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J. C. García Fajardo

Nesemu: Vivir en pareja

Vivir en pareja

Había una pareja de intelectuales que se habían casado hacía unos meses, ambos trabajaban y eran muy autosuficientes. Para ellos era como prolongar la relación de camaradería y de intercambio de fluidos que llevaban practicando. Pero, al poco de vivir juntos, no paraban de discutir y de distanciarse. Vivían como encadenados agresivos. Por eso decidieron visitar a un consejero con una fama acorde con sus elevados honorarios.
El terapeuta les dijo que “la pareja perfecta es aquella en la que dos se convierten en uno”. Cuando oyeron aquellas palabras, exclamaron aterrados y al unísono: “¡Convertirse en uno! Pero, ¿en cual de los dos?”

(Este es el cuento entero del que extraje esos párrafos: Andaba Sergei dándole vueltas en la cabeza al tema de vivir en pareja. Había oído decir que así se estilaba en algunas sociedades evolucionadas. Pero él comprendía que la grandeza de la civilización China reposaba en una estructura familiar organizada.
- Sergei, - le dijo un día el Maestro, mientras paseaban junto al río -, a ti lo que te ocupa es cómo desahogar esa fuerza que sientes contenida, y no tanto el deseo de fundar una familia.
- Maestro, ¿cómo voy a ocultarte las contradicciones que siento? Por una parte, esto del celibato que imponen algunas sectas está claro que es una estructura de poder, aparte de encaminar respetables tendencias que no en todas partes son admitidas.
- Lo malo, - dijo pensativo el Maestro -, es que, por no admitirlas dentro de un orden, a veces, se convierten en abusos de los que son víctimas los más débiles.
- Tú dices que cada persona es dueña y responsable de su cuerpo.
- Es exacto. Pero ser dueño no significa hacer cualquier cosa. Como en el matrimonio, uno se puede casar con quienquiera, pero no con cualquiera. Si fuera para aliviarse, aquí o allá, hay que guiarse sobre todo por los sentidos; respetando el no hacer daño a otro. Pero, para el matrimonio es menester utilizar la cabeza tanto como los sentimientos. Uno se casa para crear un hogar, fundar una familia, construir una comunidad de afectos. Es decir, para facilitar la mutua autorrealización, que libera. y no la ego realización, que encadena.
- ¡Lo ponen tan difícil que a ver quién se casa!
- Por eso, el Rabí Jesús dijo aquella expresión hiperbólica que luego sus secuaces tomaron como norma e instituyeron el celibato obligatorio. (¿No has leído el delicioso libro de Uta Ranke Heineman Eunucos por el Reino de los Cielos?)
- Algo nos has contado, pero yo sigo con lo de formar pareja. Es que, veo a algunas que te echan para atrás.
- Escucha este cuento, liebre corredora: Había una pareja de intelectuales que se habían casado hacía unos meses, ambos trabajaban y eran muy autosuficientes. Para ellos era como prolongar la relación de camaradería y de intercambio de fluidos que llevaban practicando. Pero, al poco de vivir juntos, no paraban de discutir y de distanciarse. Vivían como encadenados agresivos. Por eso decidieron visitar a un consejero con una fama acorde con sus elevados honorarios.
- ¡Menudo consejero! -, exclamó Sergei a quien no se le escapaba ninguna.
- ¡Escucha!, liebre testosterónica, - prosiguió el Maestro -, el terapeuta les dijo que “la pareja perfecta es aquella en la que dos se convierten en uno”. Cuando oyeron aquellas palabras, exclamaron aterrados y al unísono: “¡Convertirse en uno! Pero, ¿en cual de los dos?”

José Carlos Gª Fajardo

Este texto pertenece a la serie 'Retazos de Sergei', una colección de cuentos orientales adaptados a nuestro tiempo

6 comentarios

Jesús Río -

Y volvemos a citar al maestro K. Gibran cuando decía que la vida en pareja era como las cuerdas de un laúd, que aún estando separadas las dos sonaban al unísono.
Un afectuso abrazo desde Logroño, donde no te olvidamos José Carlos

David Álvarez -

Siguiendo el juego arquitectónico del profesor, muerp bien me referiría a la pareja como un conjunto de contrafuertes. Uno se apoya en el otro, creando un equilibrio de fuerzas perfecto; el ying y el yang cimentado. Cada uno con su personalidad; cada uno ejerciendo una fuerza en sentido contrario, pero que se compensa en el centro de la catedral, que no es otro que la pareja: la obra “arquitectónica” más grande de la humanidad, base de nuestra civilización.

El Cisne Negro -

...y el alumno aprendió a leer a Miguel Hernández..."alrededor de tu piel, ato y desato la mía".

Nesemu para Nimba -

No puedo estar más de acuerdo contigo. Amarse, escribió Saint-Exupéry, no es mirarse sólo el uno al otro sino saber mirar juntos en la misma dirección. Ser como alas de un mismo vuelo, o como las columnas del templo, todas sostienen la cúpula pero el aire circula entre ellas (K.Gibran) No renunciéis nunca a vuestro ámbito, a vuestro espacio. No permitáis que nadie pueda decir "Mi amado/a no tiene secretos para mí", ni que se lo crea. No os descubráis nunca del todo, que quede siempre algo por desvelar. Sed vosotros mismos y creced a vuestro ritmo. El día en que el otro/a se atreva a decir "¿En qué piensas, cariño/honey?" Estaréis perdidos/as.

Nimba -

¿Se puede estar de acuerdo y disentir a la vez? Sentimientos encontrados...
Entiendo la pareja como 1+1=3 ¿por qué tres? porque estamos tu, yo y nosotros. Ese nosotros es una entidad con vida propia y la que nutrimos cada uno. Ahora bien, necesitamos guardar cierta autonomía, disponer de nuestro espacio individual para poder desarrollarnos. Y ese desarrollo poder comunicarlo al otro y llevarlo a la pareja. Al fin y al cabo no consiste ni en independencia ni en dependencia, simplemente interdependencia. O eso creo yo :)

Cesareo -

Oye, fantástico el cuento este. Yo tenía puesto en mi invitación de matrimonio algo así cómo 1+1 = 1, basándome en un juego mátemático. Después de mi experiencia me doy de que sobra el último uno, y de que un uno y otro uno son diferentes. Quizá debería ser: "1+1 = ", y el uno que falta habrá que construirlo en esa vida en común.