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J. C. García Fajardo

Nesemu: Algo huele a podre

En este Blog, el mismo día del incendio, alertamos sobre el lado oscuro del incendio del Windsor. Nos hubiera gustado que los hechos no nos fueran dando la razón en algunos aspectos que todavía no se sabe adónde conducirán. Aparte de a una película a partir del video de aficionados, o a un ampliación de unos grandes almacenes, una vez cobrados los Seguros y vendido el solar. Sólo nos anima el olfato periodístico que ante una noticia sorprendente nos debe llevar a preguntarnos /Cui prodest?/ ¿A quién beneficia/. Como en esta bitácora no sólo nos ocupamos de la política internacional, podemos seguir esta trama. Al fin y al cabo, las grandes decisiones de los gobernantes hegemónicos también son motivadas, en gran parte, por razones económicas.
Adjunto el artículo de Jesús Navares publicado en El Mundo.
Nesemu

//ENTRE LA QUIEBRA Y EL AVE FENIX
El seguro de los Reyzábal no cubre ni la mitad del valor del Windsor
Los dueños de la torre Windsor deben afrontar un desastre que no tenían cubierto. El manto de silencio bajo el que la familia Reyzábal ha sepultado sus negocios genera rumores desde los años 60, cuando dieron su salto empresarial. Ahora, se enfrentan a la bancarrota por el siniestro del edificio emblemático de Azca. Otros aseguran que pronto levantarán el Windsor II.

