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J. C. García Fajardo

Serena reflexión de Ricardo Lagos, ex presidente de Chile ante el cuarto aniversario de la guerra en Irak

Este mes de marzo se cumplen cuatro años desde el inicio de la guerra en Irak. Y con el aniversario aparecen las preguntas esenciales: ¿cuándo y cómo se termina la ocupación de ese país? ¿Cómo podrá volver a ser Irak una nación capaz de regir su destino? ¿Por dónde está la salida a un conflicto cuyo origen estuvo sustentado en informaciones sin fundamentos sólidos?
Detrás de lo ocurrido parece haber lecciones que aprender. Hace algunos días, el ex presidente del Gobierno español, José María Aznar, admitió que en Irak no había armas de destrucción masiva, y agregó: "Tengo el problema de no haber sido tan listo de haberlo sabido antes". Poco después, el presidente de su partido, Mariano Rajoy, al tratar de interpretar tales palabras, dijo: "Probablemente con los datos de los que se disponía entonces, que es cuando se toma la decisión, no fuera un error. Ahora, con los datos de los que se dispone después, ya estamos en una situación diferente". El problema es que en ese momento (febrero de 2003) el tema ya era discutible.
La justificación usada para llevar adelante la guerra, actuando al margen del sistema de Naciones Unidas, se sostuvo en la eventual existencia de armas nucleares y en la seguridad de que el Gobierno de Sadam Husein poseía o estaba desarrollando armamento químico, biológico y radiactivo. Las armas no fueron encontradas tras la invasión y la guerra se convirtió en lo que vemos día tras día: esa especie de guerra civil larvada, mientras de cincuenta a cien personas encuentran la muerte bajo atentados suicidas cada día.
En marzo de 2003, Hans Blix, el inspector de Naciones Unidas, pidió más tiempo. Se le había encomendado demostrar que Irak poseía armas de destrucción masiva y era un peligro para la convivencia internacional. En aquellos momentos previos a la guerra, Chile era miembro del Consejo de Seguridad, y por ello sostuve una conversación urgente con Hans Blix, quien me dijo: "No he encontrado armas; necesito más tiempo para asegurar si las hay o no las hay".
También por esos días hablé con el presidente Chirac, quien me señaló: "Puedo asegurar que no hay armas nucleares en Irak; sin embargo, no puedo con la misma fuerza decir que no haya armas de destrucción masiva, pero mis servicios me informan que ellos no han encontrado nada".
Era necesario más tiempo, salvo que la decisión de invadir estuviera tomada de todos modos. Era necesario apegarse a la legislación internacional, a nuestras instituciones, al Consejo de Seguridad. Para Chile fue una decisión difícil, pero no dimos nuestro voto a favor de una invasión militar cuyas razones no estaban plenamente comprobadas.
Ya en marzo de 2004, el Gobierno norteamericano debió designar una comisión para que estudiara si las agencias de espionaje y los servicios de inteligencia de Estados Unidos habían informado erróneamente. Un año después, la comisión presidencial que examinó los informes de armamento en Irak afirmó que el Gobierno de Estados Unidos estuvo "totalmente equivocado" en casi todas sus evaluaciones sobre el arsenal iraquí en tiempos de Sadam Husein.
Creo que Estados Unidos le debe una explicación al mundo, porque la justificación para la guerra no fue demostrada por los hechos posteriores. Se requiere mucho cuidado en las afirmaciones que un país de esa envergadura hace. En todo ello está involucrada la responsabilidad internacional -que de una u otra forma nos cabe a cada país en el mundo global-, pero mucho más al país que es la primera potencia mundial.
Ganar la guerra puede que haya sido fácil. Pero está claro que ha sido imposible ganar la paz.
Cuatro años después, el saldo es de cientos de miles de muertos. A la fecha son más de 3.150 los soldados norteamericanos caídos en Irak, dato que sobrepasa la cifra de quienes murieron en las Torres Gemelas. El gasto militar en la guerra de Irak llega a los 378.000 millones de dólares y se anuncia un presupuesto que llevará esta cifra a los 683.000 millones de dólares. La situación es mucho peor que al comienzo.
En Chile fuimos coherentes. El mismo Consejo de Seguridad que no dio el pase a la guerra de Irak, en febrero de 2004 pidió por unanimidad tropas para acudir ante la crisis de Haití. Chile, país pequeño, en 72 horas, colocó 300 hombres en aquella nación del Caribe. Ello porque los países pequeños entendemos que el sistema internacional debe tener reglas y las instituciones internacionales deben ser fortalecidas. Por ello decimos que dentro del sistema de reglas internacionales, todo; fuera del sistema, nada.
Al escribir esta columna se habla de un eventual enfrentamiento con Irán, y de nuevo, las razones son afirmadas por unos, negadas por otros. ¿Se volverá a actuar al margen de Naciones Unidas o seguiremos el carril que indica la coherencia internacional? ¿Se asumirá el análisis serio de los datos entregados por los expertos sobre la capacidad nuclear de Irán para derivar de allí una acción diplomática, como se ha hecho con Corea del Norte, o se precipitará otra grave crisis militar?
Cuando decimos que se le debe una explicación al mundo por parte de aquellos que sostuvieron la existencia de las armas en Irak, ojalá esa explicación lleve también una dosis de humildad frente a los tiempos que estamos viviendo hoy. Tiempos de inquietud por el futuro, casi tanto como cuatro años atrás, cuando la guerra parecía inevitable más allá de lo que se dijera y al final llegó.

