propiciador de la extensión del proteccionismo, y de esa inestabilidad geopolítica que le ha acompañado a lo largo de la historia. La OMC es la más importante herramienta de gestión del proceso de globalización. Es necesario fortalecerla.

1 comentario

Carlos Miguélez -

Los países del Sur no tendrán más remedio que crear sus propias redes comerciales. Es posible tener tratados horizontales como Mercosur y demostrar que el comercio es para el beneficio de los pueblos y no para del despilfarro de unos pocos.