No está demás acercarnos con respeto a una realidad milenaria que merece respeto. Sólo así podremos distinguir "otro camino" de una multitud de supercherías que, al parecer, vuelven a resurgir sofisticadas y hasta cierto punto peligrosas para personas con mentes no suficientemente estructuradas:Ante falsos chamanismos
"Habéis visto el nuevo país que os traigo. La tierra se enrollará como una manta con todas las invenciones maléficas del hombre blanco: las cercas y las vías del tren, las minas y los postes telegráficos; y debajo estará nuestra tierra india con nuestros antepasados devueltos a la vida". Entonces, el hombre sagrado les enseñó una danza nueva y un canto nuevo. Ahora, bailemos esta Danza del Espíritu por todas partes, para enrollar la tierra y hacer que regresen los muertos.
En esta tradición sioux se encierra el drama que concluiría en la masacre de Rodilla Herida, en 1890. En torno a 1879, el chamán Tavibo, de los paiutes de Nevada, profetizó un cataclismo, la resurrección de los antepasados y unas "tierras nuevas con pastos nuevos, búfalos y alces que remplazaran a la tierra vieja y gastada, profanada por el hombre blanco". Hacia 1888, el chamán Wovoka reavivó estas enseñanzas; predicó un estricto código ético y la paz con todos, y enseñaba una danza circular arrastrando los pies, en el sentido de las agujas del reloj, aprendida en una visión y que se propagó entre todos los pueblos indios que, desde antiguo, practicaban la Danza del Sol. Pero el gran pueblo sioux, con los dakota, crow, omaha, ponca, creyeron que había llegado la hora de la venganza contra quienes les habían obligado a abandonar los bosques y el cultivo del maíz antes de ser encerrados en las reservas por la codicia del hombre blanco que esquilmó las manadas de búfalos disparándoles desde los trenes, sin tener hambre. El mayor genocidio de la humanidad, sólo comparable a la trata de esclavos, se realizó en América por europeos cristianos investidos de la misión de evangelizar y civilizar a aquellos "salvajes", ignorando sus tradiciones seculares. La expropiación de sus tierras sobre las que jamás comprendieron el concepto de "propiedad privada", pues "la tierra no pertenece al hombre sino que le hombre pertenece a la tierra", trastornó la sociedad india. Los confinaron en reservas, alcoholizándolos e introduciéndolos en drogas que jamás habían utilizado sino en ceremonias rituales dirigidas por hombres santos.
Hasta los pacíficos indios hopi, que se consideran los habitantes originales de América, lloran la plaga de los blancos. Danzan con máscaras que representan a los kachinas, espíritus de los antepasados, para acelerar la liberación de todos los indios Pueblo.
También los navajos, el pueblo más numeroso, padecieron la masacre dirigida por Kit Carson, después de haberlos encarcelado como animales, reducir sus tierras y sacrificar sus rebaños de ovejas. La cosmología de los navajos es una de las más ricas, así como la de los iroqueses. La religión es para mantener la vida en espera de ir a cazar en las praderas sin fin que Manitú guarda para sus pueblos. Desde el siglo XIX, los navajos son grandes consumidores de peyote para favorecer el renacimiento religioso sin el esfuerzo de las ceremonias tradicionales y la búsqueda de la visión. La familia lingüística algonquina, que incluye arapajoe, pies negros, cheyenne, delawere y ojibwa, participan del concepto religioso clave de manitú, lo misterioso, lo sobrenatural. Creen en un Dios supremo, Kitshi Manitú, que es columna del universo. (Bajo él están el Sol y la Luna, la Madre Tierra y los señores de los animales, La Gran Liebre es el culto a un héroe, creador y benigno; su gemelo el Lobo, representa a las fuerzas más oscuras.)
Los indios Pueblo, (que habitan Arizona y Nuevo México), son pacíficos cultivadores del maíz que, en 1680, fueron aplastados por los españoles en nombre de la civilización y del dios de paz que les llevaban. Tienen un complejo ritual y hermosas tradiciones relacionadas con la agricultura, la fijación exacta de los solsticios y las dramáticas danzas con máscaras de los antepasados para representar la primavera y el invierno.
Danza del sol
Los pueblos indios de las Praderas celebran una ceremonia para señalar la renovación de la naturaleza. Representa la recreación del mundo, el paso de la muerte a la vida; las danzas y los cantos permiten a la tribu restaurar la armonía con la tierra que da sustento y con el Gran Manitú para tener alimentos y buena salud. También era ocasión para iniciar a los jóvenes en los "ritos de paso" de la pubertad a la juventud y poder asumir sus responsabilidades de adultos y de esposos.
Era un rito de acción de gracias y de renovación pero se desarrolló como fuente perfección espiritual para los capaces de sacrificio. Como medio de iniciación se construye una casa como modelo del universo que funciona. En el centro está un gran poste (el eje del mundo, el árbol enraizado en la tierra y que nos comunica con el cielo). Su piso es la tierra; sus cuatro paredes aluden a los cuatro puntos cardinales; su techumbre es la bóveda celeste. La alegoría del "sendero blanco", símbolo del paso por la vida, se plasma en el trazo marcado sobre el piso para indicar el camino de la vida que sigue el hombre hasta la puerta del Oeste donde todo termina, para favorecer el viaje de las almas hacia el mundo de los espíritus.
Los participantes se someten a una purificación estricta en la "casa del sudor", ayunan, se pintan con rico simbolismo y se adornan con plumas que facilitarán el vuelo astral cuando entren en trance. Se proclama la muerte y la resurrección: sed atroz, mirar fijamente al sol, cantos graves y profundos. El sonido del tambor impulsa, la participación de la comunidad respalda.
La danza entre los indios es equivalente a las plegarias y al culto en otras religiones.
La Casa del sudor era el medio de purificación que se llevaba cabo en una estructura cerrada con piedras calientes sobre las que se derramaba agua fría: los cuatro elementos de tierra, aire, fuego y agua actúan para prepararse a las grandes ceremonias de iniciación o de renovación. Así como para penetrar en la "tienda de la agitación" o en la "búsqueda de la visión" o para fumar la pipa de la paz.
La búsqueda de la visión era una Institución muy extendida entre los algonquinos, los pueblo y otros. Se trata de poner a prueba a un joven, después de haberse purificado en la casa del sudor, el fumar sagrado y la oración intensa, la ordalía, el ayuno y la sed; además de un retiro en la montaña para enfrentarse a la soledad y al terror. A cambio, recibiría una visión de su espíritu guardián, a menudo en forma de animal; se le otorgarían poderes especiales y los códigos y tabúes que necesitará para curar, para defender o conducir al pueblo. Los chamanes asistían al neófito hacia su iluminación. Cuando decayó la cultura del guerrero, decayó la búsqueda de la visión por los medios tradicionales y se introdujo el uso del peyote que procede de las tierras al sur de Río Grande, patria del mescal y de los hongos divinos. En todos los pueblos indios floreció la medicina que practicaban los chamanes.
Las pipas y materiales de fumar utilizados en el culto americano se designaban calumet. Fumar como medio de oración y de comunión se deriva de la pipa que aspira el chamán para estimular la visión extática. Los modelos indígenas de comprensión se reflejan en las historias de la pipa arquetípica. La más conocida es la de los sioux oglala que narra el regalo de la pipa por la Mujer Búfalo Blanca. Es bellísima. La pipa representa a la tierra, la vegetación, animales y pájaros. Orar con la pipa significa orar con y por todos. La custodian los indios en Dakota del sur y jamás es mostrada; como tampoco lo es la pipa plana de los arapajoes. Se ofrece el humo a los seres celestes, a la tierra y a los cuatro puntos cardinales para recuperar la armonía de la naturaleza y con ella la salud y el sosiego.
"¡Qué hermoso día para morir!" -exclama el guerrero indio ante un amanecer hermoso-. "¡Y poder cabalgar y cazar en las grandes praderas de Manitú!".
