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J. C. García Fajardo

Cumbre de la OMC en Hong Kong. 1ª parte: Última oportunidad

Una década después de la creación de la Organización Mundial de Comercio, sus cumbres se cuentan por fracasos: apenas se han generado unas reglas del juego equitativas para la liberalización de los intercambios. La Ronda del Desarrollo, que se denominó así para vincular el comercio con el desarrollo, puede no llegar a nada. Hong Kong es la última oportunidad. Acogerá a 148 países de todo el planeta para liberalizar el comercio de bienes y servicios.
Es preciso seguirla muy de cerca, al menos nosotros los periodistas. Recomiendo el amplio reportaje que Joaquín Estefanía ha publicado en Domingo, de El País del que extraigo algunos párrafos.
Los 25 países de la UE se van a reunir sin haber afrontado la reforma de la Política Agrícola Común (PAC), principal política económica de la UE, que se come el 42% de sus recursos anuales. La permanencia de la PAC, que conlleva el proteccionismo de los países europeos frente a los productos de los países más pobres, condicionará la coherencia de la reunión de la OMC, en Hong Kong.
La última Conferencia de la OMC tuvo lugar en Cancún (México), fue en el año 2003 y acabó con un sonoro fracaso: fue la primera vez en la historia de esta organización multilateral en que los principales países emergentes, aliados con los países más pobres del planeta, se unieron para contestar las cuotas de poder en el comercio internacional de los países más desarrollados, fundamentalmente EE UU y Europa, y para hacer del funcionamiento de la OMC -un país, un voto- una realidad.
La mayor apertura del comercio mundial a la que se ha de llegar en Hong Kong se decidió en la ciudad de Doha (Qatar) el año 2001, poco después de los atentados terroristas de Nueva York y Washington. En aquellos momentos EE UU estaba sufriendo una recesión económica después de los esplendorosos ocho años de la etapa de Clinton, en las que las ventajas de la nueva economía hicieron crecer al país por encima del 4% cada año. Esa recesión amenazaba con expandirse al resto del mundo. Los atentados terroristas añadieron a la crisis económica una depresión psicológica de ciudadanos y empresas, y los datos de la globalización retrocedieron: disminuyeron los flujos de inversión extranjera, los intercambios de bienes y servicios y los movimientos de personas.
En este contexto se lanza la Ronda de Doha de liberalización del comercio (el Banco Mundial estima que esa liberalización hará crecer los ingresos mundiales en 300.000 millones de dólares en una década), a la que se denomina con mucha intención Ronda para el Desarrollo. No es casual el nombre, sino muy convenientemente elegido: a partir de ese momento se vinculan con más fuerza los conceptos de comercio y desarrollo, que en muchos casos habían estado disociados. Para que un país pobre deje de serlo ha de abrir sus puertas y dejar entrar los productos del resto del mundo, y viceversa: echar las puertas abajo. Comercio y desarrollo, pobreza y desarrollo serán dos partes de la misma ecuación en una coyuntura en la que se habla de la pobreza como caldo de cultivo del terrorismo: los terroristas que atentaron contra las Torres Gemelas y el Pentágono serían ricos o pobres, pero lo que es seguro es que los Estados que los acogieron y los ampararon, como Afganistán, son países pobres de solemnidad.
Además, se trataba de dar legitimidad a la OMC. Nacida tras el fracaso de Seattle (EE UU), en 1999, donde la asamblea se tuvo que disolver ante la potencia del movimiento antiglobalizador, que la acusaba de establecer unas reglas del juego opacas, que beneficiaban sobre todo a los países ricos (se presionaba a los países en desarrollo para que abriesen definitivamente sus fronteras a los productos industriales y a los servicios provenientes de los ricos, mientras éstos seguían practicando por el momento el proteccionismo agrícola a través de las ayudas a sus agricultores), la OMC necesitaba silenciar las críticas de quienes la denunciaban como un árbitro parcial e inoperante, y con una falta de responsabilidad social ante la pobreza.
La Ronda para el Desarrollo debía tener su final en Hong Kong, en diciembre de 2005. Pero los cuatro años pasados desde que se reunió en Doha -un lugar escogido adrede, para dificultar la llegada de los militantes altermundistas- han sido muy frustrantes: apenas ha habido acuerdos nuevos de liberalización del comercio, y no se ha pasado del capítulo agrícola, que sólo representa un 3% de la producción mundial. En el único terreno donde parece haberse avanzado algo es en el de las patentes farmacéuticas, con un acuerdo histórico según el cual la OMC da prioridad a la salud pública frente a dichas patentes.

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