Son duros de doblegar, ya lo han demostrado en el sector inmobiliario, donde se les tiene por competidores durísimos. Y hay quien asegura, en contra de la posibilidad de la debacle patrimonial, que tienen arreos suficientes para levantar el Windsor II apoyándose en su riqueza desconocida.
Son los Reyzábal, una saga familiar que mece su poder desde los años 60, a caballo de los cines, las salas de fiesta y el negocio del alquiler de oficinas. Ahora, se ha achicharrado su torre emblemática en la exclusiva zona madrileña de Azca. Harán falta decisiones imaginativas para mantener su fortuna. Los 106 metros de altura de la torre Windsor de Madrid, con sus 32 plantas y torreón, han pasado a la historia. La noche del pasado sábado 12 de febrero, Sara, José María, Florentino, Milagros, Laura y Aránzazu Reyzábal, entre viejos guerreros y nuevos cachorros, vieron cómo se esfumaba envuelto en humo y llamas el esfuerzo del abuelo, Julián Reyzábal. Florentino, el arquitecto y conductor actual de la familia, decía, casi sin voz en el cuerpo, ese mismo día que se le «agarrotaba el corazón». Pero, después de alegrarse porque el siniestro no había causado pérdidas humanas, sentenció: «Intentaremos arreglarlo lo antes posible».
Y esto es lo que ya está en boca del sector, que los Reyzábal preparan el Windsor II. Aunque los números no cuadran. Según las coberturas contratadas con los aseguradores, y comparándolas con el coste mínimo estimado del siniestro, existe un desfase en contra de la familia de al menos 140 millones de euros (más de 23.000 millones de las anteriores pesetas).
El edificio Windsor posee una póliza de seguros, renovada hace menos de dos ejercicios, por daños de 90 millones de euros, a la que hay que sumar otra cobertura por pérdida de beneficios por valor de 10 millones y otra más, por la misma cantidad, para hacer frente a la responsabilidad civil.
Las estimaciones más técnicas aseguran que el coste del siniestro se situará entre los 250 y 300 millones de euros. En este cálculo no se incluye la ola de demandas que empezarán a llegar desde los negocios en la zona del Santander Central Hispano y El Corte Inglés o las promovidas por los múltiples pequeños empresarios de la calle de Orense que verán menguar su facturación durante todo el proceso que ahora se abre de demolición y posterior construcción de un edificio nuevo; haga quien lo haga finalmente.
«Perderán hasta la camisa», afirman fuentes del sector asegurador.La mala suerte, o el haber optado siempre por forzar al límite, han vuelto a colocar a la familia Reyzábal al borde del siniestro total. El 27 de enero de 1993, el desprendimiento de la marquesina del Cine Bilbao dejó en la acera de la calle de Fuencarral de Madrid seis muertos y una docena de heridos. Los hados, por citar una causa, fueron magnánimos, y ni Florentino ni Julián (otro de los hijos de don Julián), como copropietarios del inmueble, no ingresaron en prisión por falta de antecedentes, pero pagaron una multa de 640 millones de pesetas, insignificante según el patrimonio que ya se les suponía.
Ahora, en lugar de escatimar las prudentes revisiones de sus edificios, como así determinó el juez en el caso citado, las llamas les han alcanzado justo cuando estaban modernizando las instalaciones. Parece que habían aprendido la lección, pero esta vez han sido rácanos con las pólizas de seguros y la familia debe replantearse todos sus negocios.
«Y si no quiebran, debido al patrimonio desconocido que posean y que tendrán al menos que hipotecar para obtener liquidez, van a tener que soportar unos buenos rotos en su traje listado por los buenos modistos», asegura la fuente citada. ¿Y cuál es la posible salida para la familia en el supuesto de que no puedan o no deseen arriesgar lo que les queda?, como el 20% de la torre Picasso. A falta de toma de posición de Florentino o de cualquier otro portavoz de la familia Reyzábal, en el sector inmobiliario ya se ha emitido juicio.
El Corte Inglés está en posición inmejorable para hacerse con el edificio y el solar si es menester. Su centro de ventas aledaño al Windsor es el mayor que poseen por facturación. Si suman una torre de más de 60 plantas -la nueva no tiene por qué medir lo mismo que la anterior-, además de hacer descomunal su zona comercial, les permitiría migrar sus oficinas de la calle de Hermosilla, ya desbordadas. Incluso, meterían la cabeza en el alquiler de oficinas de la zona más cotizada de España.
La batalla de litigios por el incendio de la torre Windsor todavía no ha comenzado. Incluso la familia ha acudido a los juzgados para que se busque a los culpables del incendio y a las misteriosas figuras que permanecieron en el edificio mientras tienen las llamas en las plantas superiores, según aporta un vídeo doméstico. Pero si los Reyzábal pueden sentirse tentados de demandar desde la empresa de vigilantes hasta el fabricante de los sistemas de incendios, El Corte Inglés puede apretar las tuercas por los daños sufridos en sus locales y por el lucro cesante de su principal centro de actividad. Va a ser como estar frente a un dentista que sujeta un torno y a un desdentado en potencia que tiene en su mano un martillo para calibrar los reflejos de los tendones.¿Verdad que no se van a hacer daño?
La corrección de los portavoces de El Corte Inglés es exquisita con el asunto. En cierto modo comparten con los Reyzábal cierta querencia por el anonimato -así se desplome el mundo- y el mantenimiento de un perfil informativo muy bajo. Pero la especulación en el más puro negocio que casi define ese concepto está desatada.Todavía no se sabe si los propietarios actuales de la torre Windsor optarán por ser conservadores, y mantener la mole central de cemento y las grandes vigas hasta la planta tercera, con lo que reconstruirían un edificio similar, o decidirán levantar casi un auténtico rascacielos con más de 60 plantas.
