Blogia
J. C. García Fajardo

Máscaras

Nesemu: No vale seguridad a cualquier precio

Decía el Maestro Confucio, hace dos mil quinientos años, que para recuperar la paz como fruto de la justicia era menester recuperar el sentido auténtico de las palabras, llamar a las cosas por sus nombres. Hace casi un siglo, el filósofo austriaco Wittgenstein nos recordaría que /los límites de mi lenguaje son los límites de mi propio mundo/.
Vivimos bajo la opresión sin disimulo de una gestión de la globalización que crea situaciones de injusticia, de miseria y de guerra. Y la sociedad civil tiene que defenderse por todos los medios, so pena de perecer en una loca huida hacia la desintegración social.
Ya nadie confunde el /fenómeno global/, con las conquistas de la técnica y los avances de las ciencias, que son un hecho, con la /globalización/ como actitud de los poderes económicos y financieros que han convertido al mundo en un inmenso mercado. Un poder sin sociedad y sin fronteras, ni respeto por tradiciones, por culturas seculares y por el medio ambiente. La democracia está amenazada por el poder de los mercaderes apoyados en la hegemonía de EEUU que, más bien pronto que tarde, sufrirán en su carne los efectos de este monstruo ingobernable por inhumano.
Los actuales dirigentes de EEUU afirman que no hay fronteras finales ya que la seguridad en la defensa de los intereses norteamericanos, en cualquier lugar del mundo, justifica cualquier acción económica, política o militar.
Todo lo cifran en mantener la prosperidad de EEUU y de sus aliados, en aumentar el poder de la OTAN /desarrollando nuevas capacidades y preparándose para nuevas misiones fortalecida por nuevos miembros/, cueste lo que cueste, /al haber adoptado un nuevo concepto estratégico para responder a todas las amenazas/, cuando esa prepotencia con la máquina de guerra jamás soñada constituye la mayor de las amenazas. Su justificación de que es preciso ese liderazgo mundial como eje de una economía global en expansión /contra las armas de destrucción masiva/, oculta que ellos tienen los mayores arsenales del mundo.
Lo mismo sucede con la amenaza del narcotráfico cuando son los mayores compradores de drogas y sus entidades bancarias los más grandes blanqueadores de sus beneficios. Junto a logros indiscutibles, no se pueden ocultar las graves deficiencias del sistema norteamericano: su enorme deuda, sus bolsas de pobreza, sus poblaciones marginadas, su récord en población carcelaria y en asesinatos legales después de la tortura psicológica en los corredores de la muerte.
La seguridad no se puede conseguir a cualquier precio, confundiendo la paz con el silencio de los cementerios.

José Carlos Gª Fajardo

Nesemu. Máscaras: No sabían que era imposible

Por eso lo hicieron. Porque pocos placeres son tan fuertes como ver avanzar las causas que parecen imposibles. Toda la historia de la humanidad está construida con gestas, con hechos memorables ya que van preñados de sabiduría. Se han gestado en la experiencia y engendran hechos nuevos.
“No escribimos para que sepan, si no para que no olviden”.
Por eso, dice Marcos, no podemos permitir que pongan en venta la memoria y la privaticen también. No sólo porque empezaríamos a perdernos todos nosotros, sino porque la memoria es la única esperanza que nos queda para poder abrir un mañana, que está en nosotros pero abandonado al otro lado del espejo. Tenemos que rescatarnos del olvido para que no nos privaticen y nos homologuen y perdamos la magia de la palabra. Tenemos que hacer el mejor espacio para la palabra que transita y dejar que sea ella la que nos busque y encuentre. Somos personas porque la palabra nos transita, y se realiza en un tú que la acoge. La persona es sinónimo de máscara y se expresa mediante gestos. Si no hay un tú, no hay palabra, tan sólo ruido.
“Que hablen los todos que son diferentes. Que hablen y encuentren la memoria, que con ella conspiren y labren un futuro mejor para todos”
A veces, parece pesar la vida porque la tomamos como sustantivo y es preciso arriesgarse en el infinitivo. André Malraux respondió al General de Gaulle: “aunque la vida no tuviera sentido, tiene que tener sentido vivir”. No nos atrevemos a discrepar y nos aferramos al vacío concepto de la seguridad que nos venden bajo mil formas. Como si hubiera algo más seguro que la incertidumbre portadora de desafíos que transforman los problemas. Quizá la frase más reveladora del Quijote sea “Yo sé quien soy, Sancho amigo”.
Ante el malestar de un mundo en crisis, es preciso agarrarse a la memoria y hacer espacio a la palabra. Dentro del laberinto de espejos en que se ha convertido la historia contemporánea hay que tallarlos y convertirlos en cristales para ver lo que podemos ser. “Los espejos son para ver de este lado, los cristales son para atravesarlos y pasar al otro lado”. Y empezar a ser felices queriendo lo que hacemos para superar esta soledad colectiva que hará crisis si nos lo proponemos. Rescatemos la memoria del olvido.

