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J. C. García Fajardo

Aprovechemos la crisis para transformar el sistema

Cuando cerca de mil millones de seres humanos viven debajo del umbral de la pobreza, cuando cada día decenas de millares de personas mueren de hambre, cuando desaparecen etnias, modos de vida, culturas, poniendo el patrimonio de la humanidad en peligro, cuando el clima se deteriora no podemos resignarnos a hablar sólo de  cómo atajar la crisis financiera.

Nuestro mundo requiere alternativas, no basta con las regulaciones. No es lógico rehabilitar un sistema sino tratamos de transformarlo. Para comprender el alcance de este deber moral tenemos que ponernos en la perspectiva  de las víctimas. Esto nos permite constatar que las crisis, financiera, alimentaria, energética, hídrica, climática, social, tienen una causa común, el agotamiento de un modelo económico de desarrollo por sobre explotación y olvido de la condición humana. Puesto que estamos ante un caso de conductas desorbitadas e incontroladas podemos transformar el crecimiento y el progreso adoptando otra actitud más humana y solidaria en armonía con las exigencias de la naturaleza.

Esta crisis tiene consecuencias sociales que van más allá del ámbito en que se han desarrollado. El desempleo, el consumo desaforado, la implacable agresión a la naturaleza y la exclusión de los más pobres, la creciente vulnerabilidad de las clases medias y el incesante incremento de las víctimas. No se trata sólo de un accidente en el recorrido del sistema ni de un abuso cometido por poderes económicos. Se trata de los efectos de una lógica que atraviesa la historia económica de los últimos dos siglos.  Se ha confundido ser con tener, mientras se instalaba la falacia de que el motor del crecimiento pasaba por la acumulación del capital de la cual se beneficiaría, a la larga, el resto de la humanidad. No ha sido así y sus efectos perversos, por injustos e inhumanos, no sólo hemos de considerarlos ante la crisis económica y financiera. Estas no son más que las cimas emergentes de un océano de insolidaridad, de ciega explotación de la naturaleza y del trabajo de los seres humanos. Con todas las salvedades cabría decir: bienvenida sea la crisis si con ella acometemos la transformación del sistema.

En este sentido, gracias a la burbuja financiera exacerbada por el desarrollo de nuevas tecnologías de información y de las comunicaciones, han reventado los instrumentos que había idolatrado. La economía financiera se ha vuelto cada vez más virtual y los beneficios se han conseguido a costa de la explotación de riquezas naturales y de comunidades. La especulación se ha convertido en norma del sistema económico.

Un ejemplo lo podemos ver en la crisis alimentaria. Los precios no aumentaron sólo a causa de la explosión demográfica ni por un descenso en la producción, sino por haber sometido la vida de las personas a la consecución de beneficios desorbitados.

También la crisis energética va más allá de los desajustes de los precios del petróleo. Esta señala el fin del ciclo de la energía fósil barata, pues su mantenimiento llevó a una utilización desorbitada de la energía, en favor de un modo de crecimiento acelerado. La sobreexplotación de los recursos naturales y la liberalización de los intercambios, multiplicaron el transporte de las mercancías y fomentaron los medios de movilidad individual, sin considerar las consecuencias climáticas y sociales. La utilización de derivados del petróleo como fertilizantes y pesticidas se generalizó en el marco de una agricultura intensiva.
Ante esta crisis urge buscar soluciones que no se compadecen con mantener el nivel de beneficios, sin tomar en cuenta el medio ambiente ni las necesidades de la población. Pero eso no entra en el cálculo del modelo capitalista. Es el caso de los agrocarburantes y sus consecuencias ecológicas: destrucción por el monocultivo de la biodiversidad, de los suelos y de las aguas subterráneas, y sus consecuencias sociales: expulsión de millones de campesinos que van a poblar los cinturones de miseria de las ciudades y a empeorar la presión migratoria.
La crisis climática es resultado de una actividad humana en contra de las exigencias de la naturaleza y de la dignidad y necesidades de las personas.  En este contexto podemos considerar la crisis social. En la lógica del sistema neoliberal prevalecen los intereses de un 20% de la  población mundial, la que es capaz de consumir bienes y servicios muy rentables, en vez de responder a las necesidades de quienes tienen poca capacidad de consumo y son tratados como comparsas, mano de obra barata y excedentes indeseados.
Este conjunto de tropelías desemboca en una  crisis de la civilización, con el consiguiente agotamiento del planeta y la amenaza a millones de seres vivos.  Nunca antes en la historia de la humanidad había sido tan posible la destrucción física del planeta. De ahí la urgente necesidad de aportar propuestas alternativas  que permitan una transformación radical de nuestras formas de vida. La política que renuncia a la razón y abandona la ética siega las posibilidades de otro mundo posible, más justo y solidario.

José Carlos Gª Fajardo

 

1 comentario

pau -

Debemos adaptarnos a la naturaleza y no que ella lo haga con nosotros. Nuestra supervivencia depende de ello. Pero debemos hacerlo sin pensar en la actual crisis, no utilizarla como arma ni medio; ya que, de hacerlo, estaremos condenados al fracaso.
No hace falta que te diga que en estos momentos hay millones de personas en España, en el umbral de la pobreza; y cientos de miles que hasta hace poco ganaban dinero para pagar sus facturas, hipotecas... y ahora apenas tienen para vivir.
El problema de nuestro mundo rico, es que sin dinero se es mucho más pobre que en cualquier otro sitio. Pero eso tampoco hace falta que te lo cuente.