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J. C. García Fajardo

Retazos de Sergei 084 : El maestro se divierte

Por las mañanas, Sergei aprovechaba el paseo que daba con el Maestro para plantearle toda clase de preguntas. Al Maestro le encantaba porque, dentro de la picardía que el asistente había desarrollado para salir adelante en su ajetreada vida, tenía luz en la frente.
- Maestro, ¿por qué los monjes jóvenes del monasterio piensan que eres huraño, seco y distante?, - le preguntó un día, así, como quien no quiere la cosa.
- Empezamos bien el día, Sergei. ¡Tú no te cortas ni un pelo! -, exclamó el Maestro mordiéndose un carrillo para no reírse.
- Pero es que los monjes más jóvenes luego me preguntan si también eres así cuando regresas aquí.
- ¿Y tú que les dices, Sergei, luciérnaga de las estepas?
- Bueno, yo...
- Te voy a contar una historia que sucedió en India. Un hombre santo vivía en las afueras de una aldea, cuidando su huerto, arreglando esteras y haciendo sandalias. Venían peregrinos desde muchos lugares para consultarle, pero a las gentes del pueblo el sanyasin les parecía algo extravagante. Ya sabes.
- Sí, me hago cargo, - respondió casi en un susurro Sergei.
- Un día, los responsables de la comunidad vinieron a pedirle que les predicase a ellos para ver qué decía. El venerable anciano se dio cuenta de que querían divertirse a su costa y les siguió el juego. Así, el día señalado, estaba la gente de la aldea sentada y expectante pero sus corazones estaban cerrados.
Entonces, el sanyasin les preguntó:
“¿Sabéis de qué vengo a hablaros?”. “¡Nooo!”-, respondieron divertidos. “Ah, en este caso, no voy a deciros nada porque no lo entenderíais”. Y después de inclinarse ante ellos, se marchó a su cabaña. Los del pueblo estaban furiosos y decidieron que volviera a predicarles al día siguiente pues ya tenían la respuesta. Llegó el hombre santo y les preguntó: “¿Sabéis de qué voy a hablaros?”. “¡Síiiii!” respondieron a coro. “Si es así, no tengo nada que enseñaros porque ya lo sabéis”. Y saludando con ambas manos, se fue. Los aldeanos estaban enfurecidos por los desplantes de aquel hombre raro, y volvieron a la carga. El sanyasin les preguntó de nuevo: “¿Sabéis de qué voy a hablaros?”
Los muy cínicos respondieron con cierta sorna: “Unos lo saben y otros no”. “¡Ajajá! Exclamó el Maestro, pues ahora yo me marcho a mis quehaceres y los que lo saben que se lo expliquen a los que no lo saben”.
 

José Carlos Gª Fajardo


(Este texto pertenece a la serie 'Retazos de Sergei', una colección de cuentos orientales adaptados a nuestro tiempo que pronto saldrán editados)

 

6 comentarios

Sergio -

Si se hubieran quedado callados...

Estrada -

Es verdad que enseñar es gratificante y en mi opinión, eso es precisamente lo que hizo el sanyasin. Les demostró a la gente del pueblo que a veces una persona es más lista de lo que parece y que no se debe reír de los demás si no quieren que se lo hagan a ellos.

Mariola -

Por qué querer hacernos ignorantes? Acaso una explicación no es satisfactoria también para el que la hace? Creo que tan grato es aprender como saber, y enseñar es una gran ayuda para todo aquellos que aún nos queda mucho por aprender y descubrir.

Jarkoe -

Como escribe Bealma, no callarse cuando te dicen "no lo entenderías". Mostrar tu corazón, abierto, sincero, sin tapujos, sin lastres que estorben, comenzando por la ignorancia y el prejuicio, esa que lleva a hablar de "extravagancia" en lugar de "ganas de conocer". Ganas!

Irene -

El obstáculo que frecuentemente interrumpe el proceso de comunicación es la ineptitud del receptor ignorante.

Bealma -

Pues hay que decir que no se sabe y no callarse cuando te dicen "no lo entenderías". Para algo existen las explicaciones...