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J. C. García Fajardo

El mercader de Venecia y sus derechos

Soberbia interpretación de Al Pacino, en el papel del judío Shylock, que se ha tenido siempre como el auténtico protagonista de esta obra. Pero Shakespeare la tituló como 'El mercader de Venecia', interpretado de forma atormentada por Jeremy Irons. Mientras la gente se entretenía en esta auténtica obra antisemita, aunque nunca protestó el Consejo Mundial Judío porque ahí tenían un ejemplo exagerado de lo que había sufrido el pueblo hebreo en la diáspora y aprovechaban para subrayar la índole victimista que cubría algunos excesos y errores, El Cisne de Avon pasaba otro mensaje como en parte de sus sonetos al misterioso W.H., al incitar a su amigo a que se case y tenga hijos para que se reproduzcan y se perpetúe en ellos su belleza. Pero el autor quiso que el auténtico protagonista fuera Antonio, el mercader enamorado del joven Bassanio que se dejaba querer y obsequiar, hasta para conquistar la mano de la rica, inteligente y hermosa Porcia, pero sobre todo muy rica. Quizás en el siglo XVI y siguientes no se podía enfatizar tanto como lo hace en nuestros días Jeremy Irons el amor tan apasionado, loco y descontrolado del mercader Antonio.
Ya la obra arranca con el 'no sé por qué estoy tan triste', de Antonio. Bassanio reconoce su disparatada prodigalidad para volver a sangrar la bolsa de Antonio ' a ti es a quien más debo, en dinero y en amor' y Antonio:'ten la seguridad de que mi bolsa, mi persona y mis medios, estarán abiertos para tus intenciones'. Arriesga su dinero, su prestigio y su propia vida al firmar el disparatado documento que el judío Shylock pone a su firma para vengarse: 'Odio a Antonio por ser cristiano, pero más aún por prestar dinero gratis y hacer bajar en Venecia el tanto de la usura'.
Es una obra maravillosa como todo Shakespeare, y en este caso con una interpretación impresionante digna del mejor Laurence Olivier y de sus más grandes intérpretes. No se puede dejar de ver si uno quiere asomarse a uno de los 'genios' de la humanidad y a lo que el auténtico teatro como catarsis, entre otras maravillas, ha supuesto en nuestra civilización, y en otras, pero no de semejante forma.
Lo que un director como Michael Radford puede hacer con un texto al que se ajusta con una fidelidad exquisita es asombroso al desentrañar el mensaje que, para cada época, tienen las obras de arte. Cuesta leer los textos en boca del judío, y el desprecio de Antonio que 'escupo en tu gabán y en tu rostro, perro inmundo', pero sin añadir ni una palabra al original, Antonio/Jeremy pone de relieve lo que estuvo en la mente de Shakespeare, El cisne de Avon.
Antonio llega a afrontar la muerte con tal de que 'quiera Dios que llegue Bassanio para verme pagar su deuda, y entonces no me importa nada'... más que dejarse arrancar una libra de su carne 'en la parte más cercana al corazón'. Bassanio llega a ofrecer. 'pagar diez veces más por rescatar la fianza de la deuda, 'bajo fianza de mis manos, mi cabeza, mi corazón'. Pero Antonio, el mercader en desgracia, 'estoy dispuesto a pagar con mi vida, dame tu mano Bassanio, di cómo te he querido, habla bien de mi después de muerto y cuando se acabe esta historia, di que juzguen si Bassanio no ha tenido quién le ha amado'. Y Bassanio, delante de su esposa Porcia:
'Estoy casado con una esposa a la que amo tanto como a mi propia vida, pero la vida misma, mi esposa y el mundo entero no los aprecio por encima de tu vida, amado Antonio. Lo sacrificaría todo con tal de liberarte'.
