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J. C. García Fajardo

Nesemu: El principio de Peter, o nivel de incompetencia

Todos los logros son reversibles, escribe Luis Foix con su maestría de siempre en La Vanguardia. La clave está en el nivel de incompetencia alcanzado por los burócratas de Bruselas a los que la tostada se les ha vuelto a caer del lado de la mermelada, y la ausencia clamorosa de líderes políticos en Europa
Nesemu

//Si Europa no avanza hacia un acuerdo de mínimos sobre el ropaje jurídico que sancione políticamente lo que es una realidad para cientos de millones de europeos, todo lo que se ha conseguido hasta ahora puede ser reversible.

Que la Constitución quede definitivamente encallada después de que Francia y Holanda le hayan dado un puntapié tiene la importancia que se le quiera dar. Tampoco es determinante que Tony Blair haya aparcado indefinidamente su prometido referéndum. O que el texto acabe en un sarcófago en el museo de las frustraciones de la historia de la Unión.

Lo importante es que no se desvanezca la voluntad para construir un espacio de libertad, de libre circulación de personas, bienes y capitales, de un modelo social que no tiene parangón en el mundo y, en definitiva, de que los europeos se comprometan a no enfrentarse más en guerras fratricidas. Una constitución es un marco jurídico sobre el que descansan los acuerdos tácitos o implícitos de quienes la aprueban.

Esta Constitución ha acabado su trayecto antes de que sea ratificada. Habrá que regirse por los tratados anteriores y muy especialmente por el de Niza, que dibuja una Europa más nacionalista que solidaria.

Los padres de Europa pensaron que para llegar a una unión política había que transitar primero por acuerdos concretos en el ámbito de la economía y de las relaciones materiales entre los estados miembros. Se ha recorrido este trayecto sin mayores contratiempos.

El problema es que si desaparece la voluntad común para ir hacia una cierta unidad política, todo lo que se ha conseguido hasta ahora puede desaparecer. Puede desaparecer el euro y también la libre circulación de bienes, capitales y personas. Podemos regresar a la Europa en la que los estados recuperen su endogamia y desaparezca el concepto de solidaridad entre los que más tienen y los que tienen menos.

Puede haber más Estado social en Francia, Gran Bretaña, Holanda o Alemania. Pero no existirá el espíritu solidario que tanto ha contribuido al reequilibrio económico y democrático entre el norte y el sur europeos.

Vuelve el nacionalismo de los estados, que ha sido el responsable principal de muchas guerras europeas desde Richelieu hasta hoy. Ya sé que mencionar la posibilidad de una guerra puede parecer una irresponsabilidad y que las jóvenes generaciones no la contemplan en su horizonte vital. Pero sólo hay que hacer un rápido recorrido por la historia para darse cuenta de que lo más normal para los europeos es el enfrentamiento entre los pueblos y naciones.

Queda la experiencia de que las crisis europeas se han saldado con un paso hacia delante en el proceso de unidad. Espero que esta vez ocurra lo mismo.

Para ello es preciso un puñado de líderes que estén a la altura del momento. La ampliación al Este ha causado un miedo general en muchas sociedades que llevan mucho tiempo dentro de la Unión. No se ha explicado, por ejemplo, que todas las ampliaciones parecían inciertas y han acabado siendo una bendición tanto para los que estaban en la UE como para los recién llegados.

Se ha combatido la Europa liberal para defender la Europa social. No vaya a ser que al final acabemos sin modelo liberal y, lo que es peor, sin el modelo social que tanto ha beneficado a tantos millones de ciudadanos. Un modelo que instaure las treinta y cinco horas semanales obligatorias, por ejemplo, perjudica a cualquier modelo.

Los líderes no han sabido defender con inteligencia los logros obtenidos y han trasladado a la opinión pública un miedo insuperable. Hay que recuperar la sintonía entre los gobernantes y los gobernados.//

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