La palabra sumeria an.bar, el más antiguo vocablo para designar el hierro, se escribe con los signos "cielo" y "fuego" que se traducen como "metal celeste" o "metal estrella". Los egipcios no conocieron otro hierro que el de origen meteórico. Igual sucedía entre los hititas que utilizaban "el fuego negro del cielo". Como era escaso y tan caro como el oro, se utilizaba como elemento ritual. Hasta que no se descubrió la fusión de los metales no comenzó una nueva etapa en la historia de la humanidad. Los primitivos aprendieron a trabajar el hierro meteórico como simples piedras. Cuando Cortés preguntó a los jefes aztecas de dónde sacaban sus cuchillos, ellos señalaron el cielo. De hecho, las excavaciones no han encontrado rastro de hierro terrestre en los yacimientos precolombinos. La metalurgia del hierro va a tener efectos religiosos pues, aparte de la sacralidad celeste, propia de los meteoritos, se impone la sacralidad telúrica, propia de las minas, donde "se crían" los minerales. Las cavernas y las minas son asimiladas a la matriz de la Tierra, Madre nutricia. Extraer los minerales es como una operación practicada antes de tiempo. Si se les dejara madurar, se desarrollarían como los organismos vegetales o animales, pero al ritmo geológico de las tinieblas telúricas. Esta idea va a ser fundamental para entender la alquimia y su aparente búsqueda de la transformación del hierro en oro cuando, en realidad, buscaban la piedra filosofal; esto es, la sabiduría del despertar a la realidad real sin confundirlo con el elixir de larga vida. Es cierto que los verdaderos alquimistas, como los maestros de la Cábala, no quisieron deshacer los equívocos para poder trabajar con más tranquilidad. En todo el mundo practican los metalúrgicos unos ritos que exigen el estado de pureza, el ayuno, la meditación, la plegaria y ciertas prácticas de culto, pues se introducen en un ámbito sagrado que se supone inviolable. Las mitologías de las minas y de las montañas, de las cuevas, las hadas, los genios, elfos, fantasmas y espíritus son otras tantas epifanías de la presencia sagrada a la que se enfrenta quien se aventura en sus entrañas. Cargados de esta sacralidad, los minerales son llevados al horno para acelerar el "crecimiento". El horno viene a ser como una segunda matriz en la que el mineral concluye su gestación. De ahí, las innumerables precauciones, tabúes y ritos que acompañan a la fusión. En Africa, la tarea de fundir los metales se asimila al acto sexual, con toda su parafernalia de penetraciones, ardientes transformaciones al rojo blanco y fusiones que darán lugar a nuevas formas de existencia; teniendo en cuenta la concepción animista que dota de vida a todas las cosas, en concreto a los metales. El metalúrgico, como el herrero y, antes que ellos, el alfarero, son "dueños del fuego" del que se sirven para hacer que la materia cambie de estado. Por eso, en las sociedades primitivas, el fundidor y el herrero son equiparados a los chamanes, los curanderos y los magos. De ahí que el carácter sagrado-demoníaco del ambivalente metal se transmita a los metalúrgicos y herreros que son muy estimados pero, a la vez, temidos. Hasta el punto de que se les mantiene viviendo alejados de la ciudad, y son objeto de menosprecio por el temor que inspiran. Pero, como son necesarios para mantener el progreso social y la defensa de la comunidad mediante los utensilios y las armas que fabrican, también son respetados. En muchas mitologías aparece la figura del herrero divino encargado de forjar las armas de los dioses. En la Ilíada, Tetis va al fondo del mar para que Vulcano forje una armadura nueva para su hijo Aquiles. Igual sucede entre los cananeos que forjan para Baal los bastones de oro para abatir al señor de los mares. O en el mito egipcio, Path forja las armas que permiten a Horus vencer a Seth. O en la India, el herrero divino Tvastri prepara las armas a Indra y, en Grecia, Hefesto forja el rayo con que Zeus triunfará de Tifón. Curiosamente, el herrero divino tiene relaciones con la música y el canto. No es extraño que, en tantas sociedades, los herreros y caldereros sean también músicos, bailaores y cantaores, magos y echadores de la buenaventura, que practican el nomadismo y que se asientan en las afueras de las ciudades. Nuestros zíngaros y gitanos modernos. ¿Qué mueve a un hombre a salir de su casa y echarse a andar? La conciencia de que toda la Tierra es sagrada y puede acogerlo como un hogar sin límites. Durante la Edad Media había edictos por los que se prohibía a los gitanos acampar dentro de las murallas de las ciudades, más que por prejuicios raciales, por temor a sus prácticas como caldereros, nigromantes y adivinos. Ellos cultivaban el fuego en las herrerías, lo contemplaban y pasaban las noches en sus campamentos alimentándolo mientras cantaban y bailaban. Todo un componente de desasosiego en gentes dominadas por la magia blanca de prácticas religiosas impotentes ante lo que les decían que era magia negra, porque no la podían controlar sus sacerdotes. Miles de años más tarde, los alquimistas serán perseguidos como brujos y llevados a la hoguera. En muchos lugares de Africa, el herrero, amado y temido, solía ocupar el puesto de jefe del poblado con capacidades de sanador y de mago. En cambio, entre los tuaregs, los masai o los somalíes se les relegaba al fin de la escala social; pero siempre libres. Inimaginable un herrero esclavo. Entre los yorubas, de Nigeria, cuando se iban a fundir objetos de gran tamaño y sobre todo en la técnica de la "cera perdida", nadie osaría comenzar sin rituales previos para prevenir explosiones y roturas. Los ogbonis practican ayunos y la abstinencia sexual, así como sacrificios rituales en los días previos a la fundición del latón, tan estimado en sus esculturas. Y si habían tenido alguna polución, voluntaria o nocturna, procedían a purificaciones rituales. Al fin y al cabo, el semen tenía mucho que ver con el mineral que se extraía de la tierra así como con los metales fundidos. En bastantes pueblos americanos, como los quimbayas, se entendía que el oro era como el semen de la tierra. Por eso, una vez utilizados los objetos de oro por los chamanes, se volvían a enterrar para que "madurasen"; con gran desesperación de los conquistadores en sus rapiñas. El herrero mantiene buenas relaciones con los espíritus que le asesoran en la recogida de plantas medicinales. Pasando tantas horas en la selva, y en espera de que los hornos realicen su cometido, no es extraño que estén familiarizados con plantas y animales, así como con los cazadores tenidos por magos o brujos en muchísimas tradiciones. Por eso mantiene el secreto sobre los venenos y sus antídotos y dirige las ceremonias rituales del poblado, entierros, iniciaciones de paso en las que realiza las circuncisiones de los jóvenes o los tatuajes de los bebés para alejar a los malos espíritus. Esta implicación en la vida de la comunidad hace de él el genealogista, mediador en los conflictos, intermediario matrimonial y consejero conyugal; o remediador de mujeres estériles pues solían tener buenos bíceps y estar bien dotados. No se concibe un metalúrgico castrado o equívoco. Los talleres de los herreros son lugares de trabajo pero también una especie de santuarios que inspiran temor, fascinación y respeto. En no pocas etnias africanas, se hace remontar sus orígenes a un individuo extraordinario, un rey-herrero que proveía de armas y de utensilios para la agricultura. Desde la infancia a la tumba, los objetos de metal protegen, salvan, defienden y adornan a los seres humanos transformándolos en obras de arte. Pero, por encima y más allá de los límites de la existencia, hunden sus raíces en los mitos que sustentan los imaginarios colectivos.
Tabú es una voz polinesia que significa sagrado y que fue incorporado al inglés por el capitán Cook, quién lo recogió en las islas Tonga. Constituye un tipo de magia negativa, en la que se cree que si se realizan determinadas acciones o se tocan ciertos objetos sucederán desgracias al infractor del tabú. Siempre es de origen religioso la razón de declarar tabú una acción o un objeto. Objetos relacionados con la divinidad como estatuas, amuletos, templos, utensilios sagrados del culto o las personas que guardan relación con ellos, como el rey o los sacerdotes. También son tabú aquellas acciones que pueden provocar la pérdida del mana, o fuerza mágica que protege a la comunidad, así el asesinato del rey o de un sacerdote y también la fuerza mágica personal, como caer prisionero del enemigo. Lo mismo sucedía entre los bárbaros, para desesperación de los romanos que confiaban en los pactos suscritos con los reyes que hacían prisioneros. Cuando los galos supieron que Vercingetórix iba encadenado por César a Roma "comprendieron" que lo había abandonado la divinidad y no se sintieron obligados por sus compromisos. O cuando a Wamba le cortaron el pelo mientras dormía; al despertar había dejado de ser rey pues el pelo corto sólo lo llevaban los siervos para distinguirlos de los hombres libres. En la Edad Media esta práctica de la tonsura pasó a los clérigos, para distinguirlos en sus andanzas aunque ellos decían que era por ser siervos de Dios.
