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J. C. García Fajardo

Retazos de la Luna Azul 063: Cátedra del gato

Aquellos momentos, al final del día, en que el Maestro se sentaba en la baranda mientras Ting Chang, Tenno y el Barrendero de Esmeraldas tomaban un baño, antes de la cena, eran deliciosos para Sergei. Le gustaba ayudar al Maestro colocándole un barreño con agua caliente y sal para después darle un poco de masaje en los brazos y en la espalda. El Maestro seguía atravesando a nado el río cada tarde y se envolvía en la túnica negra que Sergei le tendía después de ayudarlo a secarse. Los demás ya sólo utilizaban las blancas para las prácticas que tenían lugar al otro lado del río durante la larga noche.
- Maestro, ¿por qué es tan necesario seguir los Ritos y conservar las costumbres de los antepasados? Al parecer, estás trabajando mucho en ese Tratado de Confucio para preparar al Noble Ting Chang.
- ¿Y tú cómo lo sabes?
- Bueno, he visto al Noble médico que coloca ese Tratado bajo su cabeza, como almohada.
- ¡Menos mal que los otros tres libros sagrados los lleva en el corazón! Pero, escucha, liebre curiosa, lo que sucedió en un ashram de India con un gurú que le tenía manía a los gatos porque distraían a los discípulos durante el culto.
- Si hubieran tenido otra mascota como nosotros no les habría sucedido eso.
- Pues bien, el gurú ordenó que ataran al gato durante los oficios religiosos de la tarde. Así se hizo y cuando el gurú ya había muerto, seguían atando al gato precisamente para la oración de la tarde. Y cuando el gato murió, compraron otro gato para poder atarlo en el templo del ashram durante las plegarias vespertinas.
- ¡No me lo puedo creer!
- ¿Ah, no? Pues has de saber, liebre de las estepas, que muchos siglos más tarde, los discípulos del gurú escribieron sesudos tratados sobre la importancia trascendental del gato para llevar a cabo un culto como es debido. Vuelve a por otra, Sergei. Así sucede en la mayoría de las religiones establecidas, por no decir en todas.

 

José Carlos Gª Fajardo

 

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