Blogia
J. C. García Fajardo

Artículo de Vargas LLosa sobre el último libro del Nobel indio Amartya Sen

Estos días he leído en diversos libros varias alusiones al último libro del Premio Nobel de Economia Amartya Sen. Me encuentro con este artículo de Mario Vargas LLosa "¿Y el hombre dónde estaba?". Os lo paso, en espera de comentar el libro. Creo que es bueno ir comenbtando películas, libros, obras de teatro, viajes o exposiciones que hayamos visto y que nos parezcan dignas de compartir con los bloggers. Nesemu
"En el año 1944, en Dhaka, Bengala, entonces todavía parte de la India, un niño de once años vio llegar arrastrándose al jardín de su casa a un hombre malherido que pedía agua. Se llamaba Kader Mia y era un operario musulmán miserable que, pese a los desórdenes y matanzas que ensangrentaban la ciudad, había salido a trabajar para poder alimentar a su familia. Lo lincharon en la calle fanáticos hinduistas por el único delito de ser musulmán, así como muchos musulmanes fanáticos degollaban en los barrios de Dakha a los hinduistas que encontraban en su camino. Kader Mia falleció en los brazos de aquel niño y su padre cuando éstos trataban de llevarlo a un hospital.
Amartya Sen, el niño de mi historia, nunca olvidó aquel episodio de su infancia ni las matanzas de cientos de miles de personas que ocurrieron aquellos días en la India por la guerra religiosa desatada entre hinduistas y musulmanes que culminaría con el desmembramiento del país y el nacimiento de Pakistán, país que, años más tarde, se desmembraría a su vez por luchas despiadadas entre los propios musulmanes, por razones étnicas y regionales, a causa de las cuales nacería Bangladesh. Desde aquel entonces el futuro economista y filósofo galardonado con el Premio Nobel de Economía y uno de los pensadores liberales más lúcidos de nuestro tiempo, aprendió a desconfiar de esas categorías colectivas -religión, raza, nación, lengua, etcétera- que pretenden definir de manera concluyente lo que es un individuo y a ver en esa "minimalización del ser humano", como la llama, a la corta o a la larga, una semilla de violencia y de crimen.
"¿Y el hombre dónde estaba?", dice uno de los versos del Canto General de Neruda que recuerdo desde la primera vez que lo leí, de adolescente. Es la pregunta que parece hacerse Amartya Sen en cada una de las páginas de su último libro, Identity and Violence. The Illusion of Destiny, recientemente publicado en una Inglaterra que he encontrado -vuelvo después de casi ocho meses- removida, desde las bombas terroristas de Julio de 2005, con debates y dilemas sobre los temas del multiculturalismo y la existencia en el suelo británico de comunidades de razas, lenguas, culturas y credos diferentes. En efecto, ¿dónde están el hombre y la mujer singulares y concretos, de carne y hueso, en esas abstracciones en que los disuelven los teorizadores, políticos y clérigos colectivistas para quienes la credencial definitiva y determinante de un individuo es su pertenencia a un colectivo? Disueltos, desaparecidos, regresados brutalmente a la condición tribal, a ser sólo piezas desechables del ente gregario, de modo que así puedan ser mejor odiados o endiosados.
Se trata de un ensayo apasionante, valeroso y polémico, que trata de hacer prevalecer el análisis racional y la sensatez intelectual sobre los actos de fe, los prejuicios y las pasiones políticas que generalmente enturbian toda discusión sobre la identidad, el multiculturalismo, la globalización y la nacionalidad en nuestros días en un mundo que, desde los terribles atentados terroristas de New York, Washington, Madrid y Londres, se siente inseguro y confuso sobre aquellos asuntos y al que, sobre todo, el fenómeno de una inmigración creciente e inatajable de personas de confesión musulmana ha llenado de prevenciones y suspicacias.
