Nesemu: Cuando asfixian al Cuarto Poder...
El cuarto poder aparece cada vez más controlado. Como periodistas, no nos puede ser indiferente lo que le está ocurriendo a la revista Newsweek. El tema de las presiones sicológicas a los presos en Guantánamo y en otros antros de tortura por parte de sus torturado es ya ha sido denunciado desde 2004. No es sólo de ahora. Utilizan los sentimiebtos o prejuicios religiosos de los prisioneros como hacía Gran Bretaña en India cuando los siks enterraban vivos a musulmanes envueltos en piel de cerdo ante los gritos desesperados de las víctimas, de sus familiares y del resto de la comunidad musulmana. (Cfr. Esta noche la libertad, de D. Lapierre y Larry Collins)
Este editorial de El País puede ser suscrito por muchos periodistas cabales.
Nesemu
//Pagar el pato
La revista Newsweek se ha retractado de una minihistoria, publicada el 9 de mayo, según la cual una investigación interna había descubierto profanaciones del Corán por parte de interrogadores estadounidenses en la prisión militar de Guantánamo, calabozo extraterritorial de presuntos terroristas islamistas. La revista, que afirma ahora no poder verificar suficientemente la información, se desdice tras intensas presiones políticas y después de que su eco provocara protestas en diferentes países musulmanes y una grave explosión de violencia en Afganistán, con casi una veintena de muertos.
Los responsables del influyente semanario estadounidense pueden haber obrado con ligereza al avalar su texto, un breve suelto en una sección miscelánea, con una sola fuente anónima, un alto funcionario que una vez iniciado el escándalo se ha mostrado dubitativo respecto de sus datos. Quizá tampoco hayan calibrado el alcance eventual de su nota en un mundo musulmán hipersensibilizado y radicalizado por los casos de Irak y Afganistán; un mundo que considera el Corán literalmente la palabra de Dios y cuya reverencia por el libro se extiende a cada uno de sus ejemplares.
Pero pretender cargar al mensajero con la sangre vertida y el desprestigio estadounidense es un supremo ejercicio de cinismo por parte del Pentágono, el Departamento de Estado y la Casa Blanca. Responsable último del desaguisado es un Gobierno que mantiene una política informativa rigurosamente opaca en temas de terrorismo y que además permite la existencia de una prisión como Guantánamo, un limbo legal al margen de cualquier convención civilizada, donde los militares de EE UU hacen y deshacen, sin más control que el suyo propio, con los cientos de sospechosos islamistas allí internados. De otra parte, no son novedad este tipo de denuncias. Hay, en concreto, dos demandas de ex presos de Guantánamo contra guardianes por supuestas vejaciones del libro sagrado musulmán.
El caso de Newsweek no es el primero ni será el último de estas características que podría evitarse con información oficial transparente. La penumbra en EE UU sobre temas de terrorismo, cada vez más espesa, fuerza a los medios a buscar procedimientos oblicuos para sustentar sus historias. Y sería ingenuo pensar que un arma como el suelto de Newsweek iba a ser desaprovechada por la agitación integrista. No es casualidad que el uso más demagógico del episodio ahora desmentido se haya hecho en Afganistán, un país que se tambalea pese a la presencia militar estadounidense, donde Al Qaeda y sus secuaces tienen todavía gran fuerza, y cuyo presidente, firme aliado de Washington, tiene serias dificultades para asentar su poder más allá de la capital.
Este editorial de El País puede ser suscrito por muchos periodistas cabales.
Nesemu
//Pagar el pato
La revista Newsweek se ha retractado de una minihistoria, publicada el 9 de mayo, según la cual una investigación interna había descubierto profanaciones del Corán por parte de interrogadores estadounidenses en la prisión militar de Guantánamo, calabozo extraterritorial de presuntos terroristas islamistas. La revista, que afirma ahora no poder verificar suficientemente la información, se desdice tras intensas presiones políticas y después de que su eco provocara protestas en diferentes países musulmanes y una grave explosión de violencia en Afganistán, con casi una veintena de muertos.
Los responsables del influyente semanario estadounidense pueden haber obrado con ligereza al avalar su texto, un breve suelto en una sección miscelánea, con una sola fuente anónima, un alto funcionario que una vez iniciado el escándalo se ha mostrado dubitativo respecto de sus datos. Quizá tampoco hayan calibrado el alcance eventual de su nota en un mundo musulmán hipersensibilizado y radicalizado por los casos de Irak y Afganistán; un mundo que considera el Corán literalmente la palabra de Dios y cuya reverencia por el libro se extiende a cada uno de sus ejemplares.
Pero pretender cargar al mensajero con la sangre vertida y el desprestigio estadounidense es un supremo ejercicio de cinismo por parte del Pentágono, el Departamento de Estado y la Casa Blanca. Responsable último del desaguisado es un Gobierno que mantiene una política informativa rigurosamente opaca en temas de terrorismo y que además permite la existencia de una prisión como Guantánamo, un limbo legal al margen de cualquier convención civilizada, donde los militares de EE UU hacen y deshacen, sin más control que el suyo propio, con los cientos de sospechosos islamistas allí internados. De otra parte, no son novedad este tipo de denuncias. Hay, en concreto, dos demandas de ex presos de Guantánamo contra guardianes por supuestas vejaciones del libro sagrado musulmán.
El caso de Newsweek no es el primero ni será el último de estas características que podría evitarse con información oficial transparente. La penumbra en EE UU sobre temas de terrorismo, cada vez más espesa, fuerza a los medios a buscar procedimientos oblicuos para sustentar sus historias. Y sería ingenuo pensar que un arma como el suelto de Newsweek iba a ser desaprovechada por la agitación integrista. No es casualidad que el uso más demagógico del episodio ahora desmentido se haya hecho en Afganistán, un país que se tambalea pese a la presencia militar estadounidense, donde Al Qaeda y sus secuaces tienen todavía gran fuerza, y cuyo presidente, firme aliado de Washington, tiene serias dificultades para asentar su poder más allá de la capital.
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Elisa -
Scicker -
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