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J. C. García Fajardo

Nesemu: Cambiemos de chip

Durante la Edad Media, la humanidad vivió enajenada por el pensamiento mágico-religioso que, en algunas interpretaciones, negaba la libertad y la responsabilidad de las personas sometidas a la dictadura de las castas y de los privilegios feudales. El Renacimiento y la Ilustración vinieron al rescate de los seres humanos en nombre la Razón; pero sus sueños produjeron monstruos cristalizados en concepciones de la vida inhumanas por totalitarias. El pensamiento único expresa la lógica calvinista que confunde progreso con desarrollo.
Mientras que el progreso tiene como protagonista al ser humano, el desarrollo es mecánico y su objetivo son los beneficios. “Cuanto más, mejor”. El progreso es siempre a escala de la persona que camina, da pasos, pro-gressus. “Cuanto mejor, más”. Sin la conciencia de libertad y la dimensión social no hay progreso alguno.
Ni el crecimiento económico, ni el desarrollo material, ni la riqueza, ni la industrialización o innovaciones tecnológicas tienen sentido al margen de la comunidad.
No se comprende cómo la rentabilidad puede protagonizar actividad alguna si no es en beneficio de la sociedad; no sólo de algunos privilegiados.
El fundamentalismo calvinista que dio origen al capitalismo, hizo del ser humano un objeto productor cuya actividad era la obtención de beneficios. Se llegó a la monstruosidad de asumir que “vivimos para trabajar”. Como nuestra salvación eterna dependía de la Providencia, era preciso que ésta nos encontrase trabajando, ahorrando, produciendo sin dejar espacios para el sosiego, la recreación o el arte, al que pusieron precio. En las “Ordonnances sur le régime du peuple de Génève”, Calvino afirma que las señales de la predestinación son la industriosidad, el trabajo y ascetismo mundano; que serán el medio para alcanzar la salvación. Reírse era delito. El padre de Rousseau fue condenado por enseñar danza. Condenaron el ocio e idolatraron el “nec-otium”.
El lucro económico, condenado por Tomás de Aquino y por Aristóteles, se convirtió en clave del sentido de una vida ordenada a alcanzar su perfección. Se sanciona religiosamente la necesidad del capital y de la banca, la bondad del préstamo y del crédito, así como el beneficio que excediera toda necesidad estricta. Rige la máxima “orar es trabajar”.
Creyéndonos libres, vivimos encadenados por el pensamiento mítico de la productividad, del triunfo y de la victoria sobre los demás. La competitividad ha desplazado a la competencia.
El individualismo más atroz nos ha desarraigado de nuestras señas de identidad como personas. Nos hacen olvidar que vivimos para ser felices; único sentido de la existencia. Ser nosotros mismos en relación con los demás parece obsceno porque las pautas del mercado establecen que pensar, atreverse, discernir, salirse de la rueda de presos consumidores, es pecado. El fin justifica los medios y la guerra es el lógico instrumento de esta idolatría.
Es preciso cambiar de chip. Organizar la resistencia y rebelarnos. Denunciar la injusticia social y echar del poder a quienes lo detentan. No es viable un modelo basado en las armas, la explotación de recursos y la deshumanización. Una sociedad global, en la que nos sabemos vecinos responsables, sólo puede fundamentarse en la solidaridad.

José Carlos Gª Fajardo

8 comentarios

Merche -

¡Tiene que tener sentido vivir!.. me gusta esa frase...
Da igual si es con unos valores u otros, o si estamos en lo cierto o no. Se trata de vivir, de sentir, de crecer, de soñar y del derecho que cada uno tiene a equivocarse. Un Carpe Diem continúo. Y siempre, tras la ocura noche, el sol brillante. Y en el fondo, esse sol es el mismo para todos.

Nesemu -

Según Montaigne /tres cosas importantes le suceden al hombre en esta vida: nacer, vivir y morir. No sentimos lo primero, sufrimos de morir y nos olvidamos de vivir./
Pues eso, vivamos plenamente cada instante, hasta aquel en el que nos entregamos al descanso en el sueño. Yo duermo pero mi ser más íntimo vela. ¿Qué importa que yo al despertar no lo recuerde si se ha hecho hogaza, vino, carne y alegría en ese yo amplio, inmenso, total y eterno que está relacionado con todo cuanto existe? La vida es un quehacer que ocurre también mientras dormimos, mientras bostezamos o mientras nos preguntamos absurdamente por el sentido de la vida. ¡Tiene que tener sentido vivir! Pues vivamos y que cada uno se apoye en lo que quiera: valores, principios, ideas, filosofías o religiones. ¿Qué más da? ¿te sirve para ser más tú, más nosotros, más todo? Pues, adelante.
Nesemu

hormiguero -

Cierto Alberto, no me quedó bien ese cierre. Borro esa frase traicionera.
Es verdad que hacen más los que quieren hacer algo, pero son los menos, y por el contrario muchos más los que tienen las posibilidades de hacerlo y no realizan nada de nada. Pasa todo a su lado y no dejan que nada les roce. Algo falla. O quizá ese sea el destino de los humanos... Porque a mi me da pena que tantos desperdicien las muchas posibilidades que hoy se tienen. Empezando porque ya no se sabe apreciar la luz del sol... Para muchos, afortunadamente no para todos, cuando finaliza la noche no se acaba todo... Un abrazo.

Larry -

Pues que en cada amanecer tras cada larga noche, el Sol nos ilumine. Y que el Sol, sea Razón.

Rôvënty -

Es al revés, amigo Jesús. Es ahora cuando todo tiene sentido. Hace más el que quiere que el que puede y el momento de mayor oscuridad es la que precede al alba (y además hace más frío).
Un saludo

hormiguero -

"Dicen, que de todos los animales de la creación,
el hombre es el único que bebe sin tener sed,
come sin tener hambre y habla sin tener nada que decir.
Por eso es mejor forjar el alma que amueblarla" (Mago).

O cambiamos nuestra forma de amueblar las cabezas -dejar de ocupar el tiempo en tantas simplezas de nuestras vidas para ocuparnos más en intentar conseguir sonrisas de los demás- o el ser humano llegará a una estación sin retorno... Sí, es hora de cambiar el chip. Ahora, nada tiene sentido.

Cristóbal -

Son los dogmas, a ver qué cultura no los tiene. A nosotros ahora, incluso, se nos cruzan. Los dogmas de una iglesia, con un contenido mágico primitivo, a tanta gente le parecen creíbles y a tantos increíbles y productos de una cultura primitiva fantástica. Pero los que no se creen estos dogmas se creen los del desarrollo económico imparable. Y, si no, los de la ciencia omnipotente. Y, si no, los de la nación, el territorio, la lengua... La razón también tiene dogmas. Y todo dogma es todo, menos razonable.
¿Por qué confundimos unas leyes y unas normas (morales también) necesarias para la convivencia, con unos dogmas inapelables y eternizantes? Estamos cosificando a la persona a base de esos acartonamientos. El dogma del trabajo redentor también lo tenemos hoy, fomentado en su día por Calvino y hoy por otros fanáticos del rendimiento.

MaRtA -

Avanzamos por encima de todo y pese a quien pese; medimos nuestra felicidad en relacion a lo que poseemos. Deberíamos detener un segundo nuestra mente para darnos cuenta de que el solo sentimiento de saberse querido vale más que todo eso. Olvidar todo el dinero por el que trabajamos y por el que nos hipotecamos y preocuparnos por las personas que nos acompañan día a día.