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J. C. García Fajardo

Retazos de La Luna azul 001. Embajadores de los ausentes

El Maestro se sentía hoy particularmente triste, aunque él lo negase. Los monjes del Monasterio se habían marchado a las montañas para un largo retiro, y para soportar mejor los calores del verano.
- Alma noble, ¿verdad que los echas de menos? -, le preguntó Sergei mientras daban de beber a las plantas.
- ¿A quiénes, liebre ladradora?
- Pues no sé, Maestro, es como sí echaras de menos hablarles cada mañana y contarles historias.
- La verdad es que sí -, le respondió mientras metía en la cintura los bajos de su túnica para poder meterse en el estanque de los lotos y tratar de aliviarlos.
- Maestro, - intervino Ting Chang que andaba desbrozando una mata de bambúes -, ¿y si nos contases a nosotros esos cuentos? Yo podría entretenerme en recopilarlos para que no se pierdan.
- Gracias, Ting Chang, pero no hay mejor papel para recopilar que el corazón del hombre.
- Sin duda, Noble Señor, pero cuando Lao Tsé quiso huir de la tierra en la que no se practicaba la justicia, según la leyenda, el encargado de custodiar la aduana en la frontera, le pidió que le hablase del Tao mientras esperaban la mejoría del tiempo para que el Maestro pudiera escapar, a pesar de no disponer de salvoconducto. Gracias a eso tenemos el Tao te King.
- ¡Las leyendas, las leyendas! – repuso el Maestro antes de sentarse con los pies dentro del agua. ¿Y a quién se los voy a contar? Vosotros estáis demasiado cerca de mí, y los cuentos necesitan de una cierta distancia, para ser creíbles.
- ¿Creíbles, los cuentos, Maestro?, - intervino Sergei.
- Bueno, para que el mensaje se deslice entre la parafernalia de la narración y se asiente en el corazón de algún oyente.
- Perdona mi atrevimiento, Alma Noble, - dijo animado Ting Chang – pero podrías contarnos historias y cuentos mientras nos enseñas a tejer alfombras y a urdir tramas de cestos. Así estaremos más atentos mientras nuestras manos están ocupadas.
- Bueno, -respondió aliviado el Maestro -, desde hoy, os nombro Embajadores de todos los ausentes que pueblan nuestros corazones. Acepto vuestras credenciales.
Así fue como se inició la segunda fase de las narraciones que fui recopilando durante mi estancia junto al Maestro. Yo, Ting Chang, había ido en busca de la paz y de la transparencia para ejercer con armonía el noble arte de la medicina. Si encontráis errores o contradicciones, será culpa mía por no haber sabido recoger la sabiduría que transitaba a través de las palabras del Maestro.
Hoy, en la luna azul, del primer día de la Primavera de un año propiciatorio.


José Carlos Gª Fajardo

 


 

13 comentarios

Jarkoe -

¿Qué mejores embajadores que Sergei y Tin Chang? Será un placer... Y me alegro (como siempre) de que los ausentes puedan conocer también (aunque más tarde); gran suerte para todos...!

Belén -

Siempre que alguien me habla o me cuenta una historia mientras estoy haciendo otra cosa, me suelo quedar con los matices más importantes sin darme cuenta siquiera. A lo mejor este hecho inexplicable les ocurre también a Sergei y a Tin Chang y el maestro lo sabe...

fatima -

tío, me entusiasma cada día leer tus cuentos, pero reconozco que también espero ansiosamente los comentarios acerca de ellos. Uno se da cuenta de lo distinto que interpretamos una misma lectura. un beso de tu incondicional admiradora y sobrina.

SEVILLANO -

Creo que una de las tareas más importantes y a la vez más bonitas de los Maestros es transmitir sus conocimientos y ver como estos van dejando una huella en el corazón de los discípulos. El que habla siembra, el que escucha recoge... Aquí seguiremos atentamente las nuevas enseñanzas.

Juan José Madrigal -

Las narraciones que nos contaban en nuestra infancia, no eran más que esos cestos que tejían los monjes mientras escuchaban al maestro. Todos los significados que entrañaban eran puramente pedagógicos para ayudarnos a distinguir desde pequeños lo bueno de lo malo.

Sonia Sanz -

Están tan acostumbrados a la tarea que hacen con sus manos que son perfectamente capaces de evadir su mente.


Vamos...casi como nosotros en clase... tan acostumbrados a poner cara de oyentes y a viajar en nuestra cabecita. ¬¬

María -

Con mucho gusto me apunto a escuchar estos cuentos. Es más, estoy ansiosa. Es como si los de sergei dejasen un hueco en mí, necesito el cuento de cada día.

Por cierto, espero que la noticia del día (alto al fuego de ETA) no sea un cuento...

Nesemu para Toribio -

Ya te veo tan melón como Sergei: ¿Es que tú no puedes cantar, hablar, silbar, reír, mientras tienes las manos ocupadas? Estaríamos frescos si la concentración sólo estuviera en las manos... también puede estar en compartir la palabra. Mi madre nos contaba cuentos nos en gallego mientras cosía o mientras calcetaba o mientras cocinaba...
Con tu mente cartesiana eres capaz de estropear un buen recurso literario que se le ocurrió al recién llegado Ting Chang.

Estrada -

Alguien puede saber mucho pero si no se lo transmite a los demás para que también aprenda, ¿de qué le sirve?.
Un grano no hace el granero pero ayuda al compañero.

Toribio M.A. -

En el primer día de la primavera, hemos topado con una contradicción. El Maestro siempre ha sido partidario de poner todo el empeño en una actividad: si observas, observa; si comes, come; si cazas, caza...Entonces ¿por qué permite a sus discípulos que le escuchen mientras les enseña a tejer alfombras y urdir tramas de cestos?

Irene Pérez -

Teniendo en cuenta que el silencio es uno de los argumentos más difíciles de refutar...solo hay que ser conscientes de que somos dueños de lo que callamos y esclavos de lo que decimos.

beatriz martinez -

Espero que estos relatos sean tan interesantes y nos ayuden y enseñen muchas más cosas, aunque como siempre o casi siempre no seamos capaces de comprenderlo del todo.

Anahi -

Cuando alzamos la voz siempre hay alguien que nos escucha...