Claro que importa en dónde vivimos
La guerra francesa del extrarradio
El arquitecto parisiense François Chaslin analiza los recientes disturbios del extrarradio de las ciudades francesas desde una perspectiva urbanística. Es un trabajo excelente,publicado en Babelia, del que sólo publico una parte por falta de espacio.
Se trata de una crisis que, si bien se debe a multitud de factores sociales, económicos, políticos, religiosos y étnicos, tiene también sus razones en la gestión de la vivienda social desarrollada por los gobiernos franceses de las últimas décadas.
Me parece excelente y lleno de sugerencias.
Nesemu
La miseria, el paro, las dificultades escolares, la droga, la economía sumergida y el sexismo convierten estas zonas en enclaves de exclusiónEsta insurrección de una parte de la juventud del extrarradio de las ciudades francesas se esperaba desde hace tantos años que ya se consideraba inevitable, por mucho que haya sorprendido lo virulento de esta violencia dirigida hacia bienes y personas, coches, autobuses, escuelas y centros juveniles, y hacia los escasos comercios y cafés que todavía sobrevivían en esas zonas. Esta misma violencia se teme en otros países europeos; Bélgica está preparada ante los actos vandálicos; Romano Prodi ha predicho: "No se trata más que de una cuestión de tiempo, nosotros tendremos los mismos problemas"; y el portavoz del Gobierno alemán ha interpretado estos acontecimientos como "una advertencia para todas las democracias".
En torno al verano, varios inmuebles vetustos ardieron en París por diversas razones. Veinticuatro muertos en abril, otros 24 en agosto en dos incendios. Unos 2.000 okupas viven en 63 edificios degradados en una ciudad que cuenta con casi un millar de edificios insalubres. Algunos días más tarde, el 5 de septiembre, la caja de escaleras de una pequeña torre de vivienda social era incendiada por unas muchachas que ejecutaban así su venganza particular: 14 muertos. La prensa calló entonces que fue preciso proteger a los bomberos de ser atacados.
Casi como un juego patrio, 20.000 vehículos habían sido quemados en los ocho primeros meses del año, de los cuales centenares lo fueron en la fiesta nacional del 14 de julio. En los extrarradios de las ciudades francesas se respiraba una atmósfera latente de insurrección, y todo lo que representa al Estado, policías, bomberos, cargos electos, enseñantes, se encontraba bajo sospecha.
Así, tras la muerte de dos adolescentes el 27 de octubre (perseguidos o no por la policía), electrocutados en un transformador en Clichy-sous-Bois, se desencadenó la explosión general. Las causas son numerosas. Algunas tienen muy poco que ver con las cuestiones urbanísticas. Relacionadas con el paro, las crecientes dificultades étnicas, la humillación de los niños de la segunda y tercera generación de inmigrantes magrebíes (en un ambiente de islamismo rampante e interiorizadas las imágenes de la Intifada palestina), así como con los problemas específicos de las familias del África negra (se han contabilizado 12.000 casos de hogares polígamos con multitud de hijos). Se relacionan también con las heridas sin curar del colonialismo y con el crecimiento de un sentimiento de injusticia por parte de la población negra, que querría ver el tratamiento de la esclavitud equiparado al del Holocausto.
De cualquier manera, la carestía de la vivienda se ha tornado preocupante. A la relativa retirada del Estado se ha unido la imposibilidad de liberar terrenos, sea a causa de su elevado precio o de la oposición de los votantes a ver instalarse en su cercanía a familias con problemas. Hay 330.000 demandantes de vivienda en la región parisiense y 1,3 millones en toda Francia. Los centros se han aburguesado y la mezcla social que se reivindicaba en nombre de los ideales republicanos ha derivado en una separación geográfica de clases, etnias y comunidades.
Poco a poco la crisis del extrarradio se ha precipitado hacia el drama. Tras la desaparición de la relativa satisfacción de los sesenta, todo ha contribuido a extender el sentimiento de gueto. Sus primeros habitantes, obreros, empleados llegados de pequeñas viviendas insalubres de los centros históricos, optaron al cabo de los años por casas individuales periféricas o bien, si pudieron, se acercaron a las ciudades, dejando espacio para las sucesivas oleadas de inmigrantes. La miseria, el paro endémico (con una media del 21% en estos barrios), la desaparición casi total del comercio de proximidad ante los centros comerciales, las dificultades escolares en esta babel de lenguajes, la droga, la economía sumergida, el sexismo; todo ello los ha convertido en enclaves de exclusión.
Oficialmente hay censadas 752 "zonas urbanas sensibles". Aunque se localizan esencialmente alrededor de París, Lyón, Marsella, no hay casi ningún departamento, por muy rural que sea, que no contenga alguna.
La crisis no es simplemente urbana. Es tanto económica como social, política, religiosa y étnica. Todo está íntimamente relacionado y no habría que olvidar el factor lúdico. Pero esta crisis se ha desencadenado en un mundo perfectamente definido, aislado y estigmatizado, el de los grandes conjuntos de vivienda social...
Parece que, provisionalmente, se impone el orden. Francia está sometida al estado de emergencia desde el 8 de noviembre, pero por desgracia nadie sabe exactamente qué hacer ante una crisis que no afecta sólo al entorno construido.
4 comentarios
mocito -
Patricia -
El lema francés de " Libertad,Igualdad y Fraternidad" quizá no se esté llevando a cabo, a pesar de que el gobierno se enorgullece de él.
Virginia -
Ahora que se está intentando que Turquía cambie y modernice sus costumbres igualándolas al resto de las de Europa para ser aceptada en la UE, ¿por qué no se ha igualado desde el principio el trato recibido por los inmigrantes, y por qué no se les ha ayudado a comportarse como el resto de los ciudadanos franceses? No se trata de que dejen su religión y todo eso, pero también deberían comprender que, al igual que cualquier joven tiene que estudiar hoy para conseguir un trabajo, ellos también deben hacerlo, porque se les puede ayudar con viviendas sociales, vale, pero no les va a regalar absolutamente todo, nadie va a trabajar por ellos para mantenerles.
Virginia -