A vueltas con los exaltados nacionalismos
Ante la gran confusión que entre unos y otros han montado a propósito del Statut para Cataluña, y porque han traspasado la línea de libertad, de seguridad y de independencia que representa la Constitución, me parece oportuno aportar algunas voces sensatas en esta algarabía en la que algunos irresponsables pretenden aprovecharse para confundir a la ciudadanía. El poder se consigue en las elecciones, los problemas se discuten en el Parlamento y al Gobierno del Estado le compete la dirección de la política y la representación de nuestros intereses en el exterior. Como ya conocemos los excesos,la confusión perversa y la algarabía interesada a la que se libran algunos políticos que todavía no han asimilado el resultado de las últimas elecciones, conviene leer al Prof Santos Juliá, una de las autoridades académicas más respetadas en el ámbito de la Historia de la España moderna. Este es su valiente y lúcido artículo sobre el arrebato de nacionalismo romántico que les ha acometido a muchos políticos catalanes. La verdad es que, a estas alturas de la historia y de las relaciones transnacionales, y con la que está cayendo en los campos de la economía, la pobreza, la explotación de personas y tierras, la carrera de armamentos, la atroz especulación urbanística, la contaminación del medio ambiente, el perverso uso de la globalización y tantos y tantos problemas candentes... es como para reflexionar si vale la pena pelearse por unos conceptos que a muchos no suenan a rancios y superados. Nesemu
Sin ningún entusiasmo
SE SORPRENDEN algunos políticos catalanes y no pocos columnistas de la prensa de Barcelona de que la izquierda de Madrid (cariñosa sinécdoque por España) no salga a la calle ni firme manifiestos en defensa del proyecto de Estatuto de Autonomía de Cataluña. ¿Dónde están los otros?, preguntan; ¿dónde se esconden, por qué que no levantan su voz para salir al paso de la ofensiva desatada por la derecha? Curiosamente, y a pesar de lo denostada que ahora está la transición, sobre todo entre nacionalistas, esos políticos y colegas echan de menos aquellos tiempos en que la izquierda se movilizaba y los intelectuales salían a la calle para reivindicar libertad, amnistía y estatuto de autonomía.
La respuesta es muy simple: desde la primera página del preámbulo del proyecto, el atento lector se da de bruces con el rancio discurso de la nación hipostasiada. Cataluña aparece allí construyéndose a sí misma como nación desde el fondo del tiempo, afirmando su 'voluntad de ser', definiendo una lengua y cultura, labrando una identidad colectiva, modelando un paisaje, acogiendo otras lenguas. Cataluña habla como un ser que trasciende la historia, que se ofrece abierta siempre a un intercambio generoso, edificando un sistema de derechos y libertades, dotándose de leyes, desarrollando un marco de convivencia solidario.
Tal vez parezca extraño a los cultivadores de tan romántico lenguaje, pero es lo cierto que los españoles hemos escuchado hasta la saciedad, desde nuestra nada tierna infancia, cosas muy parecidas, producto también de la obsesión por la identidad colectiva y la unidad cultural. Idéntico postulado de una nación eterna, idéntica exaltación de la lengua y la cultura, idéntica retórica sobre la justicia social, idéntico paraíso en la tierra mancillado por poderes espurios y extranjeros. Todo esto forma parte de las leyendas sobre el origen de la nación, de cualquier nación, adornada de los más bellos atributos, más allá de la historia: todo eso era el meollo de lo que se llamaba, en tiempos en los que todavía no habían aparecido constructores de nación pero sobraban manipuladores de conciencias, formación del espíritu nacional.
Si donde antes se decía formación del espíritu se dice ahora construcción, todo lo que sigue es lo mismo, y ni una ni otra cosa son patrimonio de la izquierda: más bien, aquella izquierda recusó por reaccionario ese lenguaje. Que ahora se entone de Cataluña un himno a la nación similar al que hace cincuenta años oíamos cantar de España es más de lo que se puede sobrellevar sin caer en una paralizante melancolía, muy próxima al desaliento. España es una nación, se decía. Y claro que lo era: una y grande y libre. ¿Y nos tocará ahora recitar con idéntico afán Cataluña es una nación? Claro que lo es, ¿será también una y grande y libre? Viene, como España, de las profundidades del tiempo, y gozaba, como España, de sus libertades, que mano malvada le arrebató en desigual combate. Hasta las fechas se repiten: 1495, con España en la cima gracias a los Reyes Católicos; 1714, cuando España entraba en decadencia con la llegada de los Borbones.