 

4 comentarios

jose navareño garrido -

Esta guerra a mi entender es algo indignante, al prinipio que si existe relación entre Al Qaeda e Irak, luego que en Irak se habian encontrado en Irak armas de ataque masivo y oir ultimo y más indignante que los estadounidenses pensaran que la opinión ubica apoyaba este acto, las tres opciones son falsas, y la guerra sigue hay, me parece indignante pero no solo tienen la culpa desde mi punto de vistya EE.UU. sino que tambien los paises que le apoyaron, entre ellos nosotros, aunque hay que decir que los españoles estabamos en contra, y decidio por nosotros el gibierno. Todo esto se desmadra y la guerra deberia parar ya que solo que hay muertos y más muertos, que no tienen culpa de nada cunado realmente solo se esta luchando por apoderarse del petroleo. ¿Lo sieguiente que sera? acabar con la sociedad, por ser para siempre la primera potencia mundial.

alejandro estrada -

Creo que esta guerra, en pleno siglo XXI, no tiene ningún sentido. Todo comenzó porque EE.UU. acusaba a Irak de tener armas de destrucción masiva, luego se demostró que era falso. Detrás de todo solo había un objetivo: el petróleo de Irak.

Irene Zugasti -

Cuatro años ya de invasión e Irak sumido en una guerra civil cada vez mas cruenta, con decenas de muertos cada día, en el que ha crecido la mendicidad, la prostitución...
Mientras, las empresas estadounidenses se llenan los bolsillos con sus botines de guerra. Falsas reconstrucciones, una ayuda casi nula al pueblo iraki, un oleoducto por aquí,por allá... Halliburton, por ejemplo, sólo ha invertido un 10% de sus dos mil millones y pico de dólares de presupuesto en cosas útiles para la comunidad. ¿El resto? El Pentágono contrata a esos especuladores y le conviene que las tropas sigan allí.
Pero no debemos dejar de exigir que debe pagarse a Irak el daño que está sufriendo, y sobre todo, no dejar de exigir explicaciones ante el estúpido argumento del "ah! yo no sabía..." que no puede justificar una guerra.
En cuanto a Aznar y Rajoy, ellos mismos quedan en ridículo con excusas así.

edu -

EEUU debe una explicación al mundo, pero como suele ocurrir siempre algún pretexto inventará para limpiar su imagen y justificar sus actos. La guerra, como se dice en el artículo ha sido fácil de ganar, pero no así la paz. Puede que esto sea lo que más convenga a los países invasores, puesto que uno de los pilares económicos de EEUU es la guerra y de lo que de ella se deriva.
Por otra parte, es realmente escandaloso el papel que tiene la ONU frente a determinados países, ya que no es coherente que si se creó entre otros motivos para evitar las guerras, haya determinadas naciones que hagan oídos sordos a este organismo y no se “pueda” hacer nada contra ellos.