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J. C. García Fajardo

Los Ejércitos no son ONG, ni los soldados voluntarios sociales

Con todo el respeto que la situación requiere es preciso poner las cosas en su sitio. Quien se enrola como soldado en un Ejército, firma un compromiso y cobra un sueldo así como prestaciones sociales etc tiene que saber en donde se mete y a lo que se arriesga. Ni el uniforme, ni la foto, ni la movida militar, ni la nacionalidad ni la búsqueda de estabilidad eximen de las responsabilidades fundamentales de un militar. Otra cosa es si se deben admitir a jóvenes de 18 años para ir a jugarse la vida en defensa de intereses ajenos, tantas veces expúreos, que han llegado a hacer que las armas no sea para las guerras sino las guerras y los conflictos bélicos se inventan para dar salida a las armas. Parecía que no íbamos a poder vivir sin el servicio militar obligatorio, o sin las prestaciones substitutorias de los objetores de conciencia, o sin fronteras ni moneda propia. Suiza y Costa Rica pueden vivir sin Ejércitos. Es preciso hacer todo lo posible para que las guerras ni las armas ni los ejércitos sean necesarios en un mundo interrelacionado y solidario. Las guerras son una barbarie propia de salvajes caníbales. Es  inhumana y por lo tanto debe ser proscrita como la esclavitud, la pena de muerte o la explotación de unas personas por otras. Nesemu                              (Interesante reportaje publicado en El País con Información elaborada por Javier Lafuente, Juan Manuel Pardellas, Reyes Rincón, Ignacio Zafra y Carlos de Miguel) "Pensó que en Líbano sólo tendría que repartir comida". Un cambio radical en su vida, conseguir un trabajo estable o el orgullo de tener una carrera militar digna fueron algunos de los motivos que llevaron a los seis soldados fallecidos a alistarse
Rabia, frustración y, sobre todo, lágrimas, muchas lágrimas, llenaban ayer los hogares de los seis jóvenes fallecidos al sur de Líbano. Algunos familiares prefirieron llorar en privado; otros, a duras penas conseguían construir un retrato de los jóvenes. En todas las casas se contaban casi con los dedos de las manos los días que les quedaban para volver.
- Una medalla que le iba a traer suerte. El pasado 15 de marzo, un día antes de marcharse a Líbano, Fabio Nelson y su primo Yeison Alejandro celebraban en Madrid, donde residían, el cumpleaños de Andrea, prima de ambos. Al día siguiente ambos partían a Líbano "animados, porque estaban orgullosos de su carrera militar". La familia esperaba ayer por la tarde el regreso de los dos chicos. "Fabio siempre dijo que volvería el mismo día que su primo, aunque nunca pensó que de esta manera". Un viaje de ida y vuelta puesto que tendrá que regresar a Líbano después del funeral...
- El punk de Medellín. Yhon Edisson Posada nació hace 20 años en Pereira, Colombia. Su familia, que prefirió ayer no hablar de él, llegó a Las Palmas hace unos ocho años. El joven Posada pronto se incorporó a las actividades de la Asociación Macondo, en la capital grancanaria. A pesar de sentirse un punk, más heredero de la estela de Johnny Rotten y los Sex Pistols, enseguida se integró en el cuerpo de baile de la asociación, a ritmo de cumbias y jotas.
Su entrada en las Fuerzas Armas españolas le permitió obtener un empleo estable, una manera digna de ganarse el pan y abrir una vía de soporte económica complementaria para su familia, casi toda instalada en la isla canaria. Los que lo conocieron en Las Palmas aseguraron ayer, entre lágrimas, que era un chaval "muy alegre, con vitalidad, muy colaborador, con mucha vida por delante", un torrente que contrastaba con su especial manera de hablar, "pausado y reflexivo".
- Quería comprarse un coche. Manuel David Portas se incorporó a las Fuerzas Armadas hace dos años, apenas unos meses después de dejar el instituto. Le animó un íntimo amigo que estaba en la Brigada Paracaidista, a la que también pertenecía el soldado fallecido. "Su abuelo le decía que aquello no tenía futuro, que era mejor que se fuera a otro cuerpo del Ejército, pero a él le gustaba ése", contaba ayer su abuela paterna, Setefilla Garrido. Al joven, que había cumplido 20 años hace tres semanas, le gustaba la vida militar, pero su intención era cambiarse a un cuerpo que tuviera sede en Sevilla. Manuel David se presentó voluntario para ir a Líbano y estaba contento en su primera misión en el extranjero, aunque ya tenía ganas de volver a casa. Su regreso estaba previsto para el próximo 9 de julio: pretendía llegar a tiempo de asistir al cumpleaños de uno de sus primos y, con el dinero que había ahorrado desde que se incorporó al Ejército, quería dar la entrada para comprarse un coche.
- Pidió ir a Líbano porque iban sus amigos. En la calle de las Virtudes de Algete (Madrid) nadie quería hablar. Los padres de Jonathan Galea habían pedido al Ayuntamiento que se les respetase, que deseaban guardar el máximo silencio posible ante la muerte de su único hijo. Jonathan era un "chaval muy conocido" en Algete, según contaban ayer en el Consistorio. "Era muy amigo de sus amigos". Tanto, que había pedido que le enviasen a Líbano porque a varios colegas suyos los habían mandado allí y quería estar con ellos.
- De religioso a militar. Juan Carlos Villora Díaz, de 20 años, vivía con su madre, de 47 años, y su hermana, de 17, en San Lorenzo del Escorial (Madrid). Sus raíces y sus amigos estaban en Lanzahíta (Ávila). Su padre, Genaro, confesó ayer que la relación con su hijo era distante y que no supo hasta abril que se había marchado a Líbano. Tampoco se enteró de su muerte hasta que se lo dijo su hermano, que lo había escuchado en los medios. El joven había enfocado su vida a la religión. Un día, hace año y medio, cambió el rumbo de su vida e ingresó en el Ejército. "Sabía lo que le podía pasar por lo que vemos todos los días en la tele", decía ayer el padre. De haberse enterado a tiempo de su marcha "hubiera intentado quitarle las ganas", aseguraba su padre.
- "Se fue un poco engañado". Jefferson Vargas Moya tenía 21 años, un permiso de residencia, otro de trabajo y "mucho desespero" por volver a Colombia. Cuenta su hermano que se alistó en el ejército buscando un poco de "estabilidad laboral". En Valencia, adonde llegó en noviembre de 2003, pasaba unos días pintando fachadas, otros limpiando oficinas y la mayoría mano sobre mano. Dos primos paracaidistas en la brigada de Madrid, le señalaron el camino: "Le explicaron que era un contrato de tres años, que pagaban muy bien y que podría aprender un oficio". "Nunca pensamos que fuera peligroso. Él tampoco. Hasta que llegó a Líbano creía que sólo tendría que repartir comida y dar ayuda humanitaria. Así que se fue un poco engañado", afirmaba su hermano. (????)
A Jefferson le gustaba bailar salsa y pisar el acelerador: en dos años le pusieron dos multas por exceso de velocidad. No andaba con una chica sino con varias. "Tenía mucha suerte para las mujeres", decía su hermano. La noticia de su muerte cayó como otra bomba en casa de su madre. "Ha sido terrible", decía ayer Ilda Sofía Moya desde Neiva. Quedaban 15 días para que Jefferson acabase su misión en Líbano y tenía billete para viajar a Colombia el día 25 de julio. Su plan de volverse definitivamente cuando hubiera ahorrado bastante parecía firme. De momento, pensaba llevarse dinero para pagar la entrada de un piso que había elegido Brigitte, la menor de los tres hermanos, de 13 años".