Los autores de este preámbulo y quienes han aprobado el proyecto de Estatuto podrán pedir a los colegas de Madrid que presten atención a lo que se dice en Barcelona; lo que no pueden pedir es entusiasmo. ¿Por qué, después de leer tal exaltación nacional, tendríamos que salir a la calle, firmar manifiestos? ¿Acaso la truculencia de Aznar, la mendacidad de Acebes y la chabacanería de Pujalte obligan a tomar partido a favor del Estatuto? El viejo argumento según el cual la crítica al amigo hace siempre el juego al enemigo no es más que una gastada forma de chantaje moral e intelectual, que ha acarreado consecuencias devastadoras para la cultura política de la izquierda. Por muy feroz que sea el ataque de esta derecha nuestra, en caída libre hacia la más pura reacción, no hace mejor el lenguaje de ese Estatuto.
Para decirlo brevemente: tal como nos ha llegado, ese texto jamás debió haber sido escrito, menos aún aclamado. La exaltación nacionalista que rezuma por todos sus poros de ningún modo puede entusiasmar a quienes han construido sus identidades personales no ya al margen, sino contra los ídolos nacionales: demasiadas catástrofes se han acumulado bajo el sagrado manto de la nación. Por eso, cuando se vuelve a oír esa copla, si la cantan amigos, se le podrá, y aun deberá, prestar una cortés atención, pero que no pidan que salgamos a la calle a tocar palmas porque, la verdad, de lo que te entran ganas es de quedarte en casa y meterte en la cama a dormir.
Santos Juliá
28 comentarios
Juan Monge -
Juan Monge -
Take it easy.
Martin Ergoyena -
Xaime -
P.D. perdon porque no he acentuado ninguna palabra. En La Coruña me conecto desde un ciber y el teclado este escribe raro y los acentos no los hace. Pido perdon si causa daño a la vista, jaja.
Marcos -
Marcos -
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LAURA -
Nesemu -
Marcos -
Virginia -
Pero vamos, que ahora lo bueno sería que izquierda y derecha se uniesen para evitar la aprobación del Estatut (que se ve próxima, porque ZP parece dispuesto), que es la puerta para la independencia de Cataluña.
Cuando se propuso lo del plan Ibarretxe, le pararon los pies pronto y no se armó tanto alboroto, pero claro, también supongo que sería porque el gobierno de entonces no estaba aliado con los vascos. Ahora el que está tocando las narices es Roviretxe y sus huestes, y nadie les para. ¡Todo va por intereses políticos! Y esta mañana, las juventudes de Esquerra manifestándose en contra de la Constitución... Qué vergüenza ajena.
Frías -
Hele -
Frías -
Por otro lado, tiene razón Marcos cuando dice que quien puede decir lo que es España o no lo es, lo importante es que esa independencia que se quiere lograr no traiga consigo toda una serie de problemas. Además, tampoco olvidemos que habrá gente de esas Comunidades autónomas que no quieran esa independencia.
He leído en algún comentario que ni Cataluña ni el País Vasco son Naciones, pero quisiera decirle a mi compañera que ese sentimiento lo llevamos por dentro, como dice Juan, esta en las mentes de los vascos y de los catalanes.
enovilla -
Z -
Juan Monge -
Los nacionalismos no conducen a ningún lado, al igual que la defensa de la unidad territorial, que no es más que otra forma de nacionalismo.
Esto no quiere decir que no exista el derecho a expresar su opinión por parte de unos y otros... por poco acertada que nos parezca (como es mi caso con algunos de los autores de los posts)...
En cuanto a lo del terreno personal... nada más lejos de la realidad, por mi parte... y espero que por la de los demás.
Ruth Pilar -
¿No se puede protestar cuando te molesta algo? ¿No se pueden proponer alternativas? El Estatuto de momento es eso.
España está dividida, pero no entre catalanes y el resto, sino entre socialistas y populares. Independientemente de quien ocupe el poder, el otro partido intentará torpedear cualquier acción de gobierno. Muy triste.
