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J. C. García Fajardo

Os echamos de menos, aunque sólo fuera como acto testimonial y simbólico

La Semana contra la Pobreza, una iniciativa de Naciones Unidas para que los Gobiernos reafirmasen su compromiso con los Objetivos del Milenio, se ha saldado con un discutible balance. Aparte de lamentarlo, habría que preguntarse si podía ser de otra manera. Desde la solemne aprobación de la Declaración en la que se recogían esos Objetivos, en septiembre de 2000, la relación del mundo desarrollado con los países en desarrollo ha ido ganando en simbolismo, incluso en glamour, lo que perdía en relevancia política y en eficacia.
Al amparo de lo que se formuló, en principio, como una agenda de compromisos suscrita por 189 Gobiernos, ha ido apareciendo durante los últimos años una nueva y empalagosa filantropía, muchas veces vinculada al mundo de las celebridades. Como promotora última de la Semana, Naciones Unidas se habría dejado tentar por los réditos inmediatos que parece ofrecer este género de aproximación a los más graves azotes que padece el mundo. De ahí la paradoja que se encontraba en la base de esta iniciativa: la única organización que reúne a los Estados del planeta no les exige que respeten lo pactado, sino que moviliza a los ciudadanos para que se lo exijan.
El principal obstáculo al que se enfrentan los Objetivos del Milenio no es la brevedad del plazo establecido para conseguirlos, aunque parezca ilusorio resolver en 2015 algunos de los más antiguos problemas de la humanidad. Es la falta de análisis y de acuerdo sobre los instrumentos para alcanzarlos. Comprometerse en los fines obviando los medios ha llevado a colocar, de nuevo, el grueso de las esperanzas en la cooperación al desarrollo, cuya contribución a la prosperidad de los países receptores arroja tantas sombras como luces. Ha llevado, además, a desatender el decisivo impacto sobre el desarrollo que tienen las reglas vigentes del comercio internacional, un amplio abanico de normas contrarias a los intereses de los más pobres, y que va desde el proteccionismo agrícola de los países ricos hasta las patentes farmacéuticas. Tal vez sobren campañas de sensibilización, por originales que sean, y falten iniciativas políticas y diplomáticas sobre cómo hacerlos realidad.
 Aconsejo leer el Manifiesto leído en la manifestación contra la pobreza, y las encendids palabras de Fderico Mayor Zaragoza: cada día mueren 60.000 personas por hambre mientras cada día gastamos DOS MIL OCHOCIENTOS MILLONES  DE  DÓLARES EN ARMAMENTO

4 comentarios

Jorge Inarejos -

Desgraciadamente siempre ha existido en el mundo una gran desigualdad económica o de cualquier otro tipo entre los diversos países del planeta.Además es muy triste pensar que las denominadas grandes potencias mundiales que viven de una forma saludable y bastante acomodada no se preocupen de esa otra gente que habita también en este mundo y que a diferencia de los primeros estos últimos no cuentan con los medios necesarios para sobrevivir.¿Cuál es la razón que lleva a los conocidos países desarrollados a despreocuparse por la situación tan crítica en la que se encuentran estas personas ?Se quiera reconocer o no esta es la cruda realidad, pues a pesar de que las grandes potencias del momento cuentan con una enorme cantidad de recursos se sigue actuando sin eficacia y no olvidemos que los verdaderamente perjudicados por esta actitud son los países del tercer mundo.

Hormiguero -

Y los países buenos, los ejemplos para los pobres, seguimos pasando. Salvo en contados lugares, en ningún sitio se habla de esto. Salvo en contadísimas clases, en las universidades no se trata el tema. Los gobiernos de los países desarrollados son tan hipócritas... Somos tan falsos en este mundo capitalista... Somos tan egoistas... Ojalá que las cosas las pudiésemos ver desde la otra parte del globo...

Noelia (Roja) -

Si no se adoptan pronto mayores medidas para combatir la enfermedad, en 2025, las infecciones afectarán a 90 millones de personas en África.Es tiempo de realizar acciones políticas que resuelvan los problemas.

Belén -

No sólo dejamos que millones de personas mueran de hambre, sino que además invertimos millones de dólares para mejorar instrumentos de muerte y destrucción. ¿Para qué? Total, con nuestra indiferencia es más que suficiente...