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J. C. García Fajardo

Nesemu: 25 millones de olvidados

nullVeinticinco millones de personas olvidadas Estos son los temas que a mí me quitan el sueño y las sambas de los obispos o de los carlinhos.
Nesemu

Joaquín Ciervide /Director del Servicio Jesuita a Refugiados de los Grandes Lagos (Africa)) ecribe:

Hoy, 20 de junio, se celebra el Día Mundial del Refugiado, una jornada dedicada a las personas que un día se vieron privadas de su hogar y tuvieron que buscar asilo en otro país. Me gustaría repasar la situación en la que viven los más de trece millones de refugiados en el mundo, pero al mismo tiempo quisiera hacer una especial mención a la situación de los desplazados internamente, puesto que, a pesar de ser un problema que afecta a más de veinticinco millones de personas, siguen siendo los grandes olvidados de los conflictos.

La suerte de las personas refugiadas es inseparable de la problemática de la guerra. Actualmente existen al menos 33 conflictos bélicos a lo largo y ancho del mundo. Muchos de estos conflictos tienen todas las características de verdaderas guerras civiles, a pesar de que la comunidad internacional no se atreva a denominarlos de esta manera. Pensemos en Colombia, Uganda, República Democrática del Congo (RDC), Burundi, Costa de Marfil, Irak, Israel, Somalia, Indonesia, Tailandia, Eritrea, Etiopía, y un largo etcétera.

Las guerras de hoy en día se caracterizan por que las víctimas son en su gran mayoría civiles que poco o nada tienen que ver con el conflicto. Son las mujeres violadas por milicianos 'mai-mai' en las aldeas del Congo. Son los niños reclutados por fuerza por el Lord's Resistance Army en el norte de Uganda. Son las poblaciones rurales de Burundi y de Costa de Marfil sometidas a pillajes, tanto por parte de los rebeldes como por los soldados del ejército.
Uno de los efectos de estas guerras modernas es que generan grandes movimientos de población. Las personas que huyen masivamente buscan asilo atravesando la frontera hacia un país estable -en el caso de las personas refugiadas- o quedándose en una zona segura de su propio país -las personas desplazadas-.

Hoy en día, son millones las personas que languidecen en campos de refugiados. Los más populosos se encuentran en el África subsahariana. Tanzania, Uganda, Zambia, Namibia y Kenia se cuentan entre los principales países de acogida, mientras que entre las naciones de origen destacan Angola, RDC, Burundi, Sudán, Somalia y Ruanda. Existen campos-torres-de-Babel, como el de Kakuma, en Kenia, que agrupa a personas refugiadas de muy diferentes nacionalidades. Hay campos-dinosaurios como el de Meheba, en Zambia, que ya supera la cifra de 200.000 habitantes. Los más recientes son los campos de Chad, que acogen a las personas refugiadas de Darfur (Sudán), y los de Liberia, que reciben a las de Costa de Marfil.
La vida en un campo es deshumanizadora por lo que tiene de efecto desmoralizador. En la inmensa mayoría de los casos, trabajar fuera está estrictamente prohibido. En algunos lugares, como en los campos de Tanzania, el acceso está bloqueado y se requieren más de dos semanas de espera para recibir el permiso para visitarlos. A las personas refugiadas no se les permite salir del campo, ni siquiera para cortar leña que usar para cocinar. Algunos se encuentran en lugares inhóspitos, como los de Ebesche, en Chad, con su calor asfixiante y sus terribles tormentas de arena. Y siempre pesa la frustración de no poder volver a casa.

Sin embargo, existen fórmulas mucho más hospitalarias para acoger a las personas refugiadas que encerrarlas en un campo. En India, los refugiados de Sri Lanka se encuentran distribuidos en más de cien pequeños asentamientos, donde se pueden integrar mejor con la población local. Otros se albergan en aldeas en los países vecinos, como muchos de los liberianos y liberianas llegadas a Costa de Marfil o a Guinea, o las colombianas y colombianos en Venezuela.

Existen también los denominados 'refugiados urbanos': aquellas personas que pueden ganarse la vida en las ciudades y que por ello no necesitan la asistencia de alojamiento, alimentos, escuelas y atención médica que se ofrece en los campos.

Una vez adquirido el estatuto de persona refugiada, éstas gozan, en teoría, de los mismos derechos que los habitantes del país de acogida. Sin embargo, en las naciones más deseadas por los refugiados, es decir, las europeas, Estados Unidos, Canadá o Australia, la concesión del estatuto de persona refugiada es muy limitada, debido a la dificultad que existe para diferenciar al refugiado de quien emigra por motivos económicos y a las legislaciones cada vez más restringidas.

Se calcula que hoy en día existen en el mundo trece millones de personas que cuentan con el estatuto de refugiados.

A pesar de que las personas refugiadas son el signo externo más visible de la guerra, no son sin embargo las únicas víctimas. Los grandes olvidadas en los conflictos son los desplazados, es decir, aquellas personas que han conocido la misma situación de violencia que los refugiados, pero que sin embargo han permanecido en su propio país. Si el número de personas refugiadas llega a trece millones, el de los desplazados sobrepasa los veinticinco millones. En Sudán, entre 4 y 5 millones se han visto en la necesidad de marchar lejos de sus lugares de origen a causa del conflicto entre el SPLA y el Gobierno. En Colombia son dos millones y medio las personas desplazadas por la tensión existente entre guerrilleros, paramilitares y fuerzas del Gobierno. En la República Democrática de Congo, dos millones malviven a causa del desplazamiento forzoso o, peor aún, el aislamiento total provocado por la guerra.

Los desplazamientos internos son más difíciles de percibir y no son tan llamativos como los de las personas refugiadas, y por lo tanto no atraen tanto a los medios de comunicación. En este sentido, los desplazados se pueden considerar como los 'parientes pobres' de las víctimas de guerras. En el mejor de los casos, son las ONG internacionales y locales las que atienden a estas personas.

Por ejemplo, desde 1999, el JRS (Servicio Jesuita a Refugiados), con el apoyo financiero obtenido por Alboan, lleva acompañando en la República Democrática del Congo a 6.000 personas desplazadas en la ciudad de Lubumbashi y a 7.000 en la capital, Kinshasa. Estas personas no pueden recibir asistencia de ACNUR, puesto que ACNUR se consagra exclusivamente a las personas refugiadas, y no existe una organización de las Naciones Unidas que se ocupe de este grave problema. Por los nueve pequeños campos que albergan a las personas desplazadas de Kinshasa y Lubumbashi han pasado diversas ONG, pero todas ellas han dejado de intervenir al poco tiempo.

Si el Día Mundial del Refugiado representa un toque de atención en favor de las víctimas de guerras, tengamos presente que las personas desplazadas constituyen un colectivo tanto o más necesitado que el de las refugiadas, y que es a estas personas a quienes debemos dedicar en estos momentos nuestra atención prioritaria, sin que por ello olvidemos a las personas refugiadas.

2 comentarios

Carlos Miguélez -

Perdonad la errata. Quise decir: "que no es sino un..."

Carlos Miguélez -

No sé si alguien de ustedes vio el impresionante documental ayer por la tarde sobre la "lucha" estadounidense contra las drogas en Colombia, que nos sino un pretexto para intervenir en la zona por los hidrocarburos. Tocaron el tema de los desplazados por las amenazas paramilitares y fue impresionante. Los paramilitares matan para defender los intereses de Washington, mientras miles de personas quedan en la intemperie, sin hogar.