La calle es de todos. Podemos y tenemos que hacernos oír, pero no con el carnet de militante en la boca.
Lo malo de los nacionalismos es que siempre quieren más. Cuando tengan la luna, querrán el Sol, Júpiter, Plutón... y cuando está galaxia se les quede pequeña, se lanzarán a por la de Andrómeda. Hay mucho galáctico y no sólo en el vestuario madridista -dedicado a los chicos bloggers, que los veo muy futboleros-.
Patria es donde uno está a gusto, llamarla como queráis: España, Cataluña, o como diría ET mi caaaaasaaaaaa
No entiendo muy bien lo de Cataluña No y Galicia Sí.
Esto me recuerda a lo de "o conmigo o en mi contra".
Por pedir que no quede, pero no sólo Cataluña y/o el resto de comunidades históricas, para las 51 -que os ha gustado el factor numérico-. En estas fechas los corazones se ablandan y hay quienes llegan de Oriente con regalos o carbón -para los de las eléctricas-.
Saludos para todos y disfrutad de estas prevacaciones.
Marcos -
Aún así, al artículo de Juliá me parece muy acertado.
Belén -
Creo que se están empezando a sacar las cosas de quicio, y que, debido a todos estos debates, que instan a los ciudadanos a tomar partido por un bando o por otro, los españoles se están dividiendo por demasiados frentes.
Considero extremadamente importante que, ni la ideología, ni el radicalismo nos cieguen. El ejemplo pésimo que recibimos de la clase política española nos está afectando gravemente, ya que la mayoría de las veces emitimos juicios de valor sobre cosas que no conocemos, o generalizamos sin pensar en las consecuencias. Creo que la población no debe entrar en los mismos cruces de acusaciones y faltas de respeto por parte de los políticos que tienen lugar en el congreso y en los medios de comunicación.
Se que mi post no habla sobre el tema propuesto, pero pienso que tenemos que pensar (nosotros que somos el futuro del país) en el tipo de políticas contaminadas e irrespetuosas que se están llevando a cabo, porque parece que todo se lleva al terreno personal, y no debería ser así.
Juan Monge -
Cataluña es una nación de un modo ideológico, en la mente de los catalanes...
Creo que el pensamiento es más potente que cualquier texto juridíco.
Lamentabe lo que has comentado de los comercios catalanes multados... igual de lamentable que el hecho de que lo que más te haya llamado la atención de mi anterior post sean las palabras "Cataluña" y "nación" a menos de dos espacios.
Hele -
Hele -
Juan Monge -
Me resulta curioso oir que el texto del estatut jamás debería haber sido escrito (¿por qué? ¿es que no tienen derecho a intentar manipular a su población y al resto del país como viene haciendo todo hijo de vecino... tan disparatado es un enésimo intento de autogobierno?) El afán de poder tiene una relación mucho mayor con la búsqueda de independencia económica que con el renacer de un sentimiento de nación... Me hace gracia como algunos se indignan ante la idea de Cataluña como nación (en mi opinión sí lo es, del mismo modo que lo son Euskadi o Galicia) y pasan por alto "fallos carentes de respaldo constitucional" como el proyecto de elevar la justicia catalana al Tribunal Superior en Barcelona (independiente de Madrid) o el tema de Hacienda.
El hecho de que este proyecto de estatuto (que recordemos, está en fase de revisión) esté mal planteado no justifica que tengamos que aguantar escuchar que mi país es "uno y libre"... Españas hay muchas, nuestra identidad cultural no es precisamente ni una ni homogénea, afortunadamente, cada vez más variada e intercultural... Libre, ¿libre de qué? (Creo que libre del comunismo rezaba el lema franquista...)
Comentarios como este me hacen recordar porque me gustan tan poco las banderas...
El nacionalismo catalán es seguramente rancio y poco aperturista (nada aperturista), una excusa para conseguir poder y margen económico.
El nacionalismo español de algunos compañeros del blog nos dista demasiado, pero realmente me parece más preocupante puesto que ellos no persiguen ningún beneficio material, sólo un sentimiento respetable pero demasiado cuestionado por gente como yo.
No me gusta nada leer posts extensos, pero esta vez yo no he podido sintetizar mejor, lo siento.
Xaime -
DANIEL -
Sara I.L -
Muñoz -