Retazos de Sergei 019: Aprender a nadar
Cuando era joven el Mulá Nasrudín Hodja, héroe de tantos cuentos populares en Oriente Medio, tenía una barca desvencijada que utilizaba para llevar a la gente al otro lado del río.
Un día, su pasajero de turno, un profesor muy quisquilloso, decidió, mientras cruzaban, hacerle una prueba al Mulá para ver cuánto sabía.
- Dime, Nasrudín, ¿cuánto es ocho veces seis?
- No tengo idea, - respondió el Mulá -.
- ¿Cómo escribes “magnificencia”?
- No lo hago, - respondió Nasrudín -.
- ¿No estudiaste nada en la escuela?
- No, - respondió el Maestro -.
- En ese caso, la mitad de tu vida está perdida.
Justo entonces, se desató una tormenta feroz (vaya usted a saber si Nasrudín tuvo algo que ver o si los Cielos quisieron echarle una mano), y el bote comenzó a hundirse.
- Profesor, - dijo Nasrudín -. ¿Alguna vez aprendiste a nadar?
- No, - le respondió -.
- En ese caso, tu vida entera está perdida.
En los planes de estudio insisten en que llenemos nuestra cabeza de conceptos en lugar de ayudarnos a tenerla bien estructurada. Ocho veces seis todavía suman 48, con independencia de dónde vivamos. Pero el concepto de magnificencia puede cambiar si sabemos que, en 1520, cuando los españoles llegaron a Tenochtitlán, Ciudad de México, ésta era diez veces más grande que cualquier ciudad europea.
Ignorar la otra mitad de la humanidad (las mujeres, los pueblos indígenas, los hambrientos, los que no tienen acceso a la cultura, menospreciar a quienes ni siquiera saben que son personas) no presta la ayuda necesaria para aprender a nadar en las aguas turbulentas de nuestro siglo.
Un día, su pasajero de turno, un profesor muy quisquilloso, decidió, mientras cruzaban, hacerle una prueba al Mulá para ver cuánto sabía.
- Dime, Nasrudín, ¿cuánto es ocho veces seis?
- No tengo idea, - respondió el Mulá -.
- ¿Cómo escribes “magnificencia”?
- No lo hago, - respondió Nasrudín -.
- ¿No estudiaste nada en la escuela?
- No, - respondió el Maestro -.
- En ese caso, la mitad de tu vida está perdida.
Justo entonces, se desató una tormenta feroz (vaya usted a saber si Nasrudín tuvo algo que ver o si los Cielos quisieron echarle una mano), y el bote comenzó a hundirse.
- Profesor, - dijo Nasrudín -. ¿Alguna vez aprendiste a nadar?
- No, - le respondió -.
- En ese caso, tu vida entera está perdida.
En los planes de estudio insisten en que llenemos nuestra cabeza de conceptos en lugar de ayudarnos a tenerla bien estructurada. Ocho veces seis todavía suman 48, con independencia de dónde vivamos. Pero el concepto de magnificencia puede cambiar si sabemos que, en 1520, cuando los españoles llegaron a Tenochtitlán, Ciudad de México, ésta era diez veces más grande que cualquier ciudad europea.
Ignorar la otra mitad de la humanidad (las mujeres, los pueblos indígenas, los hambrientos, los que no tienen acceso a la cultura, menospreciar a quienes ni siquiera saben que son personas) no presta la ayuda necesaria para aprender a nadar en las aguas turbulentas de nuestro siglo.
3 comentarios
DANIEL -
Diego Ochoa -
Escila -