El valor del antiguo edificio de 32 plantas (36.000 metros cuadrados) proyectado a 65 plantas rondaría los 440,4 millones de euros.En este cálculo se adjudica un valor de un millón de euros por metro cuadrado, cantidad nada exagerada si se repercute la especulación que reina en el sector. Si los cálculos son más conservadores y se asigna un valor de 555.000 euros el metro cuadrado, la cifra se quedaría en 243,9 millones de euros (40.584 millones de las antiguas pesetas).
Antes hay que hacer frente al siniestro actual, a las reclamaciones que vendrán y decidir qué tipo de demolición se desea. «No hay ningún problema. Si a mediados de los 80 se consideraba que tenían una fortuna de 30.000 millones de pesetas -entonces facturaban al año unos 3.500 millones de pesetas-, en el tiempo transcurrido han duplicado ese patrimonio como poco», aseveran otras fuentes del sector inmobiliario que se inclinan por la tesis de la solvencia de la familia Reyzábal. Pero los gráficos representados en la página, dando respaldo a la evolución del grupo, muestran cierta atonía en sus negocios.
Además, al margen del hecho conocido de que poseen el 20% de la sociedad que explota los alquileres de la torre Picasso de Madrid, no existen datos públicos, ni la familia los facilita, sobre el resto de las propiedades que controlan.
Moviéndose en las aproximaciones, a la familia Reyzábal se le atribuye una reciente compra de un gran paquete de acciones en la constructora ACS, presidida por Florentino Pérez, que mantiene relaciones de amistad con su tocayo Florentino Reyzábal. Fuentes autorizadas de esta gran constructora han manifestado que «sólo hacen comentarios sobre los datos públicos que se encuentran en la Comisión Nacional del Mercado de Valores». El número de títulos de ACS supuestamente adquiridos por los Reyzábal puede ser importante, pero si es inferior al 5% no existe ninguna obligación de revelarlo.
Dando por bueno lo anterior, aunque la familia se ha negado en redondo a realizar cualquier tipo de declaración a EL MUNDO, y suponiendo que la participación en la torre Picasso, sumada al valor de otras inversiones, cubrieran las necesidades de capital que se les echan encima, los herederos de don Julián tendrían que romper los cimientos de su forma de hacer negocios, que es la autofinanciación.
«Yo no llevaba a mis hijos al zoo, al cine o al circo los domingos, los paseaba por Madrid para ver solares y estudiar las posibilidades de inversión», cuentan que el fundador de la saga Reyzábal recordaba con fruición en el ocaso de su vida. Y el contrapeso a este ánimo emprendedor eran sus duras exigencias a los subcontratistas y la táctica del pasito a paso.
En los orígenes del imperio de los Reyzábal, del cine se saltaba a la discoteca y, si era factible localizar solares asequibles, a la promoción de viviendas. Así describía en 1985 la familia la fórmula simple pero blindada del éxito de don Julián.
De procedencia burgalesa, Julián Reyzábal llegó a Bilbao en el año 1919 con 16 años de edad para ejercer de botones en el Banco Vasco. Enseguida pasa a explotar el naciente negocio del cinematógrafo con el empresario pionero César Alba. La película debió de funcionar, porque en 1953, y por una cantidad sin determinar, adquirió un solar en Azca que en 1979 alojaría la torre Windsor.
Comenzaron con Micine, negocio con proyector en una sala de verano, y han llegado hasta Asón Inmobiliaria de Arriendos, sociedad que controla el Windsor y su 20% en la torre Picasso, además de las salas de ocio que aún conservan y la productora Izaro Films. Y están todos. Los 18 accionistas son familia.
La mayoría de los cines que poseían en Madrid y las salas de fiesta ya los vendieron. Les queda Cleofás, que explotan pero que no es de su propiedad, Xenon y, supuestamente, un gran patrimonio acumulado. Hace dos años revendieron los palcos adquiridos al Club de Fútbol Real Madrid. Ahora, la familia tiene que rebobinar.
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UNA CIMENTACION PENDIENTE DE LA MUERTE DEL GENERAL
Hubo un tiempo en el que la suerte de los Reyzábal pendió del último estertor de un general. Sucedió a finales de 1975, cuando todos los medios de comunicación tenían ya premaquetado el despliegue informativo sobre el dictador Franco, a la espera de que el ’equipo médico habitual’ certificara su muerte. Esos días clave para todo el país y las naciones interesadas los vivió la familia Reyzábal con una desazón íntima.
Paradoja. La desaparición del prócer patrio, bajo cuya égida la familia hizo los negocios fundamentales para el nacimiento de su imperio particular, podía sepultar todo lo conseguido.Había que tomar una decisión de alto riesgo. ¿Daban la orden de hormigonar los cimientos de la torre Windsor o esperaban a que el telón de la Historia cubriera el último acto de la Dictadura? Una vez iniciado el proceso de cimentación no podía pararse hasta completar el gran bloque de una pieza. Si, iniciada esa fase, el luto nacional que se iba a dictar obligaba a paralizar las obras, tendrían que dinamitarse los cimientos parciales y volver a empezar. Se la jugaron y ganaron. Los Reyzábal sólo controlaban el 49% del proyecto y el Banco Occidental, incluso, quería el control total.
La familia no se limitó a pedir lo imposible por su porcentaje sino que lanzó un órdago. Por el mismo precio que el banco les ofreció por su parte le dieron la vuelta a la tortilla y por 735 millones de la época se ganaron el derecho a construir 35.000 metros cuadrados sobre rasante. La construcción del edificio les salió por un pico -de los 2.500 millones calculados se pasó a 7.000, según lo estimado entonces-, pero, al haberse acogido a la ley Arranz del 40, dejaron de pagar impuesto de sociedades hasta 1989. Algo similar hicieron cuando utilizaron la ley de amortizaciones de Boyer para ahorrar impuestos por su inversión en la torre Picasso.//

