Los Derechos fundamentales no alcanzan todavía a ser Derechos humanos
Sostiene frei Betto que todavía hoy luchamos por derechos fundamentales. Nuestra lucha todavía no es por derechos humanos.
Es decir, para unos 4.000 millones de personas hablar de derechos humanos es un lujo. Se lucha por derechos animales como comer, defenderse del frío o educar a los hijos, que la mayoría de la humanidad no tiene asegurados por las estructuras políticas y sociales. Lo grave es que quienes deciden cuales son los métodos adecuados para esa lucha no son los ciudadanos sino los gobernantes. Por eso debemos luchar en la legalidad y en la ilegalidad. Agotar todas las formas legítimas y legales, pero ¿quién ha dicho que, en un momento determinado, no sean necesarias otras formas de lucha? Los gobernantes y los grupos de presión que lo controlan todo. De ahí que, ante las nuevas formas de tiranía que disfrazan con palabras de seguridad, orden, eficacia, crecimiento económico y consumo, el derecho de resistencia se convierta en deber de conciencia. Sobre todo cuando padecen los más débiles. Santo Tomás de Aquino defendía que "el régimen tiránico no es justo, porque no busca el bien común, sino el particular de quien gobierna y de sus amigos. Así pues, la subversión de tal régimen no es realmente sedición, a no ser cuando se hace de forma turbulenta, de modo que el pueblo oprimido termina más oprimido aún" (Suma Teológica II-II, q.42) De ahí que, en este comienzo de la serie Sostiene frei Betto, enumeremos la Declaración de los Derechos Humanos en su versión popular. Para que los leamos, los meditemos y los rumiemos para tratar de ser coherentes con nuestras auténticas señas de identidad como seres humanos responsables:
Todos tenemos derecho al descanso, al ocio y a las vacaciones.
Todos tenemos derecho a la salud y a la asistencia médica y hospitalaria.
Todos tenemos derecho a la educación, al arte y a la cultura.
Todos tenemos derecho a la protección social en la infancia y en la vejez.
Todos tenemos derecho a la organización popular, sindical y política.
Todos tenemos derecho a elegir y a ser elegidos para las funciones de gobierno.
Todos tenemos derecho a una información verdadera y correcta.
Todos tenemos derecho a ir y venir, cambiar de ciudad, de región o de país.
Todos tenemos derecho a no sufrir ningún tipo de discriminación.
Todos somos iguales ante la ley.
Nadie puede ser encarcelado arbitrariamnete ni privado del derecho a la defensa.
Toda persona es inocente hasta que la justicia, basada en la ley, demuestre lo contrario.
Todos tenemos la libertad de pensar, de manifestarnos, de reunirnos y de creer.
Todos tenemos derecho al amor y a los frutos del amor.
Todos tenemos el deber de respetar y proteger los derechos de la comunidad.
Todos tenemos el deber de luchar por la conquista y consolidación de estos derechos.
Es decir, para unos 4.000 millones de personas hablar de derechos humanos es un lujo. Se lucha por derechos animales como comer, defenderse del frío o educar a los hijos, que la mayoría de la humanidad no tiene asegurados por las estructuras políticas y sociales. Lo grave es que quienes deciden cuales son los métodos adecuados para esa lucha no son los ciudadanos sino los gobernantes. Por eso debemos luchar en la legalidad y en la ilegalidad. Agotar todas las formas legítimas y legales, pero ¿quién ha dicho que, en un momento determinado, no sean necesarias otras formas de lucha? Los gobernantes y los grupos de presión que lo controlan todo. De ahí que, ante las nuevas formas de tiranía que disfrazan con palabras de seguridad, orden, eficacia, crecimiento económico y consumo, el derecho de resistencia se convierta en deber de conciencia. Sobre todo cuando padecen los más débiles. Santo Tomás de Aquino defendía que "el régimen tiránico no es justo, porque no busca el bien común, sino el particular de quien gobierna y de sus amigos. Así pues, la subversión de tal régimen no es realmente sedición, a no ser cuando se hace de forma turbulenta, de modo que el pueblo oprimido termina más oprimido aún" (Suma Teológica II-II, q.42) De ahí que, en este comienzo de la serie Sostiene frei Betto, enumeremos la Declaración de los Derechos Humanos en su versión popular. Para que los leamos, los meditemos y los rumiemos para tratar de ser coherentes con nuestras auténticas señas de identidad como seres humanos responsables:
Todos tenemos derecho al descanso, al ocio y a las vacaciones.
Todos tenemos derecho a la salud y a la asistencia médica y hospitalaria.
Todos tenemos derecho a la educación, al arte y a la cultura.
Todos tenemos derecho a la protección social en la infancia y en la vejez.
Todos tenemos derecho a la organización popular, sindical y política.
Todos tenemos derecho a elegir y a ser elegidos para las funciones de gobierno.
Todos tenemos derecho a una información verdadera y correcta.
Todos tenemos derecho a ir y venir, cambiar de ciudad, de región o de país.
Todos tenemos derecho a no sufrir ningún tipo de discriminación.
Todos somos iguales ante la ley.
Nadie puede ser encarcelado arbitrariamnete ni privado del derecho a la defensa.
Toda persona es inocente hasta que la justicia, basada en la ley, demuestre lo contrario.
Todos tenemos la libertad de pensar, de manifestarnos, de reunirnos y de creer.
Todos tenemos derecho al amor y a los frutos del amor.
Todos tenemos el deber de respetar y proteger los derechos de la comunidad.
Todos tenemos el deber de luchar por la conquista y consolidación de estos derechos.
16 comentarios
Emma Bernardo -
Montoya -
Sergio Martín -
María Vindel -
Ignacio Álvarez -
Rocío Romero Molina -
Todos somos seres humanos y todos tenemos necesidades y derechos.
Rocío Romero.
Alvaro Marchante -
Pero si uno roba un bolso puede pasar más tiempo en la cárcel que uno que roba a los ciudadanos millones y millones de euros
Elia Pesquera -
jose navareño garrido -
M. Ossorio -
Alicia Martín -
Alberto Luque -
edu -
Leticia -
Son las dos partes de la vida donde más se necesita el apoyo.
alejandro estrada -
Rôvënty -