Contra el Dakar: El árbol del Teneré
Así escribía a mi Directora de Internacional: Madrid 6 enero de 2000
Querida Carmen:
Adjunto artículo “El árbol del Teneré” para dar testimonio en nuestras páginas de Internacional de ese salvaje rally que ensalzarán en Deportes sin tener en cuenta que violan pueblos y tierras que ya no son baldías ni lugares de conquista para los invasores europeos. Después iremos con programas de cooperación a recuperar esas tierras de la agresión que padecen.
Un abrazo
José Carlos
EL ARBOL DEL TENERÉ
Exultan los cronistas deportivos al relatarnos que “las calles de Dakar huelen estos días a una mezcla de neumático quemado, gasolina y aceite”. ¿Qué deporte es ese en el que no hay lance de caballeros sino agresión a las gentes, a las tradiciones y a los más hermosos desiertos? Durante 17 días, centenares de coches, motos y camiones agredirán el medio ambiente durante 11.000 kilómetros por tierras libres que no admiten fronteras de Senegal, Malí, Burkina, Níger, Libia y Egipto. Les acompañan 22 aeronaves y 39 vehículos de la organización que transportan 200 toneladas de comida, dos millones de litros de combustible que envenenarán el aire y dos mil personas que encenderán fuegos con los rastrojos vitales para la subsistencia, que arrojarán millones de plásticos y que contaminarán con su estruendo a los pueblos nómadas y en poblados de adobe con otra dimensión del tiempo.
¡Profanarán las sagradas ciudades de Agadés, de Zínder, de Bilma y los ambientes impolutos del Teneré!
Ciudad de Agadés, tan hermosa como Tombuctú, Gao y Djené de donde partían las caravanas hacia Bilma, otras con oro hacia Tamanrasset y otras bajaban con sal hasta el sultanato de Zínder! Tierras del Níger donde un día floreció el Imperio Kanem-Bornu cuya grandeza ignoran esos bárbaros en sus cacharros metálicos y que se extendió hasta el Lago Chad y fue poblada por hausa, songhay y tuaregs. En las tierras del Tassili florecieron bosques de cipreses. Las estepas de Ahaggar eran inmensas praderas donde pacían innumerables rebaños y el desierto del Teneré era un lago profundo y lleno de vida cuyo vestigio es el lago Chad. Dice un proverbio tuareg: “al final de la arena, está la montaña”. Los hombres azules no temían al desierto pero lo respetaban como al “jardín de Alá donde Dios eliminó toda vida superflua para disponer de un lugar donde pasearse en paz"
Durante centenares de años el árbol del Teneré era la referencia obligada para las caravanas portadoras de vida, de palabras y de esperanza. Hace unos años, un piloto borracho chocó contra el único árbol del desierto del Teneré durante una bestialidad semejante a esta horda de dos mil personas que mancillarán tierras que tienen vida como el mar con sus puertos en las orillas del Sahel sobre el que no hay rutas trazadas y hay que confiarse a las estrellas.
¿Qué saben esos bárbaros de una tierra sagrada en la que habitan pueblos con costumbres milenarias del respeto que merecen?
Querida Carmen:
Adjunto artículo “El árbol del Teneré” para dar testimonio en nuestras páginas de Internacional de ese salvaje rally que ensalzarán en Deportes sin tener en cuenta que violan pueblos y tierras que ya no son baldías ni lugares de conquista para los invasores europeos. Después iremos con programas de cooperación a recuperar esas tierras de la agresión que padecen.
Un abrazo
José Carlos
EL ARBOL DEL TENERÉ
Exultan los cronistas deportivos al relatarnos que “las calles de Dakar huelen estos días a una mezcla de neumático quemado, gasolina y aceite”. ¿Qué deporte es ese en el que no hay lance de caballeros sino agresión a las gentes, a las tradiciones y a los más hermosos desiertos? Durante 17 días, centenares de coches, motos y camiones agredirán el medio ambiente durante 11.000 kilómetros por tierras libres que no admiten fronteras de Senegal, Malí, Burkina, Níger, Libia y Egipto. Les acompañan 22 aeronaves y 39 vehículos de la organización que transportan 200 toneladas de comida, dos millones de litros de combustible que envenenarán el aire y dos mil personas que encenderán fuegos con los rastrojos vitales para la subsistencia, que arrojarán millones de plásticos y que contaminarán con su estruendo a los pueblos nómadas y en poblados de adobe con otra dimensión del tiempo.
¡Profanarán las sagradas ciudades de Agadés, de Zínder, de Bilma y los ambientes impolutos del Teneré!
Ciudad de Agadés, tan hermosa como Tombuctú, Gao y Djené de donde partían las caravanas hacia Bilma, otras con oro hacia Tamanrasset y otras bajaban con sal hasta el sultanato de Zínder! Tierras del Níger donde un día floreció el Imperio Kanem-Bornu cuya grandeza ignoran esos bárbaros en sus cacharros metálicos y que se extendió hasta el Lago Chad y fue poblada por hausa, songhay y tuaregs. En las tierras del Tassili florecieron bosques de cipreses. Las estepas de Ahaggar eran inmensas praderas donde pacían innumerables rebaños y el desierto del Teneré era un lago profundo y lleno de vida cuyo vestigio es el lago Chad. Dice un proverbio tuareg: “al final de la arena, está la montaña”. Los hombres azules no temían al desierto pero lo respetaban como al “jardín de Alá donde Dios eliminó toda vida superflua para disponer de un lugar donde pasearse en paz"
Durante centenares de años el árbol del Teneré era la referencia obligada para las caravanas portadoras de vida, de palabras y de esperanza. Hace unos años, un piloto borracho chocó contra el único árbol del desierto del Teneré durante una bestialidad semejante a esta horda de dos mil personas que mancillarán tierras que tienen vida como el mar con sus puertos en las orillas del Sahel sobre el que no hay rutas trazadas y hay que confiarse a las estrellas.
¿Qué saben esos bárbaros de una tierra sagrada en la que habitan pueblos con costumbres milenarias del respeto que merecen?
Ningún medio de comunicación respetable debería de dar noticia de esa siniestra cabalgada organizada por la industria del automóvil que no aporta ninguna riqueza a esas gentes, destroza sus rutas y vegetación y contamina el aire ensordeciendo a los hombres que consideran “la vida como un viaje, siguiendo la vida de los antepasados, en las infinidades desérticas, cara al viento y a los espejismos para ir a la conquista del temible Teneré”, como dice el poema que hoy hay que rezar ante el seco tronco del árbol sagrado en el museo nacional de Niamey.
(No sé si habré influido mucho o poco, pero lo cierto es que el itinerario no ha dejado de acortarse cada año. JC)
8 comentarios
Jarkoe -
RöXyE -
Escila -
leticia Sequeira -
Teky -
Ruth Pilar -
El deporte fomenta cosas positivas como el afán de superación, disciplina, trabajar en equipo, saber ganar/perder... pero cuando se profesionaliza, todo parece quedar reducido a lo de siempre: obtención del máximo beneficio. Fomento de la competencia encarnizada entre equipos/personas para conseguir más "pegatinas" en los "monos de trabajo", reconocimiento mundial y tirón de orejas a los inmediatos perseguidores.
Es igual de "feo" que se destrocen árboles, rutas, dunas, que papeleras y marquesinas.
Ángeles -
Pablete -