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J. C. García Fajardo

Una historia bien contada sobre un crimen execrable

Hay pocas cosas en periodismo como una historia bien contada. Esta de Ferrán Sales es formidable. Mientras tanto, hemos sabido que los asesinos se dedicaban a filmar con sus móviles estas acciones criminales y presumían de ellas entre sus compañeros, que son quienes lo han contado. Que sus abogados dejen de intoxicar, son mayores de edad y el de 17 también sabía lo que hacían cuando "se les fue la mano" y con todas las agravantes de premeditación, nocturnidad y alevosía. ¿Qué pretendían con sus actos de alimañas partirle las piernas o sólo deformarle el rostro con el disolvente ardiendo? Que caiga todo el peso de la Ley sobre ellos por el desprecio incalificable hacia la víctima. Hay centenares de personas en nuestras cárceles por causas mucho menos graves y que no dispusieron de los medios de educación y de vida que han disfrutado estos tres. En este caso sí que se ha producido una auténtica alarma social, ¿cómo pretenden que salgan en libertad condicional con fianza? Nesemu

María del Rosario Endrinal Petit murió abrasada viva como una indigente en el interior de un cajero automático de La Caixa en Barcelona, pero antes llevó una vida de distinción como secretaria de lujo. Los vecinos del casco antiguo del barrio de Sants son los últimos testigos de su historia de éxitos que acabó en una larga agonía.
Todos la recuerdan como Charito, una niña pizpireta y bonita que destacaba por su belleza sobre las compañeras del colegio de monjas del barrio en el que cursó sus estudios primarios y el bachillerato superior. Hija de un modesto empleado de una fábrica de cerveza oriundo de León y de una maestra de escuela de Valladolid, María del Rosario fue para sus padres el símbolo del triunfo social, que les permitía ascender en la jerarquía social del barrio y dejar de ser "los castellanos".
María del Rosario se convirtió así poco a poco en una "secretaria de lujo" para directivos de alta empresa. Sus éxitos profesionales llevaban aparejados un éxito como mujer. Todo llegó precipitadamente, quizá demasiado temprano, como aquel matrimonio del que nació su única hija hace 24 años. Para entonces vivía en un lujoso piso de la avenida de Brasil, a pocos metros de la humilde casa de sus padres. Fue en esos años dorados cuando María del Rosario empezó a deslizarse por el mundo de las drogas. La primera víctima fue su propio matrimonio. El divorcio significó para esta mujer la pérdida de su hija, que por decisión judicial quedó bajo la protección de su ex marido.
Un viaje a Francia, donde le habían ofrecido un suculento contrato como secretaria de alta dirección, fue el último intento por prolongar la etapa de opulencia. Regresó a su barrio sumida en las drogas, para ensayar uno tras otro los tratamientos de desintoxicación. Aseguran que en su historial clínico hay un internamiento fugaz en el hospital público de Sant Boi, del que logró zafarse. Fue el primer episodio de una larga lista de fugas, que acabaron dejándola en la calle. Su madre, aterrorizada por las vejaciones, acabó cerrándole la puerta. Ella dormía al otro lado de su calle, en el suelo de un portal.
María del Rosario Endrinal Petit empezó su vida como indigente. Por las mañanas mendigaba en las tiendas, en los bares y en los mercados. Por la noche dormía al raso. La pensión de 80.000 pesetas, que recibía mensualmente de la Administración, quedaba volatizada por las deudas o los abusos de sus compañeros de vagabundeo. Víctima de palizas constantes, su cuerpo empezó a llenarse de cicatrices. El vino sustituyó a las drogas.
Un médico, compañero de juegos en la infancia, intentó, con la ayuda de una asistente social, conseguirle la ayuda del Ayuntamiento. Fue el último gesto de misericordia de un barrio que, molesto, empezó a estigmatizarla. Abandonó el vecindario, buscó cobijo en otras zonas alejadas de la ciudad. María del Rosario acabó paradójicamente en un cajero automático de La Caixa, en el mismo lugar donde empezó su carrera profesional. Sus familiares han prometido que la enterrarán un día de éstos. Tenía 51 años.

13 comentarios

Laura Serrano-Conde -

Lo más importante ahora es que esos muchachos cumplan una condena justa por el daño causado. El deber de los jueces es muy duro, porque de ellos dependen muchas vidas y según la decisión que tomen esas vidas se verán afectadas de un modo o de otro. Todo el mundo comete errores, y puede que en ocasiones, las penas decretadas no sean lo suficientemente duras, sin embargo, no se puede negar que los jueces deben sopesar muchos aspectos antes de tomar esa decisión final. Por ello, sin al joven de menor edad se le juzga de una manera distinta a los otros, ¿quiénes somos para reprochar nada?, ¿acaso somos nosotros lo que tenemos que tomar esa decisión? Es muy fácil criticar el trabajo de los demás, pero ¿qué pasaría si fuésemos nosotros los que tuviéramos que decidirlo?, ¿lo haríamos mejor?

Yeni Endrinal -

El padre de Rosario Endrinal, mi tio, era de Bejar (Salamanca), y no de León.

Waters -

Las penas para todos los asesinos deben ser inflexibles y sin posibilidad de reducción.
Todo el mundo tiene derecho a la vida;aunque no tenga techo para vivir. Y la minoría de edad legal de un asesino no debe ser excusa para que vaya a la cárcel, pues sabía perfectamente lo que hacía, por qué lo hacía, y cómo lo hacía. Quizás no es "políticamente correcto" decir esto, pero ese chaval era completamente consciente de lo que ha hecho, y no hay ninguna explicación que lo pueda salvar de la cárcel.
No estamos hablando de una chiquillada, estamos hablando de quitar la vida a otra persona.

