MASCARAS 2: La esperanza se viste de profeta
Ante el fenómeno sociológico del voluntariado social en numerosos países, es conveniente hacer algunas precisiones para que las personas generosas de otras latitudes no crean que sólo es propio de economías prósperas sino que es una llamada abierta a todo el mundo.
El voluntario social se distingue de los trabajadores sociales en que no se ejerce como profesión retribuida y porque es una actividad subsidiaria. No se puede asimilar a la beneficencia, al altruismo o a las obras de caridad por motivos religiosos. Todas ellas respetables y convenientes para los que las realizan pues les ayudan a sentirse mejor con la práctica de virtudes sin que importe su motivación.
Pero la práctica de estas virtudes sociales no siempre está dominada por la pasión de la justicia que debe fundamentar la actividad del voluntario social. A veces, corren el riesgo de institucionalizar los efectos al enmascarar las causas. Los benefactores, con la mejor voluntad, pueden convertirse en cómplices del sistema que origina esas injusticias frente a las cuales debe alzarse la denuncia y las propuestas alternativas.
Pues la solidaridad es la respuesta a las desigualdades injustas, al hacer propias las desgracias ajenas. El "otro" no puede ser nunca objeto de nuestra generosidad. El otro es siempre sujeto que interpela, persona más que individuo, pues éste podría convertirse en medio para un fin. El otro es siempre un fin en sí mismo.
El voluntario social no siempre se mueve por razones de origen religioso o por motivaciones políticas, sino por la ética fundamental de la justicia, de la libertad y de la solidaridad.
La justicia social es el fundamento en el que se enraíza el voluntariado como fenómeno sociológico que surgió en la década de los setenta, curiosamente cuando se podría datar la aparición de la drogadicción también como fenómeno sociológico y no siempre como vicio o delito.
El voluntariado social como hecho y la drogadicción como fenómeno no son la obra de líderes o de profetas, ni el resultado de una estrategia de narcotraficantes. Son las respuestas de la sociedad civil a una realidad que se percibe como injusta o personalmente insuperable. En unos casos, será el servicio a los demás lo que alivie la tensión y, en otros, la huida desesperada de una situación que se padece como insufrible. Nunca se pueden confundir las causas con los medios. Las Organizaciones de la Sociedad Civil surgen como vehículos para canalizar unas instancias y, en otros, los traficantes sostienen la demanda de un mercado. A veces, la esperanza se viste de profeta: de personas comprometidas que denuncian la injusticia al tiempo que arriman el hombro y buscan juntos propuestas alternativas.
Nesemu
El voluntario social se distingue de los trabajadores sociales en que no se ejerce como profesión retribuida y porque es una actividad subsidiaria. No se puede asimilar a la beneficencia, al altruismo o a las obras de caridad por motivos religiosos. Todas ellas respetables y convenientes para los que las realizan pues les ayudan a sentirse mejor con la práctica de virtudes sin que importe su motivación.
Pero la práctica de estas virtudes sociales no siempre está dominada por la pasión de la justicia que debe fundamentar la actividad del voluntario social. A veces, corren el riesgo de institucionalizar los efectos al enmascarar las causas. Los benefactores, con la mejor voluntad, pueden convertirse en cómplices del sistema que origina esas injusticias frente a las cuales debe alzarse la denuncia y las propuestas alternativas.
Pues la solidaridad es la respuesta a las desigualdades injustas, al hacer propias las desgracias ajenas. El "otro" no puede ser nunca objeto de nuestra generosidad. El otro es siempre sujeto que interpela, persona más que individuo, pues éste podría convertirse en medio para un fin. El otro es siempre un fin en sí mismo.
El voluntario social no siempre se mueve por razones de origen religioso o por motivaciones políticas, sino por la ética fundamental de la justicia, de la libertad y de la solidaridad.
La justicia social es el fundamento en el que se enraíza el voluntariado como fenómeno sociológico que surgió en la década de los setenta, curiosamente cuando se podría datar la aparición de la drogadicción también como fenómeno sociológico y no siempre como vicio o delito.
El voluntariado social como hecho y la drogadicción como fenómeno no son la obra de líderes o de profetas, ni el resultado de una estrategia de narcotraficantes. Son las respuestas de la sociedad civil a una realidad que se percibe como injusta o personalmente insuperable. En unos casos, será el servicio a los demás lo que alivie la tensión y, en otros, la huida desesperada de una situación que se padece como insufrible. Nunca se pueden confundir las causas con los medios. Las Organizaciones de la Sociedad Civil surgen como vehículos para canalizar unas instancias y, en otros, los traficantes sostienen la demanda de un mercado. A veces, la esperanza se viste de profeta: de personas comprometidas que denuncian la injusticia al tiempo que arriman el hombro y buscan juntos propuestas alternativas.
Nesemu
5 comentarios
Pablinator -
La naturaleza nunca ha matado a ninguna criatura de hambre.
Por lo tanto cuando no hay justicia, tiene que haber caridad.
Nesemu -
Pablinator -
Además si le obligas a devovertelo esa persona nunca se podrá poner a nuestra altura. No creo que de esta forma se pierda la dignidad.
La dignidad no consiste en nuestros honores sino en el reconocimiento
de merecer lo que tenemos. (Aristóteles). Y un hombre merece comer tres veces al día. (Este fue el planteamiento de Lula)
Antonio García Fuentes (escritor y Filósofo) -
hoy nos ocupan y que son las que producen las catástrofes, difundidas, para estimular "los bolsillos del pueblo" (los gobiernos malgastan lo suficiente como para que no tuvieran que pedir limosna sus súbditos)... tristemente no es bien empleada y pasada la catástrofe, todo quedará igual, en espera de la próxima... pese a la sabia sentencia china: NO DES UN PEZ A UN HOMBRE, ENSÉÑALO A PESCAR... a lo que yo añado, enséñale a pensar, a organizarse, a prevenir, a estar preparado para recibir ayuda, pero con las reservas de que podrá devolver lo que reciba, pasado el momento de apuro, para así considerarse digno individuo, digno pueblo, pues como pueblo puede autoabastecerse y contraer la deuda necesaria, para con su restitución, conseguir su autoestima. Hay mucho que hablar de todos estos tinglados que montan los aparatos políticos y que incluso muchos desaprensivos (o buitres) aprovecharán para su bolsillo. AGF
Antonio García Fuentes (escritor y Filósofo) -