FETICHE
El fetiche es un objeto material al que se atribuyen poderes sobrenaturales o mágicos. A veces se confunden las propiedades del fetiche con las del amuleto dando lugar, en todas las culturas, a supersticiones nacidas de la ignorancia y del miedo. El verdadero fetiche es propio sólo de aquellos pueblos de religión animista que rinden culto a un objeto material por motivos mágicos. El nombre de fetichismo fue aplicado por los portugueses a las prácticas religiosas de los negros de Africa Occidental que ellos no entendían y que condenaron por demoníaca y propia de salvajes. De ahí a decidir conquistarlos y reducirlos a esclavitud "puesto que no tenían alma" sólo había un paso que no vacilaron en dar, movidos por un caritativo "espíritu cristiano" que les ayudó a incrementar sus riquezas una vez tranquilizada sus conciencia. Igual hicieron los demás pueblos cristianos de Europa, protestantes o católicos, durante el auge de la esclavitud sin que fueran condenados por la jerarquía hasta pasados bastantes años. Casi hasta que no los necesitaron. El erudito francés Charles de Brosses lo difundió en Europa, en 1760, cuando publicó su obra Culto de los dioses fetiches. Disparate colosal pues nunca un fetiche fue dios, aunque representase algún atributo divino. Con este término se denominó entonces la religión de aquellos pueblos que consideraban a todos los seres naturales dotados de fuerzas anímicas que intentaban propiciarse por medio del culto. Hoy día este tipo de religión se denomina animismo y sólo un ignorante la consideraría salvaje o demoníaca. Por el contrario, con el término fetichismo se designan objetos y prácticas que han caído en el campo de la superstición. En las religiones más evolucionadas estos fetiches o amuletos se enmascaran como reliquias, medallas bendecidas, escapularios, estampas con la efigie de un muerto, velas bendecidas por un sacerdote, cruces con determinadas formas, rosarios de cuentas, aguas de tal o cual lugar en donde pretenden que se apareció un ser sobrenatural, casi siempre a algún adolescente y de muy bajo nivel cultural susceptible de padecer con facilidad el fenómeno psicológico del eidetismo. Con frecuencia se utilizan como sinónimos los términos hechicería, brujería y magia. Y no lo son pues sus diferencias corresponden a características étnicas, antropológicas y religiosas que los conquistadores y los misioneros ignoraron o prefirieron meter en el mismo saco para condenarlos. Creían que, conjurados los nombres, se eliminaba la cosa en un alarde de la más pura hechicería. En todos los pueblos y en todas las culturas precristianas se encuentra la práctica de la hechicería y al hechicero quien tiene por oficio velar por los intereses de la comunidad y sus componentes, defendiéndolos de las desgracias y fuerzas adversas, tanto naturales como sobrenaturales. Se apoyan en los espíritus buenos y en las fuerzas positivas para combatir la acción de sus antagonistas, a los que se designan espíritus malos. En último término, se apoyan en la misma divinidad a través del primer antepasado que da consistencia al clan y a las comunidades, que algunos llaman con ligereza tribus. El antepasado tuvo sabiduría y fuerza para constituir un pueblo o etnia que se rige por una concepción de la vida, expresada en costumbres que tienen que ver con el respeto a la naturaleza que los sustenta, a la conducta hacia la comunidad y hacia uno mismo para disfrutar de una vida saludable y feliz que se ha de transmitir a los descendientes. Esas costumbres, contrastadas y saludables, se convirtieron en tradiciones transmitidas oralmente y, más tarde, se formalizaron en normas que rigen la vida de la comunidad y le confieren sus señas de identidad. De ahí que, desde los orígenes, la práctica de la magia estuviera asociada a la medicina y de ella se originaron las ciencias. Por la observación empírica y por el empleo del poder psicológico, junto con las substancias naturales que, como "remedios", restablecían la salud o la conservaban. De ahí que supervisaran los alimentos saludables, la gestación, el alumbramiento, la protección de los niños hasta la pubertad, los ritos de iniciación para prepararlos a la dureza de la vida mediante la superación del miedo, la asunción de la soledad y una vida sexual satisfactoria, eficaz y que garantizase la transmisión de la vida; igual sucedía con los individuos heridos o enfermos, con el cuidado de los ancianos y el respeto a los ciclos de la naturaleza para obtener los mejores frutos sin agotarla; el cuidado de las fuentes y del curso de los ríos o de los oasis, de los pozos y de las minas, rodeándolos de prácticas mágicas para memorizar mejor mediante ritos los saberes transmitidos o adquiridos. A esa sabiduría, los europeos la designaron como prácticas salvajes y propias de gentes incivilizadas y paganas, ¿de qué civilización, de qué cultura, de qué dioses?
MAGIA
Al descubrirse la escritura, que muchos pueblos siguen sin necesitar para transmitir sus saberes, el hechicero se transforma hasta convertirse propiamente en mago o en médico/sanador (guérisseur) en los antípodas del brujo que actúa sin escrúpulos éticos, se vale de la compulsión por el miedo, vive al margen de la ley y es enemigo de la auténtica religión. Uno de los cometidos principales de los hechiceros, magos o sanadores, es combatir las malas influencias e ignorancia de los brujos y arrancar a los incautos de sus garras porque la verdad hace libres y la sabiduría produce la felicidad y el sosiego. La enseñanza mágica se transmite en verdaderas escuelas y sacerdote y mago se identifican cada vez más hasta convertirse la magia en un aspecto saludable de la religión. La magia es una técnica considerada como un arte o una ciencia que pretende obtener efectos que, aparentemente, superan a los naturales mediante la recitación de una fórmula, la realización ritual de determinados actos o la ingesta de ciertos productos. Se concitan así los poderes de la influencia sicológica, de la excitación de las fuerzas ocultas de la naturaleza y de los contrastados poderes del ayuno o de las propiedades de determinados alimentos. Originariamente, la magia, aunque trate de operar sobre poderes ocultos, procede de la observación primitiva de que causas similares producen efectos idénticos y que la acción sobre la parte repercute sobre el todo. Puesto que para los primitivos, y aún en nuestros días en Africa nadie dice su nombre a un extranjero, es lo mismo el nombre que la cosa se considera que la palabra es capaz de producir efectos mágicos saludables. La magia tuvo una gran importancia en la antigüedad y muchas instituciones proceden de ella: la dignidad real tuvo un origen mágico y los primeros médicos fueron magos. En Mesopotamia, caldeos y asirios poseyeron secretos de magia y adivinación sorprendentes; en Egipto, se conoció una magia lícita y otra ilícita y su impresionante conocimiento de la medicina, de la astronomía y de las demás ciencias es inseparable de la magia. Los hebreos la citan con frecuencia en la Biblia, y Moisés no hace sino magia cuando levanta en alto la serpiente de bronce; así como la circuncisión se realiza mediante ritos que dinamizan el mito de la pertenencia al pueblo elegido para afirmar una práctica higiénica. La India con sus mantras, sus ritos y el mismo yoga tiene una etiología mágica. Grecia y Roma son ricas en prácticas mágicas y en formidables ritos de iniciación en interesantísimos misterios que abordaremos en su día. El Judaísmo medieval tiene una vena mágica indudable en la cábala, la alquimia y el uso de amuletos que dieron lugar a una corriente mística. El Islam es rico en sahumerios, talismanes y amuletos, hechizos y horóscopos por la creencia en los yinn o espíritus que había que propiciar. Como siempre, había una magia lícita o blanca y una ilícita o negra cuya calificación correspondía a los poderes constituidos para asegurar la autoridad y el mantenimiento del orden. En cuanto al Cristianismo, es el caleidoscopio más rico y cercano que poseemos con sus persecuciones y sus ritos que proscribían unas y fomentaban o toleraban otras de plena actualidad, pero con nombres diversos. Su estudio es fascinante y abre la mente hacia perspectivas de libertad, de alegría y de mundos nuevos secuestrados durante siglos por los cancerberos del gozo de considerar la vida como un don. Que ese y no otro es el origen de la magia.
Estoy convencido de que el conocimiento de las creencias que han sostenido e informan muchas de las actitudes de los pueblos es imprescindible para un conocimiento de la urdimbre de la historia. Muchos fenómenos humanos que nos parecen inexplicables pueden iluminarse en el contexto del amplio telar en donde se vienen tejiendo los avatares históricos. El Animismo no sólo no ha muerto para millones de seres sino que informa mucho más de lo que creemos las vivencias, actitudes y conductas de las gentes. Yo apuesto por esta ampliación y profundización del conocimiento.