RöXyE -

Es impactante cómo una persona puede pasar de la gloria al infierno literal en tan poco tiempo.Una historia como habrá mil más, pero un sentimiento único:indefensos y olvidados por la sociedad.
Bastante sufrimiento tienen estos olvidados como para que encima, la única vez que se acuerden de ellos sea para tener este final.

Almudena -

Hay muchas historias detrás de cada uno de los mendigos que hay en la calle y solo son noticia cuando tienen un final todavía más trágico de lo que fue sus vidas.
Y a esos tres violentos solo pido una cosa:que nunca nadie olvide lo que hicieron

Jarkoe -

Una mujer, una persona. Mendiga, secretaria de altas empresas...es igual. Entró en un bucle muy duro, el de la adicción a las drogas, y cayó hasta no sé donde. No la conocí. Pero era una persona. Y esos tres asesinos no pueden excusarse de ningún modo. ¿Que se les fue la mano? La mano no se va de este modo si no la mueves, si no eres tan cruel, tan inhumano. Deben pagar por sus actos, aunque, sea cual sea la pena,no devolverán a esta mujer su vida. Nunca. Y es lo que más me duele de todo esto. ¿Cómo pueden hablar de libertad condicional bajo fianza?Ellos perdieron el derecho a la libertad desde el momento en que ellos mismos lo destruyeron con su maldita crueldad.

Belén -

Que no entendamos porque esa panda de monstruos desalmados hicieron lo que hicieron es buena señal, significa que al menos tenemos conciencia, alma y que la sangre nos corre por las venas.

Nada de fianzas ni de libertad condicional, estos jóvenes renunciaron a esos privilegios cuando pegaron y quemaron viva a esa pobre mujer. Estos chicos son los responsables únicos y absolutos, por este motivo, deben pagar por lo que hicieron.

Es triste que una vida con trabajo y familia acabe de golpe por el infierno de las drogas o el alcohol, pero, desgraciadamente, este no es el primer caso, ni será el último.
Son muchas las lacras de esta sociedad si nos ponemos a pensarlo...

Dorian Gray -

Lo que han hecho estos tres criminales no tiene nombre. Practicaban la violencia por la violencia y seguramente no era la primera vez que hacían algo similar. Las cosas como estas te quitan las palabras: no sabes ni que decir, ni que pensar... Los hechos hablan por sí mismos.

Mariola -

éstos jóvenes, que han de carecer de sentimiento alguno, han de pagar por sus actos, porque la vida de una persona es lo más importante que hay, y acabar con ella ha de tener un gran castigo. En cuanto a la historia de la víctima, comprobamos una de las causas de la drogadicción, y como una vida que marchaba genial se puede desvanecer a causa de las éstas.

Javier Mínguez -

(Continúa el texto anterior)
Los animales matan para alimentarse, o bien para sobrevivir en la dura competición que impone la naturaleza. Incluso los hombres han asesinado, pero para defenderse, cuando era inevitable salir preservar la vida de otra manera.
Pero lo que han hecho estos jóvenes no sólo carece de razón de ser, sino que estaba pensado y planificado en como llevarse a cabo (a excepción del detalle que se ha vuelto tan importante: las cámaras del cajero). La condena que sobre ellos debería caer sin más dilación ni sopesamiento debería ser mayor por fingir ante los policías. Nadie rocía con gasolina a otra persona y, después de muerta, siente que se le ha ido la mano. Sabían perfectamente lo que iban a hacer y las consecuencias que podían tener sus actos. Por ello deben ser castigados, y lo más duro posible.
Y a la sociedad en conjunto le toca hacerse la pregunta de cómo es posible que salgan de ella criminales de semejante calibre, porque aunque representan un caso aislado, creo que son un ejemplo extremo de la falta de valores que ya comenzamos a padecer.

Ana Guerra -

"Mas vale tener suerte que talento". Esa es la máxima que se saca de la última película de Woody Allen, "Match Point".
En este caso, la pelota cayó en su campo. Esperemos que la vida de la delincuencia acabe también para estos tres... no hay calificativo, pero acabe entre rejas y no con unos meses de correccional para el menor de edad.

Javier Mínguez -

A estos tres jóvenes no se les puede llamar asesinos, el adjetivo que se han ganado con sus atroces actos no es otro que monstruos. Representan el mal de la humanidad, son una degradación de la misma, por utilizar la capacidad de raciocinio para llevar a cabo actos tan horribles y mancilladores de la dignidad humana como carentes de sentido y utilidad. Los animales matan para alimentarse

Javier Ibñaez -

Bien contada la historia y tristemente aplicable a otras personas, que tras una vida de éxito cayeron en el más profundo de los abismos por las drogas.
Es triste pero habitual encontrarnos con dramas de este calibre, donde una vida gira 180º para sumergirse en lo más oscuro. Sin embargo, una vida es una vida y nadie tiene derecho a acabar con ello. El acto de los tres jóvenes, asesinos desde ese día, ha de ser juzgado y condenado sin atenuantes, porque no los hay.
En cuanto al menor, ¿qué diferencia hay entre un chico de 17 años y 364 días y uno de 18? ninguna, así pues debería examinarse cada caso en particular y en este en concreto, aplicar la condena máxima a estos jóvenes, que al igual que su víctima, pasaron de los más bonito de la vida, a lo más oscuro.