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J. C. García Fajardo

“No pueden los humanos soportar demasiada realidad", T. S. Eliot

Muy interesantes las palabras de Juan Benet en Volverás a Región, Alianza Editorial, “Creo que la vida del hombre está marcada por tres edades:
la primera es la edad del impulso, en la que todo lo que nos mueve y nos importa no necesita justificación, antes bien nos sentimos atraídos hacia todo aquello – una mujer, una profesión, un lugar donde vivir -, gracias a una intuición impulsiva que nunca compara; todo es tan obvio que vale por sí mismo y lo único que cuenta es la capacidad para alcanzarlo.
En la segunda edad aquello que elegimos en la primera, normalmente se ha gastado, ya no vale por sí mismo y necesita una justificación que el hombre razonable concede gustoso, con ayuda de su corazón, claro está; es la edad de la madurez, es el momento en que, para salir airoso de las comparaciones y de las contradictorias posibilidades que le ofrece todo lo que contempla, el hombre lleva a cabo ese esfuerzo intelectual gracias al cual una trayectoria elegida por el instinto es justificada a posteriori por la reflexión.
En la tercera edad no sólo se han gastado e invalidado los móviles que eligió en la primera sino también las razones con que apuntaló su conducta en la segunda. Es la enajenación, el repudio de todo lo que ha sido su vida para la cual ya no encuentra motivación ni disculpa.
Para poder vivir tranquilo hay que negarse a entrar en esa tercera etapa; por muy forzado que parezca, debe hacer un esfuerzo con su voluntad para permanecer en la segunda; porque  otra cosa es la deriva”.
(La juventud como impulso, como intuición compulsiva que nunca compara; la madurez como ese momento singular en que una trayectoria elegida por el instinto es justificada a posteriori por la reflexión, cuando los esfuerzos se orientan a justificar los actos, a comprender las causas de las cosas, cuando  necesita una justificación que el hombre razonable concede gustoso, con ayuda de su corazón; y, en fin, la vejez como enajenación, repudio, deriva, como esa edad en la que a toda costa debe procura cada uno no ingresar, si es que desea vivir tranquilo, es decir, el momento en que triunfa el apetito de tranquilidad, que, en este último momento de la vida, sólo se adquiere al precio de la amputación de la conciencia" Dámaso López García scripsit).

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