Nesemu
//Los africanos son esencialmente religiosos y cada uno de los tres mil pueblos africanos tiene su propio sistema de creencias. La religión es el elemento más importante en la vida tradicional y conforma su manera de pensar, de sentir y de actuar. No existe una distinción radical entre lo profano y lo sagrado, pues todo está inter relacionado, lo espiritual y lo material. Allí donde se encuentre el africano, allí está su religión pues ésta es inseparable del medio: la lleva a los campos cuando va a trabajar, la lleva a la escuela o a la universidad. Los nombres de las personas, los sonidos del tambor o los eclipses evocan significados religiosos. No comprenderlo así es contribuir al desarraigo personal y a la frustración social con la pérdida de sus señas de identidad que son la esencia de su universo. Las religiones tradicionales no son para el individuo sino para la comunidad de la cual se sabe parte. Una de las fuentes de la tensión que padecen tantos africanos procede de la separación de su ambiente tradicional que los desgarra entre la vida de sus antepasados, que tiene raíces históricas y tradiciones firmes, y la vida de nuestra era tecnológica. En opinión de uno de los mejores estudiosos de las religiones tradicionales, el kenyata John Mbiti, "Ni el islamismo ni el cristianismo parecen eliminar los sentimientos de desarraigo y frustración. No basta con abrazar una fe que es activa un día, domingo o viernes, mientras que el resto de la semana se encuentra virtualmente vacío. Las religiones tradicionales ocupan a toda la persona y toda su vida, la conversión a las nuevas religiones debe comprender su propio lenguaje, sus modelos de pensamiento y sus relaciones sociales". No hay sagradas escrituras, pues cada persona lleva la religión en su mente, en su corazón, en la tradición oral, en los rituales y en personajes como los jefes, los sacerdotes o los ancianos. Las religiones tradicionales no tienen misioneros que las propaguen ni pueden pasar de un pueblo a otro. Las religiones pertenecen a los pueblos y a las personas como el alma al cuerpo, como las tierras o el aire que los vieron nacer. Arrancar a los africanos de sus tierras, por la fuerza o por presión cultural, es arrancarlos de sus raíces. En todas las religiones tradicionales se encuentra la creencia en una forma de vida después de la muerte, pero lo que cuenta es vivir, aquí y ahora, con coherencia. Ni existe la esperanza en un paraíso ni miedo a un infierno pues, como no existe el concepto de culpa judeo cristiano o el de karma para purgar en una encarnación presente culpas pasadas, no se comprende el concepto de redención que tanto les ha costado introducir a los misioneros. Como decía el fundador de los Padres Blancos, "hay que convencerlos de su culpa para que acepten el mensaje de redención". El animismo se remonta a los orígenes de la humanidad. Para el hombre primitivo, los fenómenos que no puede comprender son movidos por fuerzas ocultas que él se representa a su imagen. Así hay espíritus buenos y malos, manes protectores, etc. Este animismo ancestral conduce a la hechicería o acción de hombres buenos o a la brujería de los perversos, a la magia para dominar esas fuerzas misteriosas (magia blanca y magia negra), a los tabúes que protegen las señas de identidad de la comunidad, al tótem que las representa, y que pueden derivar en supersticiones vulgares nacidas de la ignorancia y del miedo y que, no pocas veces, son promovidas por los poderes fácticos para dominar al pueblo. Ninguna religión tradicional o revelada se libra de ellos pero los camufla para aliviar la tensión ante lo desconocido y la angustia ante la muerte. Por eso, los hechiceros, los sacerdotes, los reyes y los magos se aprovechan de la natural tendencia a no tomar decisiones que comprometan y confiarse a los dioses que habitan las lagunas de la ignorancia de los pueblos, como señalaron Epicuro y Lucrecio. "Fábulas consoladoras ante el miedo cósmico y existencial". El animismo no define un tipo de religión sino que coexiste con formas teístas avanzadas. El concepto fue utilizado por el antropólogo inglés E.B. Taylor, en 1866, como "creencia en seres espirituales" que "animaban" el universo, personas, animales o cosas. De ahí se progresó hacia el politeísmo y el monoteísmo de las religiones que se consideran a sí mismas reveladas: judaísmo, cristianismo e islamismo. Otras teorías parten de la concepción originaria monoteísta que derivó hacia el politeísmo y, de ahí, a formas elaboradas de animismo. Quizá la atracción que experimentamos por las concepciones orientales ateístas, más que ateas, reflejen el cansancio de un abuso de antropomorfismos, rituales, dogmatismos, clericalismos, moralismos y supersticiones acientíficas en que han degenerado no pocas religiones pretendidamente reveladas. ¿Por quién? Por su dios, que se complace en exterminar a los que no se someten a sus dictados: pretensiones monopolizadora y totalizadoras judaicas, cristianas y fundamentalistas islámicas. De ahí la gran importancia de conocer los componentes de los fenómenos religiosos originarios de la humanidad para mejor valorar nuestras convicciones y respetar y acoger a los demás con las suyas, que son inseparables en su expresión de un contexto social, económico y cultural de cada época. Aunque la "experiencia de lo sagrado" trasciende las culturas, no puede expresarse más que con lenguajes simbólicos. Símbolos son los mitos y los ritos que, cuando degeneran, se pervierten en ídolos y supersticiones por haber perdido su contacto con el misterio. Caso peculiar es el del judeocristianismo que pretende un encuentro con el Dios único y salvador en un contexto histórico. Consideraremos los deísmos, politeístas, panteístas o monoteístas, con el fundamento último trascendente al mundo. Mientras que, en los animismos y en concepciones que trascienden a los dioses, ese cosmos se relaciona con la plenitud del vacío y la armonía de la naturaleza a través de la inmanencia que resuelve toda contradicción en un aquí y ahora sosegado y fecundo. Hay unos momentos, lugares, gestos o personas que sirven de manifestación de lo religioso. Y hay desviaciones inhumanos que conducen al ridículo, a esteticismos, ritualismos y sacralizaciones indebidas de otros valores humanos. Consideraremos, sin prejuicios, la magia, el culto a los antepasados, el totemismo, fetichismo, hechicería y los ritos de iniciación a la pubertad, a la vida sexual, al matrimonio, a la responsabilidad de adulto, a la muerte y al más allá, los sacrificios y libaciones, los grupos étnicos y el parentesco, la función de los curanderos, hacedores de lluvia, magos y hechiceros así como los fundamentos de un anhelo religioso de relación con la divinidad, el universo y la naturaleza de la que nos sabemos parte responsable que no quiere ser confundida ni absorbida por el todo. Al menos, nadie nos quitará habernos atrevido a saber mediante una búsqueda desapasionada, razonable y enriquecida por la intuición y la experiencia del misterio.
En el encuentro de Guadarrama, ya inolvidable, aludimos al Enigma de los megalitos. Por si podemos robar algún tiempo, y a alguno se le ocurre alguna observación, asociaciòn de ideas o costumbre que recuerda de su pueblo o por haberla leido... aquí van unas reflexiones sobre el tema:
/Existe un antiguo mito en Indonesia, recogido por Frazer, que puede ayudarnos a comprender el enigma de los monumentos megalíticos construidos por los primeros agricultores de Europa. En el principio, cuando el cielo estaba muy cerca de la tierra, los dioses otorgaron sus dones a la pareja primordial haciendo que estos descendieran colgados de una cuerda. Un día, les enviaron una piedra pero los antepasados la rechazaron. Después, hicieron descender una banana que acogieron con júbilo. Entonces, se oyó la voz del Cielo Por haber preferido la banana, vuestra vida será como la vida de este fruto, perecedera. Si hubierais elegido la piedra, vuestra vida sería inmutable e inmortal. El descubrimiento de la agricultura había hecho cambiar radicalmente la concepción de la vida humana, que se revela frágil y efímera como la de las plantas. El hombre comparte el ciclo de la vegetación: nacimiento, vida, muerte y renacimiento. Se fecunda a la madre tierra penetrándola profundamente para depositar en su seno la semilla. Las creencias neolíticas florecieron entre el 8.000 y el 3.000 a. C., a partir de la revolución originada por la domesticación de animales y plantas, la invención de la cerámica y el progresivo sedentarismo. Incluían un centro de referencia en la sacralidad de la naturaleza, el ciclo de las estaciones y la diosa Madre Tierra. En las nueve civilizaciones neolíticas reconocidas, destaca el culto a los antepasados, los ritos de fertilidad, enterramientos rituales, divinidades del hogar, monumentos megalíticos y el arte rupestre. Existen tres tipos de estructuras megalíticas: 1) el menhir (del bajo bretón men = piedra, e hir = largo) un gran bloque alargado de piedra colocado verticalmente en el suelo (el de Locmariaquer medía 20 metros de altura); 2) el cromlech (de crom = círculo, y lech = lugar) varios menhires dispuestos en círculo (impresiona el de Stonehenge, cerca de Salisbury) o en alineaciones paralelas, como el de Carnac, en Bretaña, compuesto de 2.935 menhires; 3) el dolmen (dol = mesa, y men = piedra), una gran losa sostenida por bloques verticales que estaban cubiertos por un túmulo dando el aspecto de cámara mortuoria que contenían hasta cien cadáveres. Sólo en Europa se han contado unas 50.000 estructuras megalíticas.