Ante un texto semejante, unas interpretaciones espléndidas, una luz y puesta en escena adecuadas, me pregunto por qué algunos siguiendo la estela almodovariana consideran imprescindible caer en la ramplonería y en un vocabulario soez, para mostrar un mundo que merece todo el respeto que los demás también nos merecemos desde nuestras opciones, sensibilidad e inteligencia. Pero sin tratar de imponérnoslo como si fuera la cosa más natural del mundo esa peculiar (y para no pocos innecesaria) interpretación de una opción que, si es tan natural, no debería necesitar de presentaciones a veces tan grotescas. Sólo con imaginar que Madrid va a tener ‘la gloria’ de ser la capital del orgullo gay en 2007 es como para echarse a temblar. Pero lo políticamente correcto ahora es ‘todo vale’, y no es así. No vale todo, y mucho menos la desproporción y el alarde que rompen la armonía. Si todo es tan natural, viva cada uno con normalidad y sin alharacas. Ayer aparecía en el telediario la exigencia de una pareja de lesbianas que querían que una fuera inscrita en el Registro como 'padre' de la hija de la otra. Hombre, esono parece serio, que se modifiquen las leyes para garantizar los derechos del niño pero no reventemos el lenguaje, aunquelo tienen fácil, les dijeron que la otra puede adoptar al niño en cuestión, pero no quieren, una quiere ser 'padre'. Aquí hay algo que no casa. Se comprende la injusticia secular que han padecido pero no se comprende el golpe de péndulo que parece sostener la tesis de que o se desmelenan todos o no son auténticos. Ojalá llegue el día en que no haya que celebrar el ‘Día de las feministas’ o el ‘Día del orgullo gay’ o de ningún orgullo porque se puede vivir en paz y con respeto a los demás.
Otro día trataremos de ese desmadre que han montado en nuestro país, tirios y troyanos, a propósito de una ley a la que sólo le pierde el nombre: matrimonio. Cámbienlo, si de verdad desean un progreso en paz.¿Será tan difícil reconocer la justicia de la extensión de todos los derechos civiles y sociales a quienes opten libremente por otra forma de convivencia? ¿Pero le quitaría algo esencial el que se denominase ‘ley de parejas de hecho’ en lugar de ‘matrimonio’ que, sin duda, tiene unas connotaciones históricas y sociales evidentes? El lenguaje no se puede cambiar por decreto. Se están pasando por ambas partes y se hacen daño mutuamente. Y a muchos nos cansan porque parecen ser instancias más profundas o torpes las que mueve a ambas facciones.
Y, ya de paso y al tiempo, ¿por qué el Estado no confesional que nos hemos dado constitucionalmente no suprime el reconocimiento de los efectos civiles al matrimonio religioso, sea de la religión que sea? ¿No es de aurora boreal la manifestación que anuncian las familias tradicionales católicas, con políticos elegidos al Parlamento, junto con obispos y abades, para protestar por una ley que no les afecta en absoluto pues sólo regula los efectos del matrimonio civil, no del religioso? Temían una avalancha y sólo se han casado 50 parejas. Igual que sucedió con la Ley del divorcio que en su día también pareció a algunos que iba a acabar con la institución de la familia. ¡'Cómo si s eobligara a nadie a divorciarse! Pero se remediaron no pocas injusticias. Al igual que con la regulación de los supuestos de interrupción del embarazo no desado. ¡La que se armó! Se diría que todo el mundo tenía que abortar! Y se lanzaron a la palestra quienes nunca iban a tener la posibilidad ni de divorciarse, ni de abortar, ni de adoptar... porque habían hecho una opción respetada por la sociedad: su celibato. Anda que si se promulgase una ley obligando a casarse a todos los ciudadanos... es esperpéntico.
¿A qué temen los clérigos? ¿A que, una vez que muchos heteros han abandonado los seminarios y el celibato, lo hagan ahora los homos injustamente perseguidos por el documento que se anuncia que va a firmar Benedicto XVI? ¿Acaso no habían sido la parte más sustanciosa de su semillero desde que se impuso el celibato en Occidente por razones económicas de salvaguardar los dineros de parroquias, diócesis y monasterios, por supuesto que en beneficio de los pobres? ¿No ha habido durante siglos una cortina de hierro de silencio ante los abusos perpetrados por unos clérigos reprimidos a quienes daban a cuidar a niños separados de sus padres y de sus familias? Encargaban a los zorros que guardasen el gallinero. ¿Ha habido que esperar a los escándalos en tantos países, sobre todo en EEUU con más de cien mil millones en indemnizaciones, muchas veces interesadas y en no pocos casos injustas? ¿Con qué autoridad se pueden pronunciar en contra de la adopción de personas