Amartya Sen recuerda una y otra vez, que todo ser humano es muchas cosas a la vez y que tratar de encajonarlo en una "pequeña cajita" -por ejemplo, su religión, su raza o su lengua- es desnaturalizarlo totalmente y condenarse a no entenderlo. Todos pertenecemos a muchas colectividades y esa múltiple pertenencia, a la vez que nos acerca y emparienta con un vasto sector, nos va diferenciando y alejando de otros (de los que también somos parte). De este modosurge nuestra identidad, en razón de una combinación muy compleja, y en cada caso diferente, de circunstancias que nos son impuestas y elecciones libres con las que confirmamos o rechazamos lo que se nos viene dado por nacimiento, familia o educación, y optamos por algo distinto. Las identidades colectivas suprimen mediante una reducción arbitraria aquellas matizaciones y ven en los seres humanos no criaturas soberanas, con derechos y deberes inherentes a su individualidad, sino productos seriales, idénticos entre sí, privilegiando una sola de sus características -por ejemplo, ser negro, musulmán, cristiano, blanco, budista, vasco, judío, etcétera- y aboliendo todas las demás. Ese descuartizamiento de la humanidad en bloques rígidamente diferenciados es peligroso, porque alienta el fanatismo de quienes se consideran superiores -el pueblo elegido, la raza pura, la verdadera religión, la clase redentora, la nación ejemplar- y los autoriza a ejercer la violencia sobre los otros. Es además una distorsión profunda de la realidad humana, sobre todo en la época moderna, una de cuyos grandes logros es justamente haber abierto mucho el espectro de opciones entre las que el hombre y la mujer pueden, mediante un libre ejercicio de su libertad, decidir ser diferentes del grupo, secta, comunidad o colectivo del que proceden. La identidad no es una condición metafísica, estática, sino una realidad viva y por lo tanto en permanente proceso de recreación.
Yo soy un buen ejemplo de ese crucigrama de pertenencias y rechazos que, como dice Amartya Sen, constituyen la identidad de un individuo, para mí la única aceptable. Peruano, latinoamericano, español, europeo, escritor, periodista, agnóstico en materia religiosa y liberal y demócrata en política, individualista, heterosexual, adversario de dictadores y constructivistas sociales -nacionalistas, fascistas, comunistas, islamistas, indigenistas, etcétera-, defensor del aborto, del matrimonio gay, del Estado laico, de la legalización de las drogas, de la enseñanza de la religión en las escuelas, del mercado y la empresa privada, con debilidades por el anarquismo, el erotismo, el fetichismo, la buena literatura y el mal cine, de mucho sexo y tiroteo. ¿Se agota lo que soy en esa pequeña enumeración en la que, a simple vista, abundan las incoherencias y contradicciones? No. Podría llenar todavía varias páginas más mencionando todo lo que creo ser y no ser y estoy seguro de que siempre se me quedarían muchas cosas en el tintero. Cada una de ellas me solidariza con buen número de personas y me enemista con otras tantas y de toda esa amalgama de tensiones y fraternidades, que nunca se aquieta, que está siempre rehaciéndose, resulta mi identidad, la única en que me reconozco. Todo el mundo podría decir otro tanto de sí mismo, si se examina con imparcialidad.
Amartya Sen reconoce, desde luego, que uno de los rasgos de una persona puede, en ciertas circunstancias, convertirse en esencial. Ser judío en la Alemania nazi, por ejemplo, o ser negro en la África del Sur del apartheid, reducía a una persona a ser sólo eso, a los ojos de los victimarios racistas, para poder matarla o discriminarla con buena conciencia. Ser gay entre homófobos o ateo entre creyentes fanáticos obliga a una persona a privilegiar esta condición sobre las otras, ya que ella lo convierte en un marginal y a veces en un perseguido. En todos estos casos son los otros, por su intolerancia y sus prejuicios, quienes imponen aquella reducción de la complejidad y diversidad que es todo ser humano, para hacerle sentir, al que se diferencia del rebaño, su rechazo o su odio.
El profesor Sen -indio de nacimiento, inglés de formación, profesor a caballo de Harvard y de Cambridge, ciudadano del mundo por vocación- critica en su libro a los gobiernos que, como el británico y el francés, con las mejores intenciones, han convertido en personeros e interlocutores de las comunidades de inmigrantes musulmanes, a los líderes religiosos. ¿No es ésta, también, se pregunta, una manera de confinar a los inmigrantes en una de esas cajitas gregarias donde son desindividualizados y transformados en masa? Si se quiere que los inmigrantes se integren a las sociedades occidentales lo peor que se puede hacer es entregarlos atados de pies y manos a esos clérigos entre los que, a menudo, figuran los islamistas más intolerantes y opuestos a toda forma de asimilación...