Ansia de inmortalidad Mircea interpreta los grandiosos monumentos megalíticos como una respuesta al mito indonesio: si nuestra vida es como la de los cereales, a través de la muerte se alcanza la fortaleza y la perennidad. Se regresa a la tierra para compartir el destino de las semillas, que se pudren y renacen; pero los muertos son místicamente asociados a los bloques de piedra y se hacen indestructibles como las rocas. El culto megalítico a los muertos parece implicar la fe en la supervivencia del espíritu así como la confianza en el poder de los antepasados que nos pueden proteger durante nuestro camino. El concepto de los antepasados luchando al lado de los vivos es fundamental para comprender las concepciones existenciales de la mayor parte de las culturas. En las grandes religiones se ha camuflado, de una u otra forma, pero se mantiene con la supuesta mediación de los santos y de los espíritus buenos que luchan con los demonios; en una inútil pretensión de superar el enigma del bien y del mal. En los cultos animistas es universal el trato familiar con los antepasados; también en las grandes tradiciones de Oriente. Entre judíos, cristianos y mahometanos es fácil seguir esa relación para ayudar a los espíritus a superar las penas de las diversas concepciones de purgatorios. El culto megalítico de los muertos implicaba ceremonias (procesiones, danzas,) ofrendas (alimentos, bebidas, fuego), sacrificios ofrecidos en las inmediaciones y banquetes rituales en las tumbas. Algunos menhires se erigieron separados de las sepulturas lo que permite suponer que fueran sustitutivos del cuerpo a los que se incorporaban las almas. Como dice H. Kirchner un sustitutivo en piedra venía a ser un cuerpo para la eternidad.
Símbolo fálico El significado sexual de los menhires está universalmente atestiguado así como el falo está representado en la estela de piedra. La creencia en los poderes fertilizantes de los menhires todavía permanece viva en las tradiciones y en el folklore de muchos pueblos de Europa. En algunas regiones de Francia, las mujeres jóvenes, para tener hijos robustos, practican el deslizamiento a lo largo de una roca o la fricción sobre monolitos, o frotando el vientre contra determinadas rocas. No pocas leyendas y tradiciones de fuentes salutíferas para la fertilidad juegan con creencias paganas muy arcaicas. En algunas regiones, sobre todo cerca de las ruinas, fuentes y rocas poderosas, algunos vivos han aprovechado para ayudar a la madre naturaleza y al poder de los espíritus, prestando su colaboración desinteresada en el proceso fecundante. En otros casos, conocemos la eficacia fertilizante de pasar algunas noches en lugares con efluvios alucinógenos o sencillamente relajantes. Sin contar el poderoso efecto de ciertas especies de soma administradas por clérigos saludables. Y ya en nuestra cultura clerical, entusiasta del celibato, conocemos la larga tradición dos sobriños do cura. La mitología de diversas creencias nos muestra un arsenal de benévolos dioses encarnados en pastores de eficacia engendradora. El simbolismo fálico del menhir es semejante a la cultura del lingham en India y en otros lugares del sudeste asiático. El lingham que se pasea en procesión y preside la iconografía de sus templos. Pero el sentido primigenio era la transmutación de los antepasados en piedras que se plasmaban en la erección de un menhir sustitutivo del cuerpo. En la estructura de estelas y monolitos se integraba un elemento esencial del muerto que podía ser su esqueleto, sus cenizas o su pene. Todavía en algunos lugares se entierra el pene del enemigo después de haberse comido ritualmente sus testículos. (Innecesario recordar a los toreros que envían a su mozo de estoques al desolladero para procurarse las criadillas del astado bravo y noble para cenárselas en revuelto de huevos). Así, el muerto animaba la piedra que hacía del menhir o de los sepulcros megalíticos depósitos inagotables de vitalidad y de potencia. En lenguaje del mito indonesio, los muertos integrados en la estructura de las piedras se convertían en señores de la fecundidad y de la prosperidad al apropiarse, a la vez, de la piedra y de la banana/pene. Los hombres se han interrogado acerca del significado de los alineamientos de Carnac o de los gigantescos trilitos de Stonehenge. Impresiona la pericia técnica para manipular bloques de 300 toneladas y alzar sobre ellos losas de otras 100 toneladas. Parece ser que esa cultura megalítica, que desde hace más de 10.000 años se extiende desde el Mediterráneo hasta Suecia, arranca de un centro situado en Los Millares, Almería. La roca, la losa, el bloque de granito hablan de la duración infinita, de la permanencia, de un modo de existir independiente del devenir temporal. En el Paleolítico, los cazadores nómadas bastante tenían con sobrevivir. En el Neolítico, los sedentarios ya se preocupan por la supervivencia más allá de la muerte. Al igual que las pirámides y túmulos precoloniales en América, así como en Medio Oriente, estas estructuras pueden estar relacionadas con las divinidades solares y astronómicas, es decir, con las observaciones astronómicas, sobre todo en los solsticios (20 de junio y 21 de diciembre) y equinocios (20 de marzo y 22 de septiembre), para regular la agricultura. La influencia de la luna en la naturaleza y en los seres vivos, animales y seres humanos, fue descubierta en los albores de la hominización, y está relacionada con los ciclos que pudieran señalar algunas construcciones megalíticas.
Descalzarse y encender varillas de incienso, juntar las manos y postrarse en silencio, desde el vacío, porque "llegamos arrastrando nubes de gloria", dice Wordsworth, mientras Hopkins señala que "la más cara frescura vive en lo hondo de las cosas". Pretender escribir sobre el Tao es desconocer el Tao y, sin embargo, no hay realidad fuera del Tao, por eso "quien sabe, no habla y quien habla, no sabe". Sin límites ni substancia, sin adjetivos ni definición, sin arriba ni abajo, sin adentro ni afuera, sin bueno ni malo, justo o injusto, yang o jin, la mayor felicidad consiste en no hacer nada para obtener la felicidad porque "el gozo perfecto es carecer de él". Si uno está en armonía con el Tao el Tao cósmico, el que no puede nombrarse -, la respuesta llegará cuando llegue el momento de actuar pues uno actuará con arreglo al modo espontáneo del wu wei que, según Merton, es el modo de acción propio del Tao y es la fuente de todo bien, "hacer sin hacer" y plegarse a la naturaleza de las cosas sabiéndose uno con ellas. Acercarse a los textos sagrados del I Ching, o libro de las mutaciones; al Tao Te King, de Lao Tsé; a El Camino, de Chuang- Tzú; o a las obras de Li- Chi o de Lie-Tzu, es abismarse en la esencia del pensamiento taoísta que, como el sabor del té, no puede explicarse pero puede alcanzarse. Y "saber cuando detenerse" Algo pueden ayudar los poetas tang, Li Po, Tu Fu, Po Chu-Li o adecuar la respiración ante los paisajistas chinos en su anhelo de captar los ritmos vitales porque la estética china es animista y busca medios de unión con la naturaleza. El Taoísmo adquiere una enorme relevancia en nuestro tiempo porque puede resolver la crisis ecológica creada por la visión de antagonismo a la naturaleza del pensamiento judeo-cristiano que pretendió "dominarla", y ayudarnos a recuperar el contacto con los ritmos de la naturaleza y con el fluir de las energías en el cuerpo. Lo que el Zen denominará "recuperar el rostro originario", la identidad perdida. El Taoísmo es el sistema filosófico y religioso fundamental en China. Su fundación se suele atribuir al maestro Lao-Tsé que vivió hacia el siglo V antes de Cristo y fue contemporáneo de Confucio y de Chuang-Tsé. En realidad, el Tao Te King es una recopilación de aforismos de épocas diversas atribuidos a un bibliotecario de la corte imperial de los Cheu que, hastiado de la decadencia de las costumbres, se alejó hacia Occidente montado sobre un carabao azul. Cuenta la tradición que al guardián de la frontera, seguidor suyo, le dejó como recuerdo el famoso tratado, en 5.000 caracteres, Tao Te King o Tratado sobre el Tao y el Te, o sobre el Supremo Ser inefable y sobre la virtud que hace al hombre prudente para andar el Camino. Algunos de sus seguidores aventuraron que el Maestro, o más bien su doctrina, se dirigió hacia la India y que su doctrina habría influido en el Budismo. Como posteriormente este llegará desde la India y, en contacto con el Taoísmo, dará lugar al Chang que, más adelante, en contacto con el Sintoísmo, dará lugar al Zen en el Japón. Pocas lecturas habrá superiores al Tao Te King y a El Camino de Chuang Tzú. Podría eliminarse gran parte de la literatura universal sin que la echáramos de menos si podemos gustar con la punta de la lengua la sabiduría del Tao, nada digamos si acertamos a tragarla. El Taoísmo, como otras profundas sabidurías, admite que lo real es, en el fondo, Uno: hay un principio de orden y de unidad que es misterioso e inefable, trascendente e inmanente, al que "por no saber su auténtico nombre, sólo lo llamamos Tao", o el Camino. "Hay algo que lo contiene todo. Es antes que el cielo y la tierra, es inmóvil, incorpóreo, en sí, inalterable, lo penetra todo, por siempre moviéndose. De modo que puede actuar como Madre de todas las cosas. Si ha de ser nombrado, que su nombre sea Grande. La grandeza significa seguir adelante, seguir adelante significa llegar lejos, y llegar lejos significa regresar." El Taoísmo es la realidad suprema que reabsorbe todas las contradicciones, es principio de liberación para quien lo capta. El hombre del Tao escapa al mundo ilusorio y alcanza la plenitud. Después de la época de los emperadores Han, se constituyó el Taoísmo religioso. Por desgracia, posteriormente se mezclaron prácticas mágicas y supersticiones populares que lo desvirtuaron. Pero su esencia está ahí, aquí, en el silencio, en el vacío, en el ritmo y en el caminante que se sabe Camino, Verdad y Vida. Como dirá el shivaísmo de Cachemira, "el secreto es que no hay secreto" por eso, saberse Krishna, Buda, Tao, Cristo es saberse necesario como el hueco vacío del eje en donde confluyen los radios de la rueda, o el vacío que da su ser a la olla de arcilla, o el de las puertas y ventanas que se lo dan a la casa. El Taoísmo excluye el concepto de Ley, tan querido para Confucio y no digamos para el Judaísmo, y prefiere el de Orden, como ritmo que armoniza una infinidad de ritmos menores. Su concepto clave es el de Estructura. Es un "pensamiento asociativo o coordinativo" que reemplaza a la idea de causalidad, como señalan Granet y Wilheim, recogidos por Needham en su monumental obra Ciencia y Civilización en China. Las cosas están relacionadas, más que causadas, "el pensamiento chino desarrolló el aspecto orgánico, visualizando el universo como una jerarquía de partes y todos, infundidos por una armonía de voluntades". El sabio ve todas las cosas a la luz de la intuición. Está en el centro del círculo y ahí se mantiene mientras el "sí" y el "no" se persiguen en torno a la circunferencia. "Los hombres verdaderos no tenían miedo cuando se encontraban solos en sus puntos de vista... respiraban profundamente desde los talones".
