Destrozamos la vida en los mares: El pescado en peligro de extinción
En menos de 50 años, las principales especies de pescado para consumo humano habrán desaparecido, o casi. Esto sucederá si no se pone remedio con urgencia a la sobrepesca, contaminación de las aguas y ruptura de equilibrios entre especies que viene produciéndose desde hace tiempo, según un estudio de la revista Science. Desde que Malthus pronosticó el colapso de la especie humana si proseguía la desproporción entre el crecimiento de la población y el de los recursos, las predicciones catastróficas han ido perdiendo credibilidad. Pero no porque carecieran de fundamento, sino porque se han buscado remedios.
El futuro no está escrito, pero los datos sobre el pasado inmediato aportados por el estudio son terribles: desde 1950, el 38% de las especies vivas de los ecosistemas costeros y el 29% de las pescadas en mar abierto han experimentado reducciones superiores al 90%, que es el umbral a partir del cual se considera que una especie está en fase irrecuperable de extinción. Para la generación siguiente a la que ahora va a la guardería, pescados como el bacalao, la merluza o el mero serán tan escasos y caros que deberían venderse en las joyerías. Todo esto afecta especialmente a España, uno de los países (tras Japón, China, Noruega y Portugal) con mayor consumo de pescado por habitante y año. Hace 40 años, la flota del Cantábrico capturaba 80.000 toneladas de anchoa por campaña. En la última no llegaron a 800 toneladas.
El estudio de Science alerta de los efectos de la pérdida de la biodiversidad marina, pero sostiene que todavía es tiempo de evitar el colapso. El aspecto más optimista es que la regeneración de los ecosistemas marítimos puede ser muy rápida si se actúa con diligencia, estableciendo moratorias en la pesca y áreas protegidas. Inversamente, el coste de no actuar a tiempo no sólo se mide en relación con la desaparición de uno de los principales alimentos de la humanidad desde el paleolítico, sino en deterioro del ecosistema, con efectos como la reducción del oxígeno, invasiones de medusas en las playas (con riesgo para el turismo) o inundaciones costeras.
Los autores del informe intentan demostrar que la defensa de la biodiversidad marina no sólo es deseable por motivos ecológicos, sino también económicos.
Lo mismo que viene sosteniendo el ex presidente norteamericano Al Gore, cuyo documental sobre los efectos del cambio climático, estrenado estos días en España, demuestra que la falta de reacción ante riesgos controlables provoca años después cambios tan incontrolables que combatirlos es imposible o demasiado costoso.
El futuro no está escrito, pero los datos sobre el pasado inmediato aportados por el estudio son terribles: desde 1950, el 38% de las especies vivas de los ecosistemas costeros y el 29% de las pescadas en mar abierto han experimentado reducciones superiores al 90%, que es el umbral a partir del cual se considera que una especie está en fase irrecuperable de extinción. Para la generación siguiente a la que ahora va a la guardería, pescados como el bacalao, la merluza o el mero serán tan escasos y caros que deberían venderse en las joyerías. Todo esto afecta especialmente a España, uno de los países (tras Japón, China, Noruega y Portugal) con mayor consumo de pescado por habitante y año. Hace 40 años, la flota del Cantábrico capturaba 80.000 toneladas de anchoa por campaña. En la última no llegaron a 800 toneladas.
El estudio de Science alerta de los efectos de la pérdida de la biodiversidad marina, pero sostiene que todavía es tiempo de evitar el colapso. El aspecto más optimista es que la regeneración de los ecosistemas marítimos puede ser muy rápida si se actúa con diligencia, estableciendo moratorias en la pesca y áreas protegidas. Inversamente, el coste de no actuar a tiempo no sólo se mide en relación con la desaparición de uno de los principales alimentos de la humanidad desde el paleolítico, sino en deterioro del ecosistema, con efectos como la reducción del oxígeno, invasiones de medusas en las playas (con riesgo para el turismo) o inundaciones costeras.
Los autores del informe intentan demostrar que la defensa de la biodiversidad marina no sólo es deseable por motivos ecológicos, sino también económicos.
Lo mismo que viene sosteniendo el ex presidente norteamericano Al Gore, cuyo documental sobre los efectos del cambio climático, estrenado estos días en España, demuestra que la falta de reacción ante riesgos controlables provoca años después cambios tan incontrolables que combatirlos es imposible o demasiado costoso.
16 comentarios
diaz felix -
yaricsa -
yaricsa -
Diego -
Diego -
ana -
Elia Pesquera -
HAY QUE REACCIONAR.O tal vez ya sea tarde...
Emma Bernardo -
montoya -
POR FAVOR UN CAMBIO DE MENTALIDAD
Sara Ayllón -
Aquí encuentro la ironía, no debemos ayudar a mantener la naturaleza sólo por que gracias a ella viviamos... tenemos (y me refiero a obligación) que hacerlo así cada día, y estar concienciados, es un principio para cada persona, como dice mi compañero Diego, somos animales...otra ironía, los que normalmente llamamos "animales", esdecir, no el ser humano, si cuidan el medio donde viven..por qué nosotros no? acas no vivimos en ese medio?...
No hay que ayudar a salvar a la naturaleza...ayudar?? es como el que no cuida su casa, como el que come alimentos caducados...
reo que no hace falta ser miembro de Greenpeace, basta con mantener tu entorno de vida cuidado...es decir..TODA la Tierra (suena muy filosófico...pero es así)
Marta Gálvez Z. -
Merche -
Toribio -
Rubén -
No entiendo como no se fomentan las construcciones de las piscifactorías para evitar que precisamente no sucedan este tipo de reacciones. Además a la larga estos centros pueden llegar a abaratar el coste del pescado a los usuarios , ya que algunas especies que apenas nacen en los caladeros podrían reproducirse masivamente en cautividad.
Si a esto le unimos un aumento en las sanciones por utilizar métodos de arrastre o sobre-explotación de caladeros , creo que podríamos tener el problema mediandamente solucionado.
Estibaliz Ortiz de Orruño -
Somos como el hijo caprichoso que embiste contra las puertas de su propio hogar, pensando que éste, por su condición de origen, no nos echará nunca. Estamos tirando piedras contra nuestro propio tejado. Pero puede que algún día, mamá naturaleza pierda la paciencia y nos castige por todo nuestro egocentrismo y ambición, por la codicia y el descaro, y empecemos a valorar más los efectos a largo plazo de una situación a la que nadie le dio la suficiente importancia en el momento decisivo. Al menos leyendo esto, sabremos las causas de nuestro fracaso cuando sea demasiado tarde para pararse a actuar, llevados por el pánico y el sentimiento frío de supervivencia animal.
Diego López -
Como sigamos por este camino de destrucción a nuestra MADRE NATURALEZA la vamos a pasar canutas. Desde pequeño me han enseñado a que la Naturaleza es sabia y nos hará pagar todo el daño que le estamos haciendo.
Un saludo.