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J. C. García Fajardo

Retazos 100: Ting Chang

El Maestro estaba sentado en la terraza que daba al río, sobre una pequeña alfombra que había terminado de tejer esa mañana. Como hacía recodo, podía contemplar la puesta de sol, y a quién llegara desde el Monasterio por el senderillo de piedras. Sergei abría camino y venía exultante precediendo a un hombre alto y fuerte, de pelo negro y larga trenza, que caminaba sonriente y admirado, pero contenido. Vestía la negra túnica que le habían prestado los monjes al ver que estaban inservibles los vestidos del camino. Calzaba sandalias de esparto con tiras negras y mantenía sus manos cruzadas ante sí, bajo las mangas perdidas. Al llegar ante el Maestro, se postró con la frente sobre el suelo y las palmas de sus manos abiertas hacia arriba. No se alzó hasta que aquél le tocó en su hombro y le ofreció asiento con una acogedora sonrisa.
- ¡No ha debido ser fácil convencer a los cancerberos!
- No, Noble Señor. Ya me lo temía porque, hace más de un mes, sin que él se diera cuenta, vi como me adelantaba uno de los jinetes de mi padre que venía al galope para alertar al Abad.
- Como ya imagináis, - respondió cómplice el Maestro -, éste no me dijo ni una palabra pero yo veía cómo mejoraba la comida que nos envían de la comunidad. Bien, ya ha pasado el año convenido y estáis en dónde habéis querido.
- Alma Noble, he empleado este tiempo en seguir tus instrucciones y me he limitado a saborear el Libro de Chuang Tzú. Y, por supuesto, a servir y a atender a los pobres en el hospital que fundaran mis abuelos.
- ¡Que no es poco!
- Por eso, solicito de tu Paternidad que me aceptes para servirte en cuanto pueda.
- ¡Me imagino lo que le habrá costado al Abad acceder a vuestra insistencia y no a la de vuestro padre!
- Si me aceptas en tu servicio, Maestro, dame un nombre y apeemos el tratamiento. No seré más que uno de tus asistentes.
- ¡Tan sólo tengo un asistente! Este Sergei que ya conociste en tu viaje anterior. Te aseguro que es suficiente. Pero si aceptas ayudarle, los tres nos ocuparemos de este jardín. “¡Sergei!”, - llamó, sabiendo que se encontraba a dos pasos detrás de los bambúes con la antena desplegada.
- ¡Señor! ¡Aquí estoy porque me has llamado!
- ¡Menos mal que no lo dijiste en hebreo! ¿A que te has olvidado de la palabra que Samuel dijo en la noche?
- No, Maestro. Dijo Hinnení, pero él iba a convertirse en profeta. Y además, no quería deslumbrar al huésped.
- Bien, - dijo dirigiéndose hacia el recién llegado -, todavía no te puedo poner un nombre. Dinos tú cómo quieres que te llamemos.
- Ting, el destazador, si te parece bien, Maestro.
- ¡Hermoso propósito! ¡De acuerdo! – Y volviéndose hacia Sergei -: Ayúdale a construir una cabaña al lado de la tuya. Que no tenga humedades y que esté al abrigo de los vientos. Compartiremos juntos las comidas y las dos meditaciones principales, antes del alba y antes de ponerse el sol. Y, ahora, Sergei, prepáranos el té mientras yo converso con Ting Chang.
Sergei se inclinó alborozado. 
 

José Carlos Gª Fajardo

 


 

10 comentarios

Sergei -

¿Cómo reaccionó Sergei? Podéis imaginaros. Después de la pataleta, lo comprendió todo. Como siempre, que Sergei es muy impulsivo, pero también una bella persona :P

Jarkoe -

Un nuevo discípulo para el maestro, un nuevo amigo para éste y Sergei...La llegada de Ting no puede ser menos que una gran alegría, incluso para la savia de los alcorques!!

felicitas -

Es posible que el maestro aceptara otro zorro de la estepa pues traería consigo nuevas inquietudes, dudas y reflexiones. Hay quien dice que lo que no se comparte se pierde.. ;) Y así, tal vez, los tres podrían cuidar de aquel humilde jardín ...

SEVILLANO -

El camino de la vida es mejor recorrerlo en compañía. Entre los tres seguro que compartirán enseñanzas, pero yo también tengo la duda de la reacción de Sergei ya que no debe ser fácil que después de tanto tiempo las atenciones del Maestro se vean repartidas entre dos personas. Puede que esta sea una prueba más en el camino de Sergei.

Mariola -

Las ganas de hacer algo, vale mucho para l aelección de una persona, y si éste venía con esa intención es correcto darle una oportunidad.

Estrada -

Todo el mundo merece una oportunidad y sobretodo si se está dispuesto a aprender

Javier Ibáñez -

¿Y cómo reaccionó Sergei ante esta nueva compañía?

Sonia Sanz -

... y da fuerza Toribio, y da fuerza.

Motiva, respalda y autoconvence.

Toribio M.A. -

La unión hace la fuerza.

Sonia Sanz -

¡Qué sorpresa que el Maestro acepte a alguien más para el quehacer cotidiano!. Siempre andaba dando largas a todo el que se acercaba. Otros senderos veía para ellos.

Quizás esta no sea la idea principal - estoy segura de que no lo es -, pero simplemente me ha sorprendido.

Para vosotros queda ;)