El budismo enseña que el camino a la Verdad es un viaje hacia el interior de uno mismo; todos poseemos la naturaleza de Buda en lo más profundo y el sentido de la vida consiste en despertar a la auténtica realidad. Señala A. Shearer que el género humano es único en cuanto a su capacidad de infelicidad. Es como si nos hubieran herido con una flecha envenenada pero, antes de aceptar ayuda, nos debatimos razonando sobre quién la ha disparado, en qué dirección vino y de qué material está hecha. La actitud budista es arrancarse inmediatamente la flecha. Aceptamos las limitaciones y adversidades como algo consubstancial a la vida mientras nos enajenamos buscando satisfacciones en el trabajo, las relaciones sociales o en los sentidos. Es como un preso que pintase de purpurina los barrotes de su celda, pero sigue privado de libertad. De acuerdo con el budismo, vivimos dominados por el sufrimiento y urge encontrar una solución, porque si no reconocemos este hecho y encontramos la causa, no seremos capaces de reconocer nuestro derecho a ser felices en armonía con los demás seres. Buda jamás admitió tener ningún don especial, ni inspiración divina o ser enviado de Dios para fundar religión alguna, nos legó una doctrina basada en conocimientos científicos cuyas fuentes ignoramos. De hecho, advertía a sus oyentes de que no aceptasen sus palabras ciegamente sino que las contrastase con la ineludible experiencia personal. Conocida es su expresión /Venid y vedlo por vosotros mismos/ que los maestros Zen transformarán en /¿Cómo te voy a contar el sabor de una taza de té?/. Se trata de una revolución de la consciencia al trascender el sentido individual del yo. Este cambio radical en la percepción es la única curación del sufrimiento que padecemos y que causamos a los demás. El despertar significa plenitud, felicidad y gozo. Su mensaje se recoge en el Dhammapada /Las enseñanzas que conducen a la paz y no a las pasiones, al despego y no al egoísmo, a la frugalidad y no a la avidez, a la satisfacción y no a la insatisfacción, a la soledad y no a la multitud, a la alegría de hacer el bien y no el mal, son las que nos permiten afirmar con certeza./ Sidharta Gautama nació hacia el 560 a. C. en una región fronteriza entre India y Nepal. Su padre era rey del clan de los sakyas, de donde le vendría el sobrenombre de Sakyamuni. Aunque personaje histórico, su infancia se ha mitificado y nos ha llegado envuelta en leyendas, como las de los demás fundadores de religiones. Vivió en una época en la que, en el espacio de un siglo, serían contemporáneos Lao- Tsé y Confucio, en China; Heráclito, Pitágoras y Sócrates, en Grecia; Zoroastro, en Persia; el profeta jaín Mahavira, en India y de los grandes profetas de Israel, separados entre sí por millares de kilómetros y surgidos en culturas diferentes. Su padre rodeó al príncipe de todos los lujos sin permitirle salir del palacio. Se casó a los dieciséis años y tuvo un hijo al que llamó Rahula. Pero un día, Sidharta salió y vio pasar a un anciano encorvado, después a un enfermo y, finalmente, vio un cadáver envuelto en un sudario. A sus preguntas, respondió su fiel Channa "Es la vida, mi señor". Profundamente impresionado, regresaba al palacio cuando descubrió a un sadhu, santón errante, con la serena expresión de su rostro y tomó la determinación de abandonar la vida que llevaba y acompañar a los santones en su búsqueda de la Verdad que permanece. Abandonó el palacio con Channa, cortó sus cabellos y cambió sus vestidos por los de un mendigo a quien regaló el caballo y, durante siete años, practicó la meditación en la aspereza del ascetismo. Pero no encontró la felicidad y abandonó a los ascetas después de haber oído a un pescador que recomendaba a su hijo, refiriéndose a las cuerdas del laúd /Ni tan tenso que se rompa ni tan flojo que no suene/. Se retiró a los jardines de Bodh Gaya, y se sentó bajo una higuera a meditar hasta que alcanzase la iluminación. Así permaneció durante cuarenta y nueve días hasta que el 8 de diciembre, cuando Venus brillaba en el firmamento, alcanzó la iluminación, o budheidad, y exclamó /Todos los seres son Budha/. Comprendió que todos están iluminados pero que no son conscientes de ello por vivir atados a los apegos. Budha, o /el plenamente consciente/, tenía 35 años cuando tuvo lugar su nirvana y hasta su muerte, a los ochenta años, viajó por el noreste de la India enseñando el camino, dharma, estableciendo comunidades de monjes, shanga, y viviendo la compasión por todos los seres. Antes de morir, reunió a sus monjes y les rogó que no se afligieran porque la /decadencia es inherente a todas las cosas compuestas/ y les urgió para /que fueran diligentes para alcanzar su despertar/. Buda enseñaba el dharma a todo aquel que encontraba sin importarle su estado o condición social, hombre o mujer, rechazaba el sistema de las castas. Cuando le preguntaban por los dioses o por la vida después de la muerte les remitía a sus propias experiencias, advirtiéndoles de que no aceptasen doctrinas porque las propusiera una autoridad o las avalase la costumbre. /El bienaventurado Gautama enseña el dharma utilizando un sistema que escapa al razonamiento y que se basa en la práctica/. Buda no escribió nada. Sus enseñanzas se recogieron en los aforismos del Dhammapada. Surgieron varias escuelas: el Theravada, o "Doctrina de los Ancianos" que se extendió a Ceilán, Birmania y Tailandia y el Mahayana o "Gran vehículo" que se extendió por Tíbet, China y Japón. La enseñanza de Buda fue enunciada en el Parque de los ciervos de Sarnath, cerca de Benarés, en el discurso sobre /Las cuatro nobles verdades/: del sufrimiento, de la causa del sufrimiento, del fin del sufrimiento y de la óctuple senda. La vida es sufrimiento porque nada permanece y nos aterra morir. Aunque Buda jamás negó la felicidad que pueden ofrecer el amor, el trabajo, la familia y la amistad, su realismo descubre que toda experiencia es insatisfactoria porque no perdura. Para Buda la causa de nuestra penuria radica en la ignorancia o percepción equivocada de la realidad y llama a trascender este sentido de existencia aislada y descubrir la libertad y felicidad del nirvana. Una mente clarificada por la meditación ve las cosas como son en realidad. En el /Sermón de las flores/, cuando le preguntaron por la naturaleza del nirvana, cogió una flor y permaneció en silencio. Sólo su discípulo Ananda sonrió, y Buda le entregó el manto, el cuenco y el bastón. Cuando le preguntaron por la causa de la alegría de sus discípulos, respondió /No se arrepienten de su pasado, ni se obsesionan con el futuro. Viven en el presente y por eso están radiantes de felicidad/.