solteras, viudas, separadas o que viven en pareja? ¿Pero todo el tema de la convivencia de una pareja tiene que verse envuelta en plumas, esperpentos, locazas y marimachos? ¿Acaso no es testigo la historia de tantos hombres y mujeres que han vivido de manera admirable con una dignidad, generosidad e inteligencia, con enormes contribuciones a la cultura, la ciencia, la universidad, el sindicalismo y los valores cívicos personas que habían optado o que vivían una realidad distinta en el mundo de los afectos? ¿No están negando la vida, la historia y la evidencia? Pero, si encima, ¡no va con ellos pues se trata de reconocer los efectos de una unión civil! Esa reacción tan desmesurada quizás denuncie algo más profundo y que hemos soportado inermes durante siglos. ¡Cásense los clérigos, los obispos y los papas que lo deseen, como en los primeros siglos de la Iglesia (cfr. Epist a Tito y a Timoteo e Historia de la Iglesia y de los Papas, de J.M Laboa; o el formidable y documnetado libro de la teóloga católica Utta Ranke Heinemann 'Eunucos por el Reino de los cielos', en Trotta) y, aún en nuestros días, entre los ortodoxos, anglicanos y en otras confesiones religiosas cristianas! A millones de personas nos trae sin cuidado.
El problema que les aterra es que una pareja de jóvenes seminaristas o de novicias, decidan compartir sus vidas como pareja y seguir desempeñando funciones clericales en su confesión religiosa, como ya está surgiendo entre no pocas iglesias protestantes que han reconocido el derecho fundamental a que nadie sea discriminado. Entre los anglicanos y episcopalianos ya hay algún obispo que fue a su consagración acompañado de su pareja, en presencia del mismísimo arzobispo de Canterbury. ¿Es mucho extrapolar la sospecha que hemos aportado? No lo sé, pero me temo que lo más importante sea una cuestión de formas ‘manners before morals’. Lo que molesta es la ostentación, en cualquier orden de la vida.
Créannos, a una gran mayoría nos tiene sin cuidado. Más nos preocupan otras cosas y otras injusticias sociales en otros campos que han invadido organizaciones de dudosa autenticidad evangélica.
No es que haya llegado el Anticristo, ni los paganos, ni los demonios, ni los sindiós, ni que nos invada una peste/plaga/epidemia de laicismo. Lo que una gran mayoría anhelamos es una sociedad justa y solidaria, equitativa y en paz. ¡Ojalá llegara el Cristos que siempre se anhela, el Mensajero, el Madi, el Mesías, el Avalokistevara, el Bodhisatva...! ¿Y si ya hubiera llegado y se encontrara aquí, en ti, en mi, en el otro, en todos? ¿Y si estuviéramos esperando en vano a Godo? (Fíjense en el nombre) ¿No era eso lo que el Rabí de Nazareth entendía por el Reino de los cielos 'que está en medio de vosotros, en vosotros? Junto a unos incontestables, admirables y nunca suficientemente ponderados ejemplos de generosidad, de heroísmo, de entrega al servicio de los demás, sobre todo de los más pobres en el ámbito auténtico de la caridad como agapé y eujaristés, han habido no pocos errores que pueden y deben reordenarse. La historia, como la inocencia perdida, no se puede crear de nuevo ¡pero siempre se puede alumbrar una nueva inocencia!
Creo que están pidiendo a gritos que se revisen los Acuerdos con el Vaticano y que cada cual se ponga en su sitio y asuma sus responsabilidades. Dentro de un ambiente de la paz que brota de la justicia. Al vino nuevo, odres nuevos. Ayudémosles, porque su vigencia repercute en todos los ciudadanos, creyentes y no creyentes, ya que afecta a los presupuestos generales del común de los ciudadanos. No creo que sea tan difícil, pero hay que atreverse ya que el ordenamiento vigente obedece a una realidad distinta y superada. Recuerdo haber escuchado a Juan XXIII a propósito de las tres reformas que puso en marcha - Concilio, reforma del Código y Sínodo romano,: ‘¡Qué miedo tienen algunos, es como si no creyeran en el espíritu Santo’. Después calló, y continuamos en silencio.

José Carlos Gª Fajardo

2 comentarios

Anónimo -

es muy buena esta obra cheverisima

Fran -

Seamos creidos, aunque no seamos creyentes, pero, sobre todo, nunca descreídos..