El dolor de los familiares es inmenso, en su duelo le acompañamos. Pero es preciso plantearse la sin razón de estos conflictos por muy respaldados que algunos lo sean por el CS de la ONU. La guerra es inmoral, absurda e inhumana. Es una monstruosidad, como la pena de muerte o la esclavitud. Pero es cierto que la sociedad tiene que estar preparada para repeler las agresiones injustas de terceros  países muchas veces manipulados como marionetas por fanatismos e ideologías perversas. A los Gobiernos corresponde la principal responsabilidad de preparar, adiestrar y no exponer sin condiciones a los seres humanos que forman los Ejércitos. Yo apostaré siempre por el diálogo, la búzqueda de la Paz como fruto de la Justicia, no como silencio de los cementerios. Nesemu

 

3 comentarios

Sdan -

Las guerras son lo peor, pero, ya que están ahí, y muy calientes -sobre todo en el Medio Oriente- ¿es mejor dejar a los libaneses, afganos y demás a su suerte en medio de tremendo caos?

Raúl -

Lo primero y más importante es apoyar en estos momentos a los familiares,amigos y conocidos de los asesinados.Toda mi solidaridad para ellos.
Pero no pasa nada porque están en misión de paz , iban a pasear por el campo y a repartir comida.Aquí los únicos muertos que hay son los de Aznar y la culpa será también de La Cope y del PP.Ahora además las manifestaciones y las chapitas del no a la guerra guardadas en casita y los Bardem y Almodovar en paradero desconocido.Qué poca vergüenza,ni una mención al gobierno, ni a que el ministró de defensa mintió cuando dijo que iva a mandar a las tropas perfectamente equipadas ante los riesgos de ataques y no tenía ni un inhibidor de frecuencia el coche que voló por los aires, que objetividad...

Edu. -

A pesar de estar completamente de acuerdo con que el militar debe, al igual que en cualquier otra profesión, asumir las tareas que se le encomiendan con los riesgos que esto conlleva, siendo totalmente libre de haber elegido cualquier otra profesión, creo que para las familias, tanto como para los amigos, este debe ser un momento duro, y como vecino del pueblo de Algete, donde vivía Jonathan (a pesar de no conocerle), creo que se debe anteponer la pérdida de una vida al cumplimiento de la tarea.
Desde luego, un chico de dieciocho años no es completamente consciente de a lo que se puede llegar a enfrentar alistándose en el ejército. No debería estar permitido el alistamiento a una edad tan temprana, ya que ir a lugares donde hay conflictos armados no es como trabajar en una tienda de ropa.
Puede parecer utópico, pero qué bueno sería que en ningún país hubiera ejércitos para que tampoco hubiera guerras. Nada con que defenderse, puesto que no hay nada con lo que atacar.
Todo mi sentimiento a los familiares.