El viajero que llegue a India con mentalidad occidental encontrará una /religión llena de dioses/, de los cuales los más conocidos son Brahma, Visnú y Siva, la Trinidad hindú. Pero esto nada tiene que ver con la realidad. En India, más que panteísmo existe un panenteísmo. La divinidad lo es todo en todas las cosas. Lo que los extraños llaman dioses no son más que aspectos del único Dios que está en nosotros, y "en el que vivimos, nos movemos y somos", como escribiría San Pablo mil años después. /El hinduismo no es una religión -dice el filósofo Raimon Panikkar- ni una doctrina, ni siquiera una esencia: es aquello que queda cuando se excluye todo lo demás. En términos occidentales, el hinduismo es una ex-sistencia/, una actitud que nos abre a las puertas del conocimiento mediante el silencio y la quietud. Aunque haya deformaciones populares con templos, ritos e imágenes, es una manera de considerar las cosas y la propia vida. Ni hay un dogma establecido ni un clero organizado. De los 750 millones de hindúes que hay en el mundo, unos 700 viven en India. Es la tercera /creencia/ del mundo, después del cristianismo con 1500 millones y el islamismo con 1.000 millones. En India también viven 150 millones de musulmanes, 15 millones de sijs y dos millones de seguidores del jainismo, aparte de minorías cristianas y budistas. Sus libros sagrados más conocidos son los Vedas. El Rig- Veda fue escrito hace más de tres mil años. Muy popular es la Bhagavad- Gita, una de las epopeyas más hermosas de la literatura universal. Es El canto del Señor que recoge las enseñanzas del /dios/ Krishna, un avatar de la divinidad, una de tantas manifestaciones del Absoluto inefable. Nada de dioses personales que serían ídolos. Por eso, pueden reconocer a Buda y a Cristo como avatares de la divinidad. Los cuatro conceptos fundamentales del hinduismo son: karma, maya, nirvana y yoga. Karma es la ley de la causa y del efecto encadenados entre sí porque todo está inter relacionado. Es la justicia inmanente del mundo. Maya es ilusión de las interpretaciones de la realidad porque desde pequeños nos hemos desconectado de lo real.Nirvana es la liberación de la ignorancia. El anhelado despertar a la realidad real, que se alcanza por medio de técnicas adecuadas. Yoga, un método psicofísico encaminado a un retorno sobre sí mismo, trabajando sobre la mente con la respiración. Su difusor por medio de los Aforismos, a comienzos de nuestra era, fue el indio Patanjali que lo definió como /la tranquilidad de los movimientos del mundo exterior/. Para esa auto realización hay que unificar el espíritu y abolir la dispersión. Ramakrishna, maestro que enseñó en Occidente, afirma que /a través del yoga, un hindú se vuelve mejor hindú, un cristiano mejor cristiano, un musulmán mejor musulmán y un judío mejor judío/. Su discípulo Vivekanada, añade que /se puede practicar el yoga lo mismo si se es teísta que ateo, agnóstico o seguidor del Vedanta, cristiano o musulmán/. Hay diversas clases de yoga pero todas consisten en adoptar ciertas posturas; respirar y aquietar la mente. Hay caminos morales: no violencia activa; veracidad; respetar al otro; ser puro o auténtico y ser desprendido. Dhyana es la meditación y Samhadi es la plenitud que todos podemos alcanzar, aquí y no en un hipotético futuro.Dice el gran sabio de las religiones, Mircea Eliade, que en la Bhagavad-Gita está la clave de la bóveda del hinduismo, la síntesis del espíritu hindú y de todos sus caminos. El gran problema era si, para encontrar el sentido de la existencia, sería preciso abandonar la sociedad como los yoguis o dedicarse a la devoción. Krishna revela que todos pueden encontrar el sentido de la existencia superando esta nada de ilusiones y de pruebas con tal de que no se persiga un objetivo personal, de que no se actúe por odio, ira o codicia. Si se renuncia al fruto de sus actos. Así se supera el ciclo del karma, de causa y efecto. En La prueba del laberinto Mircea Eliade escribe: /Lo sagrado no es una etapa en la historia de la conciencia, sino un elemento de la estructura de esa misma conciencia. En los grados más arcaicos de la cultura, vivir como ser humano es ya en sí mismo un acto religioso, puesto que la alimentación, la vida sexual y el trabajo poseen un valor sacramental. La experiencia de lo sagrado es inherente al modo de ser del hombre en el mundo/. Al final de sus días, como director del Departamento de Historia de las Religiones en la Universidad de Chicago, afirmaba: /Estoy seguro de que las formas futuras de la experiencia religiosa serán completamente distintas de las que ya conocemos en el cristianismo, en el judaísmo, en el Islam, que ya están fosilizadas, desvirtuadas, vacías de sentido. Habrá otras expresiones. La gran sorpresa es siempre la libertad del espíritu, su creatividad/. Porque lo sagrado es la revelación de la realidad, el encuentro con lo que nos salva al dar sentido a nuestra existencia. Es /la contemplación del cielo inmenso lo que revela al hombre la trascendencia, lo sagrado/. Se lee en el Katha Upanishad /Esta serena quietud de los sentidos se llama Yoga. Hay que estar muy atento, porque Yoga viene y se va/ como humo que flota ocioso hacia el cielo, o los copos de nieve cayendo cada uno en su sitio. Occidente busca la verdad por medio de la razón. En Oriente saben que, más allá de la razón, hay otro nivel de conciencia que es posible despertar. Occidente pone el Paraíso después de la vida, Oriente lo pone aquí y ahora. Mientras que en uno se va desde la vida hacia la muerte, el otro proclama el paso de la muerte hacia la vida. En este valle de lágrimas puede brotar el Jardín del Edén. Viajó un discípulo para visitar a su maestro, llamó a su puerta y éste preguntó /¿Quién eres?/ /Soy yo/ /Vete, no te conozco/. Volvió varios días e hizo la misma pregunta, respondiendo ambos lo mismo que la primera vez. Se preguntaba el discípulo si habría olvidado la doctrina del maestro hasta que cayó en la cuenta de su error. Regresó junto a su maestro que de nuevo le preguntó /¿Quién eres?/ El discípulo respondió /Soy tú/ /Pasa entonces/, respondió el maestro. La vida no contesta nunca con palabras, sino con la misma cosa que preguntamos.
Continuamos con la serie de Creencias publicadas en Diario 16, pero que ahora espero me animen a continuar con el proyecto interrumpido por el cierre del periódico:
Existe un antiguo mito en Indonesia, recogido por Frazer, que puede ayudarnos a comprender el enigma de los monumentos megalíticos construidos por los primeros agricultores de Europa. En el principio, cuando el cielo estaba muy cerca de la tierra, los dioses otorgaron sus dones a la pareja primordial haciendo que estos descendieran colgados de una cuerda. Un día, les enviaron una piedra pero los antepasados la rechazaron. Después, hicieron descender una banana que acogieron con júbilo. Entonces, se oyó la voz del Cielo Por haber preferido la banana, vuestra vida será como la vida de este fruto, perecedera. Si hubierais elegido la piedra, vuestra vida sería inmutable e inmortal. El descubrimiento de la agricultura había hecho cambiar radicalmente la concepción de la vida humana, que se revela frágil y efímera como la de las plantas. El hombre comparte el ciclo de la vegetación: nacimiento, vida, muerte y renacimiento. Se fecunda a la madre tierra penetrándola profundamente para depositar en su seno la semilla. Las creencias neolíticas florecieron entre el 8.000 y el 3.000 a. C., a partir de la revolución originada por la domesticación de animales y plantas, la invención de la cerámica y el progresivo sedentarismo. Incluían un centro de referencia en la sacralidad de la naturaleza, el ciclo de las estaciones y la diosa Madre Tierra. En las nueve civilizaciones neolíticas reconocidas, destaca el culto a los antepasados, los ritos de fertilidad, enterramientos rituales, divinidades del hogar, monumentos megalíticos y el arte rupestre. Existen tres tipos de estructuras megalíticas: 1) el menhir (del bajo bretón men = piedra, e hir = largo) un gran bloque alargado de piedra colocado verticalmente en el suelo (el de Locmariaquer medía 20 metros de altura); 2) el cromlech (de crom = círculo, y lech = lugar) varios menhires dispuestos en círculo (impresiona el de Stonehenge, cerca de Salisbury) o en alineaciones paralelas, como el de Carnac, en Bretaña, compuesto de 2.935 menhires; 3) el dolmen (dol = mesa, y men = piedra), una gran losa sostenida por bloques verticales que estaban cubiertos por un túmulo dando el aspecto de cámara mortuoria que contenían hasta cien cadáveres. Sólo en Europa se han contado unas 50.000 estructuras megalíticas.