José Carlos Gª Fajardo

Nesemu: Marketing que explota sentimientos

La Asamblea de Naciones Unidas ha urgido, desde 1985, a los países más ricos para que destinen el 0’7% de su PIB en ayuda a los pueblos más pobres. Es una justa reivindicación para reparar la explotación sistemática por los países del Norte de las riquezas naturales y humanas del denominado Tercer Mundo.
Autoridades médicas de prestigio internacional en la investigación contra el cáncer, han denunciado las campañas que incitan al consumo de tabaco. Recordaron que la Sanidad española gasta unos dos mil millones de euros al año en enfermedades atribuidas al tabaquismo: cáncer, coronarias y respiratorias, con más de 50.000 muertes al año. Ante esto, ahora se ha desatado una campaña contra la publicidad de las tabacaleras como si durante décadas, los impuestos sobre ese monopolio, no hubieran beneficiado al Estado que promovía su consumo indiscriminado.
Se ha puesto de moda que algunas empresas anuncien que donarán el 0’7% de sus beneficios a algunas ONG. Sería correcto si se tratase de productos sanos y no piden actos de compra a cambio. No parece ético aprovechar un estado de ánimo que ha costado más de diez años para hacer llegar el mensaje a la opinión pública en ayuda a los pueblos del Sur.
El fin no justifica los “media”. Pronto anunciarán bebidas alcohólicas, drogas y armas “a cambio de dar una ayuda a las ONG”. No se puede aceptar dinero que proceda de productos nocivos para la salud, la paz o la convivencia entre los pueblos.
Asistimos a la manipulación de los sentimientos con el mensaje de que si no compramos tal o cual producto somos responsables de que los pobres sean desdichados y “los niños infelices” porque no llega nuestra ayuda.
No es ético que las asociaciones humanitarias participen en esa ceremonia de confusión. Más valdría preocuparse de las condiciones de trabajo de quienes producen las materias primas en esos países empobrecidos dominados por las sucursales de esas empresas.
Es la llamada cláusula social de obligado cumplimiento según la OIT.
No es justo aprovecharse del esfuerzo de incontables personas e instituciones que entregan lo mejor de sus vidas en la lucha por una sociedad más justa y solidaria. En la ayuda a los más pobres hay que preguntarse por las causas de la injusticia, analizar la realidad y elaborar propuestas alternativas válidas y sostenibles.
¿No podrían las empresas que quieren ayudar a los pobres dedicar lo que se gastan en esas campañas de publicidad a mejorar los estudios sobre los efectos secundarios de sus productos?

Nesemu

Nesemu: No ser tenidos por idiotas

En la Grecia clásica la imagen del orden establecido preside la estructura política y cualquier violación del orden se antoja blasfema, pues desafía la norma que garantiza la convivencia. La democracia, más que una forma de gobierno, es una forma de vida en la que el ciudadano debe participar y estar informado de las cosas de la república. Según Pericles, "cada uno de nosotros, de cualquier estado o condición que sea, si tiene algún conocimiento en virtud, está obligado a procurar el bien de la ciudad. Y no será nombrado para cargo alguno, ni honrado por su linaje, sino sólo por su virtud y bondad". Llamaban "idiotés" al que no participaba en las cosas referentes a la comunidad. De ahí, la evolución semántica hasta el significado de idiota, en nuestros días.
La virtud esencial de quien gobierna es conseguir la concordia de la ciudad, la general participación de las gentes y el aprecio de los idóneos para los puestos de responsabilidad.
Abrumados por campañas electorales desconcertantes, tenemos que ir en busca de la auténtica democracia y no de subastas demagógicas, como los perennes anuncios de bajadas de impuestos que siempre benefician a quien tiene para pagarlos. Para los pobres y los marginados, aquellos que no tienen nada, una bajada de impuestos sólo significa dejar de recibir un servicio público.
Causa perplejidad escuchar a los candidatos sin sentarse a debatir los problemas y las posibles soluciones buscando el bien común y no el de las facciones. Desde el debate de Kennedy y Nixon, la televisión es el ágora ante la que somos testigos como protagonistas y no como objetos de un mercadeo de votos. Por sus descalificaciones y lugares comunes nos preguntamos por qué no utilizan unas máscaras trucadas para reflejar mejor la persona que ocultan. Escamotean los grandes problemas de un mundo en mutación, de una sociedad interrelacionada con el resto del planeta, de las consecuencias de una economía globalizada, de tecnologías que no conocen fronteras con efectos deletéreos sobre el medio ambiente. Silencian nuestros compromisos supranacionales, nuestra responsabilidad en el área geográfica de nuestro entorno, nuestra dependencia de las materias primas de otros pueblos y el cambio de actitud en las relaciones con pueblos que ya no caben en sus estados.
Nosotros hemos apostado por el mestizaje, la solidaridad, el respeto a la diversidad y el reconocimiento de los valores de la diferencia y denunciamos modos políticos obsoletos que hacen un mercado con pensiones y promesas que no cumplieron cuando gobernaron. Estamos en plena revolución de la información y de las comunicaciones y nuestros presuntos líderes se pierden en la prosa de los mandarines.
Es preciso afirmar, mediante el pensamiento crítico, nuestra condición de ciudadanos: la plenitud de lo humano en la persona.

José Carlos Gª Fajardo