4 comentarios

Nesemu -

Da igual. Ya me he dado cuenta. Intentaré trasladarlo al otro. Nos espera un largo camino
Un abrazo, Guille

Guillermo García -

¡Ese comentario no iba a este tema!perdón!

Guillermo García -

Tal y como mi compañero "hormiguero" ha plasmado en sus palabras deseo darle las gracias a usted y a los cincuenta y seis restantes por este encuentro que pienso que ha sido muy fructífero y esencial para muchos de nosotros a la hora de embarcarnos en esta aventura que ya ha comenzado. Han sido muchas las horas de charla y de aprendizaje sobre la cultura y el inquietante país al que nos dirigimos y sinceramente, desde mi más humilde expresión, llego a casa conmocionado, habiéndose derrumbado en mí parte de mis creencias pero a la vez viendo una pequeña luz que me dice que ahí esta la nueva respuesta, ahí fuera. Llena está mi mente de conflictos que emergen desde mis profundidades por la cantidad de prejuicios y de pensamientos equivocados que tenía sobre Marruecos. Y en verdad, me alegro de sentirme así, ya que eso viene a decirme que mis ojos están dispuestos a abrirse hacia una nueva realidad y un nuevo encanto. Sé que tanto yo como muchos de mis compañeros no permaneceremos impasibles a nuestra vuelta de lo que por aquellas tierras hemos experimentado. Será imposible regresar con la misma mirada. Deseo vivir sus costumbres, observar esos paisajes, encontrarme con esas gentes, tatuar su cultura en mi piel y bañarla con el jugo del maravilloso fruto de la humanidad que es Marruecos. El ánimo y las ganas de disfrutar quedan patentes en todos nosotros y eso seguro que nos trasporta a un nuevo mundo; todos repletos por ese afán y sentimiento de búsqueda, de incertidumbre... "A partir de ahora enchufemos nuestros corazones a la escucha de los fuertes latidos que desprende Marruecos"

Javier Muñoz Ortega -

Desde el primer momento, cuando veía caer trozos incandescentes y papeles con balances de situación imaginé que las puertas quedaban abiertas, como están abiertas aun hoy.
No se, ni me interesa la persona o personas a las que beneficia, ni tampoco a las que perjudica, aunque estén cerca y sean conocidos. Lo que se es que ninguno de ellos marirá de hambre, ni perderá dinero o su codiciado puesto de trabajo.
Era de suponer.