Ansia de inmortalidad Mircea interpreta los grandiosos monumentos megalíticos como una respuesta al mito indonesio: si nuestra vida es como la de los cereales, a través de la muerte se alcanza la fortaleza y la perennidad. Se regresa a la tierra para compartir el destino de las semillas, que se pudren y renacen; pero los muertos son místicamente asociados a los bloques de piedra y se hacen indestructibles como las rocas. El culto megalítico a los muertos parece implicar la fe en la supervivencia del espíritu así como la confianza en el poder de los antepasados que nos pueden proteger durante nuestro camino. El concepto de los antepasados luchando al lado de los vivos es fundamental para comprender las concepciones existenciales de la mayor parte de las culturas. En las grandes religiones se ha camuflado, de una u otra forma, pero se mantiene con la supuesta mediación de los santos y de los espíritus buenos que luchan con los demonios; en una inútil pretensión de superar el enigma del bien y del mal. En los cultos animistas es universal el trato familiar con los antepasados; también en las grandes tradiciones de Oriente. Entre judíos, cristianos y mahometanos es fácil seguir esa relación para ayudar a los espíritus a superar las penas de las diversas concepciones de purgatorios. El culto megalítico de los muertos implicaba ceremonias (procesiones, danzas,) ofrendas (alimentos, bebidas, fuego), sacrificios ofrecidos en las inmediaciones y banquetes rituales en las tumbas. Algunos menhires se erigieron separados de las sepulturas lo que permite suponer que fueran sustitutivos del cuerpo a los que se incorporaban las almas. Como dice H. Kirchner un sustitutivo en piedra venía a ser un cuerpo para la eternidad.
Símbolo fálico El significado sexual de los menhires está universalmente atestiguado así como el falo está representado en la estela de piedra. La creencia en los poderes fertilizantes de los menhires todavía permanece viva en las tradiciones y en el folklore de muchos pueblos de Europa. En algunas regiones de Francia, las mujeres jóvenes, para tener hijos robustos, practican el deslizamiento a lo largo de una roca o la fricción sobre monolitos, o frotando el vientre contra determinadas rocas. No pocas leyendas y tradiciones de fuentes salutíferas para la fertilidad juegan con creencias paganas muy arcaicas. En algunas regiones, sobre todo cerca de las ruinas, fuentes y rocas poderosas, algunos vivos han aprovechado para ayudar a la madre naturaleza y al poder de los espíritus, prestando su colaboración desinteresada en el proceso fecundante. En otros casos, conocemos la eficacia fertilizante de pasar algunas noches en lugares con efluvios alucinógenos o sencillamente relajantes. Sin contar el poderoso efecto de ciertas especies de soma administradas por clérigos saludables. Y ya en nuestra cultura clerical, entusiasta del celibato, conocemos la larga tradición dos sobriños do cura. La mitología de diversas creencias nos muestra un arsenal de benévolos dioses encarnados en pastores de eficacia engendradora. El simbolismo fálico del menhir es semejante a la cultura del lingham en India y en otros lugares del sudeste asiático. El lingham que se pasea en procesión y preside la iconografía de sus templos. Pero el sentido primigenio era la transmutación de los antepasados en piedras que se plasmaban en la erección de un menhir sustitutivo del cuerpo. En la estructura de estelas y monolitos se integraba un elemento esencial del muerto que podía ser su esqueleto, sus cenizas o su pene. Todavía en algunos lugares se entierra el pene del enemigo después de haberse comido ritualmente sus testículos. (Innecesario recordar a los toreros que envían a su mozo de estoques al desolladero para procurarse las criadillas del astado bravo y noble para cenárselas en revuelto de huevos). Así, el muerto animaba la piedra que hacía del menhir o de los sepulcros megalíticos depósitos inagotables de vitalidad y de potencia. En lenguaje del mito indonesio, los muertos integrados en la estructura de las piedras se convertían en señores de la fecundidad y de la prosperidad al apropiarse, a la vez, de la piedra y de la banana/pene. Los hombres se han interrogado acerca del significado de los alineamientos de Carnac o de los gigantescos trilitos de Stonehenge. Impresiona la pericia técnica para manipular bloques de 300 toneladas y alzar sobre ellos losas de otras 100 toneladas. Parece ser que esa cultura megalítica, que desde hace más de 10.000 años se extiende desde el Mediterráneo hasta Suecia, arranca de un centro situado en Los Millares, Almería. La roca, la losa, el bloque de granito hablan de la duración infinita, de la permanencia, de un modo de existir independiente del devenir temporal. En el Paleolítico, los cazadores nómadas bastante tenían con sobrevivir. En el Neolítico, los sedentarios ya se preocupan por la supervivencia más allá de la muerte. Al igual que las pirámides y túmulos precoloniales en América, así como en Medio Oriente, estas estructuras pueden estar relacionadas con las divinidades solares y astronómicas, es decir, con las observaciones astronómicas, sobre todo en los solsticios (20 de junio y 21 de diciembre) y equinocios (20 de marzo y 22 de septiembre), para regular la agricultura. La influencia de la luna en la naturaleza y en los seres vivos, animales y seres humanos, fue descubierta en los albores de la hominización, y está relacionada con los ciclos que pudieran señalar algunas construcciones megalíticas.
Sin confundir fe con religión o con creencia, es bueno aproximarse al misterio del que surgimos y al que nos encaminamos, cualquiera que sea la forma como lo denominemos. La fe es una apertura a la trascendencia para dar un salto a algo que ni los sentidos justifican ni la razón lo prueba. Dice el filósofo Raimon Panikkar que la fe está asentada en el corazón, como la capacidad de lo infinito. De ahí de la absurda división entre creyentes y no creyentes. Como la de fieles e infieles. Se trata de una distinción de poder por la que se descalifica al contrario y se llega a las guerras de religión. La creencia es la formulación de unas ideas hechas por una colectividad en forma de doctrina. Puede perderse cuando esa formulación ya no es coherente para nosotros. La experiencia de lo absoluto suele venir a través de una creencia, aunque no deba ser identificado con ella. De ahí la importancia de conocer las diferentes creencias que han correspondido a las distintas culturas que las han formulado para caer en la cuenta de que toda experiencia religiosa es inédita y que corresponde al individuo formularla. A través del silencio, de la admiración o del camino. Para comprender a los procedentes de diversas culturas y para reconocernos a nosotros mismos. La historia de la humanidad demuestra que existen pueblos sin alfabeto, sin rueda o sin el fuego, pero no sin tradiciones religiosas: desde los enterramientos de los pueblos cazadores del Paleolítico hasta las formulaciones más elementales de las tribus urbanas con sus ritos, códigos e iniciación a los misterios. Ciertas ideas del pensamiento oriental pueden cambiar la visión del mundo a un occidental de mentalidad abierta y modificar su actitud ante la vida. Oriente está a la búsqueda de lo Absoluto, pero no intelectualmente, sino por la experiencia del todo y en especial por medio de la meditación. Como recuerda el teólogo Miret Magdalena, lo espiritual no es un ejercicio sin compromiso, es algo que nos estimula a vivir la experiencia honda del ser humano; porque las ideas no tienen entidad sino en relación con la vida. En Occidente se separa lo intelectual y lo práctico, y la religión se entiende de dos modos: como un reto intelectual que queda en el mundo de las ideas o como una fe que nada tiene que ver con la vida corriente. El fenómeno religioso, continua Miret, ha sido expuesto en sus raíces de diversas maneras que pueden reducirse a tres: Religión viene de religare, unir lo que estaba disperso; es el sentimiento absoluto de estar penetrado por algo más grande que nos trasciende. Es un sentimiento liberador que, en el budismo, llega a decir que la religión honda y abierta no religa a nada dominador sino "desliga" de tanta atadura que nos atenaza para hacernos libres. También puede decirse, con Cicerón, que la palabra religión procede de relegere, releer o reconsiderar, profundizar en el sentido de la vida. O se puede afirmar que viene de reeligere que significa cambiar de vida por otra mejor y más desprendida. Este lenguaje de lo religioso no es un lenguaje filosófico. Sino la definición del ser humano como "hombre simbólico". Lo que significa la religión es casi imposible de expresar de otro modo que no sean el mito y el rito, que es un mito en acción. No se trata ni de panteísmo ni de ateísmo, sino de un panenteísmo: dios en todas las cosas. Todos los signos indican que vivimos el momento para una fertilización mutua: Occidente renunciando al afán misionero y a las agresiones colonialistas, Oriente aceptando la tecnología que puede mejorar sus condiciones materiales y un individualismo activo que redima del fatalismo teocrático. En Oriente, la filosofía no pretende la verdad sino un estado de ánimo, un cambio en el programa del cerebro, no seguir las programaciones del programa racional como en la filosofía occidental. No es información lo que pretende sino transformación. Oriente ve la realidad como un ser único, océano de energía en continua transformación. Aunque conciben la realidad como flujo y cambio perpetuos, no son un caos desordenado, sino evolución con sentido donde todo sucede por mutaciones encauzadas dentro de leyes naturales de movimiento. "Cada copo de nieve cae en su sitio". Como el amor, que no es un depósito, sino un flujo; no un estanque sino una corriente. El amor sólo existe en movimiento y se genera saliendo, no al acumularlo dentro de uno mismo.