 

8 comentarios

Sylvia Miño -

Está claro que el hombre muy a menudo resulta impredecible y aunque pensemos que conocemos a alguien en profundidad, es increíble descubrir que nunca llegamos a hacerlo del todo.

Rocío Romero Molina -

Deberíamos tener en cuenta los puntos que nos unen sin pensar en los que nos separan.

Por otro lado una religión, una raza, una nación ... no tienen porqué definir a todos los individuos que se encuentran dentro de ellas. Cada individuo somos diferente de los demás , cada persona es un mundo y no podemos meter a todos injustificadamente dentro del mismo barco. El hecho de enmarcar a todos los individuos de una sociedad dentro de una categoría implica el peligro del fanatismo y superioridad de un colectivo determinado sobre el resto. Lo que conlleva a más desunión.

También es verdad que no somos del todo libres , ya que escogemos a partir de lo que nos han impuesto.

Sin embargo lo bonito y original es ser diferente al resto ,sin ir en un rebaño de obejas tras de un líder.Lo original es ser tu mismo , pensar y decidir tu .

Rocío Romero Molina.

alejandro estrada -

Comparto la misma opinión que el post anterior, cada persona somos diferentes y no se nos puede juzgar por ello. Cada cual debe elegir la vida que quiere y respetar las formas de vida de los demás, el respeto es la base de una buena convivencia.

Teresa Montesinos -

Uno de los principales problemas de nuestra sociedad son los prejuicios que tenemos. Juzgamos a las personas sin llegar a conocerlas, quedándonos sólo en la superficie y guiándonos por cosas tan banales como la forma de vestir, las creencias religiosas...Es bueno que haya diversidad, contradicciones y diferentes maneras de pensar (sin que ello derive en conflictos), pues un mundo en el que todos pensáramos igual y nos gustran las mismas cosas sería muy aburrido. Se perdería lo bonito de conocer diferentes culturas y a personas encantadoras.

Carlos de Antonio Merino -

Cierto es que somos contradictorios, y que nunca se puede conocer por completo a una persona, pero es que eso es imposible ya que por ejemplo si una persona afronta por primera vez una situación no sabra como reaccionar, por lo que siempre hay algo nuevo en nosotros que no conocemos

Muñoz -

Sobre la primera parte de este artículo (la del desmembramiento de la India) os recomiendo un libro "Esta noche la libertad" de Dominique Lapierre y Larry Collins. Es interesante y aborda un tema que por lo general se desconoce.

jose navareño garrido -

El ser humano es muy complejo,y definimos muestra forma de ser cogiendo un poquito de aqui y otro de alla. No somos contradictorios, nos hacen contradictorios, precisamente por eso, porque cogemos un poco de todo, de ideas que estan enmarcadas en una ideologia en concreto, aunque no sigamos todas las directrices de la misma.
Si no enmarcasemos dentro de un mismo "movimiento" tantas ideas, no estariamos tan separados en funcion de nuestra raza, cultura, religion, sexo, sexualidad y demas y podrimos estar mas cercanos los unos a los otros...sin divisiones.

Elia Pesquera -

Despues de mi retiro esta semana santa y haber estado pensando en todo un poco me gusta el articulo compartido por el profesor. El ser humano es muy complejo, y creo que nunca se llega a conocer a una persona del todo. Es cierto que estamos llenos de contradicciones, pero ¿qué problema hay? cuantas más contradicciones tengamos querrá decir que más tolerantes y menos radicales seremos. He decidido complementar periodismo con Psicología,porque me gustaría comprender determinados comportamientos humanos que van desde la violencia hasta el amor.
Saludos.