Redacción del blog: ¿Por qué ser voluntario social?
El auge del voluntariado social es uno de los síntomas de una transformación ante unos modelos de vida injustos. Los datos de la ciencia, la experiencia de la peripecia de los pueblos, el creciente diálogo intercultural están presentes gracias al desarrollo de las comunicaciones que nos permiten ser testigos del ocaso de unos modelos de desarrollo que, junto al mito del progreso ilimitado, han llegado a un punto de saturación sin retorno porque ha alcanzado el techo de su contradicción.
Ignorarlo es no saber escrutar los signos de los tiempos, y silenciarlo es convertirse en cómplices. Algo no va bien cuando la vida se transforma en espera, muchas veces sin esperanza. Lo malo es cuando no se actúa por temor a equivocarse o por creerse incapaz de hacer algo por los demás. Durante mucho tiempo nos han presentado como personas extraordinarias a aquellas que supieron ayudar a otros. Son seres como nosotros que supieron descubrir la radical indigencia de toda criatura y comprendieron que, en el reconocimiento de la propia debilidad, están las raíces de la auténtica fortaleza. Un día comprendemos que nos agobiábamos por problemas que dejaban de serlo ante las desgracias que se descubren cuando nos asomamos a los umbrales de la marginación. Uno se pasma de haber pasado tantos años junto al dolor y junto a la soledad de los que estaban ahí, a la vuelta de la esquina.
La gota que se sabe océano tiene una actitud radicalmente distinta a las de las gentes manipuladas por el consumismo, la inseguridad y el miedo. No hay que calentarse la cabeza buscando ocasiones extraordinarias para hacer cosas grandes que quizá nunca lleguen.
No existen límites de edad, de sexo o de condición social para practicar la solidaridad. Lo que importa es echarse a andar y sentir la pasión por la justicia.
Residencias de ancianos, hospitales, hogares para niños, hogares de discapacitados, clínicas psiquiátricas, comedores para transeúntes y personas sin hogar... es inmensa la lista de posibilidades. Sólo hay que animarse y se da uno cuenta que es más fácil de lo que suponíamos. Nunca es tarde para comenzar porque hoy es siempre, todavía. Siempre se pueden sacar dos horas a la semana para ayudar a los demás. Así podremos ser fieles a esa cita con lo mejor de nosotros mismos: el que nos necesita y se agarra a la mano que le tendemos, abierta y frágil, pero generosa.
José Carlos Gª Fajardo
Ignorarlo es no saber escrutar los signos de los tiempos, y silenciarlo es convertirse en cómplices. Algo no va bien cuando la vida se transforma en espera, muchas veces sin esperanza. Lo malo es cuando no se actúa por temor a equivocarse o por creerse incapaz de hacer algo por los demás. Durante mucho tiempo nos han presentado como personas extraordinarias a aquellas que supieron ayudar a otros. Son seres como nosotros que supieron descubrir la radical indigencia de toda criatura y comprendieron que, en el reconocimiento de la propia debilidad, están las raíces de la auténtica fortaleza. Un día comprendemos que nos agobiábamos por problemas que dejaban de serlo ante las desgracias que se descubren cuando nos asomamos a los umbrales de la marginación. Uno se pasma de haber pasado tantos años junto al dolor y junto a la soledad de los que estaban ahí, a la vuelta de la esquina.
La gota que se sabe océano tiene una actitud radicalmente distinta a las de las gentes manipuladas por el consumismo, la inseguridad y el miedo. No hay que calentarse la cabeza buscando ocasiones extraordinarias para hacer cosas grandes que quizá nunca lleguen.
No existen límites de edad, de sexo o de condición social para practicar la solidaridad. Lo que importa es echarse a andar y sentir la pasión por la justicia.
Residencias de ancianos, hospitales, hogares para niños, hogares de discapacitados, clínicas psiquiátricas, comedores para transeúntes y personas sin hogar... es inmensa la lista de posibilidades. Sólo hay que animarse y se da uno cuenta que es más fácil de lo que suponíamos. Nunca es tarde para comenzar porque hoy es siempre, todavía. Siempre se pueden sacar dos horas a la semana para ayudar a los demás. Así podremos ser fieles a esa cita con lo mejor de nosotros mismos: el que nos necesita y se agarra a la mano que le tendemos, abierta y frágil, pero generosa.
José Carlos Gª Fajardo
6 comentarios
buena -
anonimo -
criss -
criss -
Miryam -
Me parece sorprendente que estando en el S.XXI y viviendo en un país desarrollado haya personas que todavía no sepan lavarse, que no tengan ni un alimento para hingerir de forma diaria, que los ancianos se "pudran" y esten completamente abandonados, que niños de quince años se metan cocaina... Cuando veo estas cosas pienso: ¿en qué sociedad vivimos?¿qué es lo que ocurre?
La gran necesidad que tienen hoy en día las ayudas sociales y lo poco reconocidas que están por el gobierno.
Noelia -
Ser voluntario social nos puede ayudar a nosotros mismos, nunca sabes cuánto te pueden llegar a dar esas personas a las que ayudas. Nuestro objetivo es ponerse en marcha y comenzar desde este preciso momento, no tener miedo a ser solidario con aquellos que lo reqieren.